Emilia estaba en la puerta de una gran mansión, una de esas que tienen columnas blancas como el olimpo, con unas grandes escaleras de mármol iluminadas por faroles estilo 1800.
El lugar era increíble, lo recordaba como si hubiese sido ayer cuando esa familia se había convertido por un tiempo en sus tutores legales.
Emilia nunca tuvo padres ni supo quienes fueron, si la abandonaron o murieron, toda esa información nunca la tuvo, a esta altura de su vida no le importaba.
Pero estar en la puerta de esa gran mansión solo hacía remover cosas de su pasado que creía enterradas.
-Tranquilo mi niño- susurró meciéndolo a upa suyo, protegiéndolo en sus brazos del frío de la noche.
La puerta se abrió y una hermosa mujer, mucho más grande que ella, de unos 40 años, pero que se conservaba como en sus 20, la miró desde arriba, porque Emilia siempre había sido más baja que su hermanastra, claro porque no compartían ni madre ni padre y sus padres solo la habían criado por muy poco tiempo.
Emilia se había enterado que sus tutores habían muerto por la vejez y que todo se lo había quedado su única hija Rebeca, ella no iba a recibir nada porque nunca habían llegado a adoptarla, apenas había cumplido 18 años, había tomado su propio camino, sin pedirles ni un solo centavo y agradeciendo el techo y la comida mientras estuvo viviendo allí.
-Hola Rebeca- exclamó sonriente.
La mujer, que por un momento pareció no haberla recordado, finalmente lo hizo.
-¿Emilia?- exclamó sorprendida.
La nombrada asintió, haciendo fuerza para seguir soportando a su hijo en brazos, ya le pesaba luego de la larga caminata hasta la casa.
-¿Puedo pasar Rebeca?- casi que suplicó y finalmente su hermanastra miró al niño que estaba a cuestas de Emilia, que se chupaba el dedo mirando a un punto fijo a lo lejos.
La mujer ocultó muy bien su desconcierto y su desprecio al ver al niño, que era muy grande para seguir haciendo eso y se hizo a un lado, dejando pasar a la joven.
-No nos vemos desde hace años…- comenzó a decir la hermosa mujer.
-Sí, dejaste muy en claro que no me querías cerca de tu herencia- dijo con normalidad haciendo que la mujer se riera.
-Y cumpliste. Entonces ¿Por qué estás aquí hoy?- dijo sentándose de forma elegante en su sillón de cuero blanco y tomando una copa de vino entre sus delgados dedos, cruzándose de piernas y mirando con superioridad a su hermanastra, sin siquiera ofrecerle un asiento.
Emilia ignoró su actitud descortés, Rebeca siempre había carecido de modales.
-Porque necesito de tu compasión- dijo perdiendo la dignidad.
La mujer sonrió divertida, regocijándose de su poder ante la mujer desesperada.
-¿Quieres que abra mi corazón para ti y tu hijo?
-Rebeca… sé que el poco tiempo que estuve aquí no me querías, yo esperaba encontrar en ti una hermana, pero comprendí que no sería así, por eso respeté que no me quisieras, yo era una desconocida para ti, que de repente estaba en tu casa y tomando la atención tus padres… y lo entiendo. Pero ahora tengo un niño a quien proteger.
La mujer volvió a mirar al pequeño que no se bajaba de los brazos de su madre.
-Y estoy desesperada.
-¿Qué pasó con el hombre que te salvó de la pobreza? ¿Qué te dio un hogar y una vida de lujos?- dijo con un tinte de celos, ya que ella nunca había tenido suerte con los hombres, tenía dos hijos, pero de distintos matrimonios.
-No estamos bien…- dijo sin querer entrar en detalle.
La mujer sonrió un poco más, sintiéndose bien de que su joven y hermosa hermanastra ya no tuviera su vida perfecta de cuentos de hadas.
-¿Qué dices?- preguntó impaciente- ¿Me ayudas?
