* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Vayan alistando sus maletas —les pido a mis hijos—. Saldremos mañana muy temprano.—¿A qué hora, papá? —cuestiona Luciano.—Cuatro de la mañana —preciso—. Saldremos cuatro de la mañana —les informo a los tres varones que estaban posicionados frente a mí.—Está bien —contesta Franco—. Buona notte —nos dice al tiempo en que se levanta de su asiento.—Buona notte —le respondemos Norka y yo; y lo mismo sucede con nuestros otros dos hijos.Cuando los tres ya se han ido a sus respectivas habitaciones, yo me giro para poder ver a Norka y hablar con ella.—Antes de que digas cualquier cosa, te advierto que no cederé, así que pierdes tu tiempo.—Norka, no fue en lo que habíamos quedado —le recuerdo.—Tú te vas a Ibiza —señala—. No veo cuál sea el problema en que yo me vaya a Nueva York —precisa relajada.—Norka… —exhalo pesadamente —, habíamos acordado que tenía que ser dentro del país o cerca de aquel para estar más cerca de los niños.—Necesito ir a visit
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *Después de haber discutido con Norka, otra vez, pero dentro de nuestra habitación, me puse a hacer mis maletas para mi viaje a Ibiza. Luego de ello, solo me fui a descansar al cuarto de huéspedes, ya que ni Norka ni yo teníamos ánimos de vernos, puesto que la discusión había sido demasiado fuerte. Una discusión que era demasiado absurda en sí, ya que mi esposa seguía reclamándome por la amante imaginaria con la que me iba a encontrar en Ibiza. Aquella amante que, supuestamente, era la única culpable de que mi matrimonio se estuviese destruyendo, pero aquello no era cierto; y Norka lo sabía.Nuestro matrimonio se destruía, pero no por una amante que ni siquiera tenía, sino por ella y por mí; por nuestras acciones.—Papá, Franco y Fabrizio ya están en la camioneta —me avisa Luciano.—Gracias, hijo —le respondo gentil y después, veo como este sale de la sala rumbo al jardín.—¿Necesita algo más, señor? —me pregunta Bianca.—No, Bianca, gracias —le cont
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¡Qué emoción! —exclama Chiara al acostarse sobre el colchón de mi cama—. Mañana ya viajamos —añade al abrir sus brazos y dejar salir una honda respiración—. ¿No te parece fantástico? —me pregunta emocionada al girarse a verme.—Sí… —respondo no muy animada—, me parece bien —completo mientras continúo guardando cada prenda de mi armario en mi maleta.—Lorey… —me nombra mi amiga al sentarse sobre la cama—, sé que está siendo difícil para ti esta separación.—Me voy a divorciar de Jake, Chiara —le recuerdo al tiempo en que me empiezo a sentir, nuevamente, triste y dolida—. No solo son nuestros años de matrimonio —le digo seria al mirarla—; son quince años de relación tirados a la borda –señalo a la vez en que trato de contener las ganas de llorar, ya que ya no quería hacerlo, puesto que había pasado casi toda una semana llorando por la decisión que había tomado.—Lo sé, Lorey —contesta mi amiga al ponerse de pie para pararse a mi lado—. Sé que son q
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¡Lorey! ¡Ya es hora! —me avisa mi madre del otro lado de la puerta.—Ya salgo —le contesto al tiempo en que tomo mi cartera (en la cual llevaba mi billetera, un pequeño neceser de maquillaje, mi celular y otras cositas más que necesitaría para el viaje).—Chiara y Francis ya llegaron —me dice.—Ya salgo… —le repito a la vez que camino hacia mi puerta—. ¡Listo! ¡Ya estoy aquí! —le digo a mi madre a la vez que me acerco a ella para abrazarla.—Cuídate mucho —me pide al estrecharme contra sí.—Tú también, mami —le respondo en medio de un susurro.—Diviértete mucho en tu viaje —me pide.—Trataré de que así sea —es lo único que me atrevo a decir.—Tu padre y yo te acompañaremos al aeropuerto —me informa— Él ya puso todas tus maletas en el auto —precisa; y yo sonrío.—Gracias —le contesto al abrazarla más fuerte.—Te amo, hija… —murmura contra mí.—Yo también te amo, mamá —expreso sincera.—Bueno…, ya debes irte —puntualiza mientras empieza a separarse
