Inicio / Romántica / Una niñera especial / Capítulo 5 - Una niñera especial para Emma
Capítulo 5 - Una niñera especial para Emma

“¿En qué estaba pensando cuando dejé la casa de Rebeca?”

Había sido su única posibilidad, su único refugio hasta que pudiera conseguir un sustento económico.

Ahora estaba sentada sobre su propio suéter en un parque de la ciudad, su niño estaba sentado al lado de ella, absorto completamente de la realidad, sin saber que de un momento para el otro se había quedado sin padre y sin un techo donde dormir.

“¿Hice bien en irme de casa así sin más?”

Emilia comenzó a pensar que su decisión había sido precipitada e infantil, quizás pudo haber llegado a algún acuerdo con su esposo, que el niño recibiera ayuda de algún tipo, lo que sea para que su esposo no le obligara a llevarlo a un hogar de forma permanente.

Miró a su pequeño Noah y se sintió fatal de haberle quitado al niño a su padre así sin más.

-Quizás debería darle una oportunidad, capaz al ver que la casa está vacía sin nosotros, no llega a extrañar- exclamó en voz alta, esperando que su niño dijera algo, pero no pasó.  

-¿Quieres volver con papi?- le preguntó, pero el niño no contestó, sin dejar de mover su autito de juguete de un lado hacia el otro en el pasto.

Emilia suspiró, sabiendo que estaba sola en su decisión.

-Vamos cariño, volvamos a casa, se acabaron las vacaciones. - exclamó decepcionada de volver con la cola entre las patas al lugar que había sido su casa y suplicarle a ese hombre que tuviera compasión por ellos y les abriera nuevamente las puertas.

Levantó a su niño en brazos y un fuerte viento levantó las hojas del parte, una de ellas se precipitó contra su rostro, pero cuando intentó quitarse la hoja de su cara, notó que era un papel, que estuvo por arrojar sin interés, de no ser porque las grandes palabras llamaron su atención al instante:

“SE BUSCA URGENTE NIÑERA TIEMPO COMPLETO, BUENA PAGA. COMUNICARSE AL NUMERO ****** Y LE ENVIAREMOS LA DIRECCIÓN”

Le había suplicado a Dios y no lo olvidaba, no dudó en que este era su mensaje, no volvería a casa con su esposo, tenía que intentarlo aunque sea, antes de resignarse a una vida con un hombre que no amaba a su propio hijo.  

-¡Su niña no habla! ¡Apenas come lo que le cocine! ¡Claramente no soy la indicada para esto!

-¡Por favor! ¡No se vaya! ¡Le pagaré el doble! ¡El triple!- suplicó el CEO tratando de que la quinta niñera en la semana no renunciara luego de frustrarse con Emma.

-¡Ni lo sueñe!- exclamó desinteresada la joven- ¡Esa niña necesita un trato especial! ¿Acaso no lo ve? No es mi especialidad.

-Por favor no me deje solo con la niña- sollozó el hombre, recibiendo un portazo como respuesta.

Apoyó su frente contra la puerta con frustración.

¡No podía ser! 5 Niñeras en una semana y no habían durado más de dos días y algunas tan solo unas horas.

-Esa m*****a niña…- murmuró.

“Lo hace a propósito, me quiere ver sufrir” Pensó a sus adentros, volviendo sobre sus pasos hasta la niña que dibujaba garabatos alborotados y desconcertantes sobre un papel.

-¿Por qué me haces esto? ¡Yo trato de ayudarte! - exclamó con preocupación, sintiendo que explotaría en ese mismo momento si la niña no le decía algo.

Pero como era desde costumbre desde que su sobrina había entrado en su vida, no le respondió ni siquiera lo miró, simplemente apretó con más fuerza el lápiz e hizo círculos negros en la hoja.

Adrian apretó sus dientes de la impotencia.

-No me das otra opción, realmente quería intentarlo contigo niñita, pero se nota que tu no me quieres- suspiró pesadamente- No me das otra alternativa que llevarte a un colegio pupilo- exclamó con dolor. De alguna extraña manera se había acostumbrado a ver a la niña todos los días en la casa, aunque ella fingiera que él no existía, había soñado con escuchar su dulce voz llamarlo “Tío” o “Adrian” ¡Lo que sea! Pero nada, y no podía hacer más al respecto. Antes de llevarla a una familia desconocida que la asistente social elegiría, prefería encargarse económicamente de su educación, pagando los mejores especialistas en eso y poder visitarla de vez en cuanto-

La niña no respondió y Adrian no tuvo más opción.

