Alejandro, finalmente libre de las cadenas de una condena injusta, la alegría que sentía no se comparaba con nada, porque sus hombros se sentían libres, salvo por los pequeños pendientes que aún le quedaban.Parecía no poderse librar de todo de una vez. Y estar yendo de a poco lo iba torturando mucho, pero no podía hacer nada al respecto, seguir paso a paso.Se encontraba en su amplio estudio, rodeado de los lujos y comodidades que siempre había conocido, pero que ahora parecían tener un brillo diferente, como si todo luciera de un mejor color sin una cadena pendiente.Con manos temblorosas, marcó el número de Ariel, la mujer que nunca había dejado de amar, a pesar de las tormentas que habían atravesado. Quería escucharla, contarle lo que había pasado y sentir lo feliz que se ponía.Cada vez se acercaba más a Ariel y a esa posibilidad de poder estar juntos.Al fin juntos.—¿Ariel? Soy yo, Alejandro,— dijo con voz emocionada cuando ella contestó.—Alejandro, ¿cómo estás? Ahora voy a en
Se negó hablar a solas con él, pero Alejandro la sujetó del brazo, llevándola lejos de su padre, para que pudieran tener una charla sin que el señor Clinton interfiriese.—¡¿Pero qué demonios es esto?!—¿Qué? ¿No querías el divorcio? Podemos divorciarnos, es lo que deseas, ¿por qué parece que te estás quejando?—Abigail, te lo diré claro, no estoy para juegos, no voy a jugar a esto. ¡Te querías divorciar! ¿Qué demonios es esta farsa? ¿Por qué actúas de este modo? Nos vamos a divorciar, tú también lo deseas así, no es algo que yo te esté imponiendo.—Tu no tienes idea de lo que yo deseo.—Sé que no deseas estar en un matrimonio conmigo. Un matrimonio que nunca debió ocurrir. Me brindaste una ayuda en el momento más oscuro de mi vida y tu padre lo convirtió en una oportunidad de negocio. ¿Vas a dejar que él haga esto? ¿Es lo que deseas? Porque no creo que esto sea decisión tuya. Llevo llamándote toda la semana y ahora veo la razón de todo esto. ¿Esto tramabas? ¿Qué fue lo que te dijo tu
No podía darse por vencido, aún si había declarado la guerra a los Clinton con relación a aquel matrimonio y lo relacionado al divorcio, había dicho a Ariel que se divorciaría, pero dar la mitad a los Clinton de todos sus bienes solo porque sí, era algo que no podía hacer.Alejandro se sentó frente a su abogado en la lujosa oficina, su rostro reflejando una mezcla de frustración y resignación, así era como se sentía, así como la constante sensación en sus manos, como si estuvieran atadas. Odiaba sentirse así, más que nada en el mundo.Acudir a sus abogados fue la única salida que vio en ese momento, porque no le quedaba de otra. Esperaba obtener respuestas que dieran con una solución al enorme problema que tenía encima.Jamás imaginó que Abigail saliera con esa actitud justo aquel día, lo tomó por sorpresa y con la guardia baja.El documento que tenía delante era el acuerdo prenupcial que había firmado con el señor Clinton, un recordatorio tangible de las complicadas circunstancias en
Ariel suspiró, sabiendo que Alejandro actuaba solo por celos.—Alejandro, no puedes venir aquí y pedirme que cancele los planes con Norman. No es justo para ninguno de los dos.Alejandro caminó de un lado a otro, su mente un torbellino de emociones.—No entiendes, Ariel. No soporto la idea de que estés con él, pasando tiempo juntos. ¿No ves lo que siento por ti?Los celos dejaban que se inundara por todo su cuerpo, hasta ser más evidente a Ariel que de eso se tratara.—Entiendo lo que sientes, pero también tienes que entender mi posición. Norman es mi amigo, y tú... bueno, tú aún estás casado,— dijo Ariel, su voz llena de conflicto. —¿Qué es lo que te hace comportarte de esa manera?Alejandro miró a Fabio, buscando apoyo, pero su amigo solo le devolvió una mirada de simpatía y preocupación.—Estoy celoso de él, ¿es que tengo que decírtelo con palabras? Voy a resolver mi situación lo antes posible, pero no puedo esperar para verte. Necesito que sepas que mis sentimientos por ti no han
