* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Bienvenidos —nos recibe un hombre (de aproximadamente cuarenta años) en la recepción.—Gracias —contesta Francis, muy sonriente.—Buen día, señoritas —precisa el hombre al poner toda su atención en Chiara y en mí.—Señora —lo corrige mi amiga, de forma muy amable y sonriente.—Ah… perdón —contesta el hombre, un poco apenado, mientras sonríe.—Sí, ella es mi esposa —detalla Francis al pasar uno de sus brazos por la cintura de Chiara.—Me llamo Chiara —se presenta mi amiga al extenderle una mano al hombre que acabábamos de conocer.—Un gusto, señora Chiara —contesta aquel al estrechar la mano que mi amiga le ofrecía.—Igualmente —responde mi amiga.—Entonces… —alarga el hombre—, usted debe ser la señorita Lorey Honney —sentencia el hombre; y yo sonrío.—Sí, mucho gusto —le digo al estrecharle la mano que aquel me ofrecía.—Y, finalmente, es un placer, señor Francis —saluda el gentil hombre al esposo de mi amiga.—Igualmente —contesta mi amigo.—Bue
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—¿Dónde dejo su equipaje, señor? —me cuestiona el hombre que se encargaba de supervisar que mi casa, en esta isla, se encontrara en buen estado y lista para cualquier ocasión en la que yo deseara venir…«Como esta…, como esta ocasión», preciso en mi mente.—Puedes dejarlas aquí —le contesto—. Ya ve a descansar; es muy tarde —le preciso; y él asiente.—¿No se le ofrece algo más que pudiera hacer antes de marcharme? —interroga con tono gentil; y yo niego de inmediato con mi cabeza.—No, por el momento, no —respondo a su nueva pregunta—. Gracias —añado al sonreír a boca cerrada.—Un placer, señor —dice él para después, retirarse.Luego de haber salido de la casa de mis padres rumbo al aeropuerto para tomar el vuelo que me trajera a esta hermosa isla, recibí una llamada por parte de Max (quien me pidió que regresara a la empresa para poder conversar sobre un contrato nuevo que aquel desconocía). Ante la situación, yo decidí regresar para poder revis
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¡Lorey! ¡Apúrate! —me dice Chiara.—¡Dame unos minutos! —le pido desde el interior de mi habitación mientras termino de colocarme el vestido que había elegido usar para la primera mañana en Ibiza.—¡Cinco minutos, Lorey! —grita— ¡Cinco! ¡No más! —advierte; y yo solo atino a reír ligeramente mientras termino de subirle el cierre a mi vestido veraniego largo con un vuelo hermoso.—Ya estoy casi lista; vayan saliendo; yo los alcanzo —le digo mientras tomo el par de sandalias que había escogido y las cuales hacían una perfecta combinación con el vestido y los accesorios elegidos.—Francis y yo estaremos en tu sala; no demores —me pide.—Vale… —le digo y, después de ello, escucho cómo empieza a retirarse.Francis y Chaira se habían despertado muy temprano para venir a mi departamento y hacer resonar el timbre de este a su antojo para despertarme a mí también. En un inicio, decidí no hacerles caso, pero luego recordé que ellos tuvieron la amabilidad de
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *—Buen día, reservación para Spencer por favor —le dice Francis a la anfitriona.—Buen día, señor —contesta la mujer de forma sonriente para después, de forma inmediata, comenzar a buscar nuestro registro en su liviana Tablet—. Señor Francis Spencer, su bella esposa y su amiga, la señorita Honney —especifica ella al mirarnos.—Sí; esos somos nosotros —le confirma mi amiga, muy entusiasmada al estrechar, mucho más, el brazo de su esposo.—Bienvenidos a Ocean, señor y señor Spencer —articula al mirar a mis amigos para después, tornar su mirada hacia mí—. Bienvenida, señorita Honney —menciona gentil; y yo le sonrío—. Bueno, les mostraré su mesa —nos anuncia con amabilidad—. Síganme por favor —nos pide con sutileza al tiempo en que empieza a caminar delante de nosotros para, así, guiarnos hasta la mesa que ocuparíamos y la cual había reservado Francis.—Este lugar es hermoso —comenta Chiara mientras caminamos por el primer piso de aquel.—Su mesa e
