Andy se apresuró por el camino que llevaba a su consulta de la prisión, pues esa mañana llegaba tarde, y tenía ganas de ver a Ronda. Sabía que no podría mantenerla ingresada en la clínica durante mucho más tiempo sin levantar sospechas, pero por el momento, la necesitaba.
Abrió la puerta, y vio a Ronda esperándolo en la silla de su escritorio; ella estaba completamente desnuda, y lo único que portaba era la corbata que él se dejó la tarde anterior en su despacho.
- Buenos días, cariño.- lo saludó Ronda mientras giraba la silla, exponiendo su cuerpo ante él, y abriendo las piernas, para ofrecerle una visión espectacular de su cuerpo.
- Ronda, me estás tentando terriblemente, pero tengo pacientes que atender, ¿lo sabes, verdad?
- Seguro que pueden esperar.
Andy intentó resistirse, intentó negarse,
En los días que siguieron a la expulsión de Ben del elitista colegio al que acudía, las cosas no mejoraron entre Meg y Levy. Ambos se habían encerrado en su propio mundo, y las razones que los llevaban al mutismo eran diversas.En el caso de Meg, estaba dolida por la forma en que había insinuado que su arrebato pasional había sido un error, y el orgullo le impedía intentar aclarar las cosas.En el caso de Levy, estaba ofendido porque creía que había menoscabado su autoridad acudiendo al colegio de su hijo, a hablar con la directora, al día siguiente, sin haberlo informado de sus intenciones.Y aunque los primeros días transcurrieron tensos, pero sin incidentes; el momento cumbre de su particular guerra fría, llegó cuando Levy se levantó un día libre para ir a visitar a Marlon, y se encontró con que su coche no estaba en el garaje. Sab&iac
Sally se sentía perdida en un mar de dudas desde su ultima visita al hospital de la tarde anterior; justo en el momento en el que había descubierto que era posible que tuviera sentimientos por su marido; él, había decidido que no quería seguir luchando por su historia, e iba a firmar los papeles del divorcio.- Profesora, ¿puede explicar de nuevo la última postura?La voz rasposa de uno de sus alumnos de pilates la sacó de su ensimismamiento, y se dio cuenta de que llevaba varios minutos contemplando a su clase sin verla realmente. Así que se acercó hasta la colchoneta desde la que venía la voz y ayudó al hombre a colocarse en la posición correcta.Desde que había comenzado a dar clases en el gimnasio, los alumnos de su amiga en esa hora en particular se habían triplicado, y comenzaban a tener serias dificultades para tener el sitio suficiente para realizar l
- Meg, quiero hablar contigo, ¿me acompañas a la cocina?A la chica le sorprendió la voz suave y pausada de su marido, que en las últimas semanas se había comportado como un energúmeno y habia asustado incluso al pequeño Ben, con el que siempre solía ser tan cariñoso.- Claro.Dijo ella, levantándose y dejando solo al niño, que estaba completamente abstraído viendo su programa preferido de dibujos animados. Siguió al enigmático Levy hasta la cocina, y una vez allí,le sorprendió ver que levy había preparado té, y le tendía una humeante y perfumada taza.- Quería hablar contigo, Meg, y sobre todo, disculparme por todo lo que ha sucedido en las últimas semanas.Meg lo miró desconcertada, sin saber muy bien el motivo por el que se disculpaba y si aquello iniciaría una nueva ruta en su matrimoni
- Vaya, parece que no te resulto del todo indiferente.Levy escuchó sus palabras como si estuviera sumido en un sueño, y cuando un rato después fue capaz de procesarlas, lo único que fue capaz de pensar fue: ¿de verdad Meg creía que le resultaba indiferente? ¿Es que estaba ciega al deseo que despertaba en su cuerpo cada vez que se rozaban? Si se excitaba incluso al verla salir del cuarto de baño, envuelta en la inmensa toalla y con el cabello recogido y cubierto por otra toalla. Incluso en esos momentos, en los que solo podía pensar en lo ridículamente grandes que eran las toallas de su casa, y en como le gustaría verla de nuevo sin ella, se excitaba, y tenía. Que retirarse a su cuarto y encontrar alivio en sus solitarias caricias.- Joder, Meg, ¿piensas que me dejas indiferente? ¿Es que no notas lo duro que estoy ahora mismo? Porque yo tengo la certeza de que mi dureza es
Ronda se despertó con desgana, pues hacía ya dos días que había vuelto a la mugrienta celda en la que solía vivir desde que entrara en prisión. Y aunque sabía que no era culpa de Andy, y que de hecho él se había jugado el puesto por mantenerla hospitalizada, para que estuvieramás cómoda, se sentía molesta.Estaba enfadada con Andy porque a pesar de sus promesas, como el resto de hombres de su vida la había defraudado, y la había devuelto a su celda, donde tenía que permanecer encerrada, y al margen de las demás reclusas.- Ruthmore.- gritó una de las funcionarias de prisiones con su tono brusco.- vístete, tienes salida.- ¿Salida?- Si, tienes salida, y vístete ¿o es que estás sorda?Ronda no preguntó nada más, aunque estaba extra&ntil
Sally se sintió atrapada en su propia vida, y a la vez, se sintió un poco tonta por sentirse de ese modo. Había conseguido todo lo que una vez deseó, independencia económica, reconocimiento, una vida propia, y cargada de días emocionantes, y sobre todo, respeto por parte de sus compañeros de trabajo, que se habían convertido también en sus amigos.Ella no había esperado tantas cosas buenas después de la humillación pública a la que Marlon la sometió, pero por fin podía considerar que había reconstruido su vida, y había salido fortalecida de la ruptura del matrimonio.Ese día, que había sido particularmente duro, pues había tenido que dar cinco clases de pilates, y dos de yoga, se sentía agotada.- Sally.- dijo Kate.- ¿nos acompañas a tomar una cerveza al bar de aquí enfrente?
Meg no sabía lo que estaba sucediendo entre Levy y ella.Llevaban ya casi una semana acostándose cada noche, pero lejos de compartir cuarto y dormir juntos, después de cada acercamiento, Levy se iba a su cuarto. Esa noche, Meg lo preparó todo para disfrutar de una noche romántica junto a su marido. Era consciente de que él sentía algo por ella, al menos una atracción magnética que los había impulsado a acostarse juntos todos los días, desde aquella primera vez en el parking. Así que, esta vez, Meg había vuelto a preparar una cena romántica: solomillo asado, patatas gratinadas y verduras asadas descansaban ya sobre la mesa del salón. Como postre, tomarían yogur casero aderezado con mermelada de arándanos. Ben ya estaba acostado, pues a pesar de sus protestas y de pedirle a Meg que lo dejara quedarse despierto hasta que acabara su serie de televisión preferida, ésta le había prometido que grabaría el resto del programa, y él podría verlo al día siguiente mientras desayu
Sally se probó varios vestidos antes de su cita del sábado, y a pesar de saber que el problema no era la ropa, sino sus nervios por tener una cita después de tantos años, le costó elegir que ponerse. Al final, y recurriendo a una opción clásica, escogió un vestido negro, ceñido, que se ajustaba a su figura moldeada por su nuevo puesto de profesora de gimnasio. El vestido no era nuevo, pero le gustaba mucho, era de una tela fina, muy cómodo, y gracias a su estilo sencillo, pues era de tirantes anchos, y dejaba al descubierto sus brazos, se podía combinar con casi cualquier complemento. Ella eligió combinarlo con un chal de seda, en color rojo vino, y con unos tacones altos de color negro. No se puso nada más, aparte de unos pendientes de oro muy sencillos que tenía desde la adolescencia, y una pulsera de oro que siempre la acompañaba. Se peinó con cuidado, recogiendo su cabello en un moño bajo, y se aplicó un poco de ma