La mujer fingió pensarlo un momento.
-Mmmm
Emilia supo que tenía que soportar la humillación de la mujer, besar sus pies, hacerla sentir que era una heroína para ella.
-Está bien.
La azabache finalmente liberó el aire que tenía contenido hace tiempo en sus pulmones.
-Gracias Rebeca, enserio muchas gracias.
Rebeca se levantó del sillón con elegancia y rodeó a la mujer, cambiando alrededor suyo, como si la examinara.
-Sabes… Justo hace unos días mi empleada doméstica se embarazó. Y la verdad que es agotador encontrar a una nueva empleada, el papeleo es engorroso, tú sabrás.
Emilia sabía a qué quería llegar con eso Rebeca, y también sabía que la mujer quería que ella misma se ofreciera.
-¿Quieres que te ayude con los quehaceres de tu casa?- exclamó rendida.
-Oh Emilia, eres la mejor.
-¡Emilia! ¿Para cuándo vas a traer el té?- gritó Rebeca desde su jardín, donde estaba conversando con sus amigas de la aristocracia.
La azabache suspiró desde la cocina, tomando la bandeja con la tetera y las tazas.
Habían pasado casi dos semanas desde que Emilia se había convertido en la sirvienta de Rebeca 24/7, limpiando toda la casa, cocinando para ella y sus dos niños malcriados, llevándolos al colegio y hasta ayudándolos a hacer la tarea.
La joven no daba más, soportaba con fuerza sobrehumana los tratos crueles de su hermanastra.
“Todo sea por Noah” Se dijo así misma.
-¡Al fin niña!- gritó la mujer cuando Emilia llegó con la bandeja de la merienda- mis amigas están muertas de sed.
La joven les sirvió en silencio a cada una, mientras la miraban de arriba abajo sin disimulo. La joven sabía que estaban disfrutando de que llevara puesto su traje de mucama que Rebeca había insistido que debía usar.
“Como todos los demás empleados” Había dicho.
-Ella es Emilia, mi querida hermanastra.
-¡Ya veo!- se rió una de las mujeres- Que buena persona eres Rebeca al ayudar a los más necesitados.
-Sí, me rompió el corazón cuando vino una noche de lluvia suplicándome porque la ayudara con su pobre niño enfermo en brazos.
-Ay pobrecita.
-¿Necesita algo más señora?- preguntó desesperada la joven, quería huir ya mismo de ahí, no sabía cuántas humillaciones más soportaría.
-Nada más querida. Puedes descansar.
-Gracias señora- se inclinó y dio media vuelta.
Mientras se alejaba comenzó a escuchar lo que decían por lo bajo las crueles mujeres.
“¿De dónde la sacaste?”
“Ya te dije, mis papás la encontraron en un orfanato y les pareció buena idea traerla a casa”
“Uff lo que habrá sido eso para ti”
“Si, era un animal, no tenía educación, a mí me daba miedo dormir con la puerta abierta, la trababa con cerrojo por las noches”
“Lo bien que hiciste”
Emilia prefirió ignorar los comentarios, centrándose en su objetivo principal, que su niño estuviera bien, tuviera un techo y una comida.
Lo bueno de que Rebeca estuviera con sus amigas igual de superficiales que ella, era que le había dado el día libre y podía pasar la tarde con su pequeño.
Entusiasmada, corrió a su encuentro.
-¿Cariño?- exclamó la joven mientras subía las escaleras, había dejado a su pequeño en el cuarto de servicios que le había dado Rebeca.
Pero cuando entró al cuarto, esperando encontrarse con Noah jugando con sus muñecos tranquilamente, vio lo peor.
-¡Noah!- gritó en shock al ver que los hijos bravucones de Rebeca estaban prácticamente torturando a su pequeño- ¡Aléjense de él!- gritó con fuerza.
