- Meg, quiero hablar contigo, ¿me acompañas a la cocina?
A la chica le sorprendió la voz suave y pausada de su marido, que en las últimas semanas se había comportado como un energúmeno y habia asustado incluso al pequeño Ben, con el que siempre solía ser tan cariñoso.
- Claro.
Dijo ella, levantándose y dejando solo al niño, que estaba completamente abstraído viendo su programa preferido de dibujos animados. Siguió al enigmático Levy hasta la cocina, y una vez allí,le sorprendió ver que levy había preparado té, y le tendía una humeante y perfumada taza.
- Quería hablar contigo, Meg, y sobre todo, disculparme por todo lo que ha sucedido en las últimas semanas.
Meg lo miró desconcertada, sin saber muy bien el motivo por el que se disculpaba y si aquello iniciaría una nueva ruta en su matrimoni
- Vaya, parece que no te resulto del todo indiferente.Levy escuchó sus palabras como si estuviera sumido en un sueño, y cuando un rato después fue capaz de procesarlas, lo único que fue capaz de pensar fue: ¿de verdad Meg creía que le resultaba indiferente? ¿Es que estaba ciega al deseo que despertaba en su cuerpo cada vez que se rozaban? Si se excitaba incluso al verla salir del cuarto de baño, envuelta en la inmensa toalla y con el cabello recogido y cubierto por otra toalla. Incluso en esos momentos, en los que solo podía pensar en lo ridículamente grandes que eran las toallas de su casa, y en como le gustaría verla de nuevo sin ella, se excitaba, y tenía. Que retirarse a su cuarto y encontrar alivio en sus solitarias caricias.- Joder, Meg, ¿piensas que me dejas indiferente? ¿Es que no notas lo duro que estoy ahora mismo? Porque yo tengo la certeza de que mi dureza es
Ronda se despertó con desgana, pues hacía ya dos días que había vuelto a la mugrienta celda en la que solía vivir desde que entrara en prisión. Y aunque sabía que no era culpa de Andy, y que de hecho él se había jugado el puesto por mantenerla hospitalizada, para que estuvieramás cómoda, se sentía molesta.Estaba enfadada con Andy porque a pesar de sus promesas, como el resto de hombres de su vida la había defraudado, y la había devuelto a su celda, donde tenía que permanecer encerrada, y al margen de las demás reclusas.- Ruthmore.- gritó una de las funcionarias de prisiones con su tono brusco.- vístete, tienes salida.- ¿Salida?- Si, tienes salida, y vístete ¿o es que estás sorda?Ronda no preguntó nada más, aunque estaba extra&ntil
Sally se sintió atrapada en su propia vida, y a la vez, se sintió un poco tonta por sentirse de ese modo. Había conseguido todo lo que una vez deseó, independencia económica, reconocimiento, una vida propia, y cargada de días emocionantes, y sobre todo, respeto por parte de sus compañeros de trabajo, que se habían convertido también en sus amigos.Ella no había esperado tantas cosas buenas después de la humillación pública a la que Marlon la sometió, pero por fin podía considerar que había reconstruido su vida, y había salido fortalecida de la ruptura del matrimonio.Ese día, que había sido particularmente duro, pues había tenido que dar cinco clases de pilates, y dos de yoga, se sentía agotada.- Sally.- dijo Kate.- ¿nos acompañas a tomar una cerveza al bar de aquí enfrente?
