Isabelle volvió a casa. La casa que sus padres le habían dado como regalo de bodas. ¿Era un premio de consolación? ¿Un descargo para su conciencia? No tenía idea y tampoco quería pensar más en eso.Se sentía cansada física y emocionalmente, tanto que, si no fuera por su bebé, no sabría qué locuras hubiese hecho. Pero ella no era débil como creían y tampoco era una mujer malvada. Su único pecado era haber confiado en la persona equivocada y ya estaba pagando caro por su error.—Lo siento, mi pequeño, lamento haberte condenado a todo esto. No he podido darte un solo minuto de felicidad; pero te prometo que, a partir de ahora, seremos felices, sin importar nada más. Tú serás mi prioridad, viviré para hacerte feliz —susurró, acariciando su vientre y así lo hizo.Isabelle cumplió su palabra y no volvió al hospital, tampoco llamó para preguntar por la salud de Leandro, se ocupó de ordenar y de decorar la pequeña casa que sería su hogar y el de su hijo.Quería que fuese un lugar cálido para
El labio de Isabelle tembló, el ardor de su piel era insoportable, por lo que corrió al cuarto de baño para ponerse agua fría sobre la quemadura. Ella se sacó el blusón para evitar que rozara con su piel herida y hacer más dolorosa su situación, bajó la mirada y se fijó en la fea mancha que arruinaba su blanca piel.Isabelle humedeció una pequeña toalla y la colocó sobre su abultado vientre para tratar de calmar el ardor mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas ante el dolor y la rabia que sentía por haber caído en la trampa de Leandro, lo había hecho a propósito. ¡Ni siquiera le importaba su hijo! ¿Qué clase de persona era?«Una persona sin corazón»Isabelle lloró hasta que se sintió desahogada, salió del baño y sin molestarse en cubrirse el cuerpo, corrió escaleras arriba, con el vientre expuesto y sus redondos pechos sobresaliendo de su brasier. Le importaba poco que Leandro la viese, de todas maneras, era como desfilar delante de una roca. ¡Leandro era un maldito insensibl
Isabelle se mordió el interior de su mejilla ante la reacción abrupta por parte de Leandro. No debió hacerse ningún tipo de ilusión sobre el interés que había mostrado por su embarazo, por lo menos, se hubiese evitado aquella molestia en su corazón y el deseo de llorar que tenía en ese momento al sentirse sola y abandonada. Sobre todo, por el constante rechazo de Leandro hacia su hijo. Isabelle estaba segura de que, si fuera hijo de Sophia, las cosas serían distintas.La rabia ardió en su interior y cuando salió de la clínica de la obstetra, ni siquiera se molestó en buscar a Leandro. Si él no era capaz de preocuparse por ella y de tenerle un poco de compasión, ¿por qué razón ella tenía que preocuparse por él? ¡Qué regresara a casa como pudiera!Estaba tan molesta que cuando escuchó que alguien la llamaba se giró con brusquedad.—¿Isabelle?Ella se quedó de piedra al encontrarse de frente con Juan Carlos, había pasado casi cinco semanas desde la última vez que se habían visto. Desde q
Isabelle bajó de la moto de Juan Carlos y lo despidió. Había sido un arrebato marcharse, pero en ese momento no le importó, ahora temía volver a casa y encontrarse con un Leandro enojado. Lo peor es que ella le había dado motivos, ¿por qué seguía siendo tan impulsiva? Tal vez su padre tenía razón y necesitaba pensar más sobre sus decisiones y no ser tan arrebatada.—¿Isabelle?Ella se giró para encontrarse con su abuela, seguramente había escuchado el motor de la motocicleta. Era una suerte que la encontrara sola.—¿Puedo quedarme esta noche? —preguntó cuando se acercó a ella.—No tienes ni que preguntar, cariño —respondió Verónica, envolviendo sus hombros en un abrazo.—Gracias.—¿Te has peleado con Leandro? —quiso saber la abuela.—No, no ha sido con Leandro, creo que… solo necesitaba un poco de aire fresco. Desde su accidente, no había podido salir y, con tu estadía en la ciudad, tampoco tenía a dónde ir —musitó.—¿Las cosas con tus padres siguen igual?Isabelle asintió y Verónica
