El martes Meg se despertó con una agria sensación en su interior. Su hijo Ben había sido expulsado del colegio, y eso que solo llevaba seis meses asistiendo a aquella escuela.
Cuando el día anterior el insistente teléfono interrumpió su breve intercambio amoroso con Levy, la persona que había al otro lado de la línea, era la directora, llamaba para informarlos de un comportamiento inadecuado de Ben; y cuando acudieron al colegio, les comunicaron su expulsión.Ella trató de discutir la situación; Levy, que conocía menos a Ben, se quedó callado. Al final no hubo nada que discutir, y los tres volvieron a casa en un tenso silencio.
Meg esperaba hablar con su hijo esa mañana, pues la noche anterior, Levy lo había castigado sin cenar, y lo había enviado directo a su cuarto; y aunque ella no era partidaria de esa clase
Meg, incapaz de aguantar la curiosidad y las dudas que asediaban su mente, decidió hacer una parada en casa de su amiga Emma, y descubrir que es lo que ocurría de verdad. No podía creer que una mujer en la que confiaba tanto, y que se había rebelado como una buena amiga, le hubiera ocultado una información tan importante sobre su vida. ¿Realmente ocultaba Emma un oscuro pasado?Decidió descubrirlo presentándose de improviso en casa de su amiga, a la que encontró atendiendo a una clienta especialmente quejica, que le indicaba que el color que le había aplicado en el pelo no era el que ella solía llevar. Así que, Meg, llevó a Violet y a Ben a su bar preferido, pidió enormes batidos para ellos, y agua para ella, pues se veía incapaz de probar bocado.Emma bajó una hora más tarde, con la cara arrebolada por
Sally llevaba ya una semana acudiendo cada tarde al hospital, y habia sido testigo de la lenta, pero constante evolución de Marlon. Ahora ya estaba alojado en una habitación más amplia, y la fisioterapia formaba parte de su recuperación.Esa tarde, en concreto, estaba esperando a Sally para que lo ayudara a ponerse en pie, y pudieras caminar a lo largo de la habitación y del pasillo de la planta. Como cada tarde, Sally tenía las mejillas encendidas, el pelo recogido en una cola de caballo, y llevaba su ropa deportiva habitual, pues venía de dar clase en el gimnasio que la había contratado.- ¿Estás listo para caminar un poco más que ayer?- preguntó ella.- Por supuesto, es lo único en lo que pienso todo el día. En caminar a lo largo del pasillo, y en lo increíblemente bella que eres.Sally se sonrojó más, pues el piropo la había co
Andy se apresuró por el camino que llevaba a su consulta de la prisión, pues esa mañana llegaba tarde, y tenía ganas de ver a Ronda. Sabía que no podría mantenerla ingresada en la clínica durante mucho más tiempo sin levantar sospechas, pero por el momento, la necesitaba.Abrió la puerta, y vio a Ronda esperándolo en la silla de su escritorio; ella estaba completamente desnuda, y lo único que portaba era la corbata que él se dejó la tarde anterior en su despacho.- Buenos días, cariño.- lo saludó Ronda mientras giraba la silla, exponiendo su cuerpo ante él, y abriendo las piernas, para ofrecerle una visión espectacular de su cuerpo.- Ronda, me estás tentando terriblemente, pero tengo pacientes que atender, ¿lo sabes, verdad?- Seguro que pueden esperar.Andy intentó resistirse, intentó negarse,
En los días que siguieron a la expulsión de Ben del elitista colegio al que acudía, las cosas no mejoraron entre Meg y Levy. Ambos se habían encerrado en su propio mundo, y las razones que los llevaban al mutismo eran diversas.En el caso de Meg, estaba dolida por la forma en que había insinuado que su arrebato pasional había sido un error, y el orgullo le impedía intentar aclarar las cosas.En el caso de Levy, estaba ofendido porque creía que había menoscabado su autoridad acudiendo al colegio de su hijo, a hablar con la directora, al día siguiente, sin haberlo informado de sus intenciones.Y aunque los primeros días transcurrieron tensos, pero sin incidentes; el momento cumbre de su particular guerra fría, llegó cuando Levy se levantó un día libre para ir a visitar a Marlon, y se encontró con que su coche no estaba en el garaje. Sab&iac
Sally se sentía perdida en un mar de dudas desde su ultima visita al hospital de la tarde anterior; justo en el momento en el que había descubierto que era posible que tuviera sentimientos por su marido; él, había decidido que no quería seguir luchando por su historia, e iba a firmar los papeles del divorcio.- Profesora, ¿puede explicar de nuevo la última postura?La voz rasposa de uno de sus alumnos de pilates la sacó de su ensimismamiento, y se dio cuenta de que llevaba varios minutos contemplando a su clase sin verla realmente. Así que se acercó hasta la colchoneta desde la que venía la voz y ayudó al hombre a colocarse en la posición correcta.Desde que había comenzado a dar clases en el gimnasio, los alumnos de su amiga en esa hora en particular se habían triplicado, y comenzaban a tener serias dificultades para tener el sitio suficiente para realizar l
- Meg, quiero hablar contigo, ¿me acompañas a la cocina?A la chica le sorprendió la voz suave y pausada de su marido, que en las últimas semanas se había comportado como un energúmeno y habia asustado incluso al pequeño Ben, con el que siempre solía ser tan cariñoso.- Claro.Dijo ella, levantándose y dejando solo al niño, que estaba completamente abstraído viendo su programa preferido de dibujos animados. Siguió al enigmático Levy hasta la cocina, y una vez allí,le sorprendió ver que levy había preparado té, y le tendía una humeante y perfumada taza.- Quería hablar contigo, Meg, y sobre todo, disculparme por todo lo que ha sucedido en las últimas semanas.Meg lo miró desconcertada, sin saber muy bien el motivo por el que se disculpaba y si aquello iniciaría una nueva ruta en su matrimoni
- Vaya, parece que no te resulto del todo indiferente.Levy escuchó sus palabras como si estuviera sumido en un sueño, y cuando un rato después fue capaz de procesarlas, lo único que fue capaz de pensar fue: ¿de verdad Meg creía que le resultaba indiferente? ¿Es que estaba ciega al deseo que despertaba en su cuerpo cada vez que se rozaban? Si se excitaba incluso al verla salir del cuarto de baño, envuelta en la inmensa toalla y con el cabello recogido y cubierto por otra toalla. Incluso en esos momentos, en los que solo podía pensar en lo ridículamente grandes que eran las toallas de su casa, y en como le gustaría verla de nuevo sin ella, se excitaba, y tenía. Que retirarse a su cuarto y encontrar alivio en sus solitarias caricias.- Joder, Meg, ¿piensas que me dejas indiferente? ¿Es que no notas lo duro que estoy ahora mismo? Porque yo tengo la certeza de que mi dureza es
Ronda se despertó con desgana, pues hacía ya dos días que había vuelto a la mugrienta celda en la que solía vivir desde que entrara en prisión. Y aunque sabía que no era culpa de Andy, y que de hecho él se había jugado el puesto por mantenerla hospitalizada, para que estuvieramás cómoda, se sentía molesta.Estaba enfadada con Andy porque a pesar de sus promesas, como el resto de hombres de su vida la había defraudado, y la había devuelto a su celda, donde tenía que permanecer encerrada, y al margen de las demás reclusas.- Ruthmore.- gritó una de las funcionarias de prisiones con su tono brusco.- vístete, tienes salida.- ¿Salida?- Si, tienes salida, y vístete ¿o es que estás sorda?Ronda no preguntó nada más, aunque estaba extra&ntil