Los dos niños tenían a Noah en el suelo, uno tirándole de los pelos como si fuera un juguete que romper y el otro pellizcando sus piernas con malicia, que ahora estaban llenas de ronchas.
Noah tenía las manos en sus oídos y sus ojos cerrados con fuerza, tratando de alejarse de la realidad una vez más.
Emilia no pensó en que eran dos niños pequeños cuando los empujó con fuerza quitándolos de encima de su hijo.
-¡Malditos demonios!
-¡¿Qué estás haciendo psicópata?!- gritó Rebeca desde la puerta, al ver lo que había hecho Emilia.
La azabache cargó a su niño y lo abrazó con fuerza protegiéndolo.
-¡Mami mami! ¡La sirvienta nos golpeó!- gritaron los niños corriendo a las piernas de su madre, fingiendo llorar.
-¡Eso no es cierto! Ellos estaban lastimando a Noah.
-¡Ese niño es raro! ¡Asusta a mis niños!
-¡No le hace daño a nadie!
-Estoy segura de que cuando no le ves ese engendro lastima a mis hijos.
-¡No te permito que hables así de mi hijo!
Gritó perdiendo los estribos, tomando su bolso y corriendo hacia la puerta.
-Muévete ya mismo o te juro que no voy a dudar en matarte con mis propias manos y frente a los dos demonios que tienes de hijo- amenazó apretando los dientes con fuerza y clavándole la mirada más despiadada que había hecho en su vida.
Rebeca se escandalizó, corriéndose a un lado y dejando pasar a Emilia que bajó echando humo las escaleras.
Las amigas de Rebeca se amontonaron estupefactas al principio de la escalera viendo como su amiga había sido humillada por la empleada doméstica.
-¡Yo sabía que adoptarte fue la peor idea que tuvieron mis padres! ¡Eres una mujer vulgar y ordinaria! ¡Por eso tu marido te dejó!
Las mujeres gritaron un “Ohh” sorprendidas.
Emilia estuvo a punto de irse sin decir más nada, para desaparecer por siempre de su vida. Pero no, esta vez no huiría en silencio, dejó a su niño en el suelo y se agachó a su altura.
-Pequeño, cierra los ojos y tápate los oídos- ordenó con dulzura.
El niño obedeció a su madre y Emilia volvió sobre sus pasos a enfrentar a la mujer.
-¿Vienes a pedirme piedad y que te deje vivir en mi casa? ¡Entonces bésame los pies y pídeme perdón!
Emilia sonrió con una expresión diabólica.
-No sabes cuánto he deseado hacer esto- sentenció para luego propinarle un fuerte cachetazo a la mujer.
Su rostro se contorsionó hacia un costado y cayó seca contra el suelo, como una muñeca de trapo.
Las amigas de Rebeca gritaron “Ohh” Nuevamente y hasta una se rio entretenida por el drama.
Emilia tomó su bolso y levantó a su niño en brazos.
-Nunca debí venir a pedirte ayuda, sigues siendo la misma mujer vacía de siempre, fue mi culpa al creer que cambiarías. Púdrete en tu asquerosa mansión Rebeca- escupió a la mujer que aún estaba en shock sosteniendo su mejilla roja para luego cerrar la puerta con fuerza.
-Nadie más va a tratar con desprecio a mi niño.