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *—Chiara, estás demente —le digo divertida.—Hoy brindaremos por ti —es lo único que se limita a decir mientras espera a que el mozo traiga la botella de champaña que había pedido.—Se supone que el brindis era por ustedes —señalo al mirarlos.—Pero ahora es por ti —responde mi amiga—. Si queremos empezar bien este viaje, este brindis es vital —menciona muy segura de lo que decía.—¿Por qué vital? —interrogo con interés al mirarla.—Ya verás —me dice.—Chiara…—Lorey —me nombra al interrumpirme—, te la has pasado llorando por el idiota de tu ex marido dos semanas completas encerrada en tu habitación —me recuerda al bajar su tono de voz y al haberse inclinado hacia mí—. Y él no lo merece —señala tajante—, así que hoy… ESO VA A CAMBIAR —dicta muy firme.—Chiara…—Mereces más, Lorey —señala—. Y hoy arreglaremos eso…—¿Qué? —interrogo extrañada; y veo que ella pretende responderme; sin embargo, nos vemos interrumpidas por la llegada del mozo (quien
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—Disculpe, señor Leonardo —me habla mi anfitriona personal del Ocean—. ¿Seguimos? —me pregunta como haciendo referencia a si seguimos caminando para tomar la mesa que siempre ocupaba.—Sí, ya seguimos —le respondo sonriente sin dejar de observar a la mujer por la que habían hecho ese brindis tan peculiar.«Me pregunto si yo terminaré igual», preciso en mi mente.«Divorciado y con Max haciendo un brindis por mí en medio de un restaurant», puntualizo, en silencio, al tiempo en que empiezo a imaginar una escena así, pero para mí (con Max y Clarisse a mi lado).—¿Señor Bianchi? —escucho la voz de Natalia (la mujer que solía atenderme en el Ocean)—Perdón, Natalia —le contesto apenado al retornar mi mirada hacia ella—. Pero esto es muy… divertido —menciono al tiempo en que regreso mi mirada a la mesa en la que estaba la mujer por la que muchas personas del piso habían realizado el brindis (incluyéndome).—Bueno…, entonces… ¿continuamos? —vuelve a pre
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *—¡Hey! ¡Lorey! —escucho a mi amiga y veo que se para frente a mí.—¿Qué? ¿Qué pasa? —respondo algo asustada por su grito.—Oye… pero… ¿en dónde estabas? —cuestiona al mirarme con curiosidad para después, mirar en dirección hacia donde había puesto mi atención hace unos instantes…—Chiara…—Pero… vaya, vaya, vaya —articula divertida a la vez que se para al lado mío mientras continúa observando lo que yo llevaba rato viendo—. Por lo visto, el brindis sí sirvió. Tiene una muy buena espalda —enfatiza—. Tal y como a ti te gustan, ¿cierto, Lorey? —interroga pícara al mirarme.—Solo me distraje con otra cosa…—Sí, ya veo —ríe al regresar la atención al hombre que estaba de espaldas, recostado sobre las barandillas de un balcón que había en el restaurante en el que habíamos terminado de desayunar y al que decidimos volver para poder ver la exposición y el espectáculo que tenían organizado para el mediodía.—Chiara…—Con una espalda como esa y… un tras
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *Era el tipo del Ocean. Aquel que estaba recostado sobre el balcón y al cual no pude ver de frente; sin embargo, reconocía perfectamente su ropa.—¿Señorita? —escucho de repente y lo veo observarme con curiosidad; y ello me hace reaccionar algo apenada por haberme quedado observándolo como boba.—Ah… sí…, perdón—Buen día —me saluda gentil.—Buen día —le contesto de la misma manera.—¿Desea que le cambia los dólares por euros? —me pregunta; y yo asiento de inmediato.—Sí, por favor —le respondo; y él sonríe.—Bien… —susurra al comenzar a sacar su billetera; y yo hago lo mismo.—¿Cree que me pueda cambiar trescientos dólares por euros? —le pregunto un tanto apenada, pero él solo se limita a sonreír.—Claro —contesta amable.El tipo, al parecer, era de las personas agradables y eso… me gustaba.—Trescientos dólares —susurra él— son… —piensa unos instantes mientras va contando dinero— doscientos sesenta y… tres euros —me dice; y yo empiezo a hacer