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Capítulo 5. ¡Arruinaste mi felicidad!

«¡Se casará!» «¡Se casará!»

Isabelle no había podido olvidar las palabras de su padre, había pasado alrededor de ochos semanas en las que Leandro no dio señales de vida. En el fondo continuaba rezando para qué que no apareciera. Aunque su padre se había encargado de darle la noticia a la familia Giordano, tampoco hicieron acto de presencia.

—Lo siento, pequeñín —musitó tocando su vientre. Había una ligera curva en su cuerpo que disimulaba con ropa holgada, estaba por finalizar el primer trimestre de su embarazo y ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto. ¿Eso le hacía ser una mala persona? No podía sentirse emocionada ante la llegada de su bebé, porque sus destinos eran inciertos.

Sumida en sus pensamientos caminó por el pasillo hasta bajar a la sala, quería hablar con su madre, aunque la relación con ella no era mejor que la que tenía con su padre. Tenía la esperanza de que, como mujer y madre, la entendiera. Ella podía merecerse el infierno por sus pecados, pero su bebé era totalmente inocente.

Sus pasos se detuvieron al escuchar las voces que provenían de la biblioteca. Eran sus padres, ella se armó de valor para intentar hablar una vez más con ellos y hacerles ver que era mejor marcharse a Italia y dejar las cosas como estaban. Pues tenía la seguridad de que Leandro no iba a sentirse feliz al saber que llevaba a su hijo en el vientre.

Isabelle levantó la mano para llamar a la puerta, pero la detuvo en el aire al escuchar a su madre.

—Una boda entre Leandro e Isabelle puede no ser la solución, Alex. Sabes que un matrimonio sin amor no los llevará a ningún lado. He estado reflexionando sobre esto durante los últimos días.

—Isabelle tiene que aprender de una u otra manera de sus errores.

—Te casaste con Sandra por obligación, no puedes olvidar lo que sentiste y lo que me hiciste sentir. Podemos seguir con los planes de enviarla a Italia con sus hermanos, Fiorella no tiene problema en recibirla y…

—No tiene nada que ver mi experiencia vivida con Sandra. La situación de Isabelle es totalmente distinta. Su proceder no es digno de admirar, ni motivo de alabanza, si ella no se hubiese acostado con Leandro, lo hubiese hecho con Leonardo. Como sea, nuestra hija actuó mal y buscó estar en esta situación de manera deliberada.

—¿Y si nos equivocamos?

Isabelle sintió abrirse un rayo de esperanza en medio de su desesperación. Si su madre estaba abogando por ella, quizá tenía la oportunidad de convencerla de enviarla lejos. Aceptaba todo, menos casarse con Leandro.

—Entonces, me arrepentiré, pero no cambiaré mi decisión con respecto a Isabelle. Dile que esté preparada, hoy tendremos visitas.

—Sé que estás enojado, yo también me siento molesta y estoy decepcionada del proceder de Isabelle, pero…

—Basta, Anna. Castigar a mi hija no es tan fácil como piensas, pero es hora de que madure. Dentro de poco será madre y sabrá entenderlo.

Isabelle no se quedó a esperar la respuesta de su madre, era más que evidente que su padre no iba a ceder. Quería castigarla y hacerle sentir en carne viva las consecuencias de sus actos. Lo peor es que, con el paso de los días, fue aceptando su culpa. Si tan solo no hubiese salido corriendo cuando Javier la llamó, si tan solo le hubiese hecho caso a la razón.

Sin embargo, de nada le servían las lamentaciones en estos momentos. Ella estaba embarazada y Leandro había perdido a Sophia por su causa… Isabelle se perdió durante todo el día en el jardín, tomó un libro y se puso a leer. No quería pensar en las palabras de su padre, no quería saber que tipo de visita llegaría a casa. Solo deseaba huir…

Sobre las cinco de la tarde, volvió a su habitación, se dio un rápido baño con la intención de meterse a la cama y echarse a dormir hasta el día siguiente. Sin embargo, la puerta se abrió dejando ver a su madre. Su semblante no era bueno, pero no se atrevió a preguntar.

—Tu padre te espera en la sala, será mejor que te des prisa —dijo taciturna, girándose para salir de la habitación sin darle tiempo a pedirle ayuda.

Isabelle sentía un vacío abrirse en la boca del estómago con cada paso que daba para reunirse con sus padres. Su paso fue lento hasta que llegó a la sala y se encontró con la dura mirada de Leandro. El cuerpo le tembló como si fuese una hoja mecida por el viento y el frío se adueñó de su corazón cuando su padre le ordenó acercarse.

Isabelle cerró la distancia con pasos lentos, hasta se enredó con sus propios pies debido a lo nerviosa que se encontraba. También pudo sentir la mirada de Leandro sobre ella, por lo que tuvo que ahogar el gemido de miedo que amenazó con abandonar sus labios.

—Papá —susurró. Ella sabía que vendrían visitas, solo que nunca imaginó que se trataba de la familia Giordano.

