Richard la contempló con una angustia latente, como si temiera que con esas palabras ella estuviera destrozando la única esperanza que había albergado en su corazón. Sus labios, que aún ardían por el contacto de los de Marfil, se entreabrieron para respirar una confesión que parecía escaparse desde lo más profundo de su alma.—Estoy enamorado de ti, Marfil. No es un capricho, no es solo un deseo. Te quiero y quiero estar contigo.Sus palabras flotaron entre ellos, pero Marfil no se dejó arrastrar por ellas. —Richard, ¿por qué hiciste todo esto por mí? —preguntó, con una seriedad que helaba el ambiente—. ¿Lo hiciste porque soy tu amiga, o porque querías saber si podías lograr algo conmigo?Un silencio pesado cayó entre los dos, solo roto por el leve chapoteo del agua alrededor de sus cuerpos. Richard la miró con el ceño fruncido, como si la pregunta lo tomara por sorpresa, como si no entendiera por qué ella dudaba de sus intenciones. Pero Marfil no necesitaba solo palabras, necesitaba
La noche cayó sobre la ciudad con su velo de luces tenues y murmullos distantes. En el lujoso restaurante del club, Marfil y Richard compartían una cena en un ambiente íntimo y sofisticado. La iluminación cálida proyectaba sombras suaves sobre el mantel de lino, mientras el suave tintineo de los cubiertos contra la porcelana se mezclaba con la música ambiental. Conversaban con fluidez, perdiéndose en anécdotas y detalles sobre sus vidas, explorando territorios desconocidos el uno del otro, descubriendo pequeñas verdades que se deslizaban entre risas discretas y miradas curiosas. Richard hablaba de su infancia, de sus aspiraciones, de la manera en que siempre había sentido que su vida estaba predestinada a algo más, mientras Marfil, con una copa de vino en la mano, le confesaba fragmentos de su historia, pinceladas de una vida llena de decisiones y ambiciones ocultas. No había prisas ni segundas intenciones; solo dos personas enredadas en el placer de una conversación que fluía como un
Cuando Richard dejó a Marfil en la mansión de los Royal, la joven no imaginaba que aún le esperaba otra sorpresa. Apenas puso un pie dentro, fue recibida por una cálida celebración. La sala principal estaba adornada con detalles discretos pero elegantes. Coral fue la primera en acercarse con una sonrisa radiante, seguida por Kisa y Royal, quienes la recibieron con afecto.—¡Feliz cumpleaños, Marfil! —exclamó Kisa con entusiasmo, extendiéndole un pequeño paquete envuelto en un lazo dorado.Marfil parpadeó, algo sorprendida. No había esperado una celebración más, y menos después de la velada con Richard. Minutos después, Kisa tomó asiento cómodamente en uno de los sillones con una manta ligera sobre las piernas, acariciando distraídamente su vientre. Ya había pasado suficiente tiempo para que su embarazo comenzara a notarse, y su silueta reflejaba esa nueva etapa con una dulzura especial. Marfil notó cómo Royal se mantenía a su lado en todo momento, con la mirada atenta a cada gesto de
Lucas seguía sin comprender del todo.—¿Pero qué ha cambiado exactamente? —preguntó, a lo que Richard se tomó un momento antes de responder.—Voy a empezar a trabajar en la empresa familiar pronto. Eso significa que estaré mucho más ocupado y no podré dedicarle a Abigail el tiempo que merece.—¿Y qué? Abigail siempre ha sido comprensiva contigo. Nunca te ha reclamado por nada, mucho menos por algo como el trabajo.Richard apretó los labios en una fina línea.—No es solo eso… en cualquier momento, empezará a pedirme más de lo que puedo darle. Necesito estar con alguien que entienda mi situación, que entienda mis responsabilidades y mi trabajo.Lucas lo miró aún más extrañado.—Richard… Abigail siempre te ha entendido. ¿De verdad crees que eso es lo que está pasando? —hizo una pausa y luego soltó con más seriedad—. Dime la verdad… ¿qué es lo que sucede? ¿Acaso... conociste a alguien más?Richard se quedó en silencio por unos segundos, sosteniendo la mirada de Lucas con una expresión ind
