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Capítulo 2. El hombre equivocado

—¡Isabelle!

Ella escuchó el grito desesperado, sintió como su cuerpo era sacudido por alguien, pero era imposible abrir los ojos. El dolor que laceraba su cuerpo era tal, que morir era preferible.

Una parte de ella ardía. Sentía que se quemaba en medio de un fuego voraz, no tenía idea de lo que era, pues se sentía cada vez más cerca de la oscuridad. Una oscuridad que la tentaba, ofreciendo paz y tranquilidad. Una paz que no sentía desde hacía mucho tiempo, era seductora y reconfortante. Era como el abrazo que estuvo deseando todo este tiempo de sufrimiento y que no encontró, ni en su familia, ni en los brazos de su esposo.

La oscuridad era un hermoso consuelo y ella no tenía motivos para no dejarse seducir por ella, así que, no hizo nada para resistirse y dejó que la envolviera en su halo gris que la cubrió de pies a cabeza…

El sonido estrepitoso del teléfono la hizo reaccionar, Isabelle parpadeó varias veces, encontrándose con su reflejo en el espejo. De repente se sintió aturdida, pero el sonido de su móvil captó finalmente su atención.

—Aló —respondió de mala gana, era Javier. Isabelle frunció el ceño mientras su pie golpeó el piso con impaciencia. ¿Para qué la llamaba el mejor amigo de Leandro?

¿Isabelle?

—¿Necesitabas algo? —preguntó, levantándose de la silla, dejando el labial sobre el tocador y sentándose a la orilla de la cama, apreciando el vestido elegido para la boda de su prima.

¿Adivina a quién tengo enfrente?

—No soy adivina y tampoco tengo una bola de cristal, Javier. Estoy ocupada, así que, colgaré.

¡Espera, Isa! Te aseguro que esto te interesa.

La joven frunció el ceño.

—Suéltalo —casi ordenó.

—Es Leonardo, está en la discoteca y está bebiendo. Esta puede ser la oportunidad que has estado esperando, sé que te gusta el hermano gemelo de Leandro y…

Isabelle dejó de prestar atención, su corazón latió acelerado dentro de su pecho. Estaba enamorada de Leonardo desde…, no recordaba desde cuándo y aunque Javier no era su amigo, solo por hoy, le estaba agradecida. Tal vez no consiguiera que Leonardo la viera como mujer esa noche, pero podía intentarlo.

Isabelle, ¿sigues allí?

—Sí.

Te enviaré la dirección del lugar donde estamos, te dejaré a elección si quieres o no venir, pero te aseguro que no tendrás otra oportunidad como esta. Escuché decirle a Leandro que luego de la boda, Leo va a marcharse al extranjero y que no piensa regresar.

Isabelle tembló al escuchar las palabras de Javier, ella no sabía nada sobre los planes de Leo, tampoco es que compartieran grandes conversaciones. Él siempre había sido atento y caballeroso, pero su atención siempre era para Sophia. Había momentos en los que se preguntaba: ¿qué tenía su prima para que los gemelos Giordano se fijaran en ella? ¿Por qué Leo no podía darse cuenta de sus sentimientos hacia él?

Si decides venir, trata de ocultar tu rostro, si Leonardo te ve, saldrá huyendo…

Isabelle ni siquiera prestó atención a la petición o más bien a la advertencia que Javier le hizo. Ella solo quería una oportunidad.

Ni siquiera recordó si había o no colgado la llamada, se puso de pie y, más rápido de lo que imaginó, se había vestido para salir. Revisó su móvil y fiel a su palabra, Javier le envío la dirección. Todo lo que tenía que hacer era conseguir que Leonardo no descubriera su identidad.

Una hora más tarde, entró a la discoteca, se acomodó la peluca, no pudo hacer mucho con su rostro, solo se maquilló para verse mayor. No podía ir con antifaz, pues no era una fiesta de disfraces. No le llevó mucho tiempo ubicar a Javier, él mismo le hizo una seña para que se acercara.

Isabelle buscó a Leonardo con la mirada, pero todo lo que vio fue la espalda de una mujer cubriéndole el rostro. La tipa estaba sentada sobre sus piernas.

—Bebe esto —le indicó Javier.

—¿Por qué?

—Estás en una discoteca, hay bebidas y de todo un poco. Será raro si te ven marcharte con Leo estando en tus cinco sentidos.

Isabelle miró la copa, la aceptó y la dejó sobre la mesa.

—¿No vas a beber?

—¿A dónde ha ido Leandro? —quiso saber. Era su fiesta de despedida de soltero, era ilógico que solo estuviera Leo, ¿no?

—Debe estar afuera, atendiendo la llamada de Sophia —comentó, tomando la copa y colocándola en las manos de Isabelle. Ella probó un sorbo, el líquido le quemó la garganta, era ron.

—No quiero beber —susurró.

—Si quieres tener la atención de Leo para ti, deja de comportarte como una niña y sé más una mujer. La mujer que a Leonardo le gustaría tener a su lado.

Isabelle miró el contenido de la copa y lo bebió en un solo trago. El fuego le quemó la garganta y le hizo arder el estómago. Por un momento, sintió que tenía las entrañas en llamas.