Isabelle se tensó al escuchar el nombre de Javier salir de los labios de Leandro, ¿qué era lo que quería ahora? ¿Para qué llamaba a Leandro? El miedo le cerró la garganta e hizo que su corazón se acelerara nuevamente. ¿Qué pasaba si le mentía a Leandro sobre esa noche y la hacía responsable directa de lo ocurrido? Eso podía acabar con la oportunidad que se estaban dando. Además, una confirmación la dejaría sin posibilidad de defenderse. No es que haya podido defenderse bien hasta ese momento.Cuando la mirada de Leandro se posó sobre ella, no pudo evitar pensar en la tragedia que se avecinaba, sin embargo, él no le dijo nada, se puso de pie y con algo de dificultad, caminó hacia el jardín, dejándola sola en la sala.Isabelle moría de curiosidad, mas no se acercó al jardín para espiar a Leandro, se marchó a la habitación y se dio un baño, esperando que el agua tibia relajara sus tensos músculos y apartara de su cabeza los malos pensamientos. Si Javier hablaba en su contra, ya lo sabrí
«¡No podemos perderla!»El puño de Leandro golpeó la pared, rompiéndose los nudillos de la mano, la sangre se precipitó al piso, colocó la frente contra la fría columna y lloró con desespero. Era su culpa, si esa noche no se hubiese comportado como el imbécil que era, Isabelle no estaría luchando por su vida, el bebé no estaría en peligro en ese momento.¿Quién era él para elegir a quién de los dos debía salvar? No eran ellos quienes merecían estar en el quirófano, sino él. Él que en todo ese tiempo solo supo hacerles daño.Un sollozo lleno de culpa lo ahogó.—Leandro…Lía colocó una mano sobre el hombro de su hermano, él se negó a verla. Quería estar solo, luego de firmar el consentimiento de salvar a uno de los dos en caso de que las cosas se complicaran. Leandro se alejó de su familia.—Será mejor que vuelvas a la sala de espera, en cualquier momento el médico puede salir para darnos información.—¿A decirnos qué? —preguntó, dándose golpes contra la pared—. ¡Qué solo lograron salva
«Yo soy el único responsable de todo esto» Lía se quedó de piedra, abrió y cerró la boca como un pez, pero no salió sonido alguno de sus labios. Leandro tampoco esperó que le dijera nada, tal vez que lo golpeara por haber sido tan idiota.—Te agradezco tu preocupación, Lía, pero quiero estar solo —dijo, saliendo de la sala de espera.Leandro deambuló por los pasillos del hospital. El frío azotó su cuerpo, cuando estuvo en el pequeño jardín buscó una banca y se sentó. Castigando su cuerpo no iba a conseguir el perdón de Isabelle, pero ahora mismo era un muerto en vida. En el amanecer, el frío caló sus huesos, había estado allí tanto tiempo que tenía tullidas las piernas y sus ojos ardían por el suave y frío viento que soplaba a esa hora de la mañana.Lía no había venido detrás de él para intentar convencerlo de volver a la sala de espera. Seguramente, se sentía decepcionada de él y con justa razón. Él no tenía justificación para todo lo que hizo mal. Los últimos tres meses de felicid
Isabelle sentía una fuerte opresión en el pecho, podía incluso jurar que había un llanto persistente viniendo desde algún lugar, como si quisiera despertarla, pero no quería volver. ¿Para qué? ¿Qué era lo que le esperaba al abrir los ojos? ¿Qué sentido tenía volver a encontrarse con el rostro de Leandro? Él le había mentido descaradamente.«Te ves hermosa».¡Mentira! Él solo estaba ilusionando su corazón para luego rompérselo en miles de pasados. Había sido su intención desde el principio. Aquellos tres meses de “felicidad”, seguramente solo fueron una artimaña para darle el golpe de gracia. Leandro lo había conseguido, le había destrozado más que el corazón, se había llevado su alma. Ella que tontamente creyó que el amor estaba surgiendo entre ellos.¡Falso! ¡Despreciable! ¡Hipócrita!Todo eso y más era Leandro Giordano. Un hombre sin corazón. Incapaz de amarla y de amar a su propio hijo.—Bebé —susurró, sin abrir los ojos. Lo intentó un par de veces, pero le hacía falta un poco de v