* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¡Lorey! ¡Ya es hora! —me avisa mi madre del otro lado de la puerta.—Ya salgo —le contesto al tiempo en que tomo mi cartera (en la cual llevaba mi billetera, un pequeño neceser de maquillaje, mi celular y otras cositas más que necesitaría para el viaje).—Chiara y Francis ya llegaron —me dice.—Ya salgo… —le repito a la vez que camino hacia mi puerta—. ¡Listo! ¡Ya estoy aquí! —le digo a mi madre a la vez que me acerco a ella para abrazarla.—Cuídate mucho —me pide al estrecharme contra sí.—Tú también, mami —le respondo en medio de un susurro.—Diviértete mucho en tu viaje —me pide.—Trataré de que así sea —es lo único que me atrevo a decir.—Tu padre y yo te acompañaremos al aeropuerto —me informa— Él ya puso todas tus maletas en el auto —precisa; y yo sonrío.—Gracias —le contesto al abrazarla más fuerte.—Te amo, hija… —murmura contra mí.—Yo también te amo, mamá —expreso sincera.—Bueno…, ya debes irte —puntualiza mientras empieza a separarse
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Los cuidaremos bien, Leo, no te preocupes —me dice mi mamá a la vez que toma mis mejillas—. Ve a Ibiza y piensa en lo que tengas que pensar —señala—; no te preocupes por nada más ahora —añade—. Tu padre y yo cuidaremos bien de tus hijos —precisa.—Gracias, mamá —expreso sincero.—Es un placer cuidar a mis nietos, Leo —indica—. Así que ve tranquilo; que aquí me encargaré de engreírlos.—Está bien, pero no los engrías demasiado —le advierto con diversión; y aquella noble mujer (mi madre) me sonríe con dulzura.—Te amo, Leo.—Yo también te amo, madre —respondo al mirarla a sus ojos color mar.—Espero que, estos tres meses —me mira fijamente—, te ayuden a tomar la mejor decisión para ti y para tus hijos —precisa con sinceridad.—Gracias, madre —le digo y, luego de ello, la envuelvo en un fuerte abrazo.—Siempre robándome el amor de tu madre —escucho, de pronto, la voz de mi padre—. Recuerdo haber sido su favorito hasta que llegaste —añade el hombre del
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Te gustará el lugar en el que te quedarás —me Chiara mientras estamos en el taxi.—¿Nos quedaremos en un departamento? —le pregunto y ella asiente.—Sí —confirma—, pero tú tendrás tu propio departamento —señala—. Tu padre ya se encargó de eso —agrega; y yo solo me limito a asentir.Si bien me hubiese gustado que mis padres no gastaran dólar alguno en alquilar una propiedad solo para mí, debía reconocer que aquello se hacía necesario desde otro punto de vista, ya que, si me quedaba en la misma propiedad en la que se quedarían Chiara y Francis, me iba a sentir demasiado inoportuna. Ella y él apenas llevaban un año de casados y lo que más necesitaban ahora era privacidad y no una persona que hiciese las veces de violinista.«Debo buscar un trabajo», preciso de pronto.«Serán tres meses en Ibiza», pienso.«Puedo aprovechar para buscar algún empleo», preciso.«Empezaré por algo sencillo», añado.«Tal vez, pueda cuidar a alguien», me abro a aquella pos
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Bienvenidos —nos recibe un hombre (de aproximadamente cuarenta años) en la recepción.—Gracias —contesta Francis, muy sonriente.—Buen día, señoritas —precisa el hombre al poner toda su atención en Chiara y en mí.—Señora —lo corrige mi amiga, de forma muy amable y sonriente.—Ah… perdón —contesta el hombre, un poco apenado, mientras sonríe.—Sí, ella es mi esposa —detalla Francis al pasar uno de sus brazos por la cintura de Chiara.—Me llamo Chiara —se presenta mi amiga al extenderle una mano al hombre que acabábamos de conocer.—Un gusto, señora Chiara —contesta aquel al estrechar la mano que mi amiga le ofrecía.—Igualmente —responde mi amiga.—Entonces… —alarga el hombre—, usted debe ser la señorita Lorey Honney —sentencia el hombre; y yo sonrío.—Sí, mucho gusto —le digo al estrecharle la mano que aquel me ofrecía.—Y, finalmente, es un placer, señor Francis —saluda el gentil hombre al esposo de mi amiga.—Igualmente —contesta mi amigo.—Bue
