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Capítulo 6 - ¿Quien eres?

-¿Se encuentra bien señor? Parece que vio un fantasma.

La voz dulce y tan eléctrica de esa mujer lo sacó de sus oscuros pensamientos.

La observó en silencio, era tan pequeña y tan delgada que parecía que se rompería en una briza fuerte.

Su cabello era largo hasta la cintura de un color negro tan oscuro como la noche y tanta cantidad de pelo que parecía como un manto oscuro que cubría sus hombros.

No sabía si era por el color de su cabello, pero su piel blanquecina resaltaba aún más.

Su rostro era pequeño y redondo dándole un toque juvenil, aunque imaginó que no era tan joven como parecía, especialmente en sus grandes ojos celestes, en los que sentía que podía ver la madurez y las experiencias vividas de su largo pasado.

¿De dónde venía?

¿Quién era?

¿Qué cosas le gustaban?

De repente quería saber mucho de ella.

Esa enigmática mujer llamada Emilia era tan similar a Valentina que no sabía si podría soportar estar en la misma habitación que ella por mucho tiempo.

-¿Se encuentra bien?- volvió a preguntar.

-Eh, Sí- respondió aclarándose la garganta- Pase por favor- exclamó haciéndose a un lado para que la joven entrara.

-Permiso- exclamó con educación.

Observó la gran mansión, era aún más hermosa que por afuera.

-Wauuuu, tiene buen gusto- exclamó anonadada.

-Gracias- respondió cortante, aún parado en la puerta mirando la espalda de Emilia.

Emilia miró por todos lados, pero no vio a quien debía cuidar.

-Eh…- exclamó confundida- ¿Dónde está…?

-Oh sí- exclamó volviendo nuevamente a la realidad.

“¿Qué le pasaba?” Estaba actuando como un idiota.

“Concéntrate Adrian, debes ser profesional”

El CEO miró hacia la mesa, donde hasta hace unos momentos Emma había estado dibujando garabatos.

-Creo que está en su cuarto, sígame- indicó.

Emilia lo siguió con su niño en brazos, que no pretendía despegarse de su madre ni por un segundo y menos con ese hombre extraño.

Adrian se asomó por la puerta, encontrando a la niña moviendo una muñeca de un lado al otro.

-Emma- exclamó sin obtener respuesta de la niña- Ella es Emilia, tu nueva niñera- la niña los ignoró- No tiene caso, no habla, no te mira a los ojos y casi no come- exclamó con fastidio.

Emilia sonrió comprensiva, luego averiguaría qué había pasado para que la niña fuera retraída, rogaba que el hombre apuesto que tenía al lado suyo no fuera el culpable.

Emilia observó al hombre y notó las grandes ojeras debajo de su rostro y una expresión de frustración.

Emilia conocía ese rostro cansado, eran días y días de luchar contra algo desconocido, aún recuerda el día en que le dijeron que su niño no sería igual que los demás, que iba a necesitar mucha más atención.

Emilia no tuvo miedo, pero al principio había sido tan agotador con todas las nuevas cosas que tenía que aprender, que varias veces casi baja los brazos.

Sonrió de lado, comprendiendo la frustración del hombre, seguramente no era la primera niñera que lo intentaba y eso habrá sido igual de agotador para la niña.

-Voy a pasar, usted quédese en la puerta por cualquier cosa- indicó la joven, acercándose lentamente a la niña.

Emilia sentó a su pequeño en el suelo, pero lejos de la niña.

-Quédate aquí Noah, voy a hablar con la señorita.

Noah no dijo nada, pero Emilia supo que estaba de acuerdo.

-Hola Emma- exclamó suavemente la joven, sin usar tonos fuertes para no asustarla-Mi nombre es Emilia, es un gusto conocerte- sonrió ampliamente.

-Vi que te gusta colorear, y por eso, te traje este cuaderno con dibujos y unos lápices de colores.

Emma sacó de la mochila de su niño un cuaderno y una caja con colores.

-Mira todos estos lápices coloridos que traje para ti.

Emma no levantó la mirada ni dijo nada.

“Es inútil” Pensó Adrian observando la escena desde la puerta.

-¿Te gusta el color azul?- preguntó la joven azabache tomando ese lápiz- Puedes sentirlo y agarrarlo si quieres, lo voy a dejar aquí- exclamó apoyando el lápiz a los pies de la niña y abriendo el cuaderno en una imagen de un cielo sin pintar, un sol sonriente y un árbol- Si algún día quieres decirme qué color te gusta más, estaré aquí para escucharte.

Emilia la miró en silencio por un momento y luego se giró hacia Adrian, el hombre se mostró tan decepcionado y cansado, que la joven pensó que la echaría en ese mismo momento.

Pero Emilia sabía que los cambios no se verían de un segundo para el otro, era un trabajo de hormiga.

La azabache escuchó ruido de lápices chocando, y rápidamente se giró hacia Emma, que aún sostenía la muñeca en una mano, pero con la otra revolvía la caja de colores.

Emilia sonrió ampliamente al ver que la pequeña niña interactuaba con lo que le había traído.

-¿Cuál te gusta más? Puedes agarrar el que quieras, Noah te los comparte.

La niña revolvió hasta que tomó el amarillo.

-Buena elección, es un hermoso color ¿Quieres pintar el dibujo?

