Richard fue tras Abigail, quien caminaba apresuradamente, derramando lágrimas mientras lo hacía.—¡Abigail! —la llamó él, pero ella no se detuvo.Su paso era rápido, desesperado, como si quisiera alejarse lo más posible de la escena que acababa de presenciar. Richard aceleró hasta alcanzarla y, en un intento por frenarla, sujetó con suavidad su muñeca. Abigail se resistió al principio, pero él no la soltó.—Por favor, escúchame —le rogó.Abigail alzó la mirada hacia él. Sus ojos estaban llenos de dolor y su rostro se hallaba empapado por las lágrimas que seguían cayendo sin control. —¿Qué quieres que escuche, Richard? —preguntó con amargura—. Ya vi lo que está sucediendo. Lo vi con mis propios ojos. Lo que tú no quisiste decirme, lo que no fuiste capaz de admitir... ¿Cómo pudiste?—No es lo que piensas, déjame explicarlo...—¿Explicarlo? ¿Qué vas a explicarme? ¿La forma en que me engañaste? ¿Cómo te burlaste de mí? ¿Cómo fuiste incapaz de mirarme a la cara y decirme la verdad? ¡Richa
Richard alzó el rostro y la miró fijamente, pero no encontró en las pupilas de Abigail el brillo cálido de antes, solo frialdad y tristeza.—Dime algo, Richard —agregó ella—. ¿Faltaste a mi cumpleaños por estar con ella?Richard sintió que le faltaba el aire. Abigail, por su parte, dejó escapar un suspiro entrecortado y desvió la mirada por un momento.—Yo sabía que ayer también era su cumpleaños... —murmuró—. Por eso la invité a mi celebración, para festejarlo juntas. Le pedí a Vanya que le diera el mensaje. Pero ella no fue, y tú tampoco. Así que imagino que estabas con ella.No hubo gritos, ni insultos, ni reproches cargados de ira. Pero la forma en que lo dijo, con esa voz que sonaba como si estuviera rompiéndose en pedazos, hizo que Richard sintiera un peso insoportable en el pecho. Porque, por mucho que intentara justificarlo, Abigail tenía razón.Richard cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la culpa oprimiéndole los pulmones. No quería hablar de lo que ya había pa
Richard regresó al lugar donde Marfil lo esperaba. Ella estaba de pie frente al restaurante en el que habían almorzado juntos, observando a la gente pasar. Apenas lo vio acercarse, se enderezó y se colocó delante de él. —¿Cómo te fue? —preguntó ella sin rodeos—. ¿Pudiste hablar con Abigail? ¿Lograste alcanzarla?Richard dejó escapar un suspiro pesado, pasando una mano por su pelo, como si intentara disipar la tensión que aún se aferraba a su cuerpo. Sus ojos denotaban el cansancio de la conversación que acababa de tener.—Sí, pero fue una conversación difícil —expuso.—Me lo imagino —articuló Marfil.Richard bajó la vista por un instante. No había querido hablar con Abigail de esa forma, en plena calle, expuestos a la mirada de desconocidos. Pero no hubo opción, pues sintió que ese momento era su única oportunidad para tratar de explicarle.—No quería que las cosas se dieran así —confesó, con una expresión de pesar—. Pero temía que ella no quisiera escucharme una próxima vez. Sentí q
La mañana siguiente amaneció fresca y despejada, pero Marfil apenas prestó atención al clima mientras cruzaba el campus universitario con paso ligero. Iba absorta en sus pensamientos, centrada en su rutina diaria, en la clase que tenía dentro de poco y en todo lo que había ocurrido con Richard el día anterior. Su mente estaba ocupada con demasiadas cosas, pero nunca imaginó que algo inesperado la sacaría abruptamente de su ensimismamiento.De repente, una voz firme pronunció su nombre.—¡Marfil!No fue un grito ni un llamado desesperado, pero la manera en que fue dicho tenía un peso especial. Fue directo, con un matiz de dureza que la hizo detenerse de golpe.Giró la cabeza rápidamente hacia la dirección de donde provenía la voz, sintiendo un leve estremecimiento recorrer su cuerpo antes de poder ver quién la había llamado. Y entonces, ahí estaba.Abigail se estaba acercando a ella con pasos rápidos y decididos. Y, sin previo aviso, sin una sola palabra más de advertencia, Abigail alz