-Estos son los documentos que tiene que firmar para hoy a las 6 de la tarde - Una pila cayó en su escritorio. -Estos son los que tiene que revisar antes de pasar al despacho - Otra pila aún más grande cayó a su otro costado. -Estas son las solicitudes que su… hermano dejó pendientes - Una pila que sobrepasaba las dos anteriores cayó en medio peligrando en caerse encima suyo. -Y esto… -¿Aún hay más? -Bueno… Han sido largos días sin el sello del CEO de la compañía, se han acumulado muchas cosas. La secretaria intentó apoyar la pila en la mesa, pero ya no había lugar. -Mejor lo dejo en el suelo, si me necesita para algo estoy al lado señor. La joven salió huyendo de la oficina, dejando a Adrian Sinclair, el nuevo CEO de Industrias Sinclair S.A., casi tapado hasta la cabeza por pilas de papeles, carpetas y contratos. -¡Esto es una m****a!- gritó deseando tirar todos esos papeles por la ventana. “No es mala idea, quizás de esa forma se acabarían los pendientes y podría empezar
“¿En qué estaba pensando cuando dejé la casa de Rebeca?” Había sido su única posibilidad, su único refugio hasta que pudiera conseguir un sustento económico. Ahora estaba sentada sobre su propio suéter en un parque de la ciudad, su niño estaba sentado al lado de ella, absorto completamente de la realidad, sin saber que de un momento para el otro se había quedado sin padre y sin un techo donde dormir. “¿Hice bien en irme de casa así sin más?” Emilia comenzó a pensar que su decisión había sido precipitada e infantil, quizás pudo haber llegado a algún acuerdo con su esposo, que el niño recibiera ayuda de algún tipo, lo que sea para que su esposo no le obligara a llevarlo a un hogar de forma permanente. Miró a su pequeño Noah y se sintió fatal de haberle quitado al niño a su padre así sin más. -Quizás debería darle una oportunidad, capaz al ver que la casa está vacía sin nosotros, no llega a extrañar- exclamó en voz alta, esperando que su niño dijera algo, pero no pasó. -¿Quieres
-¿Se encuentra bien señor? Parece que vio un fantasma.La voz dulce y tan eléctrica de esa mujer lo sacó de sus oscuros pensamientos.La observó en silencio, era tan pequeña y tan delgada que parecía que se rompería en una briza fuerte.Su cabello era largo hasta la cintura de un color negro tan oscuro como la noche y tanta cantidad de pelo que parecía como un manto oscuro que cubría sus hombros.No sabía si era por el color de su cabello, pero su piel blanquecina resaltaba aún más. Su rostro era pequeño y redondo dándole un toque juvenil, aunque imaginó que no era tan joven como parecía, especialmente en sus grandes ojos celestes, en los que sentía que podía ver la madurez y las experiencias vividas de su largo pasado. ¿De dónde venía?¿Quién era?¿Qué cosas le gustaban?De repente quería saber mucho de ella.Esa enigmática mujer llamada Emilia era tan similar a Valentina que no sabía si podría soportar estar en la misma habitación que ella por mucho tiempo.-¿Se encuentra bien?-
“¿No tenía donde pasar la noche? ¿Qué habrá sucedido?”Miles de escenas aparecieron en su mente, una peor que la otra y sintió una energía protectora nacerle desde dentro. No permitiría que le pasara nada a esa frágil mujer y a su niño. -Y pensaba que…-Si.-sentenció Adrian.-Pero si todavía no dije…-Quiere un lugar donde dormir, y yo tengo miles de habitaciones juntando polvo, no tiene que decirlo, mi casa es su casa- respondió rápidamente, deseando no arrepentirse de compartir techo con esa hermosa mujer.-Señor Sinclair realmente no sé…-Dime Adrian-Adrian… realmente no sé cómo agradecerle este gesto.-No se preocupe, con ayudar a Emma estoy más que agradecido.Emilia asintió emocionada y quiso abalanzarse sobre ese apuesto hombre que había sido enviado por los mismísimos ángeles a salvar su trágica situación.Emilia lo observó con admiración y por primera vez notó lo hermoso que era, aún con ojeras y todo.El apuesto tío de Emma tenía el pelo corto en rizos castaños perfectam