Emilia tuvo paciencia y esperó un largo rato hasta que la niña apoyó el color en el papel y empezó a dar trazos tímidos sobre el sol sonriente.

Emilia se giró emocionada hacía Adrian, encontrándose con que el hombre estaba aún más sorprendido que ella.

“¡No puede ser” ¡Realmente respondió a esa mujer!”

Había empezado a pensar que la niña era sorda y muda, pero no, escuchaba perfectamente, solo que no tenía ganas de interactuar con él.

De repente sintió que una mochila caía de su espalda, lo había conseguido, era un avance, había esperanzas.

Adrian le hizo un gesto a Emilia para que se acercara a él.

-Voy a hablar con tu papi un segundo Emma, luego me muestras que lindo te quedó el dibujo.

Emilia le dio otro cuaderno a su hijo para que también dibujara.

Se levantó y miró la escena, a la niña no parecía incomodarle la presencia de Noah, y a él tampoco.

Sonrió emocionada y deseo tener la cámara de fotos ahí mismo para sacar una hermosa imagen de eso. Pero tenía que contenerse, tenía que mostrarse profesional.

-Eso fue… realmente yo, estoy sorprendido- finalmente dijo el CEO- realmente no tengo idea de cómo lograste eso en tan solo unos minutos con ella. Ha pasado por tantas niñeras, algunas han estado días sin conseguir que respondiera a ningún estímulo.

-Bueno… He estudiado mucho del tema, mi Noah es autista, así que me interiorice en el tema.

-Oh… ya veo- exclamó el joven millonario, dándose cuenta que el niño tenía las mismas actitudes que su sobrina.

“¿Entonces la niña era autista? ¿Jamás hablaría?” Se preguntó, pero no dijo nada.

-Realmente eres buena- exclamó con seriedad.

-Gracias, su hija es maravillosa y estoy segura que con un buen plan rutinario vamos a poder ver una evolución satisfactoria en unas semanas.

-En realidad no es mi hija.

-Oh…

-Es mi sobrina.

-Oh, ya veo ¿Qué sucedió con sus padres?

Adrian le hizo un gesto para que se alejaran del cuarto.

Ya en el comedor ambos se sentaron en la mesa.

Emilia tomó los dibujos de la niña, viendo con preocupación que eran oscuros, escondía detrás un dolor silencioso.

-Mi hermano mayor tuvo un accidente automovilístico con su esposa, murieron en el acto.

-Como lo siento.

-Está bien, no éramos muy cercanos, es más, no tenía idea de que tenía una sobrina de 5 años y que ahora se convertiría en mi responsabilidad, siendo que apenas me mira a los ojos y… No sé porque estoy contándote todo esto- exclamó nervioso. No sabía por qué, pero estar con esa mujer lo hacía sentir cómodo.

Era diferente a todas las demás mujeres, sentía que ella quería protegerla, cuidarla, podría esperar hasta el matrimonio sin acostarse con ella si así se lo pidiera.

-Al contrario, señor…

-Adrian, lo siento no me presenté, Adrian Sinclair.

-Emilia Johnson- exclamó, dándose cuenta de que había usado su apellido de casada.

“Aun no me acostumbro a la idea del divorcio” pensó.

-Le decía, que toda la información que me pueda darme de la niña va a servirme para conocerla mejor, ahora entiendo porqué está así, han sido muchos cambios para ella. Está cargando con el peso de la muerte de sus padres, sintiendo el abandono.

Adrian tragó saliva pesadamente, sintiéndose identificado con esto.

Aunque sus padres también habían muerto en un accidente, él siempre había sentido como una traición por parte de ellos, lo habían dejado solo en un mundo hostil y desde ese momento había quedado su corazón con un hueco negro que nunca sería llenado.

No quería que Emma se sintiera igual.

-Todo lo que usted sepa me lo puede decir… claro si es que piensa contratarme- preguntó nerviosa.

Adrian la observó una vez más, aún sentía su cuerpo temblar cada vez que cruzaba mirada con esa mítica mujer.

La niñera era experta en su trabajo y estaba seguro de que no encontraría a alguien mejor que ella.

Por un momento el nuevo CEO dudó de si sería una buena idea.

Sabía que, si aceptaba, los recuerdos de su pasado amoroso fallido rondarían por siempre por su cabeza, sabiendo que Emilia le haría recordar a Valentina, pero por otro lado estaba Emma y la necesitaba más que sus deseos egoístas.

-Es un trato- exclamó y extendió su mano que gustosamente la azabache estrechó animosamente.

-No se va a arrepentir- exclamó sonriendo ampliamente y Adrian sintió que se derretía.

-Eh…- comenzó a decir la joven, alejando la mano del hombre, haciendo que Adrian sintiera que le arrancaban una parte de él- Hay una cosa importante…

-Si es por el sueldo no dude en que va a ser una buena paga- exclamó temiendo que la mujer huyera y se escapara de sus manos.

-No es eso es… algo más complejo- exclamó nerviosa.

-Dígalo, lo que sea, realmente Emma la necesita.

“Y yo”

-Verá, con mi niño no tenemos un lugar donde quedarnos actualmente, han sucedido cosas que preferiría por el momento no contarle, pero créame cuando le digo que no tengo un techo donde dormir.

Adrian sintió que su corazón se hacía trizas al ver el manto de tristeza sobre la mirada azul de la joven.

“¿No tenía donde pasar la noche? ¿Qué habrá sucedido?”

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