Meg no sabía lo que estaba sucediendo entre Levy y ella.Llevaban ya casi una semana acostándose cada noche, pero lejos de compartir cuarto y dormir juntos, después de cada acercamiento, Levy se iba a su cuarto. Esa noche, Meg lo preparó todo para disfrutar de una noche romántica junto a su marido. Era consciente de que él sentía algo por ella, al menos una atracción magnética que los había impulsado a acostarse juntos todos los días, desde aquella primera vez en el parking. Así que, esta vez, Meg había vuelto a preparar una cena romántica: solomillo asado, patatas gratinadas y verduras asadas descansaban ya sobre la mesa del salón. Como postre, tomarían yogur casero aderezado con mermelada de arándanos. Ben ya estaba acostado, pues a pesar de sus protestas y de pedirle a Meg que lo dejara quedarse despierto hasta que acabara su serie de televisión preferida, ésta le había prometido que grabaría el resto del programa, y él podría verlo al día siguiente mientras desayu
Sally se probó varios vestidos antes de su cita del sábado, y a pesar de saber que el problema no era la ropa, sino sus nervios por tener una cita después de tantos años, le costó elegir que ponerse. Al final, y recurriendo a una opción clásica, escogió un vestido negro, ceñido, que se ajustaba a su figura moldeada por su nuevo puesto de profesora de gimnasio. El vestido no era nuevo, pero le gustaba mucho, era de una tela fina, muy cómodo, y gracias a su estilo sencillo, pues era de tirantes anchos, y dejaba al descubierto sus brazos, se podía combinar con casi cualquier complemento. Ella eligió combinarlo con un chal de seda, en color rojo vino, y con unos tacones altos de color negro. No se puso nada más, aparte de unos pendientes de oro muy sencillos que tenía desde la adolescencia, y una pulsera de oro que siempre la acompañaba. Se peinó con cuidado, recogiendo su cabello en un moño bajo, y se aplicó un poco de ma
Ronda llevaba varios días saliendo de la cárcel para ayudar a Andy en sus tareas de ayuda a los barrios más pobres de la ciudad, y a pesar de que sabía que hace tan solo unos meses ella misma hubiera desdeñado a alguien que se dedicara a hacer semejantes tareas, la realidad era que aquellas breves salidas aliviaban la situación en la que se encontraba.Desde que había conocido a Andy, su vida había cambiado mucho, y por primera vez en años para bien. Al principio, ella había esperado que él se aprovechara de ella, que le pidiera sexo a cambio de favorecerla y recomendarla para esas salidas especiales.Pero contrariamente a sus expectativas, Andy estaba solo dandole una oportunidad; nunca había esperado favores sexualesa cambio de llevarla a sus proyectos humanitarios, siempre que se habían acostado había sido porque ella lo había sugerido, o incluso porque ella hab&
Meg se despertó en casa de Emma, y bostezó ruidosamente hasta que se dio cuenta de que no se encontraba en su propia casa. - No te cortes, amiga, tú tranquila, que en esta casa estamos acostumbrados a los sonidos animales, ¿o no te acuerdas de que a Violet le encantan los documentales de animales? Meg se puso roja de vergüenza, y cuando miró a Emma arrepentida, ésta se rio con una carcajada, y le lanzó un cojín a la cara. - Lo lamento, Emma, lo último que quiero es molestar, y esta casa es muy pequeña como para que nos des asilo a Ben y a mi. - En primer lugar, era una broma, puedes bostezar cuán ruidosamente quieras, sabes que no me molestan los ruidos; en segundo lugar, creo que tienes que dejar de ser menos dramática, ¿acabas de decir que os proporciono asilo? - ¡Oh! ¿Y cómo llamas tú a lo que estás haciendo por nosotros? Si no llegas a dejar que nos quedemos aquí, hubiera tenido que acudir a un hotel y utilizar la tarjeta de mi marido para
Levy llevaba días muy preocupado; Meg había desaparecido de casa, se había llevado a su hijo, y ni había acudido a trabajar con su hermano Marlon, ni había acudido al colegio de su hijo. El primer día, cuando lo llamaron del colegio, y le dijeron que Ben no había acudido a clase, les dijo que se encontraba enfermo, pues en ese centro eran muy estrictos con las ausencias de sus alumnos, incluso con las de niños tan pequeños como él; al parecer, consideraban que era necesario inculcar disciplina en los niños desde su más tierna infancia.Levy volvió a marcar el número de teléfono de Meg en su teléfono, y tal y como se temía el aviso de que el teléfono estaba apagado resonó en sus oídos. Pensó en llamar a emergencias, en contratar a un detective, o incluso en salir por las calles a busc