Adrian salió completamente derrotado de la empresa de su difunto hermano y de la que ahora debía hacerse cargo.Sintió que una nube gris lo seguía hacia todos lados y que estaba a punto de estallar encima de él en una lluvia torrencial, representando lo fracasado que se sentía en ese momento.-Soy el peor CEO del mundo- exclamó entrando con su coche último modelo al largo camino de su jardín hasta su gran mansión.“Ninguno de esos malditos idiotas vestidos de traje me tomó en serio”“Pude ver en sus caras sus expresiones de incredulidad cada vez que opinaba sobre cómo manejar los problemas de la empresa”-Estoy seguro de que apenas salí de la sala de reuniones empezaron a complotar contra mí- exclamó golpeando con frustración el volante del coche.Para Adrian no era una novedad sentirse no escuchado, desde niño siempre había sido la sombra de su perfecto y dotado hermano.Él lo tenía todo, los aplausos de sus padres cada vez que sacaba buena nota en su colegio para nerds, el orgullo d
La familia ensamblada ya había terminado la cena que Emilia preparó, ya era hora de dormir. Emilia acostó a Emma en su cama, la niña se había quedado completamente dormida luego de la cena, y la llevó a cuestas hasta su habitación. La joven azabache salió del cuarto de la niña, encontrándose con Adrian. -¿Se ha dormido? -Shhh, baja la voz- murmuró. -Lo siento. Emilia bajó al piso a la planta baja, encontrándose con su niño dormido en el sillón, lo tomó en sus brazos y se volteó hacia el CEO. -Creo que debería llevarlo a la cama- exclamó incómoda de tener que pedirle una. -Oh si claro, por aquí- indicó mientras subía las escaleras seguido por detrás por la joven. Llegaron a una habitación. -Lo siento, prometo decorarla para el niño, pero por esta noche creo que está bien- exclamó mostrándole un cuarto minimalista, acorde a cualquier tipo de huésped. -Es perfecto, no tienes por qué. - exclamó dejando a su niño en la cama. -Pero quiero, es lo menos que puedo hacer por todo l
-Ya le dije, el señor Sinclair está en una reunión importante y no puede ser interrumpido- exclamó la recepcionista.Emilia estaba con su niño en brazos hacía más de media hora, en su otra mano llevaba la bolsa de comida que había preparado y con Emma arrastrándose por el piso sin dejar de llorar un segundo. La niña estaba roja como un tomate.“A este punto seguramente le duele la cabeza” Pensó preocupada.La solución estaba solo a unos pisos de arriba, necesitaba llegar allí, necesitaba llegar a Adrian.-Entiendo que sea su trabajo impedir que la gente pase y la respeto por eso- comenzó a decir tratando de no perder los estribos e intentando ganarse a la mujer.-Pero si no me deja pasar me voy a quedar aquí hasta que el Señor Sinclair baje por su sobrina y le aseguro que la niña no va a dejar de llorar hasta que él esté aquí.La mujer puso cara de disgusto, mirando por sobre la mesa de la recepción a la niña que no paraba de gritar.Luego miró a la gente que pasaba por el hall con e
-¿Se conocen?- exclamó confundido Adrian. Pero su pregunta se perdió en el aire denso que se había formado entre Emilia y Daniel. El joven castaño no entendía cómo ese empresario tan poderoso conocía a Emilia, simplemente no podía hacer la conexión. -¿Qué haces aquí?- finalmente dijo la azabache, ignorando la pregunta de Adrian y abrazando con fuerza a su niño. Bajo la mirada de desconcierto del joven. Emilia retrocedió como un animal en peligro. Daniel se levantó de golpe del asiento, y automáticamente el CEO también lo hizo. -No ¡Tú qué haces aquí Emilia!- exclamó perdiendo los estribos por un segundo. -¿Qué está pasando aquí?- exclamó Adrian, recuperando la atención de ambos. Daniel miró al CEO, y recordó que estaba en medio de una reunión importante. Una sonrisa amplia de dientes blancos y brillantes se dibujó en su rostro. -Señor Sinclair, ¿Esa es su sobrina?- dijo dulcemente- Hola niña…¿Cómo te llamas?- exclamó agachándose a la altura de Emma, pero la niña no dudó en esc