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—¿Dónde dejo su equipaje, señor? —me cuestiona el hombre que se encargaba de supervisar que mi casa, en esta isla, se encontrara en buen estado y lista para cualquier ocasión en la que yo deseara venir…«Como esta…, como esta ocasión», preciso en mi mente.—Puedes dejarlas aquí —le contesto—. Ya ve a descansar; es muy tarde —le preciso; y él asiente.—¿No se le ofrece algo más que pudiera hacer antes de marcharme? —interroga con tono gentil; y yo niego de inmediato con mi cabeza.—No, por el momento, no —respondo a su nueva pregunta—. Gracias —añado al sonreír a boca cerrada.—Un placer, señor —dice él para después, retirarse.Luego de haber salido de la casa de mis padres rumbo al aeropuerto para tomar el vuelo que me trajera a esta hermosa isla, recibí una llamada por parte de Max (quien me pidió que regresara a la empresa para poder conversar sobre un contrato nuevo que aquel desconocía). Ante la situación, yo decidí regresar para poder revis
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—¡Lorey! ¡Apúrate! —me dice Chiara.—¡Dame unos minutos! —le pido desde el interior de mi habitación mientras termino de colocarme el vestido que había elegido usar para la primera mañana en Ibiza.—¡Cinco minutos, Lorey! —grita— ¡Cinco! ¡No más! —advierte; y yo solo atino a reír ligeramente mientras termino de subirle el cierre a mi vestido veraniego largo con un vuelo hermoso.—Ya estoy casi lista; vayan saliendo; yo los alcanzo —le digo mientras tomo el par de sandalias que había escogido y las cuales hacían una perfecta combinación con el vestido y los accesorios elegidos.—Francis y yo estaremos en tu sala; no demores —me pide.—Vale… —le digo y, después de ello, escucho cómo empieza a retirarse.Francis y Chaira se habían despertado muy temprano para venir a mi departamento y hacer resonar el timbre de este a su antojo para despertarme a mí también. En un inicio, decidí no hacerles caso, pero luego recordé que ellos tuvieron la amabilidad de
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *—Buen día, reservación para Spencer por favor —le dice Francis a la anfitriona.—Buen día, señor —contesta la mujer de forma sonriente para después, de forma inmediata, comenzar a buscar nuestro registro en su liviana Tablet—. Señor Francis Spencer, su bella esposa y su amiga, la señorita Honney —especifica ella al mirarnos.—Sí; esos somos nosotros —le confirma mi amiga, muy entusiasmada al estrechar, mucho más, el brazo de su esposo.—Bienvenidos a Ocean, señor y señor Spencer —articula al mirar a mis amigos para después, tornar su mirada hacia mí—. Bienvenida, señorita Honney —menciona gentil; y yo le sonrío—. Bueno, les mostraré su mesa —nos anuncia con amabilidad—. Síganme por favor —nos pide con sutileza al tiempo en que empieza a caminar delante de nosotros para, así, guiarnos hasta la mesa que ocuparíamos y la cual había reservado Francis.—Este lugar es hermoso —comenta Chiara mientras caminamos por el primer piso de aquel.—Su mesa e
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * * *—Chiara, estás demente —le digo divertida.—Hoy brindaremos por ti —es lo único que se limita a decir mientras espera a que el mozo traiga la botella de champaña que había pedido.—Se supone que el brindis era por ustedes —señalo al mirarlos.—Pero ahora es por ti —responde mi amiga—. Si queremos empezar bien este viaje, este brindis es vital —menciona muy segura de lo que decía.—¿Por qué vital? —interrogo con interés al mirarla.—Ya verás —me dice.—Chiara…—Lorey —me nombra al interrumpirme—, te la has pasado llorando por el idiota de tu ex marido dos semanas completas encerrada en tu habitación —me recuerda al bajar su tono de voz y al haberse inclinado hacia mí—. Y él no lo merece —señala tajante—, así que hoy… ESO VA A CAMBIAR —dicta muy firme.—Chiara…—Mereces más, Lorey —señala—. Y hoy arreglaremos eso…—¿Qué? —interrogo extrañada; y veo que ella pretende responderme; sin embargo, nos vemos interrumpidas por la llegada del mozo (quien