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Los cuidaremos bien, Leo, no te preocupes —me dice mi mamá a la vez que toma mis mejillas—. Ve a Ibiza y piensa en lo que tengas que pensar —señala—; no te preocupes por nada más ahora —añade—. Tu padre y yo cuidaremos bien de tus hijos —precisa.—Gracias, mamá —expreso sincero.—Es un placer cuidar a mis nietos, Leo —indica—. Así que ve tranquilo; que aquí me encargaré de engreírlos.—Está bien, pero no los engrías demasiado —le advierto con diversión; y aquella noble mujer (mi madre) me sonríe con dulzura.—Te amo, Leo.—Yo también te amo, madre —respondo al mirarla a sus ojos color mar.—Espero que, estos tres meses —me mira fijamente—, te ayuden a tomar la mejor decisión para ti y para tus hijos —precisa con sinceridad.—Gracias, madre —le digo y, luego de ello, la envuelvo en un fuerte abrazo.—Siempre robándome el amor de tu madre —escucho, de pronto, la voz de mi padre—. Recuerdo haber sido su favorito hasta que llegaste —añade el hombre del
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Te gustará el lugar en el que te quedarás —me Chiara mientras estamos en el taxi.—¿Nos quedaremos en un departamento? —le pregunto y ella asiente.—Sí —confirma—, pero tú tendrás tu propio departamento —señala—. Tu padre ya se encargó de eso —agrega; y yo solo me limito a asentir.Si bien me hubiese gustado que mis padres no gastaran dólar alguno en alquilar una propiedad solo para mí, debía reconocer que aquello se hacía necesario desde otro punto de vista, ya que, si me quedaba en la misma propiedad en la que se quedarían Chiara y Francis, me iba a sentir demasiado inoportuna. Ella y él apenas llevaban un año de casados y lo que más necesitaban ahora era privacidad y no una persona que hiciese las veces de violinista.«Debo buscar un trabajo», preciso de pronto.«Serán tres meses en Ibiza», pienso.«Puedo aprovechar para buscar algún empleo», preciso.«Empezaré por algo sencillo», añado.«Tal vez, pueda cuidar a alguien», me abro a aquella pos
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Bienvenidos —nos recibe un hombre (de aproximadamente cuarenta años) en la recepción.—Gracias —contesta Francis, muy sonriente.—Buen día, señoritas —precisa el hombre al poner toda su atención en Chiara y en mí.—Señora —lo corrige mi amiga, de forma muy amable y sonriente.—Ah… perdón —contesta el hombre, un poco apenado, mientras sonríe.—Sí, ella es mi esposa —detalla Francis al pasar uno de sus brazos por la cintura de Chiara.—Me llamo Chiara —se presenta mi amiga al extenderle una mano al hombre que acabábamos de conocer.—Un gusto, señora Chiara —contesta aquel al estrechar la mano que mi amiga le ofrecía.—Igualmente —responde mi amiga.—Entonces… —alarga el hombre—, usted debe ser la señorita Lorey Honney —sentencia el hombre; y yo sonrío.—Sí, mucho gusto —le digo al estrecharle la mano que aquel me ofrecía.—Y, finalmente, es un placer, señor Francis —saluda el gentil hombre al esposo de mi amiga.—Igualmente —contesta mi amigo.—Bue
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—¿Dónde dejo su equipaje, señor? —me cuestiona el hombre que se encargaba de supervisar que mi casa, en esta isla, se encontrara en buen estado y lista para cualquier ocasión en la que yo deseara venir…«Como esta…, como esta ocasión», preciso en mi mente.—Puedes dejarlas aquí —le contesto—. Ya ve a descansar; es muy tarde —le preciso; y él asiente.—¿No se le ofrece algo más que pudiera hacer antes de marcharme? —interroga con tono gentil; y yo niego de inmediato con mi cabeza.—No, por el momento, no —respondo a su nueva pregunta—. Gracias —añado al sonreír a boca cerrada.—Un placer, señor —dice él para después, retirarse.Luego de haber salido de la casa de mis padres rumbo al aeropuerto para tomar el vuelo que me trajera a esta hermosa isla, recibí una llamada por parte de Max (quien me pidió que regresara a la empresa para poder conversar sobre un contrato nuevo que aquel desconocía). Ante la situación, yo decidí regresar para poder revis