¿Qué haces con el hombre al que amas, a pesar de todo, te besa? ¿Qué haces cuando lo que sientes va contrariado a todo lo que deseas? No deseaba besarlo, pero tampoco podía negar que ese contacto con él le alimentaba el alma, que la sensación era indescriptible o que durante mucho tiempo soñó con besar otra vez sus labios, sentirlo, desearlo, rendirse a aquello que sentía, tan solo olvidarse de todo y volver al pasado, donde estaba por abrir su repostería y su único problema era ver si al final del mes le llegaría la regla o si estaría embarazada, algo que anhelaban los dos, mientras estaban en su feliz matrimonio.Pero aquel beso, por más bien que se sintiera, por más que lo deseaba, aunque su corazón saltaba por lo maravilloso que era volver a sentirlo, no la devolvía a ese lugar donde ambos fueron felices. Seguía allí, en un presente donde el hombre que decía amarla era capaz de herirla hasta desgarrarla.Abrió los ojos y bajó sus manos que lo tocaban, Alejandro hizo lo mismo, deja
—Estás muy bien— dijo el doctor. —¿Te desagrada la cicatriz?—No, de todos modos, estoy usando la crema que me dio. Y no duele, las terapias han resultado bastante bien.—Me alegro. Ese era el propósito. De todos modos, ya sabemos que nada de correr o estar tanto tiempo de pie, las caminatas te hacen bien, pero nada de excesos, porque eso puede ser lo peor. ¿Alguna otra cosa que quieras decirme? ¿Te sientes bien? Por lo de la pierna, no hay nada de qué preocuparse y me consta que estás bien alimentada. El aumento de peso ha ido bien, poco a poco. No podemos pedir que las cosas pasen de un momento a otro, pero tus avances son todos muy bueno.—Norman me ha cuidado muy bien.—Sé que sí. Y, hablando sobre eso. Ya sé que te vas. — Ariel levantó la vista hacia el doctor. —No me lo dijo Norman, me lo dijo Tony. Norman no ha dicho nada de eso. No sé mucho sobre los Fendi, pero antes que esto, tú lo tenías a ellos, así que no me preocupa, seguro que son personas en las que confías, ¿no? Despu
La noche estaba más silenciosa que el día veinticinco o el mismo veinticuatro.Ariel se había dividido de la siguiente manera: La cena del treinta y uno la pasaría con los Fendi, hasta las once y media de la noche, mientras que el año nuevo lo esperaría con los Spencer.Peinaba su cabello, preparándose para la cena. La señora Julia la había llamado, desesperada porque ya fuera, pero habían quedado a las nueve y media, recién era las nueve.Migo, a sus pies, miraba desde abajo como Ariel se peinaba con prisa.—Vamos con tiempo— murmuró para sí misma. Tomó su perfume y echó un poco en sus muñecas, para luego esparcirlo por su cuerpo, en partes específicas. —Ya está— se inclinó hacia adelante, un poco más cerca del espejo para ver sus labios pintados. —Será una buena noche y luego volvemos aquí.Al mirar la hora otra vez, tan solo faltaban quince minutos.Tomó su bolso, donde realmente no llevaba nada y salió de su habitación, seguida por Migo, en el salón estaba Norman, con su ordenador
El coche estaba aparcado donde siempre, su habitación estaba cerrada y Migo estaba en el salón, acostado en su pequeña cama junto al sillón.Todo estaba en orden, excepto una cosa.Las maletas estaban en la puerta, Ariel estaba lista, pero Norman no estaba.Tocó a la puerta de su habitación otra vez, pero estaba casi segura de que Norman no estaba en casa. Con el teléfono en su mano marcó a su número, este no respondía, era la cuarta llamada que le hacía.—¿Dónde estás, Norman? — se preguntó en voz alta. Faltaba media hora para que pasaran a recogerla, y Ariel comenzaba a sentirse nerviosa. Sabía lo ansiosa que era la señora Julia y antes de tiempo comenzaría a llamarla para que se marcharan.De seguro el doctor Spencer estaría en el hospital, por lo que Ariel salió casi corriendo de casa para saber si él sabría algo de Norman. Tendría que estar con alguno de sus hermanos.Tocó despacio a su puerta, teniendo como respuesta la voz del doctor.—Pase— dijo con suavidad desde el interior.
