Lucas salió del campus y empezó a caminar sin rumbo. Luego subió al metro, sin ir a ninguna parte en particular. Solo deambulaba por las calles, pensando en todo lo que había pasado, en Marfil, en Richard, y en cómo se suponía que iba a manejar las cosas de ahora en adelante.Después de varias horas, su celular empezó a sonar. Al mirar la pantalla, vio que el contacto era el de su compañera de trabajo.—¿Si? —contestó.—Lucas, ¿dónde estás? ¿Por qué no has llegado?«Mal-dita sea. Debía ir a la cafetería», pensó él.—El jefe no está, tienes tiempo de venir sin que se dé cuenta —añadió su compañera.—No iré hoy.—¿Qué dices?—Se me ha presentado un inconveniente, es un asunto personal, no podré asistir al trabajo. Anótalo como un día libre.—Pero...—Lo siento. Te lo compensaré —colgó.No tenía cabeza para ir a la cafetería y en ese momento no le importaba nada más. Se sentía humillado y sin dignidad después de todas las mentiras que se había tragado.Mientras tanto, en la mansión Fankh
—¿¡En serio!? —exclamó Vania, llevándose las manos a la cabeza—. ¡Ay, no puede ser!—Sí —respondió Marfil, afirmando con la cabeza—. Eso fue lo que pasó, pero ni Richard ni yo tuvimos jamás la intención de lastimarla. De todos modos, él ya tenía pensado terminar con ella. El problema fue que las circunstancias se anticiparon y… bueno, ella terminó viéndonos justo en ese momento. Yo entiendo que está muy dolida, lo entiendo de verdad. Pero no me quiso escuchar. También me acusó de cosas que no son ciertas.—¡Pues sabes qué! ¡Yo te comprendo! —soltó Vanya, levantando un poco la voz—. ¡Te entiendo porque estoy prácticamente en tu lugar! Abigail tampoco quiso escucharme. Me acusó de estar de tu lado, de haber planeado todo contigo… empezó a decir un montón de cosas sin sentido. No me dejó ni defenderme. ¡Ni una palabra! Cuando yo ni siquiera sabía lo que estaba pasando entre ustedes dos.—¿Tanto te duele que esté enojada contigo?—¡Pues claro que me duele! —replicó—. Pero lo que más me du
—Pero… —a Marfil se le quebró un poco la voz, pero trató de disimularlo—. ¿Qué crees que le dijo? ¿Qué fue lo que Abigail le contó?—Pues… probablemente lo mismo que me dijo a mí. Que Richard la estaba engañando contigo.El color se le fue del rostro a Marfil. Se le notó cómo el miedo le subió por todo el cuerpo, paralizándole los músculos. La ansiedad se le reflejaba en los ojos, que se movían de un lado a otro, como si buscaran una salida en medio de una habitación cerrada. Su respiración se volvió más agitada y por primera vez, en lugar de manipular o reírse de la situación, se vio vulnerable, desprotegida.—Lucas no debía estar metido en esto… —dijo, con un nudo en la garganta—. Él no tiene nada que ver con este asunto. ¡Nada!Y ahí fue cuando la molestia se le notó de verdad. Hasta ese momento había sido toda compostura, toda tranquilidad, pero la mención de Lucas fue suficiente para quebrar esa máscara. Estaba furiosa, y también desesperada. —Yo tampoco tenía nada que ver y aun
Vanya asintió lentamente, dejando que las palabras de su amiga se asentaran dentro de ella. —Bueno… es verdad. Además, Abigail y tú nunca fueron tan cercanas. Creo que ni siquiera eran amigas.Marfil ladeó un poco la cabeza y arqueó una ceja con cierta indiferencia, casi con un dejo de fastidio que intentó maquillar con diplomacia, aunque sin mucho esfuerzo.—No, no lo éramos —respondió con un tono neutro, aunque la falta de emoción en su voz revelaba claramente que no había ninguna intención de fingir afecto por la ex de Richard—. Tal vez Abigail era buena… —hizo una breve pausa, dejando flotar esa frase en el aire, como si con solo decirla ya se notara que no era más que una concesión vacía. Lo dijo sin énfasis, sin verdadero interés por convencer a nadie, como si pronunciara una línea solo por cumplir con la cortesía básica—. Pero a mí nunca me ha interesado ser su amiga, y creo que tú te has dado cuenta de eso, Vanya. Yo no necesito estar rodeada de amistades. Tú eres mi mejor am
