Alan y Alison llegaron a una callejuela oscura, flanqueada por edificios desgastados y grafitis que parecían contar historias de otro mundo. Alan observó con desconfianza el lugar, mientras Alison, con paso seguro, lo animaba.—Deja de fruncir el ceño, Alan —dijo Alison mientras bajaba del auto—. A veces, salirse de la zona de confort es lo único que queda cuando lo que está en juego merece la pena.—No sé si esto es salir de la zona de confort o directamente entrar en una película de mafiosos —replicó Alan, mirando a su alrededor con evidente incomodidad.Alison sonrió mientras tocaba la puerta de un local cuyo letrero apenas colgaba. Un hombre corpulento y con tatuajes abrió, y al verla, su rostro se iluminó con una sonrisa.—¡Alison! Cuánto tiempo sin verte. Pensé que ya te habías olvidado de nosotros.—Imposible, Tony. Te necesito para un trabajo. ¿Podemos pasar?Tony los condujo a una habitación en la parte trasera, llena de computadoras y cables desordenados. Alan observó todo c
Zayn Black abrió los ojos en medio de la oscuridad, atrapado nuevamente en una de sus pesadillas recurrentes. El aire se sentía denso, como si los muros de su mente se cerraran a su alrededor. Estaba de regreso en el colegio, en un patio lleno de risas ajenas que no compartía. Frente a él estaba Claire, su única amiga en aquel lugar que para él era más prisión que escuela.Ella sonreía, ignorante de la tormenta que se cernía sobre ellos.—Zayn, ¿me ayudas con esto? —preguntó Claire, señalando un cuaderno de matemáticas—. Tú eres bueno en esto, ¿verdad?Él asintió, sintiendo por un momento algo que rara vez experimentaba: calidez. Pero entonces apareció su padre. La figura imponente del señor Black, siempre impecablemente vestido, caminó hacia ellos como un depredador acechando a su presa.—¿Quién es esta? —preguntó, su tono frío y distante.Zayn apenas pudo responder antes de que su padre lo apartara.—Te he dicho mil veces que solo debes rodearte de personas de tu nivel, Zayn. ¿Es qu
Kristen cerró la puerta de la habitación de Sofía con suavidad, asegurándose de no hacer ruido para no despertarla. La niña estaba profundamente dormida, abrazada a su osito de peluche, con una expresión tranquila en su rostro que contrastaba con la tormenta que Kristen llevaba dentro. Se acercó a la cama y la miró un momento, sintiendo cómo el nudo en su pecho crecía. La quería tanto, era imposible poner en palabras lo que Sofía representaba para ella.—Te quiero, pequeña… —murmuró, acariciando su cabello con suavidad—. No voy a dejar que nada te pase, te lo prometo.Con el corazón acelerado, Kristen se sentó en la silla junto a la cama de Sofía y abrazó con fuerza las rodillas. Pensó en el juicio que se llevaría a cabo al día siguiente, en lo que estaba en juego. El miedo la envolvió, y las lágrimas comenzaron a caer. La idea de perder a Sofía, de no poder protegerla, la destrozaba. Había llegado a amarla como si fuera su propia hija. Había creído en este futuro tan diferente para e
Erik y Kristen se levantaron muy temprano. Aquel sería un día decisivo: el juicio que tanto temían, pero que finalmente había llegado. Erik, mientras terminaba de ajustarse la corbata, intentaba comunicarse con Alan. Marcó varias veces sin éxito, aunque se consoló pensando que su amigo tal vez estaba organizando los últimos detalles. Aún así, el nerviosismo lo carcomía. No sabía si Alan había logrado recuperar los archivos de la computadora, pero esperaba con todo su corazón que lo hubiera conseguido.Después de despedirse de Sofía y pedirle a Sarah que la cuidara, ambos salieron de la casa. Subieron al coche y, durante los primeros minutos del trayecto, el silencio reinó entre los dos. La tensión era tan evidente que parecía llenar cada rincón del vehículo.—Estoy muy nervioso, pequeña, no tengo ni la menor idea de cómo terminará todo esto —confesó Erik, rompiendo finalmente el silencio.—De la única manera que puede terminar, cariño —respondió Kristen con firmeza—, el juez otorgándo
