Kristen cerró la puerta de la habitación de Sofía con suavidad, asegurándose de no hacer ruido para no despertarla. La niña estaba profundamente dormida, abrazada a su osito de peluche, con una expresión tranquila en su rostro que contrastaba con la tormenta que Kristen llevaba dentro. Se acercó a la cama y la miró un momento, sintiendo cómo el nudo en su pecho crecía. La quería tanto, era imposible poner en palabras lo que Sofía representaba para ella.—Te quiero, pequeña… —murmuró, acariciando su cabello con suavidad—. No voy a dejar que nada te pase, te lo prometo.Con el corazón acelerado, Kristen se sentó en la silla junto a la cama de Sofía y abrazó con fuerza las rodillas. Pensó en el juicio que se llevaría a cabo al día siguiente, en lo que estaba en juego. El miedo la envolvió, y las lágrimas comenzaron a caer. La idea de perder a Sofía, de no poder protegerla, la destrozaba. Había llegado a amarla como si fuera su propia hija. Había creído en este futuro tan diferente para e
Erik y Kristen se levantaron muy temprano. Aquel sería un día decisivo: el juicio que tanto temían, pero que finalmente había llegado. Erik, mientras terminaba de ajustarse la corbata, intentaba comunicarse con Alan. Marcó varias veces sin éxito, aunque se consoló pensando que su amigo tal vez estaba organizando los últimos detalles. Aún así, el nerviosismo lo carcomía. No sabía si Alan había logrado recuperar los archivos de la computadora, pero esperaba con todo su corazón que lo hubiera conseguido.Después de despedirse de Sofía y pedirle a Sarah que la cuidara, ambos salieron de la casa. Subieron al coche y, durante los primeros minutos del trayecto, el silencio reinó entre los dos. La tensión era tan evidente que parecía llenar cada rincón del vehículo.—Estoy muy nervioso, pequeña, no tengo ni la menor idea de cómo terminará todo esto —confesó Erik, rompiendo finalmente el silencio.—De la única manera que puede terminar, cariño —respondió Kristen con firmeza—, el juez otorgándo
El silencio en la sala fue interrumpido cuando Erik se puso de pie con decisión, aunque su mente estaba en completo caos.—Su señoría, disculpe la interrupción, pero yo… —Se detuvo abruptamente. Las palabras se atoraron en su garganta. ¿Cómo podía pedir más tiempo sin levantar sospechas o dañar el caso?El juez lo observó con una expresión severa.—Señor Davis, ¿dónde está su abogado?Erik sintió que el sudor frío recorría su frente mientras intentaba ganar tiempo.—Mi abogado… bueno, él…Antes de que pudiera completar la frase, el sonido de la puerta abriéndose de golpe desvió la atención de todos en la sala. Las miradas se dirigieron hacia la entrada, donde Alan apareció con su andar confiado y su figura imponente, abriéndose paso entre la gente.—Aquí estoy. —Su voz resonó clara y firme, mientras avanzaba hacia Erik y Kristen—. Pido una disculpa a todos los presentes por mi retraso. Tuvimos un pequeño percance, pero por fortuna ya está solucionado.Erik sintió cómo un peso enorme s
Zayn Black permanecía sentado en el amplio sillón de cuero negro en su despacho, observando las luces de la ciudad a través del ventanal. Su mente, como siempre, trabajaba sin descanso, ideando el próximo movimiento que lo acercaría a su objetivo: destruir a Erik Davis. No era solo rivalidad, era algo más profundo, más oscuro. La felicidad de Erik era un recordatorio constante de todo lo que a él le había sido arrebatado, de la vida que nunca tuvo y de las cicatrices que cargaba desde niño.En su obsesión, Zayn había identificado a su arma más poderosa: Amélie. La dulce niña lo miraba como a un salvador, y él se aseguraba de mantener esa imagen a toda costa. Pero, bajo esa máscara de afecto, Zayn movía los hilos con precisión calculada, alimentando en la pequeña una narrativa retorcida que plantaba semillas de duda y resentimiento hacia sus verdaderos padres.—Tu papá tiene otra hija, ¿lo sabías? —le dijo una tarde mientras jugaban ajedrez en la sala de su mansión.Amélie lo miró, des