Por desgracia, Marfil no reaccionó como Abigail habría esperado. No se defendió, no mostró culpa ni tampoco satisfacción. Simplemente la miró, y lo hizo con una frialdad que resultaba casi insoportable.Su mirada no reflejaba compasión ni culpa, ni siquiera un atisbo de lástima. Tampoco maldad. Era algo más peligroso: una muralla de indiferencia, un caparazón imposible de atravesar. Marfil transmitía una serenidad inquietante, como si el drama que Abigail estaba exponiendo frente a ella no le causara el más mínimo impacto.—¿Eso crees? —soltó Marfil, con un tono carente de emoción.Abigail frunció el ceño y apretó los labios con frustración.—No entiendo —articuló, negando con la cabeza—. No entiendo cómo pudiste hacerme esto. ¿Era ese tu plan desde el principio? ¿Esa era tu verdadera intención? Pasaste por encima de nuestra amistad para llegar a él. No te importó nada, ni el daño que me harías. Me traicionaste sin pensarlo dos veces, y encima arrastraste a Richard contigo.Abigail re
Marfil salió primero del pasillo donde había tenido lugar la confrontación con Abigail. Su andar era rápido, como si necesitara dejar todo aquello atrás de una vez. No miraba a nadie, no se detenía por nada, y llevaba la espalda erguida con el rostro impasible.Lucas, que había permanecido cerca, la vio salir. Le llamó la atención el modo en que caminaba: con determinación, como si escapara de algo, o de alguien. Intuyó que ya iba tarde para su clase, pero también que algo más le sucedía. Y no tuvo que esperar mucho para entender que lo que había presenciado momentos antes no era un malentendido trivial.Pocos segundos después, vio salir a Abigail del mismo pasillo, pero su andar contrastaba por completo con el de Marfil. Abigail apenas podía dar un paso tras otro. Iba encorvada, con los brazos cruzados contra el pecho, como si intentara protegerse. Sus ojos estaban hinchados, rojos, llenos de lágrimas que no dejaban de correr por sus mejillas. A cada paso, se detenía a limpiarse la c
Lucas permaneció mirando a Abigail, inmóvil, como si sus piernas se hubieran anclado al suelo y su cerebro se negara a procesar la información que acababa de recibir. Tragó saliva con dificultad y, casi sin darse cuenta, murmuró:—No… eso no puede ser cierto… —su voz apenas fue un hilo, temblorosa, como si se negara a aceptar una verdad tan cruel. Negó suavemente con la cabeza, más como una reacción involuntaria que como un intento real de refutarla.No era posible. Abigail tenía que estar equivocada. Marfil no podía hacerle eso. Y mucho menos Richard. No ellos.—Los vi, Lucas. Ayer los vi besándose frente a un restaurante —expuso Abigail—. No me lo contaron. No fue un rumor. Fui yo quien los vio con estos ojos. Ellos también me vieron a mí. Y fue justo ahí cuando Richard decidió terminar conmigo. Ni siquiera lo negó. Lo hizo con la tranquilidad de alguien que solo estaba esperando para deshacerse de algo que ya le pesaba. Me dejó para poder estar con ella. Porque ya no quería esta re
Lucas salió del campus y empezó a caminar sin rumbo. Luego subió al metro, sin ir a ninguna parte en particular. Solo deambulaba por las calles, pensando en todo lo que había pasado, en Marfil, en Richard, y en cómo se suponía que iba a manejar las cosas de ahora en adelante.Después de varias horas, su celular empezó a sonar. Al mirar la pantalla, vio que el contacto era el de su compañera de trabajo.—¿Si? —contestó.—Lucas, ¿dónde estás? ¿Por qué no has llegado?«Mal-dita sea. Debía ir a la cafetería», pensó él.—El jefe no está, tienes tiempo de venir sin que se dé cuenta —añadió su compañera.—No iré hoy.—¿Qué dices?—Se me ha presentado un inconveniente, es un asunto personal, no podré asistir al trabajo. Anótalo como un día libre.—Pero...—Lo siento. Te lo compensaré —colgó.No tenía cabeza para ir a la cafetería y en ese momento no le importaba nada más. Se sentía humillado y sin dignidad después de todas las mentiras que se había tragado.Mientras tanto, en la mansión Fankh