Alejandro, finalmente libre de las cadenas de una condena injusta, la alegría que sentía no se comparaba con nada, porque sus hombros se sentían libres, salvo por los pequeños pendientes que aún le quedaban.Parecía no poderse librar de todo de una vez. Y estar yendo de a poco lo iba torturando mucho, pero no podía hacer nada al respecto, seguir paso a paso.Se encontraba en su amplio estudio, rodeado de los lujos y comodidades que siempre había conocido, pero que ahora parecían tener un brillo diferente, como si todo luciera de un mejor color sin una cadena pendiente.Con manos temblorosas, marcó el número de Ariel, la mujer que nunca había dejado de amar, a pesar de las tormentas que habían atravesado. Quería escucharla, contarle lo que había pasado y sentir lo feliz que se ponía.Cada vez se acercaba más a Ariel y a esa posibilidad de poder estar juntos.Al fin juntos.—¿Ariel? Soy yo, Alejandro,— dijo con voz emocionada cuando ella contestó.—Alejandro, ¿cómo estás? Ahora voy a en
Se negó hablar a solas con él, pero Alejandro la sujetó del brazo, llevándola lejos de su padre, para que pudieran tener una charla sin que el señor Clinton interfiriese.—¡¿Pero qué demonios es esto?!—¿Qué? ¿No querías el divorcio? Podemos divorciarnos, es lo que deseas, ¿por qué parece que te estás quejando?—Abigail, te lo diré claro, no estoy para juegos, no voy a jugar a esto. ¡Te querías divorciar! ¿Qué demonios es esta farsa? ¿Por qué actúas de este modo? Nos vamos a divorciar, tú también lo deseas así, no es algo que yo te esté imponiendo.—Tu no tienes idea de lo que yo deseo.—Sé que no deseas estar en un matrimonio conmigo. Un matrimonio que nunca debió ocurrir. Me brindaste una ayuda en el momento más oscuro de mi vida y tu padre lo convirtió en una oportunidad de negocio. ¿Vas a dejar que él haga esto? ¿Es lo que deseas? Porque no creo que esto sea decisión tuya. Llevo llamándote toda la semana y ahora veo la razón de todo esto. ¿Esto tramabas? ¿Qué fue lo que te dijo tu
No podía darse por vencido, aún si había declarado la guerra a los Clinton con relación a aquel matrimonio y lo relacionado al divorcio, había dicho a Ariel que se divorciaría, pero dar la mitad a los Clinton de todos sus bienes solo porque sí, era algo que no podía hacer.Alejandro se sentó frente a su abogado en la lujosa oficina, su rostro reflejando una mezcla de frustración y resignación, así era como se sentía, así como la constante sensación en sus manos, como si estuvieran atadas. Odiaba sentirse así, más que nada en el mundo.Acudir a sus abogados fue la única salida que vio en ese momento, porque no le quedaba de otra. Esperaba obtener respuestas que dieran con una solución al enorme problema que tenía encima.Jamás imaginó que Abigail saliera con esa actitud justo aquel día, lo tomó por sorpresa y con la guardia baja.El documento que tenía delante era el acuerdo prenupcial que había firmado con el señor Clinton, un recordatorio tangible de las complicadas circunstancias en
Ariel suspiró, sabiendo que Alejandro actuaba solo por celos.—Alejandro, no puedes venir aquí y pedirme que cancele los planes con Norman. No es justo para ninguno de los dos.Alejandro caminó de un lado a otro, su mente un torbellino de emociones.—No entiendes, Ariel. No soporto la idea de que estés con él, pasando tiempo juntos. ¿No ves lo que siento por ti?Los celos dejaban que se inundara por todo su cuerpo, hasta ser más evidente a Ariel que de eso se tratara.—Entiendo lo que sientes, pero también tienes que entender mi posición. Norman es mi amigo, y tú... bueno, tú aún estás casado,— dijo Ariel, su voz llena de conflicto. —¿Qué es lo que te hace comportarte de esa manera?Alejandro miró a Fabio, buscando apoyo, pero su amigo solo le devolvió una mirada de simpatía y preocupación.—Estoy celoso de él, ¿es que tengo que decírtelo con palabras? Voy a resolver mi situación lo antes posible, pero no puedo esperar para verte. Necesito que sepas que mis sentimientos por ti no han