Pasaron dos meses para ser exactos, para que finalmente Emilia y Adrian pudieran volver poco a poco a su vida antes del caos con nombre Daniel Johnson. Hacía un mes que a las dos hermanas le habían dado el alta de la clínica y cada una se había ido por su lado. Valentina con su padre, siendo cuidada rigurosamente por este, y Emilia con su amado, siendo cuidada constantemente por el joven, quien no le sacó la mirada de encima 24/7. La azabache se sintió mal, sabiendo que su amado había dejado su vida de lado para ocuparse de ella ya que no podía hacer nada por si sola. Ambos sabían que estaba pendiente lo de Emma, no se habían olvidado de ello, pero hasta que no se barrieran las cicatrices de las heridas que había dejado Daniel en todos, no pudieron continuar con aquello, especialmente porque Emilia apenas podía caminar por su cuenta y Adrian no quería alejarse de su lado. Ahora ambos estaban en la puerta de la casa de su padre como habían acordado, que apenas ella se curase, volve
El tiempo pasó en la familia ensamblada y poco a poco las puntas fueron limadas hasta dejar suaves curvas de lo que fue su pasado tormentoso, ahora todo era paz y esperanza para los Sinclair. Luego de que Daniel se recuperara de la golpiza que le había dado su enemigo, el hombre creyó que volvería a las andadas, él más que nadie sabía que con la suma correcta de dinero podría comprar hasta al propio juez en su juicio. Lo que no esperó es que esta vez Adrian estuviera preparado para darle una dura batalla. Johnson no solo fue denunciado ante la justicia por secuestro e intento de homicidio, sino también por violencia doméstica y adulterio. Siendo como testigos de esto Emilia y para sorpresa de todos, Jennifer, quien no dudó en apoyar a los Sinclair para darle su merecido a su amante. Además, Adrian se había tomado el trabajo de volver a contactar a todos los dueños de las empresas que habían sido estafadas por el hombre, quienes esta vez habían tomado valor para ir al estrado y cont
-¡Imposible! ¡Nunca enviaré a mi hijo lejos!- Gritó Emilia dentro del cuarto que compartía con su esposo. -Si no llevas a ese niño a un hogar para discapacitados firmó el divorcio- amenazó el hombre tirándole los papeles a los pies de su esposa, que los agarró desconcertada, sin poder creer que hablara en serio. -¿Cómo puedes hablar así de tu único hijo?- exclamó dolida, sin poder creer que ese hombre era el mismo con quien se había casado por amor. -¡Eso ya no es mi hijo! ¡No habla! ¡Ni me mira a los ojos!- gritó con fuerza. -Baja la voz, Noah nos va a escuchar - suplicó cerrando la puerta. Daniel, un inversionista que se hizo asquerosamente rico comprando empresas en bancarrota, se rio en la cara de su esposa. -¡Tú hijo no entiende nada de lo que estamos diciendo! ¿No te das cuenta que ni siquiera responde a su propio nombre? -¡También es tu hijo!- sollozó la mujer desgarrando su garganta. El hombre negó con la cabeza, incapaz de aceptar que ese niño, que ahora estaba en su
-¡Una ronda más para todos! Toda la gente que estaba llenando el VIP de un prestigioso boliche muy exclusivo de la ciudad festejó ante el grito del rey de la noche. Todos sabían que estar cerca de Adrian Sinclair significaba diversión asegurada, alcohol gratis y si eras una bella mujer que lograba cautivarlo, una noche se sexo desenfrenado en su pent hause de soltero. La vida del joven heredero era perfecta, su vida transcurría solamente durante la noche movida de la ciudad, se conocía todos y cada uno de los lugares para la gente de su clase y todos lo saludaban con admiración cuando él entraba, especialmente los hombres jóvenes que soñaban con ser como él. Todo un Don Juan que tenía a las modelos más hermosas a sus pies. A Adrian no le importaba gastarse miles de dólares cada noche, entre copas, comida exótica, y regalos para sus amantes, además de cumplirse sus propios caprichos que consistían en relojes caros y coches último modelo, no tenía que preocuparse por nada más. C
