Royal estaba en su oficina, revisando unos documentos importantes, cuando el sonido de su teléfono interrumpió su concentración. Luego, miró la pantalla y vio el nombre de Kisa. —Maidana —pronunció él.La voz femenina al otro lado respondió vacilante.—Señor Fankhauser...—Estaba esperando tu llamada —agregó Royal. Kisa respiró profundo antes de soltar las palabras que habían estado pesando sobre ella.—Ya tomé una decisión. Voy a aceptar la propuesta, así que solo dígame qué tengo que hacer.Por un momento, hubo un silencio lleno de significado. Royal asintió con una sonrisa que denotaba tanto triunfo como satisfacción.—Excelente decisión, Maidana —alegó.A partir de ese momento, todo se desarrolló con rapidez. Al día siguiente, siendo un sábado de mañana, Royal canceló todos sus compromisos laborales. No fue a la empresa ni se involucró en ninguna reunión, dedicando el día completo a algo más importante: supervisar personalmente la mudanza de Kisa y de recibirla en la mansión.Ki
Magalí lo miró con escepticismo, pero él continuó.—Es un milagro que Coral haya conectado tan rápido con alguien. Esa mujer es una buena persona, alguien con un corazón noble, y no voy a negarle las puertas de mi casa a alguien que ama y protege a mi hija.Magalí se llevó las manos al rostro, exasperada. No podía aceptar las palabras de Royal, no podía creer que él no viera las implicaciones de lo que estaba haciendo.—Esto es increíble —murmuró, antes de alzar la voz nuevamente—. ¡Tú no me estás dando mi lugar, Royal! Ni siquiera me explicas nada. No te estoy diciendo que tengas que pedirme permiso para traer a quien quieras a tu casa, pero al menos podrías contármelo, ¡podrías decirme algo! ¿Por qué no me lo dijiste antes?Royal suspiró, visiblemente cansado de la conversación, pero Magalí no había terminado.—Me haces sentir que no significo nada para ti —continuó ella, con su tono cargado de resentimiento—. Ni siquiera consideras incluirme en tus decisiones. Nunca me dices lo que
Regina arqueó una ceja, mirando fijamente a Royal, con una intensidad que parecía atravesarlo.—No olvides que yo también vivo en esta casa, Royal. Tengo derecho a opinar sobre quién viene a vivir aquí y quién no.—Magalí me hizo el mismo reproche —replicó el hombre, respirando hondo para no perder la paciencia—. Y no necesito que ambas me cuestionen por lo mismo.—No sé qué tipo de problemas tengas con tu novia —replicó Regina con seriedad—, pero lo que te estoy diciendo no tiene nada que ver con ella. Yo soy tu madre, Royal. Y, como tu madre, también tengo voz en esta casa. No actúes como si yo no existiera.Royal desvió la mirada y exhaló pesadamente, pero antes de que pudiera interrumpirla, Regina siguió hablando.—Tu padre, antes de morir, dejó claro en su testamento que esta casa estaría a tu nombre. Y sí, es cierto, esta es tu casa por derecho, porque eres el hijo mayor. Pero yo sigo viviendo aquí. Y mientras lo haga, lo que yo piense también importa.Royal la contempló irritad
Marfil continuó su recorrido por la casa, fascinada y un poco abrumada por su inmensidad. Cada pasillo parecía un laberinto y cada habitación era muestra de un lujo desmedido. Le tomó mucho tiempo explorarlo todo: la cocina, la sala, los baños y hasta los rincones menos transitados, hasta que finalmente llegó al patio.El lugar era amplio y estaba decorado con un gusto exquisito. Había plantas perfectamente cuidadas, una fuente que dejaba caer agua con un sonido relajante y varias sillas dispuestas bajo un parasol. Allí, Marfil notó una figura femenina que estaba hablando por teléfono.Era una joven que irradiaba un aire despreocupado y confiado. Su cabello castaño con destellos rubios brillaba bajo la luz del sol. Era liso y caía justo por encima de sus hombros en un corte moderno que enmarcaba su rostro. Sus ojos, de un color marrón claro que parecía acercarse al ámbar, destacaban en su piel ligeramente bronceada, como si hubiera pasado un tiempo reciente en la playa. Vestía un vest
