Los días transcurrieron con una extraña calma en la mansión. Kisa había logrado instalarse por completo en su nuevo hogar y se adaptaba poco a poco a su rutina. Las mañanas estaban dedicadas a su trabajo en la empresa, donde se esforzaba por cumplir con sus responsabilidades, y las tardes las pasaba con Coral, cuidándola y tratando de ganarse su confianza. Su vida ahora giraba en torno a la niña y cada vez sentía un compromiso mayor con ella. Sin embargo, algo no dejaba de inquietarla: los moretones que Royal le había comentado.Kisa no podía ignorar dicho acontecimiento y, aunque no lo mencionaba directamente, buscaba la manera de que Coral se abriera y le confesara si alguien le había hecho daño. Evitaba confrontarla de forma brusca, pues sabía que la niña era reservada y que cualquier presión podría hacer que se cerrara aún más. En cambio, utilizaba un enfoque sutil.—Oye, Cori, ¿alguna vez... has tenido algún problema con alguien de la mansión? —le preguntó una tarde mientras juga
Días después de que Kisa se instaló en la mansión, los almuerzos se volvieron un momento exclusivo entre ella y Coral. Antes, Coral solía compartir la mesa con Magalí, pero Kisa pronto notó lo incómoda que la pequeña se sentía en su presencia. Por eso, tomó la decisión de evitar aquellas situaciones y crear un espacio seguro donde Coral pudiera comer tranquila.Una tarde, como de costumbre, Kisa y Coral estaban almorzando solas. La comida transcurría en calma hasta que Magalí entró al comedor y, sin pedir permiso, tomó asiento junto a ellas. Su presencia rompió el ritmo habitual de la hora del almuerzo, y aunque Kisa intentó ser prudente y permanecer serena, no pudo evitar sentirse un poco nerviosa. Magalí no dijo nada al principio, limitándose a comer en silencio, pero el desagrado en el ambiente era notable.Al terminar, Kisa miró a Coral con una sonrisa dulce.—Ve a tu habitación, cariño. Iré contigo en un momento.Coral obedeció sin dudar y salió del comedor. Kisa comenzó a recoge
Esa noche, Kisa se levantó en la madrugada -que de hecho había tomado el hábito de hacerlo-, bajó a la cocina, abrió la heladera y sacó un flan. Empezó a comerlo con gusto, murmurando entre dientes lo delicioso que estaba mientras disfrutaba del momento. Pero de repente, un ruido la hizo sobresaltarse. Se giró rápidamente y, al ver a Royal allí, la sorpresa la hizo tragar el flan con dificultad.—¡Demonios! —exclamó, intentando recuperarse del susto mientras Royal la observaba fijamente. Con el corazón acelerado, Kisa trató de disimular, pero no pudo evitar tartamudear.—Señor Fankhauser, casi me da un infarto —expresó.Royal, avanzando hacia ella con pasos lentos y mirándola detenidamente, se aproximó al lugar en donde estaba sentada.—¿Ahora eres una ladrona?Kisa se quedó confundida, sin comprender a qué se refería.—¿De qué habla? —preguntó, sin entender la acusación.—Estás comiéndote mi flan.Kisa, atónita, miró el flan en su mano y luego a Royal, quien parecía realmente molesto
Kisa había pasado unos diez minutos en la cocina, pero su inquietud no hacía más que crecer. Daba vueltas en círculos, intentando ignorar el mal presentimiento que le pesaba en el pecho. A cada paso se mordía la uña del pulgar, una manía que solo salía a la luz cuando algo realmente la perturbaba. Sabía bien que a Coral no le gustaba estar a solas con Magalí, pero aún no lograba entender por qué. Esa sensación de que algo estaba mal retumbaba en su cabeza, una y otra vez, hasta que no pudo soportarlo más.Rápidamente, salió de la cocina y fue directo al comedor. Apenas cruzó el umbral y sus ojos se encontraron con una escena que le heló la sangre. Magalí tenía a Coral tomada del brazo, inclinada hacia ella con un rostro serio, casi severo. Sus labios se movían, murmurando algo en voz baja, pero el tono no parecía cariñoso, sino todo lo contrario. Coral tenía la cabeza baja, mostrándose incómoda.Kisa sintió un escalofrío recorrerle la columna y no dudó en llamar la atención de la muje
Cuando Kisa y Coral llegaron a la cocina, la atmósfera se volvió tranquila, casi demasiado silenciosa. Kisa se agachó para estar a la altura de la niña y, con suavidad, comenzó a acariciar su rostro, apartando delicadamente un mechón de cabello de su frente.—Cariño, ¿qué te dijo esa mujer? —le preguntó con un tono dulce pero preocupado.Coral negó con la cabeza sin decir nada. Sus pequeños hombros temblaban levemente y su mirada seguía clavada en el suelo, evitando los ojos de Kisa. La tristeza que reflejaban sus gestos hablaba por sí sola, aunque sus labios permanecían sellados.Kisa suspiró y le tomó ambas manos con cuidado, como si fueran de cristal.—Cori, tienes que ser sincera conmigo para que yo pueda ayudarte —insistió con ternura—. Si ella te está diciendo algo que no te gusta, o si te trata de una manera que te desagrada, entonces tienes que decírmelo.Coral apenas movió la cabeza, sin dar respuesta.—Mi amor, no tengas miedo —continuó Kisa—. Estamos aquí para protegerte. Y
Esa noche, Royal bajó como de costumbre a la cocina para comer su flan. Con pasos tranquilos y un aire de cansancio, entró a la cocina y se detuvo en seco.Frente a él, sentada en la mesa, estaba Kisa. Tenía una cuchara en la mano y un flan a medio comer frente a ella. Ambos se quedaron mirándose en silencio, hasta que Royal finalmente frunció el ceño, perplejo.—¿Qué estás haciendo? ¿Te estás comiendo mi flan? —preguntó, casi acusándola.Kisa apenas levantó una ceja, sin apartar la mirada de él. —Corrección: este flan me lo compré yo misma. El suyo está en la nevera. Antes de que me acuse de algo, debería comprobarlo, ¿no cree, señor Fankhauser? Pensé que ya había aprendido la lección.El tono sarcástico, casi juguetón, hizo que Royal se quedara callado un instante. La miró raro, como si no reconociera a la mujer tan seria que solía conocer. Sin decir más, se giró hacia la nevera, la abrió y, efectivamente, ahí estaba su flan intacto.Lo sacó con un gesto firme, pero antes de sentar
Royal permaneció inmóvil por un momento, como si estuviera procesando las palabras de Kisa. —¿Magalí la agarró del brazo? ¿Quiso obligarla a sentarse? —repitió, como asegurándose de que había oído bien.—Sí —confirmó Kisa, sin titubear—. Prácticamente trató de forzarla a quedarse ahí.—¿Estás completamente segura de lo que estás diciendo? ¿No estarás exagerando? —preguntó Royal—. Esto es serio, Maidana. No quiero malentendidos ni acusaciones injustas.Kisa asintió de inmediato.—Entiendo lo que me está diciendo y le aseguro que no tengo ninguna intención de mentir o exagerar las cosas. Lo que le estoy diciendo es exactamente lo que vi. De hecho... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Creo... que Magalí podría ser también la persona que causó esos moretones en Coral.Royal se quedó en silencio, con el rostro completamente serio. Kisa sabía que acababa de cruzar un límite importante, pero también sabía que era necesario decirlo.—¿Los moretones? —resaltó él—. ¿Tú crees qu
En el restaurante, las cosas no mejoraron mucho. Magalí se esforzaba por mantener la conversación ligera, pero cada vez que intentaba involucrar a Coral, la niña respondía con monosílabos o simplemente bajaba la mirada.En un momento dado, cuando Magalí intentó cortar la carne de Coral, la niña apartó el plato con un movimiento rápido, claramente molesta.—¿Qué estás haciendo? Solo quiero ayudarte, no seas grosera —dijo Magalí, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.—Magalí, déjala, puede hacerlo sola —intervino Royal nuevamente, esta vez con un tono más firme.Coral miró a su padre con gratitud, mientras Magalí suspiraba exageradamente.—Está bien, lo siento, solo quería ser amable.Sin embargo, Royal comenzaba a ver un patrón. Aunque Magalí siempre mantenía una fachada dulce frente a él, había algo en sus interacciones con Coral que no cuadraba. Era como si la dulzura de Magalí fuera un acto cuidadosamente calculado, más para impresionar a Royal que para conectar realmente con su h