El silencio en la sala fue interrumpido cuando Erik se puso de pie con decisión, aunque su mente estaba en completo caos.—Su señoría, disculpe la interrupción, pero yo… —Se detuvo abruptamente. Las palabras se atoraron en su garganta. ¿Cómo podía pedir más tiempo sin levantar sospechas o dañar el caso?El juez lo observó con una expresión severa.—Señor Davis, ¿dónde está su abogado?Erik sintió que el sudor frío recorría su frente mientras intentaba ganar tiempo.—Mi abogado… bueno, él…Antes de que pudiera completar la frase, el sonido de la puerta abriéndose de golpe desvió la atención de todos en la sala. Las miradas se dirigieron hacia la entrada, donde Alan apareció con su andar confiado y su figura imponente, abriéndose paso entre la gente.—Aquí estoy. —Su voz resonó clara y firme, mientras avanzaba hacia Erik y Kristen—. Pido una disculpa a todos los presentes por mi retraso. Tuvimos un pequeño percance, pero por fortuna ya está solucionado.Erik sintió cómo un peso enorme s
Zayn Black permanecía sentado en el amplio sillón de cuero negro en su despacho, observando las luces de la ciudad a través del ventanal. Su mente, como siempre, trabajaba sin descanso, ideando el próximo movimiento que lo acercaría a su objetivo: destruir a Erik Davis. No era solo rivalidad, era algo más profundo, más oscuro. La felicidad de Erik era un recordatorio constante de todo lo que a él le había sido arrebatado, de la vida que nunca tuvo y de las cicatrices que cargaba desde niño.En su obsesión, Zayn había identificado a su arma más poderosa: Amélie. La dulce niña lo miraba como a un salvador, y él se aseguraba de mantener esa imagen a toda costa. Pero, bajo esa máscara de afecto, Zayn movía los hilos con precisión calculada, alimentando en la pequeña una narrativa retorcida que plantaba semillas de duda y resentimiento hacia sus verdaderos padres.—Tu papá tiene otra hija, ¿lo sabías? —le dijo una tarde mientras jugaban ajedrez en la sala de su mansión.Amélie lo miró, des
La tensión en la sala era palpable cuando el martillo del juez resonó para dar inicio al juicio. Erik y Kristen, sentados juntos, intercambiaban miradas de preocupación. Alan se encontraba de pie junto a ellos, revisando sus notas y tratando de mantener la compostura frente a la ofensiva que, sabía, no tardaría en llegar.El abogado de Margaret Jones tomó la palabra con una confianza que desarmaba.—Señor juez, estamos aquí para proteger los derechos de una menor, quien ha sido puesta en peligro debido a las acciones imprudentes de quienes ahora pretenden ser sus cuidadores. Mi cliente, Margaret Jones, ofrece un entorno estable, seguro y lleno de amor, algo que estos individuos no han podido garantizar.Las palabras del abogado resonaron como un golpe, y Alan mantuvo su expresión neutral, aunque podía sentir cómo Erik tensaba la mandíbula a su lado.—Eso no es cierto —murmuró Kristen, apenas audible.Alan levantó una mano sutilmente, pidiendo paciencia mientras se preparaba para contr
El receso había llegado a su fin, y con él, la tensión en la sala de juicio alcanzó un nuevo nivel.Kristen y Erik, sentados al lado de Alan, intercambiaron miradas de apoyo. Martha estaba sentada al frente, visiblemente nerviosa, mientras su esposo, con el rostro lleno de ira, la observaba desde el otro extremo de la sala.El juez retomó su lugar, golpeó el martillo y dirigió la atención al testimonio de Martha.—Señora Martha, recuerde que está bajo juramento. Responda con la verdad. Puede proceder, licenciado —indicó el juez a Alan.Alan se levantó con calma, mirando a Martha con seriedad pero también con empatía. Sabía que ese testimonio era crucial.—Señora Martha, usted llevó a Sofía a la casa del señor Davis. ¿Es correcto? —preguntó.—Así es, yo lo hice —respondió ella, con voz temblorosa.—¿Sabía desde un principio que la niña no era la hija biológica del señor Davis?Un silencio pesado cayó sobre la sala. Martha bajó la mirada, vacilando. Finalmente, asintió lentamente.—Sí,