Los días transcurrieron con una extraña calma en la mansión. Kisa había logrado instalarse por completo en su nuevo hogar y se adaptaba poco a poco a su rutina. Las mañanas estaban dedicadas a su trabajo en la empresa, donde se esforzaba por cumplir con sus responsabilidades, y las tardes las pasaba con Coral, cuidándola y tratando de ganarse su confianza. Su vida ahora giraba en torno a la niña y cada vez sentía un compromiso mayor con ella. Sin embargo, algo no dejaba de inquietarla: los moretones que Royal le había comentado.Kisa no podía ignorar dicho acontecimiento y, aunque no lo mencionaba directamente, buscaba la manera de que Coral se abriera y le confesara si alguien le había hecho daño. Evitaba confrontarla de forma brusca, pues sabía que la niña era reservada y que cualquier presión podría hacer que se cerrara aún más. En cambio, utilizaba un enfoque sutil.—Oye, Cori, ¿alguna vez... has tenido algún problema con alguien de la mansión? —le preguntó una tarde mientras juga
Días después de que Kisa se instaló en la mansión, los almuerzos se volvieron un momento exclusivo entre ella y Coral. Antes, Coral solía compartir la mesa con Magalí, pero Kisa pronto notó lo incómoda que la pequeña se sentía en su presencia. Por eso, tomó la decisión de evitar aquellas situaciones y crear un espacio seguro donde Coral pudiera comer tranquila.Una tarde, como de costumbre, Kisa y Coral estaban almorzando solas. La comida transcurría en calma hasta que Magalí entró al comedor y, sin pedir permiso, tomó asiento junto a ellas. Su presencia rompió el ritmo habitual de la hora del almuerzo, y aunque Kisa intentó ser prudente y permanecer serena, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. Magalí no dijo nada al principio, limitándose a comer en silencio, pero el desagrado en el ambiente era notable.Al terminar, Kisa miró a Coral con una sonrisa dulce.—Ve a tu habitación, cariño. Iré contigo en un momento.Coral obedeció sin dudar y salió del comedor. Kisa comenzó a recoge
Esa noche, Kisa se levantó en la madrugada -que de hecho había tomado el hábito de hacerlo-, bajó a la cocina, abrió la heladera y sacó un flan. Empezó a comerlo con gusto, murmurando entre dientes lo delicioso que estaba mientras disfrutaba del momento. Pero de repente, un ruido la hizo sobresaltarse. Se giró rápidamente y, al ver a Royal allí, la sorpresa la hizo tragar el flan con dificultad.—¡Demonios! —exclamó, intentando recuperarse del susto mientras Royal la observaba fijamente. Con el corazón acelerado, Kisa trató de disimular, pero no pudo evitar tartamudear.—Señor Fankhauser, casi me da un infarto —expresó.Royal, avanzando hacia ella con pasos lentos y mirándola detenidamente, se aproximó al lugar en donde estaba sentada.—¿Ahora eres una ladrona?Kisa se quedó confundida, sin comprender a qué se refería.—¿De qué habla? —preguntó, sin entender la acusación.—Estás comiéndote mi flan.Kisa, atónita, miró el flan en su mano y luego a Royal, quien parecía realmente molesto
Kisa había pasado unos diez minutos en la cocina, pero su inquietud no hacía más que crecer. Daba vueltas en círculos, intentando ignorar el mal presentimiento que le pesaba en el pecho. A cada paso se mordía la uña del pulgar, una manía que solo salía a la luz cuando algo realmente la perturbaba. Sabía bien que a Coral no le gustaba estar a solas con Magalí, pero aún no lograba entender por qué. Esa sensación de que algo estaba mal retumbaba en su cabeza, una y otra vez, hasta que no pudo soportarlo más.Rápidamente, salió de la cocina y fue directo al comedor. Apenas cruzó el umbral y sus ojos se encontraron con una escena que le heló la sangre. Magalí tenía a Coral tomada del brazo, inclinada hacia ella con un rostro serio, casi severo. Sus labios se movían, murmurando algo en voz baja, pero el tono no parecía cariñoso, sino todo lo contrario. Coral tenía la cabeza baja, mostrándose incómoda.Kisa sintió un escalofrío recorrerle la columna y no dudó en llamar la atención de la muje