Emilia estaba en la puerta de una gran mansión, una de esas que tienen columnas blancas como el olimpo, con unas grandes escaleras de mármol iluminadas por faroles estilo 1800. El lugar era increíble, lo recordaba como si hubiese sido ayer cuando esa familia se había convertido por un tiempo en sus tutores legales. Emilia nunca tuvo padres ni supo quienes fueron, si la abandonaron o murieron, toda esa información nunca la tuvo, a esta altura de su vida no le importaba. Pero estar en la puerta de esa gran mansión solo hacía remover cosas de su pasado que creía enterradas. -Tranquilo mi niño- susurró meciéndolo a upa suyo, protegiéndolo en sus brazos del frío de la noche. La puerta se abrió y una hermosa mujer, mucho más grande que ella, de unos 40 años, pero que se conservaba como en sus 20, la miró desde arriba, porque Emilia siempre había sido más baja que su hermanastra, claro porque no compartían ni madre ni padre y sus padres solo la habían criado por muy poco tiempo. Emilia
-Estos son los documentos que tiene que firmar para hoy a las 6 de la tarde - Una pila cayó en su escritorio. -Estos son los que tiene que revisar antes de pasar al despacho - Otra pila aún más grande cayó a su otro costado. -Estas son las solicitudes que su… hermano dejó pendientes - Una pila que sobrepasaba las dos anteriores cayó en medio peligrando en caerse encima suyo. -Y esto… -¿Aún hay más? -Bueno… Han sido largos días sin el sello del CEO de la compañía, se han acumulado muchas cosas. La secretaria intentó apoyar la pila en la mesa, pero ya no había lugar. -Mejor lo dejo en el suelo, si me necesita para algo estoy al lado señor. La joven salió huyendo de la oficina, dejando a Adrian Sinclair, el nuevo CEO de Industrias Sinclair S.A., casi tapado hasta la cabeza por pilas de papeles, carpetas y contratos. -¡Esto es una m****a!- gritó deseando tirar todos esos papeles por la ventana. “No es mala idea, quizás de esa forma se acabarían los pendientes y podría empezar
“¿En qué estaba pensando cuando dejé la casa de Rebeca?” Había sido su única posibilidad, su único refugio hasta que pudiera conseguir un sustento económico. Ahora estaba sentada sobre su propio suéter en un parque de la ciudad, su niño estaba sentado al lado de ella, absorto completamente de la realidad, sin saber que de un momento para el otro se había quedado sin padre y sin un techo donde dormir. “¿Hice bien en irme de casa así sin más?” Emilia comenzó a pensar que su decisión había sido precipitada e infantil, quizás pudo haber llegado a algún acuerdo con su esposo, que el niño recibiera ayuda de algún tipo, lo que sea para que su esposo no le obligara a llevarlo a un hogar de forma permanente. Miró a su pequeño Noah y se sintió fatal de haberle quitado al niño a su padre así sin más. -Quizás debería darle una oportunidad, capaz al ver que la casa está vacía sin nosotros, no llega a extrañar- exclamó en voz alta, esperando que su niño dijera algo, pero no pasó. -¿Quieres
-¿Se encuentra bien señor? Parece que vio un fantasma.La voz dulce y tan eléctrica de esa mujer lo sacó de sus oscuros pensamientos.La observó en silencio, era tan pequeña y tan delgada que parecía que se rompería en una briza fuerte.Su cabello era largo hasta la cintura de un color negro tan oscuro como la noche y tanta cantidad de pelo que parecía como un manto oscuro que cubría sus hombros.No sabía si era por el color de su cabello, pero su piel blanquecina resaltaba aún más. Su rostro era pequeño y redondo dándole un toque juvenil, aunque imaginó que no era tan joven como parecía, especialmente en sus grandes ojos celestes, en los que sentía que podía ver la madurez y las experiencias vividas de su largo pasado. ¿De dónde venía?¿Quién era?¿Qué cosas le gustaban?De repente quería saber mucho de ella.Esa enigmática mujer llamada Emilia era tan similar a Valentina que no sabía si podría soportar estar en la misma habitación que ella por mucho tiempo.-¿Se encuentra bien?-