Advertencias y preguntas

— ¡No soy tu prima, ¿me oíste? — exclamó Déborah.

— ¡Eso lo sé, pero al ser familia de mi esposo, pasas a serlo, pero ahora entiendo porqué deseas meterte bajo sus sábanas! — dijo Sylvia— no respetas sangre familiar.

—¡Tú nunca serás familia mía!— dijo la prima— ¡Solo eres una arribista!

— ¡Me parece, que la que está desubicada eres tu querida, la arribista acá eres tú,— dijo Sylvia— yo soy la dueña de esta casa, porque soy la esposa de Hafid Aziz, hablaré con él para que lo oigas de su boca.

Sylvia se levantó y se dirigió a la puerta para salir, la conversación había terminado, Déborah se levantó de inmediato y dijo:

— ¡Espera por favor, no hables con Hafid!— ella bajó la guardia y habló suave— te pido disculpas por ser tan grosera, lo siento.

Sylvia la vió con recelo, no confiaba en ésta mujer, pero decidió aceptar las disculpas, por los momentos.

— Está bien, acepto tus disculpas, pero recuerda que aún estás a prueba— dijo Sylvia— ¡A la primera te atendrás a las consecuencia
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