Richard no respondió. No porque no tuviera qué decir, sino porque no sabía cómo ordenar sus pensamientos.—Me dejaste plantada anoche —continuó Abigail, con su voz rompiéndose apenas al recordar la soledad de la noche anterior—. No me llamaste, no me avisaste que no ibas a venir. Ni siquiera dejaste un mensaje. Estuve esperando por ti toda la noche, Richard. Y no solo eso… También pasé la mañana esperando que me explicaras lo que pasó, que me dijeras algo, lo que fuera. Pero no lo hiciste. No fuiste tú quien me buscó, fui yo quien tuvo que llamarte para saber qué demonios está pasando.Richard sintió un nudo en el estómago. Sabía que Abigail tenía razón en cada palabra. Había sido cobarde.—Abigail… —murmuró, pero ella no había terminado.—Tú nunca fuiste así, Richard. Y eso es lo que más me asusta. No entiendo qué te está pasando. ¿Tuviste algún problema? ¿Pasó algo malo? Te juro que lo entenderé, pero me duele que me hayas hecho a un lado de esta forma, especialmente anoche. Sabías
Richard fue tras Abigail, quien caminaba apresuradamente, derramando lágrimas mientras lo hacía.—¡Abigail! —la llamó él, pero ella no se detuvo.Su paso era rápido, desesperado, como si quisiera alejarse lo más posible de la escena que acababa de presenciar. Richard aceleró hasta alcanzarla y, en un intento por frenarla, sujetó con suavidad su muñeca. Abigail se resistió al principio, pero él no la soltó.—Por favor, escúchame —le rogó.Abigail alzó la mirada hacia él. Sus ojos estaban llenos de dolor y su rostro se hallaba empapado por las lágrimas que seguían cayendo sin control. —¿Qué quieres que escuche, Richard? —preguntó con amargura—. Ya vi lo que está sucediendo. Lo vi con mis propios ojos. Lo que tú no quisiste decirme, lo que no fuiste capaz de admitir... ¿Cómo pudiste?—No es lo que piensas, déjame explicarlo...—¿Explicarlo? ¿Qué vas a explicarme? ¿La forma en que me engañaste? ¿Cómo te burlaste de mí? ¿Cómo fuiste incapaz de mirarme a la cara y decirme la verdad? ¡Richa
Richard alzó el rostro y la miró fijamente, pero no encontró en las pupilas de Abigail el brillo cálido de antes, solo frialdad y tristeza.—Dime algo, Richard —agregó ella—. ¿Faltaste a mi cumpleaños por estar con ella?Richard sintió que le faltaba el aire. Abigail, por su parte, dejó escapar un suspiro entrecortado y desvió la mirada por un momento.—Yo sabía que ayer también era su cumpleaños... —murmuró—. Por eso la invité a mi celebración, para festejarlo juntas. Le pedí a Vanya que le diera el mensaje. Pero ella no fue, y tú tampoco. Así que imagino que estabas con ella.No hubo gritos, ni insultos, ni reproches cargados de ira. Pero la forma en que lo dijo, con esa voz que sonaba como si estuviera rompiéndose en pedazos, hizo que Richard sintiera un peso insoportable en el pecho. Porque, por mucho que intentara justificarlo, Abigail tenía razón.Richard cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la culpa oprimiéndole los pulmones. No quería hablar de lo que ya había pa
Richard regresó al lugar donde Marfil lo esperaba. Ella estaba de pie frente al restaurante en el que habían almorzado juntos, observando a la gente pasar. Apenas lo vio acercarse, se enderezó y se colocó delante de él. —¿Cómo te fue? —preguntó ella sin rodeos—. ¿Pudiste hablar con Abigail? ¿Lograste alcanzarla?Richard dejó escapar un suspiro pesado, pasando una mano por su pelo, como si intentara disipar la tensión que aún se aferraba a su cuerpo. Sus ojos denotaban el cansancio de la conversación que acababa de tener.—Sí, pero fue una conversación difícil —expuso.—Me lo imagino —articuló Marfil.Richard bajó la vista por un instante. No había querido hablar con Abigail de esa forma, en plena calle, expuestos a la mirada de desconocidos. Pero no hubo opción, pues sintió que ese momento era su única oportunidad para tratar de explicarle.—No quería que las cosas se dieran así —confesó, con una expresión de pesar—. Pero temía que ella no quisiera escucharme una próxima vez. Sentí q