La tensión en la sala era palpable cuando el martillo del juez resonó para dar inicio al juicio. Erik y Kristen, sentados juntos, intercambiaban miradas de preocupación. Alan se encontraba de pie junto a ellos, revisando sus notas y tratando de mantener la compostura frente a la ofensiva que, sabía, no tardaría en llegar.El abogado de Margaret Jones tomó la palabra con una confianza que desarmaba.—Señor juez, estamos aquí para proteger los derechos de una menor, quien ha sido puesta en peligro debido a las acciones imprudentes de quienes ahora pretenden ser sus cuidadores. Mi cliente, Margaret Jones, ofrece un entorno estable, seguro y lleno de amor, algo que estos individuos no han podido garantizar.Las palabras del abogado resonaron como un golpe, y Alan mantuvo su expresión neutral, aunque podía sentir cómo Erik tensaba la mandíbula a su lado.—Eso no es cierto —murmuró Kristen, apenas audible.Alan levantó una mano sutilmente, pidiendo paciencia mientras se preparaba para contr
El receso había llegado a su fin, y con él, la tensión en la sala de juicio alcanzó un nuevo nivel.Kristen y Erik, sentados al lado de Alan, intercambiaron miradas de apoyo. Martha estaba sentada al frente, visiblemente nerviosa, mientras su esposo, con el rostro lleno de ira, la observaba desde el otro extremo de la sala.El juez retomó su lugar, golpeó el martillo y dirigió la atención al testimonio de Martha.—Señora Martha, recuerde que está bajo juramento. Responda con la verdad. Puede proceder, licenciado —indicó el juez a Alan.Alan se levantó con calma, mirando a Martha con seriedad pero también con empatía. Sabía que ese testimonio era crucial.—Señora Martha, usted llevó a Sofía a la casa del señor Davis. ¿Es correcto? —preguntó.—Así es, yo lo hice —respondió ella, con voz temblorosa.—¿Sabía desde un principio que la niña no era la hija biológica del señor Davis?Un silencio pesado cayó sobre la sala. Martha bajó la mirada, vacilando. Finalmente, asintió lentamente.—Sí,
El trayecto hacia la mansión Davis estuvo cargado de tensión. Erik mantenía una mano en el volante, apretando los nudillos con cada pensamiento que cruzaba su mente. Kristen, sentada a su lado, trataba de mantener la calma, pero el aire en el coche estaba impregnado de preocupación.—Maldito infeliz —dijo Erik de repente, rompiendo el silencio. —Tuvo que llevar a ese borracho miserable al juicio.Kristen lo miró, tratando de apaciguarlo con su voz tranquila.—Era de esperarse, mi amor. Seguro que ese hombre era una de sus cartas fuertes. Pero por lo menos Alan logró neutralizarlo y evidenciar la clase de persona que es.Erik asintió, aunque su mandíbula seguía tensa.—En eso tienes razón, pequeña. Pero no deja de preocuparme cuál será el rumbo que tomará todo esto… y qué otras armas podrían utilizar en nuestra contra.Kristen tomó suavemente su mano, buscando reconfortarlo.—Hemos armado un buen caso, Erik. Tenemos que confiar en la justicia… y en que Dios nos ayudará. Él no puede per
La sala de audiencias estaba nuevamente llena de tensión. Erik, Kristen y Charles Davis, quien a pesar de su débil salud insistió en asistir, se sentaron con los semblantes serios, listos para enfrentar otra jornada decisiva en el juicio por la custodia de Sofía. Margaret Jones y su abogado estaban ya preparados, confiados en que las pruebas que presentarían inclinarían la balanza a su favor.El juez dio inicio a la audiencia, y el abogado de Margaret se levantó con una expresión satisfecha.—Señoría, procederé a presentar las pruebas que demuestran que el señor Erik Davis no es apto para la custodia de la menor Sofía.El abogado colocó un paquete de documentos sobre la mesa y se dirigió hacia una pantalla donde comenzó a proyectar imágenes.—Estas fotografías, junto con artículos de periódicos, revistas y publicaciones en línea, dejan en claro la conducta de “playboy” que el señor Davis mantuvo durante años. Aquí se le ve en fiestas, rodeado de personas cuya influencia claramente no