Alejandro aterrizó en Italia con una mezcla de emociones que se agitaban en su interior. Después de dirigirse a la casa de su abuela, se encontró inesperadamente realizando vigilancia. Desde una distancia prudente, observaba la residencia, esperando ver a Ariel. La impaciencia lo consumía, pero sabía que debía mantenerse oculto hasta el momento adecuado.Finalmente, vio a Ariel salir de la casa, su figura tan familiar y aún así tan lejana. Decidió seguirla discretamente, una decisión impulsada por una mezcla de celos y desesperación por volver a estar cerca de ella.Al llegar al aeropuerto, se mantuvo a una distancia segura, observando cómo Ariel esperaba con una expresión de anticipación en su rostro. Cuando Norman apareció y Ariel corrió hacia él con un abrazo lleno de afecto, el corazón de Alejandro se apretó con fuerza. Verlos juntos, tan cercanos y cómplices, era como una daga en su alma.Se mantuvo en las sombras, observándolos mientras se dirigían a un café cercano. Cada risa,
Había mostrado parte de la estancia, era pequeña, pero acogedora.—No dormiré aquí— dijo Ariel, viendo como Alejandro hacía la cena, aquella escena le traía muchos recuerdos, realmente sí, la copa de champán, él haciendo la pasta que tanto a ella le gustaba y el rico aroma que desprendía la cocina. Se sentó a mirarlo, sin tocar ni un solo trago de la copa. —Alejandro, ¿me escuchaste?—No te llevaré a ningún otro lado— dijo Alejandro, levantando el rostro hacia ella. —Pasaremos la noche aquí, tú y yo. No solo mi corazón te extraña, mi cuerpo también. — Las mejillas de Ariel tomaron un color rojo, sabiendo lo que eso significaba. Alejandro salió de la cocina con su copa en la mano. —Quiero que esta noche hagamos el amor— tocó con su mano su cabello, deslizando sus dedos entre sus mechones, acercó los labios a los de ella y le besó la mejilla, olió su cuello, mordiendo luego suavemente su hombro. —¿No quieres que hagamos el amor? — preguntó en su oído. —Seguro me necesitas tanto como yo
—Sin ti me muero.— Esas palabras habían dejado a Ariel con impresión, la manera tan vulnerable en la que Alejandro se mostraba, jamás lo había visto así.Incluso si ella era sumamente importante para él, incluso así la había lastimado y seguía con su mentira, por no perderla.¿Hasta dónde sería él capaz de llegar para mantenerla a su lado?Ariel tenía miedo de lo que pudiera pasar con Alejandro si ella decidía completamente alejarse de él.La cena entre Ariel y Alejandro transcurrió en un ambiente de serenidad y calidez. Alejandro había preparado pasta, recordando cuánto le gustaba a Ariel. Sentados a la mesa, compartieron una botella de champán, brindando por un momento que ambos sabían era frágil y precioso.Era una escena que traía tantos recuerdos, simulando que nada había cambiado, que no habían pasado tanto tiempo separados.Dos almas que se conocían, dos corazones que habían logrado latir al mismo tiempo, con el mismo ritmo. Hoy tenían una brecha que iba agrandando más la dista
Había visto como Norman Spencer besaba a Ariel y se obligó a no hacer nada, a no reaccionar, le costó, porque aquella era su Ariel, tan solo suya.Pero cuando vio que Norman se iba y que Ariel no hacía nada para detenerlo, entonces se relajó, caminó hasta Ariel seguía allí, paralizada, mirando como Norman desaparecía de su lado, de su vida.Dejó un beso en su frente y secó las lágrimas de Ariel, tomó su rostro para que ello lo mirase, allí tan solo veía tristeza.—Sé que él es muy importante para ti, Ariel. Pero creo que es hora de que lo dejes ir.—Le dijiste algo. Norman no es así. ¡¿Qué le dijiste?! ¡Dime! ¡Tú le dijiste algo! —Ariel se alejó de Alejandro, convencida de que él tenía que ver con algo de lo que había pasado. —¡Era nuestro día! Pero tú decidiste aparecer. No quiero ser tan egoísta como tú, Alejandro.—Pues tan solo déjalo ir, permite que se vaya, sácalo de tu vida.—Lo quiero— dijo, un poco para sí misma. —¡Lo quiero! —Gritó más convencida. —Es una buena persona y yo