—Siéntate —le ordenó Alejandro con seriedad. Ella quiso rebatir, pero su padre la silenció con enojo y no tuvo más remedio que obedecer, sentarse y tratar de escuchar, pero estaba tan nerviosa que perdía el hilo de la conversación constantemente, hasta que su madre habló. ¿Qué era lo que ella tenía que decir? ¿Le estaban dando la oportunidad ahora de aclarar lo que pasó?

—¡Me drogó porque me confundió con Leonardo! —el grito de Leandro la devolvió a la realidad de un solo golpe, ¿cómo que lo había drogado? ¡Eso era una mentira! Y así trató de hacérselo saber.

—¡No! no es cierto, yo no hice nada, solo creí que eras Leonardo —se defendió, poniéndose de pie.

—Querías drogarlo, sin embargo, terminaste drogándome y matando toda esperanza de casarme con Sophia, ¡arruinaste mi felicidad! ¡Arruinaste mi vida, Isabelle! Fuiste fría y calculadora.

Ella negó, preguntándose: ¿por qué Leandro le acusaba de algo tan feo? Ella no le había hecho nada.

—No te escuché quejarte y tampoco aclarar que no eras Leonardo, te llamé por su nombre y tú me besaste en vez de enviarme lejos —alegó la joven mientras sentía que sus piernas estaban a punto de ceder bajo su peso. Sus pensamientos la llevaron hacia Javier. Si Leandro fue drogado, el responsable no era otro que su mejor amigo. Él la llamó a conciencia, le hizo creer deliberadamente que se trataba de Leonardo. ¡Él fue quién le tendió una trampa!, pero ¿qué razones tenía para hacerlo? ¿Por qué causarle ese daño tan grande a Leandro y a ella? ¿No eran mejores amigos?

—Estaba drogado y tú lo sabías, no era consciente de mis actos. Lee esto y atrévete a seguir negándolo —espetó Leandro, lanzando los papeles en su dirección.

Con manos temblorosas Isabelle los revisó, eran dos pruebas de laboratorio que corroboraban las palabras de Leandro, eso no quería decir que ella fuera la responsable, ¿verdad?

—No fui yo —musitó sin muchas esperanzas de que le creyeran, podía sentir la mirada de todos sobre ella, culpándola.

—No puedo confiar en ti, Isabelle, tenías todas las intenciones de atrapar a Leonardo, lo gritaste abiertamente el día de la boda —señaló Allegra.

Isabelle confirmó lo que ya sospechaba, nadie en la sala creía en ella y aunque su madre trató de defenderla y de persuadir a su padre para que desistiera, no lo consiguió. Ni Lucca Giordano, ni su padre dio su brazo a torcer. Todo lo que le quedaba era confiar en la resistencia de Leandro, no había manera de que se casaran si él se negaba. Sin embargo, todas sus esperanzas se fueron al traste cuando él se puso de pie.

—Un año, es el tiempo necesario para que el niño nazca, le pueda dar mi apellido y luego pediré el divorcio —habló, interrumpiendo la discusión en la que sus padres se habían enfrascado.

—¡No! —gritó ella con desespero al escuchar a Leandro, no quería casarse con él, no quería convertirse en víctima del odio que podía adivinar en sus ojos.

—Un año.

No había escapatoria, Isabelle lo sabía, la aceptación de su padre se convirtió en una sentencia para ella. Ese matrimonio era el principio de una vida llena de infelicidad.

Y todo comenzó esa misma noche, cuando la familia Giordano le extendió una “cordial” invitación a cenar, la cual trató de rechazar, pero al final no tuvo oportunidad ya que su padre nuevamente se convirtió en su verdugo y la obligó a aceptar. La sorpresa se la llevó cuando los autos estacionaron frente a la casa de Leonardo y de Sophia. Su corazón se aceleró al imaginarse que estarían allí toda la noche, para su alivio, fueron a un restaurante, aun así, podía sentir el rencor emanar del cuerpo de su prima. No podía culparla por despreciarla, pero dolía. Aquella fue la primera tormenta a la que tuvo que sobrevivir. Viendo las diferencias con las que eran tratadas, mientras para Sophia había cariño, para ella solo había desprecio.

Los siguientes días no fueron muy distintos al principio, con la única diferencia de que su madre se acercaba todos los días a saludar y para llevarle la comida, pues la familia Giordano estaba instalada en su casa para ocuparse de los preparativos de la boda y ella quería evitar encontrarse con Leandro a toda costa.

—Lo siento. —Isabelle levantó la mirada para encontrarse con el rostro pálido de su madre.

—¿Mamá?

—Lo siento, no he podido hacer que tu padre desista de esta boda, Isabelle, sé que he sido muy dura contigo, hija, pero no quiero que te veas atrapada en un matrimonio sin amor.

El corazón de Isabelle se aceleró esperanzado.

—He discutido muy fuerte con él; sin embargo, no conseguí nada. La boda ya tiene fecha, será en dos días…

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