«¡Se casará!» «¡Se casará!»
Isabelle no había podido olvidar las palabras de su padre, había pasado alrededor de ochos semanas en las que Leandro no dio señales de vida. En el fondo continuaba rezando para qué que no apareciera. Aunque su padre se había encargado de darle la noticia a la familia Giordano, tampoco hicieron acto de presencia. —Lo siento, pequeñín —musitó tocando su vientre. Había una ligera curva en su cuerpo que disimulaba con ropa holgada, estaba por finalizar el primer trimestre de su embarazo y ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto. ¿Eso le hacía ser una mala persona? No podía sentirse emocionada ante la llegada de su bebé, porque sus destinos eran inciertos. Sumida en sus pensamientos caminó por el pasillo hasta bajar a la sala, quería hablar con su madre, aunque la relación con ella no era mejor que la que tenía con su padre. Tenía la esperanza de que, como mujer y madre, la entendiera. Ella podía merecerse el infierno por sus pecados, pero su bebé era totalmente inocente. Sus pasos se detuvieron al escuchar las voces que provenían de la biblioteca. Eran sus padres, ella se armó de valor para intentar hablar una vez más con ellos y hacerles ver que era mejor marcharse a Italia y dejar las cosas como estaban. Pues tenía la seguridad de que Leandro no iba a sentirse feliz al saber que llevaba a su hijo en el vientre. Isabelle levantó la mano para llamar a la puerta, pero la detuvo en el aire al escuchar a su madre. —Una boda entre Leandro e Isabelle puede no ser la solución, Alex. Sabes que un matrimonio sin amor no los llevará a ningún lado. He estado reflexionando sobre esto durante los últimos días. —Isabelle tiene que aprender de una u otra manera de sus errores. —Te casaste con Sandra por obligación, no puedes olvidar lo que sentiste y lo que me hiciste sentir. Podemos seguir con los planes de enviarla a Italia con sus hermanos, Fiorella no tiene problema en recibirla y… —No tiene nada que ver mi experiencia vivida con Sandra. La situación de Isabelle es totalmente distinta. Su proceder no es digno de admirar, ni motivo de alabanza, si ella no se hubiese acostado con Leandro, lo hubiese hecho con Leonardo. Como sea, nuestra hija actuó mal y buscó estar en esta situación de manera deliberada. —¿Y si nos equivocamos? Isabelle sintió abrirse un rayo de esperanza en medio de su desesperación. Si su madre estaba abogando por ella, quizá tenía la oportunidad de convencerla de enviarla lejos. Aceptaba todo, menos casarse con Leandro. —Entonces, me arrepentiré, pero no cambiaré mi decisión con respecto a Isabelle. Dile que esté preparada, hoy tendremos visitas. —Sé que estás enojado, yo también me siento molesta y estoy decepcionada del proceder de Isabelle, pero… —Basta, Anna. Castigar a mi hija no es tan fácil como piensas, pero es hora de que madure. Dentro de poco será madre y sabrá entenderlo. Isabelle no se quedó a esperar la respuesta de su madre, era más que evidente que su padre no iba a ceder. Quería castigarla y hacerle sentir en carne viva las consecuencias de sus actos. Lo peor es que, con el paso de los días, fue aceptando su culpa. Si tan solo no hubiese salido corriendo cuando Javier la llamó, si tan solo le hubiese hecho caso a la razón. Sin embargo, de nada le servían las lamentaciones en estos momentos. Ella estaba embarazada y Leandro había perdido a Sophia por su causa… Isabelle se perdió durante todo el día en el jardín, tomó un libro y se puso a leer. No quería pensar en las palabras de su padre, no quería saber que tipo de visita llegaría a casa. Solo deseaba huir… Sobre las cinco de la tarde, volvió a su habitación, se dio un rápido baño con la intención de meterse a la cama y echarse a dormir hasta el día siguiente. Sin embargo, la puerta se abrió dejando ver a su madre. Su semblante no era bueno, pero no se atrevió a preguntar. —Tu padre te espera en la sala, será mejor que te des prisa —dijo taciturna, girándose para salir de la habitación sin darle tiempo a pedirle ayuda. Isabelle sentía un vacío abrirse en la boca del estómago con cada paso que daba para reunirse con sus padres. Su paso fue lento hasta que llegó a la sala y se encontró con la dura mirada de Leandro. El cuerpo le tembló como si fuese una hoja mecida por el viento y el frío se adueñó de su corazón