Capítulo 9

Llevaba allí ya tres horas, sentado en una incómoda butaca de piel, observando a la paciente que dormía plácidamente en la incómoda camilla de la enfermería. Fijó la vista en el libro que había llevado consigo desde su mesa de la consulta, y no levantó la vista hasta que mucho rato después escuchó los esfuerzos de la paciente por ponerse en pie.

Él sabía que le resultaría imposible, pues debido a la gravedad de los hechos la habían atado a la cama, pero le sorprendió como la chica no dejaba de forcejear con las ataduras. Ni siquiera podía abrir aún los ojos, y ya imponía toda su fuerza sobre aquel acto.

- Señorita Ruthmore, debo pedirle que cese en su intento de levantarse de la cama. Está usted atada con correas de cuero.

Los ojos de la chica se abrieron lentamente, perezosos, y cargados de cansancio lo miraron sin c

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