Ahora Marfil estaba con Richard. Con el millonario. Con el caballero perfecto. Con el hombre que tenía todo lo que él no. Lucas se imaginaba esa escena una y otra vez —Marfil sonriendo para Richard, entregándose a él, adorándolo— y era como si una mano invisible le arrancara el corazón con cada pensamiento. Se desangraba por dentro, sin gritos, sin lágrimas, pero con una agonía sorda que le apretaba el pecho.Lo más triste era eso: que Marfil nunca lo había visto. No de verdad. Lo miró, sí, lo besó, lo tocó. Compartieron instantes robados que para él significaron el universo. Pero ella jamás lo vio como un hombre digno de quedarse. Solo como una estación temporal, como un fuego que calentaba mientras llegaba la primavera. Nunca fue el destino. Solo una parada.Y mientras el mundo a su alrededor seguía girando, mientras los demás reían, bebían, se besaban o cantaban, Lucas seguía allí. Perdido en el mismo lugar donde la quiso por primera vez. Enamorado de una mujer que no era suya.Luc
La línea seguía abierta, pero Lucas ya no esperaba respuesta. Solo quería que lo escuchara. Aunque fuera una vez. Aunque fuera borracho, deshecho, y con el alma hecha trizas.Y entonces, como un trueno inesperado en medio de la tormenta, una voz femenina estalló desde el otro lado de la línea.—¡Demonios, Lucas! ¿Pero qué rayos estás haciendo? ¡Solo escúchate! ¡Eres un bueno para nada!Las palabras le golpearon como una bofetada. Se quedó mudo, con el teléfono pegado a la oreja y los ojos vacíos, incapaz de reaccionar al principio.—Dime ahora mismo dónde estás, que voy a ir a buscarte, ¿me entiendes?Lucas frunció el ceño. Hubo algo en esa voz… algo que no encajaba. No sonaba como Marfil. El tono era más áspero, más directo, incluso molesto, pero no con esa elegancia fría y distante que tenía Marfil. No… no era ella.Entrecerró los ojos y alejó el teléfono para mirar la pantalla con esfuerzo. Se frotó los párpados, intentando enfocar la pantalla borrosa. Y entonces lo vio. Lo leyó. M
De repente, el mismo joven que le había ayudado a poner la canción se le acercó con cautela.—Señor… —dijo, tocándole ligeramente el hombro.Lucas, con los ojos rojos y el micrófono todavía en la mano, lo rodeó con un brazo, arrastrándolo hacia sí con un entusiasmo torpe.—¡Ahora tú, síguele! —le dijo, acercándole el micrófono a la boca.El joven se inclinó un poco hacia atrás, incómodo.—Señor… está espantando a la clientela.—¿Pero cuál clientela? —cuestionó Lucas, abriendo los brazos con exageración—. ¡Aquí ya no hay nadie!—En realidad… sí hay algunas personas —corrigió el joven, bajando la voz como si intentara no provocarlo más de la cuenta.—Bah —dijo Lucas, encogiéndose de hombros—. Les estoy dando un excelente espectáculo, deberían agradecerme.El muchacho suspiró, con paciencia entrenada.—Por favor, acompáñeme.—¿Qué? ¿Qué? —repitió Lucas, frunciendo el ceño—. ¿Acaso vas a echarme? ¿Sabes qué? Ya me han echado de un lugar así. Ya me han echado.—Señor…—¡Pues no! —interrump
Marissa soltó un suspiro, cansada, pero no sorprendida.—Por supuesto que lo sabías, Lucas. Te expusiste al peligro por tu propia voluntad. ¿Qué esperabas? ¿Un final feliz? No lo tendrás con una mujer así… como ella.—Ya, ya… no quiero escuchar más —articuló él, cerrando los ojos con fuerza, como si así pudiera callar el mundo.—Qué testarudo eres —soltó Marissa, sacudiendo ligeramente la cabeza.Luego miró hacia él… y lo vio finalmente en paz. Lucas se había quedado dormido, recostando la cabeza contra el cristal de la ventana. Sus párpados temblaban un poco, como si incluso en sueños siguiera luchando contra algo que no podía vencer. Marissa lo observó en silencio, sin decir nada más. Solo dejó que el taxi los llevara lejos del desastre que él había dejado en aquel bar, con la esperanza de que, al menos por esa noche, pudiera descansar del peso que llevaba por dentro.Marissa lo llevó de vuelta a la mansión. No era tan tarde, las once de la noche apenas rozaban la medianoche, pero e