cuando su padre le ordenó acercarse. Isabelle cerró la distancia con pasos lentos, hasta se enredó con sus propios pies debido a lo nerviosa que se encontraba. También pudo sentir la mirada de Leandro sobre ella, por lo que tuvo que ahogar el gemido de miedo que amenazó con abandonar sus labios. —Papá —susurró. Ella sabía que vendrían visitas, solo que nunca imaginó que se trataba de la familia Giordano. —Siéntate —le ordenó Alejandro con seriedad. Ella quiso rebatir, pero su padre la silenció con enojo y no tuvo más remedio que obedecer, sentarse y tratar de escuchar, pero estaba tan nerviosa que perdía el hilo de la conversación constantemente, hasta que su madre habló. ¿Qué era lo que ella tenía que decir? ¿Le estaban dando la oportunidad ahora de aclarar lo que pasó? —¡Me drogó porque me confundió con Leonardo! —el grito de Leandro la devolvió a la realidad de un solo golpe, ¿cómo que lo había drogado? ¡Eso era una mentira! Y así trató de hacérselo saber. —¡No! no es cierto, yo no hice nada, solo creí que eras Leonardo —se defendió, poniéndose de pie. —Querías drogarlo, sin embargo, terminaste drogándome y matando toda esperanza de casarme con Sophia, ¡arruinaste mi felicidad! ¡Arruinaste mi vida, Isabelle! Fuiste fría y calculadora. Ella negó, preguntándose: ¿por qué Leandro le acusaba de algo tan feo? Ella no le había hecho nada. —No te escuché quejarte y tampoco aclarar que no eras Leonardo, te llamé por su nombre y tú me besaste en vez de enviarme lejos —alegó la joven mientras sentía que sus piernas estaban a punto de ceder bajo su peso. Sus pensamientos la llevaron hacia Javier. Si Leandro fue drogado, el responsable no era otro que su mejor amigo. Él la llamó a conciencia, le hizo creer deliberadamente que se trataba de Leonardo. ¡Él fue quién le tendió una trampa!, pero ¿qué razones tenía para hacerlo? ¿Por qué causarle ese daño tan grande a Leandro y a ella? ¿No eran mejores amigos? —Estaba drogado y tú lo sabías, no era consciente de mis actos. Lee esto y atrévete a seguir negándolo —espetó Leandro, lanzando los papeles en su dirección. Con manos temblorosas Isabelle los revisó, eran dos pruebas de laboratorio que corroboraban las palabras de Leandro, eso no quería decir que ella fuera la responsable, ¿verdad? —No fui yo —musitó sin muchas esperanzas de que le creyeran, podía sentir la mirada de todos sobre ella, culpándola. —No puedo confiar en ti, Isabelle, tenías todas las intenciones de atrapar a Leonardo, lo gritaste abiertamente el día de la boda —señaló Allegra. Isabelle confirmó lo que ya sospechaba, nadie en la sala creía en ella y aunque su madre trató de defenderla y de persuadir a su padre para que desistiera, no lo consiguió. Ni Lucca Giordano, ni su padre dio su brazo a torcer. Todo lo que le quedaba era confiar en la resistencia de Leandro, no había manera de que se casaran si él se negaba. Sin embargo, todas sus esperanzas se fueron al traste cuando él se puso de pie. —Un año, es el tiempo necesario para que el niño nazca, le pueda dar mi apellido y luego pediré el divorcio —habló, interrumpiendo la discusión en la que sus padres se habían enfrascado. —¡No! —gritó ella con desespero al escuchar a Leandro, no quería casarse con él, no quería convertirse en víctima del odio que podía adivinar en sus ojos. —Un año. No había escapatoria, Isabelle lo sabía, la aceptación de su padre se convirtió en una sentencia para ella. Ese matrimonio era el principio de una vida llena de infelicidad. Y todo comenzó esa misma noche, cuando la familia Giordano le extendió una “cordial” invitación a cenar, la cual trató de rechazar, pero al final no tuvo oportunidad ya que su padre nuevamente se convirtió en su verdugo y la obligó a aceptar. La sorpresa se la llevó cuando los autos estacionaron frente a la casa de Leonardo y de Sophia. Su corazón se aceleró al imaginarse que estarían allí toda la noche, para su alivio, fueron a un restaurante, aun así, podía sentir el rencor emanar del cuerpo de su prima. No podía culparla por despreciarla, pero dolía. Aquella fue la primera tormenta a la que tuvo que sobrevivir. Viendo las diferencias con las que eran tratadas, mientras para Sophia había cariño, para ella solo había desprecio. Los siguientes días no fueron muy distintos al principio, con la única diferencia de que su