—Ahora ve y aparta a esa mujer de su lado. Él es tuyo, Isa, nadie debería robarte su amor ni sus atenciones —la alentó y, como tonta, cayó en su sucio juego.

Isabelle apartó a la mujer del regazo de Leonardo, la mandó lejos y reclamó ese lugar para sí.  Ella se perdió en la mirada del gemelo, su cuerpo se tensó y giró el rostro en dirección de Javier.

—¿Por qué Leo viste como Leandro?

—Te juro que si no aprovechas esta oportunidad, jamás volverás a tenerla. Aprovecha y llévatelo de aquí. ¡Es más, yo te ayudo! —se ofreció, moviendo a Isabelle y tomando el cuerpo del hombre como si fuese un costal de papas.

El estado en el que Leonardo se encontraba debió ser un indicativo para Isabelle, pero ella no quiso ver más allá de tener una oportunidad con su amor, su primer amor. No podían culparla, ¿quién no comete locuras en nombre del amor? Además, Leonardo no tenía novia, era un hombre libre…

—¡Date prisa, no tengo todo el maldito tiempo, Isabelle! —gritó Javier desde el auto, ella se subió a la parte de atrás del coche tan rápido como pudo, antes de dejar atrás la fiesta en la discoteca.

—¿A dónde lo llevarás? —preguntó Isabelle cuando se alejaron lo suficiente y tomaron la ruta que conduce a Escuintla, alejándose de La Antigua.

—Los dejaré en un hotel de paso, Leonardo no puede volver a casa en ese estado. Confiaré en que sabrás cuidar muy bien de él.

Isabelle miró el rostro de Leonardo, frunció el ceño, había algo que no terminaba de entender.  ¿Por qué Javier tenía tanto interés en Leo si su amigo era Leandro? Además, ¿por qué Leandro no hizo nada para evitar que su gemelo terminara casi desmayado por el alcohol? Ella jamás lo había visto de aquella manera, ¿era la boda de Sophia con su hermano el motivo por el cual Leo se había dejado arrastrar por la bebida? Tantas preguntas y no tuvo tiempo de buscar respuestas.

Javier se limitó a llevar a Leo a la habitación del hotel, le dejó dos botellas de agua, dijo que iban a necesitarlas y sin más se marchó.

Isabelle miró a Leonardo, estaba tan borracho que ni siquiera se daba cuenta del lugar donde estaba y con quién estaba. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Cuidarlo y verlo dormir? Talvez si le daba un poco de agua y limpiaba su cuerpo podía ayudarlo a sobrellevar la borrachera. Lo había visto en una de tantas novelas asiáticas que veía en su tiempo libre. Así que, se dirigió al cuarto de baño, humedeció una toalla y volvió junto a Leonardo. Con dedos temblorosos le abrió la camisa y pasó con cuidado la húmeda toalla, haciendo que él gimiera debido al frío.

—Sed, tengo sed —musitó él, abriendo los ojos.

—Ten, bebe —le pidió ella, abriendo la botella de agua y ayudándolo a beber, levantando su cabeza.

—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —preguntó, mientras se sentaba a la orilla de la cama, quitándose la camisa y tirándola a un lado.

Isabelle tragó el nudo que se le formó en la garganta, Leonardo era tan perfecto.

—Hace demasiado calor —musitó, interrumpiendo sus pensamientos y parándose con dificultad.

—Bebe un poco más de agua, te ayudará a despejar la mente —dijo, ofreciendo la botella.

Él no dudó en aceptarla, se bebió el contenido de un solo trago. Isabelle no sabía si debía alejarse o quedarse a su lado. Si Leonardo recuperaba los sentidos y la veía allí, iba a enojarse. De repente, fue consciente del error cometido, estaba a solas con Leonardo en la habitación de un hotel ¡Si la prensa descubría esto estaría frita!

Los pensamientos de Isabelle se vieron interrumpidos cuando la mano de Leonardo se cerró sobre su muñeca y la atrajo a su cuerpo, ella parpadeó confundida, pero pronto fue consciente de la excitación de Leonardo golpeando su pelvis.

—Leo —susurró, pero él la hizo callar con sus labios. La besó y el paraíso se abrió para Isabelle. ¡Leonardo la estaba besando!  Era un sueño, esto no podía ser real, pero fuese lo que fuese, no quería que terminara y con toda su inexperiencia, correspondió el beso como si su vida dependiera de este momento. Ella se cerró a escuchar a la razón que desde un lugar lejano de su mente le gritaba con desesperación. Simplemente, se aferró a Leonardo, se entregó en cuerpo y alma, esperando que esa noche fuera la primera de muchas al lado de su amor…

La tenue luz del amanecer se coló por las ventanas, alumbrando dos cuerpos entrelazados sobre la cama. Isabelle abrió los ojos cuando escuchó el sonido del móvil, tomó el primero que encontró, creyendo que era el suyo, abrió el mensaje.

Sophia: Te amo, ten una buena noche.

Isabelle sintió todo el calor escapar de su cuerpo al darse cuenta de lo que había hecho.

—¿Leandro? —susurró. El corazón le latía a mil por hora al darse cuenta de que, ¡había dormido con el hombre equivocado!

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