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2. Mi hijo no va a morir.

Por fin habían quedado claras las cláusulas de su contrato y lo primero que Jeremy hizo fue pedir el traslado de aquella mujer a una de las suites del hospital, su esposa no podía permanecer en aquel cuartucho pequeño y mucho menos sus hijos.

¿Qué pasaría si se filtraba a la prensa que él había permitido aquello? Tenía una imagen que mantener, de hechó esa era una de las razones de que le hubiera propuesto ese trato a una desconocida.

Tras asegurarse de que aquella mujer estaba en las condiciones óptimas y adecuadas, se fue a hablar con el director del hospital para que reuniera a todo el personal que había atendido ambos partos y todo el que supiera la realidad de cómo fueron las cosas.

Seis personas en total, seis eran demasiadas para un secreto como aquel, en su experiencia, que dos personas fueran conscientes de un secreto ya eran demasiadas, seis era un riesgo que preferiría no correr, aun así, Jeremy no dudó en ofrecerles grandes sumas de dinero a todos si accedian a firmarle un contrato de privacidad y arreglar todos los papeles correspondientes para que su historia cuadrara y tuviera sentido.

Solo cuando todo fue solucionado, Jeremy se retiró a su casa y lloró a su esposa durante toda la noche, sabiendo que al día siguiente, a primera hora de la mañana, sería enterrada en una tumba cualquiera, sin reconocimiento o más título que su nombre de soltera, pero al fin y al cabo, por lo que él sabía Marie, había muerto sin familia alguna más que él.

Odiaba tener que hacerlo así, odiaba no darle el conocimiento que merecía como la auténtica y la primera señora Duncan, pero entonces nada de lo que hacía tendría sentido, al fin y al cabo hiciera lo que hiciera, Marie no volvería a respirar.

************

Aquella mañana, mientras Eva amamantaba a su hija, la enfermera intentaba darle el biberón al pequeño Airon sin éxito alguno, el niño tan solo lloraba y ella caminaba de un lado al otro de la habitación, parando a ratos solo para intentar alimentarlo de nuevo, pero en lugar de conformarse parecía todavía más enojado y lloraba mucho más fuerte.

— ¿Todavía no quiere comer?— la voz de Jeremy entrando por la puerta interrumpió la escena y el pequeño bebé calló de repente al escucharlo.

— Tal vez debería probar usted — aseguró la enfermera mientras él negaba, por nada del mundo tocaría a ese bebé y menos en ese momento en el que acababa de enterrar a Marie y, con ella, cualquier tipo de sentimiento parecido al amor que hubiera tenido jamás por nadie. Esa noche no solo había muerto Marie, también su capacidad de amar.

— Si no come deberán intubarlo, ese niño no puede morir.— Advirtió observando a la enfermera con mirada severa. Era su heredero y le había salido muy caro, la mujer que amaba había dado su vida para que él existiera.

Eva no pudo evitar prestar atención a lo que ocurría a un par de metros de ella, entre la enfermera y su ahora esposo.

—Mi hijo no va a morir— mencionó ella levantándose de la cama y caminando hasta donde se encontraban Jeremy, su casi esposo, se había dado cuenta de que él se negaba a tomar al niño en brazos, pero eso iba a cambiar, ella haría que se acostumbrara a tomar a un bebé en brazos.

Tras cerciorarse de que su hija ya estaba totalmente saciada, la llevó hasta donde se encontraba su casi esposo.

—Por favor, toma a nuestra hija en brazos, mientras la enfermera me da a nuestro pequeño Airon, él solo debe querer que mami lo amamante— Eva le sonreía esperando que extendiera los brazos, para poder darle a la pequeña bebé.

— Pero yo no sé cómo debo sujetar a un…— Eva ni siquiera lo había dejado terminar y ya había puesto a esa niña en sus brazos, algo que Jeremy no tenía previsto hacer, algo que le creaba incertidumbre, haciendo que él se sintiera completamente torpe, por lo que decidió sentarse para que al menos no se le cayera al suelo.

— Señora le acaba de subir la leche, no tendrá leche para dos niños — explicó la enfermera observando todo, aquella mujer apenas tenía algo de calostro mezclado con leche, aun así, no le importaba compartir con el otro niño que ni siquiera era suyo.

—Lo tendré, cuanto más mamen los bebés, más leche tendré, además no puedo soportar escuchar como mi bebé llora de hambre— Eva no podía explicarlo, pero después de ver al hijo, que ella debía de criar junto a su hija, se enamoró perdidamente de ese niño, tan pequeñito e indefenso, que supo que no podía hacer jamás distinción entre su pequeña Anya y Airón, el hijo de su esposo.

Tomó al pequeño entre sus brazos y caminó con él para sentarse justo a un lado de la cama donde se encontraba Jeremy cargando a la pequeña.

—Ves como si sabes hacerlo, y a ella le gusta que papá la cargue, ves como ni siquiera extraña mis brazos.

Pese a penas tener un día de conocer al hombre, Eva le hablaba a Jeremy de frente sin ningún tipo de miedo.

Sin ser consciente de ello, Jeremy sonrió, era una hermosa niña, y ella no había tomado ninguna vida para nacer, ella era pura e inocente y se merecía todo el cariño que esa mujer pudiera darle, por un instante se sintió culpable de hacerla compartir algo que era solo suyo por derecho con su hijo, el que para nacer se había llevado la vida de alguien más y no merecía nada de lo que él le había comprado.

— Sí, supongo que no es tan difícil — murmuró Jeremy justo después de hablar, la niña empezó a llorar y revolverse ansiosa, pero incluso el sonido de ella le parecía más dulce y más agradable que el llanto de su propio hijo que le resultaba estridente y le causaba rechazo.— ¿Qué le pasa? — Preguntó algo confundido, no sabía nada de bebés.— ¿Le duele algo?

— Tiene hambre— aseguró la enfermera algo malhumorada, acercándose a él y pasándole el biberón que había preparado para el niño — Si la madre va a compartir la lactancia entre los dos bebés, necesitará un poco de refuerzo los primeros días — explicó — luego deberán retirarles el refuerzo poco a poco para que la leche suba en la cantidad necesaria para ambos, si no le retiran el refuerzo no subirá como se debe.— tras decir aquellos salió de la habitación para caminar hasta la nursería y preparar otro biberón para el otro niño, tal vez si la madre se lo daba después de amamantarlo este sí lo recibiría.

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