madre se acercaba todos los días a saludar y para llevarle la comida, pues la familia Giordano estaba instalada en su casa para ocuparse de los preparativos de la boda y ella quería evitar encontrarse con Leandro a toda costa. —Lo siento. —Isabelle levantó la mirada para encontrarse con el rostro pálido de su madre. —¿Mamá? —Lo siento, no he podido hacer que tu padre desista de esta boda, Isabelle, sé que he sido muy dura contigo, hija, pero no quiero que te veas atrapada en un matrimonio sin amor. El corazón de Isabelle se aceleró esperanzado. —He discutido muy fuerte con él; sin embargo, no conseguí nada. La boda ya tiene fecha, será en dos días…«La boda ya tiene fecha, será en dos días»El vacío constante en la boca del estómago se le hizo más grande. Isabelle trató de no reaccionar ante la noticia, nada ni nadie iba a impedir que esa boda tuviese lugar. Tampoco esperaba que alguien hiciera algo. Estaba condenada.—Isabelle…—Lamento todo lo que te he hecho pasar, mamá. Perdóname por haberme convertido en un motivo de vergüenza y decepción para ti y para mi padre. Por ser el motivo de que nuestra familia esté enfrentada de esta manera.—Hija…—Quiero estar sola, mamá.—Pero tienes una cita hoy con la doctora, tu abuela dijo que pasaría por ti.Ella asintió, aunque su madre había cambiado un poco, aún no era capaz de ser ella quien la llevara al médico. Si no fuera por su abuela Verónica, no tendría idea de lo que tenía que hacer para cuidar de su embarazo.—Estaré lista para cuando ella venga —respondió secamente, levantándose de la silla para dirigirse al cuarto de baño y bajo la protección de la lluvia artificial,
Isabelle miró la hora en el reloj sobre la mesita de noche, era más de la una de la mañana y Leandro no había regresado. Era su noche de bodas y no esperaba pasarla entre los brazos de su esposo, pues su matrimonio solo era una mentira para cubrir las apariencias y salvaguardar el orgullo de sus familias. ¿Qué tan difícil era para Leandro cooperar un poco? Después de todo, él pudo negarse a la boda, tenía más posibilidades de marcharse, tenía dinero, mientras ella aún dependía económicamente de sus padres.El sonido del móvil la sacó de sus pensamientos, no esperaba recibir ninguna llamada a esa hora de la madrugada, pero frunció el ceño al darse cuenta de que se trataba de Allegra, su suegra. Por un momento dudó en atender, ¿qué pasaba si le preguntaba por Leandro? Sin embargo, ante la insistencia del aparato, no tuvo más remedio que atender.—Aló.—Gracias al cielo, Isabelle, ¿cómo estás?La pregunta la sorprendió, era la primera vez que su suegra la llamaba para preguntarle cómo es
Isabelle volvió a casa. La casa que sus padres le habían dado como regalo de bodas. ¿Era un premio de consolación? ¿Un descargo para su conciencia? No tenía idea y tampoco quería pensar más en eso.Se sentía cansada física y emocionalmente, tanto que, si no fuera por su bebé, no sabría qué locuras hubiese hecho. Pero ella no era débil como creían y tampoco era una mujer malvada. Su único pecado era haber confiado en la persona equivocada y ya estaba pagando caro por su error.—Lo siento, mi pequeño, lamento haberte condenado a todo esto. No he podido darte un solo minuto de felicidad; pero te prometo que, a partir de ahora, seremos felices, sin importar nada más. Tú serás mi prioridad, viviré para hacerte feliz —susurró, acariciando su vientre y así lo hizo.Isabelle cumplió su palabra y no volvió al hospital, tampoco llamó para preguntar por la salud de Leandro, se ocupó de ordenar y de decorar la pequeña casa que sería su hogar y el de su hijo.Quería que fuese un lugar cálido para
El labio de Isabelle tembló, el ardor de su piel era insoportable, por lo que corrió al cuarto de baño para ponerse agua fría sobre la quemadura. Ella se sacó el blusón para evitar que rozara con su piel herida y hacer más dolorosa su situación, bajó la mirada y se fijó en la fea mancha que arruinaba su blanca piel.Isabelle humedeció una pequeña toalla y la colocó sobre su abultado vientre para tratar de calmar el ardor mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas ante el dolor y la rabia que sentía por haber caído en la trampa de Leandro, lo había hecho a propósito. ¡Ni siquiera le importaba su hijo! ¿Qué clase de persona era?«Una persona sin corazón»Isabelle lloró hasta que se sintió desahogada, salió del baño y sin molestarse en cubrirse el cuerpo, corrió escaleras arriba, con el vientre expuesto y sus redondos pechos sobresaliendo de su brasier. Le importaba poco que Leandro la viese, de todas maneras, era como desfilar delante de una roca. ¡Leandro era un maldito insensibl
Isabelle se mordió el interior de su mejilla ante la reacción abrupta por parte de Leandro. No debió hacerse ningún tipo de ilusión sobre el interés que había mostrado por su embarazo, por lo menos, se hubiese evitado aquella molestia en su corazón y el deseo de llorar que tenía en ese momento al sentirse sola y abandonada. Sobre todo, por el constante rechazo de Leandro hacia su hijo. Isabelle estaba segura de que, si fuera hijo de Sophia, las cosas serían distintas.La rabia ardió en su interior y cuando salió de la clínica de la obstetra, ni siquiera se molestó en buscar a Leandro. Si él no era capaz de preocuparse por ella y de tenerle un poco de compasión, ¿por qué razón ella tenía que preocuparse por él? ¡Qué regresara a casa como pudiera!Estaba tan molesta que cuando escuchó que alguien la llamaba se giró con brusquedad.—¿Isabelle?Ella se quedó de piedra al encontrarse de frente con Juan Carlos, había pasado casi cinco semanas desde la última vez que se habían visto. Desde q
Isabelle bajó de la moto de Juan Carlos y lo despidió. Había sido un arrebato marcharse, pero en ese momento no le importó, ahora temía volver a casa y encontrarse con un Leandro enojado. Lo peor es que ella le había dado motivos, ¿por qué seguía siendo tan impulsiva? Tal vez su padre tenía razón y necesitaba pensar más sobre sus decisiones y no ser tan arrebatada.—¿Isabelle?Ella se giró para encontrarse con su abuela, seguramente había escuchado el motor de la motocicleta. Era una suerte que la encontrara sola.—¿Puedo quedarme esta noche? —preguntó cuando se acercó a ella.—No tienes ni que preguntar, cariño —respondió Verónica, envolviendo sus hombros en un abrazo.—Gracias.—¿Te has peleado con Leandro? —quiso saber la abuela.—No, no ha sido con Leandro, creo que… solo necesitaba un poco de aire fresco. Desde su accidente, no había podido salir y, con tu estadía en la ciudad, tampoco tenía a dónde ir —musitó.—¿Las cosas con tus padres siguen igual?Isabelle asintió y Verónica
Isabelle se tensó al escuchar el nombre de Javier salir de los labios de Leandro, ¿qué era lo que quería ahora? ¿Para qué llamaba a Leandro? El miedo le cerró la garganta e hizo que su corazón se acelerara nuevamente. ¿Qué pasaba si le mentía a Leandro sobre esa noche y la hacía responsable directa de lo ocurrido? Eso podía acabar con la oportunidad que se estaban dando. Además, una confirmación la dejaría sin posibilidad de defenderse. No es que haya podido defenderse bien hasta ese momento.Cuando la mirada de Leandro se posó sobre ella, no pudo evitar pensar en la tragedia que se avecinaba, sin embargo, él no le dijo nada, se puso de pie y con algo de dificultad, caminó hacia el jardín, dejándola sola en la sala.Isabelle moría de curiosidad, mas no se acercó al jardín para espiar a Leandro, se marchó a la habitación y se dio un baño, esperando que el agua tibia relajara sus tensos músculos y apartara de su cabeza los malos pensamientos. Si Javier hablaba en su contra, ya lo sabrí
«¡No podemos perderla!»El puño de Leandro golpeó la pared, rompiéndose los nudillos de la mano, la sangre se precipitó al piso, colocó la frente contra la fría columna y lloró con desespero. Era su culpa, si esa noche no se hubiese comportado como el imbécil que era, Isabelle no estaría luchando por su vida, el bebé no estaría en peligro en ese momento.¿Quién era él para elegir a quién de los dos debía salvar? No eran ellos quienes merecían estar en el quirófano, sino él. Él que en todo ese tiempo solo supo hacerles daño.Un sollozo lleno de culpa lo ahogó.—Leandro…Lía colocó una mano sobre el hombro de su hermano, él se negó a verla. Quería estar solo, luego de firmar el consentimiento de salvar a uno de los dos en caso de que las cosas se complicaran. Leandro se alejó de su familia.—Será mejor que vuelvas a la sala de espera, en cualquier momento el médico puede salir para darnos información.—¿A decirnos qué? —preguntó, dándose golpes contra la pared—. ¡Qué solo lograron salva