-Voy a preparar tus cosas Emma…- exclamó aún esperando a que la niña conteste.

Estuvo a punto de tomar el bolso de Emma cuando el timbre sonó.

Miró la hora, ya era bastante tarde y no recordaba si era el día de la visita de la asistente social.

Se acercó al comunicador, rogando que no sea esa tétrica señora.

-¿Hola?

-¡Hola!- una voz dulce y femenina se escuchó del otro lado- Vi el anuncio de que buscaba niñera, me pasó la dirección a mi teléfono…

-Ah sí…- exclamó desganado el hombre- Ya es tarde para eso- dijo desanimado. No quedaba más tiempo para que Emma se adaptara a una nueva niñera.

-Oh…- exclamó desilusionada la azabache- ¿Ya encontró a otra niñera?

-No…- exclamó el hombre, sin entender porque aún estaba hablando con la mujer desconocida, pero algo dentro de él le decía que no se detuviera, de alguna forma extraña la voz de esa mujer le resultaba familiar, como una sensación de hogar- En realidad no, ya lo he intentado con 5 niñeras, pero el tiempo se acabó. Agradezco tu tiempo, puedo pagarte los viáticos ya que tuvo que viajar hasta aquí en vano.

-Espere…- exclamó con seguridad la joven- Deme una oportunidad, sé que no me conoce y quizás las demás chicas le dijeron lo mismo, pero soy experta en niños.

-Es que ella es… especial, de alguna forma…

-Entonces quédese tranquilo que yo soy la indicada para el trabajo.

Adrian lo pensó por un momento y se giró hacia la niña que aún seguía dibujando.

No perdía nada con intentarlo una última vez antes de que se tuviera que despedirse de la niña. Se lo debía, Emma había perdido a sus padres y aunque él no extrañase a su difunto hermano, sabía que la niña sufría en silencio por la pérdida.

-Está bien- suspiró derrotado- Entre.

Emilia escuchó un clic y las puertas se abrieron solas de par en par.

Entró tímidamente y caminó por un largo camino de piedras redondas que atravesaba un inmenso jardín que llevaba hacia la entrada, poco a poco en su vista apareció una gran mansión, casi se le cae la quijada al ver semejante estructura similar a un castillo.

Su casa, donde había vivido con su esposo, había sido un hogar lujoso, pero esto…. Era de otro planeta.

-Esta gente sí que lo tiene todo- Le dijo a su niño, quien se abrazaba con fuerza a su cuello.

Finalmente llegó a la puerta y con seguridad la tocó.

Rápidamente las puertas se abrieron, mostrando la silueta de un hombre de más de 1.80 que poco a poco se dibujó frente a ella.

Emilia quedó sin habla al ver lo guapo que era, pero se contuvo, manteniendo la formalidad.

El hombre pareció perder el color de su rostro moreno, quedando completamente pálido.

-¿Valentina?- exclamó estupefacto.

-¿Eh?- respondió confundida- N-no, mi nombre es Emilia y él es Noah.

Adrian miró al niño y miró nuevamente a la joven de piel blanca como la nieve y el cabello negro como la noche.

“Es tan parecida…” Pensó en su cabeza.

Pero su ex novia tenía el cabello rojo como el fuego y su mirada era distinta, penetrante e inquietante de esas miradas que te hacen aflojar las rodillas.

En cambio, esta joven que era sorprendente igual a Valentina, tenía una mirada dulce, maternal, que le hizo latir con fuerza su corazón.

“¿Realmente vas a contratar a una niñera a la que vas a tener que ver todos los días de tu vida y que es igual a la mujer que te rompió el corazón?”

Adrian no supo qué responder a la vocecita de su cabeza.

Pero, aunque sea, tenía que intentarlo.

Ella no era Valentina.

No podía pasar nada malo, no podía enamorarse de ella solo porque fuera igual que su ex.

¿No?

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo