Vanya asintió lentamente, dejando que las palabras de su amiga se asentaran dentro de ella. —Bueno… es verdad. Además, Abigail y tú nunca fueron tan cercanas. Creo que ni siquiera eran amigas.Marfil ladeó un poco la cabeza y arqueó una ceja con cierta indiferencia, casi con un dejo de fastidio que intentó maquillar con diplomacia, aunque sin mucho esfuerzo.—No, no lo éramos —respondió con un tono neutro, aunque la falta de emoción en su voz revelaba claramente que no había ninguna intención de fingir afecto por la ex de Richard—. Tal vez Abigail era buena… —hizo una breve pausa, dejando flotar esa frase en el aire, como si con solo decirla ya se notara que no era más que una concesión vacía. Lo dijo sin énfasis, sin verdadero interés por convencer a nadie, como si pronunciara una línea solo por cumplir con la cortesía básica—. Pero a mí nunca me ha interesado ser su amiga, y creo que tú te has dado cuenta de eso, Vanya. Yo no necesito estar rodeada de amistades. Tú eres mi mejor am
Ahora Marfil estaba con Richard. Con el millonario. Con el caballero perfecto. Con el hombre que tenía todo lo que él no. Lucas se imaginaba esa escena una y otra vez —Marfil sonriendo para Richard, entregándose a él, adorándolo— y era como si una mano invisible le arrancara el corazón con cada pensamiento. Se desangraba por dentro, sin gritos, sin lágrimas, pero con una agonía sorda que le apretaba el pecho.Lo más triste era eso: que Marfil nunca lo había visto. No de verdad. Lo miró, sí, lo besó, lo tocó. Compartieron instantes robados que para él significaron el universo. Pero ella jamás lo vio como un hombre digno de quedarse. Solo como una estación temporal, como un fuego que calentaba mientras llegaba la primavera. Nunca fue el destino. Solo una parada.Y mientras el mundo a su alrededor seguía girando, mientras los demás reían, bebían, se besaban o cantaban, Lucas seguía allí. Perdido en el mismo lugar donde la quiso por primera vez. Enamorado de una mujer que no era suya.Luc
La línea seguía abierta, pero Lucas ya no esperaba respuesta. Solo quería que lo escuchara. Aunque fuera una vez. Aunque fuera borracho, deshecho, y con el alma hecha trizas.Y entonces, como un trueno inesperado en medio de la tormenta, una voz femenina estalló desde el otro lado de la línea.—¡Demonios, Lucas! ¿Pero qué rayos estás haciendo? ¡Solo escúchate! ¡Eres un bueno para nada!Las palabras le golpearon como una bofetada. Se quedó mudo, con el teléfono pegado a la oreja y los ojos vacíos, incapaz de reaccionar al principio.—Dime ahora mismo dónde estás, que voy a ir a buscarte, ¿me entiendes?Lucas frunció el ceño. Hubo algo en esa voz… algo que no encajaba. No sonaba como Marfil. El tono era más áspero, más directo, incluso molesto, pero no con esa elegancia fría y distante que tenía Marfil. No… no era ella.Entrecerró los ojos y alejó el teléfono para mirar la pantalla con esfuerzo. Se frotó los párpados, intentando enfocar la pantalla borrosa. Y entonces lo vio. Lo leyó. M
De repente, el mismo joven que le había ayudado a poner la canción se le acercó con cautela.—Señor… —dijo, tocándole ligeramente el hombro.Lucas, con los ojos rojos y el micrófono todavía en la mano, lo rodeó con un brazo, arrastrándolo hacia sí con un entusiasmo torpe.—¡Ahora tú, síguele! —le dijo, acercándole el micrófono a la boca.El joven se inclinó un poco hacia atrás, incómodo.—Señor… está espantando a la clientela.—¿Pero cuál clientela? —cuestionó Lucas, abriendo los brazos con exageración—. ¡Aquí ya no hay nadie!—En realidad… sí hay algunas personas —corrigió el joven, bajando la voz como si intentara no provocarlo más de la cuenta.—Bah —dijo Lucas, encogiéndose de hombros—. Les estoy dando un excelente espectáculo, deberían agradecerme.El muchacho suspiró, con paciencia entrenada.—Por favor, acompáñeme.—¿Qué? ¿Qué? —repitió Lucas, frunciendo el ceño—. ¿Acaso vas a echarme? ¿Sabes qué? Ya me han echado de un lugar así. Ya me han echado.—Señor…—¡Pues no! —interrump
Marissa soltó un suspiro, cansada, pero no sorprendida.—Por supuesto que lo sabías, Lucas. Te expusiste al peligro por tu propia voluntad. ¿Qué esperabas? ¿Un final feliz? No lo tendrás con una mujer así… como ella.—Ya, ya… no quiero escuchar más —articuló él, cerrando los ojos con fuerza, como si así pudiera callar el mundo.—Qué testarudo eres —soltó Marissa, sacudiendo ligeramente la cabeza.Luego miró hacia él… y lo vio finalmente en paz. Lucas se había quedado dormido, recostando la cabeza contra el cristal de la ventana. Sus párpados temblaban un poco, como si incluso en sueños siguiera luchando contra algo que no podía vencer. Marissa lo observó en silencio, sin decir nada más. Solo dejó que el taxi los llevara lejos del desastre que él había dejado en aquel bar, con la esperanza de que, al menos por esa noche, pudiera descansar del peso que llevaba por dentro.Marissa lo llevó de vuelta a la mansión. No era tan tarde, las once de la noche apenas rozaban la medianoche, pero e
—Se lo pregunté una vez, directamente —continuó Lucas—. Si pensaba en él de esa manera. Pero no me respondió ni que sí ni que no. Quise creer que no pasaría nada, que todo era solo paranoia mía. Pero en el fondo… lo sabía. Lo sentía. Y aun así, hice un trato con ella: le dije que me esforzaría por nosotros, que haría lo que fuera por fortalecer lo que teníamos, con una sola condición: que fuera solo mía. Que no mirara a nadie más. Que me eligiera a mí.Dejó el vaso en la mesita de noche que se hallaba al lado de su cama y se frotó el rostro con las manos, como si intentara arrancarse el cansancio y la frustración.—Pero nada de eso sirvió. No conseguí nada. Por más que me esfuerce, no soy suficiente para ella. Y sé que quizás no debería estar diciéndote todo esto, que son cosas que solo nos conciernen a ella y a mí… pero la verdad es que ya no puedo más. Todo esto me está volviendo loco, Marissa. Me está rompiendo por dentro.Ella lo miró en silencio por unos segundos, sin emitir juic
Lucas la sostuvo de la muñeca, sin fuerza bruta, pero con esa obstinación típica suya que se resistía a dejar ir. Marissa se detuvo, sin mirarlo directamente, con la tensión trepándole por el cuello y haciendo que su mandíbula se apretara.—¿A dónde vas? —preguntó él, con un tono más bajo, más vulnerable.—Ya debo irme —respondió Marissa con frialdad—. Ya es tarde.—¿Sigues molesta conmigo?Ella suspiró con resignación, pero sin apartar su brazo aún atrapado.—No vale la pena estresarse por esta situación —dijo con cierta amargura—. El ciclo se repetirá siempre que tengas dudas.Lucas arqueó las cejas, confundido.—¿De qué ciclo hablas?—Terminar y volver, Lucas —dijo ella, al fin mirándolo con firmeza—. Es exactamente lo que esa chica y tú han estado haciendo hasta ahora. Se alejan, regresan, se lastiman, y luego otra vez lo mismo. No hay un fin real, solo pausas.Lucas negó con la cabeza, molesto, dolido.—No quiero volver...—Ya he escuchado eso antes. Incluso ahora, mientras me ha
—Pero ahora me doy cuenta de que nunca tendré una oportunidad contigo —agregó Marissa—. Porque tú no estás dispuesto a soltarla. Aunque digas que no volverás a verla porque estás enojado por lo que descubriste, sé que es solo cuestión de tiempo. En cuanto se te pase ese enojo, esa rabia, volverás con ella. Vas a volver a sus brazos como siempre.Ella se incorporó un poco más, clavando los ojos en los suyos.—Seguirás creyendo que lo de ustedes es amor verdadero... cuando en realidad es un amor enfermizo, obsesivo. Y yo me enamoré de un Lucas distinto. De ese hombre amable, honesto, con metas. De ese que soñaba con ser exitoso, que se esforzaba por ser mejor.Suspiró con pesar.—Pero ya entendí que todas esas metas te las propusiste por ella. Marfil fue tu musa, tu inspiración. Y nadie puede sacarla de tu corazón, ni siquiera tú. Estás encadenado a ella... a su sombra. Y la verdad, Lucas... ya no me gusta quién eres ahora. No quiero seguir enamorada de alguien como tú. Un hombre que se