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capítulo:5 Bajo su poder.

En las profundidades de la noche, la música vibraba en el aire y las luces parpadeantes creaban un espectáculo hipnótico. Mientras tanto, Dante, con sus ojos perdidos, se quedaba viendo a las mujeres danzando ante él. Las luces brillaban en sus cuerpos ondulantes, pero los ojos de Dante estaban fijos en una sola mujer. En los ojos azules de Allison.

Por un momento, sus ojos se encontraron y Dante quedó atrapado en el azul intenso de los ojos de Allison. Pero pronto, ese momento pasó y el hechizo se rompió. Dante estaba ebrio, el licor nublaba su juicio y su visión, pero incluso en ese estado, pudo reconocer la belleza etérea de Allison.

De repente, Palmer, una mujer de cabello rubio y ojos grandes de color negro y de mirada peligrosa, agarró a Dante y lo llevó a una de las habitaciones privadas del club. Dante, demasiado embriagado para resistirse, se dejó llevar. Palmer siempre había sentido una atracción intensa por Dante, una obsesión que la consumía.

Palmer no sabía que Allison vivía con Dante. Pero si lo hubiera sabido, habría jurado hacer todo lo posible para alejarla de Dante. Para Palmer, Dante era suyo y de nadie más. No le importaba cuántas veces tuviera que manipular o amenazar, no dudaría ni un solo minuto. Dante era su todo. Y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para que él se diera cuenta de sus sentimientos, de su deseo desbordante de estar a su lado.

Un nuevo día comenzó para Allison. Había estado viviendo en la mansión Parker durante un tiempo, y se estaba acostumbrando a la rutina matutina. Rocío, la ama de llaves, le sirvió el desayuno como siempre, con una sonrisa amable y un saludo cálido. Pero algo estaba diferente esa mañana.

De repente, la puerta se abrió de golpe y Dante, entró como un tornado, despeinado y con la ropa mal puesta. Rocío intentó disimular la conmoción, tratando de llamar la atención de Allison para que no viera a Dante en ese estado, abrazándola por la cabeza y pegándola a su pecho.

"¿Qué ocurre, Rocío?", preguntó Allison, confundida. Rocío solo sonrió forzadamente, tratando de ocultar su inquietud.

"No, nada, Allis". La sirvienta utilizó el apodo que le había dado para hacerla sentir más en casa. A Allison le agradó el apodo, le hizo sentir segura. A pesar de la extraña situación, confiaba en Rocío.

"Si deseas más comida, avísame", le dijo Rocío, con una sonrisa amplia.

Dante, mientras tanto, entró a su habitación y se arrojó a la cama con tal fuerza que el impacto le hizo doler más la cabeza. La puerta se cerró detrás de él con un golpe sordo, dejando a Allison y a Rocío solas en el comedor. Allison no podía evitar sentir que algo estaba mal. Dante siempre había sido un poco salvaje, pero nunca lo había visto así. Y Rocío, normalmente tan tranquila y compuesta, parecía nerviosa. Allison sabía que algo estaba sucediendo.

"Demonios, qué dolor de cabeza," se quejó Dante, arrepintiéndose de su desmesurada indulgencia en el whisky la noche anterior. Gimiendo, cuestionó la sensatez de sus acciones mientras luchaba por sentarse. Mientras lo hacía, sonó su teléfono, sacándolo de su miseria. Con una mueca, lo sacó del bolsillo de su abrigo, observando el identificador de llamadas con un dejo de fastidio. Era Nathaniel.

"Dante, voy a ir ahora mismo. Tenemos algunos asuntos urgentes que discutir con respecto a los planos", la voz de Nathaniel retumbó a través del receptor. Dante cerró los ojos, el dolor detrás de ellos se intensificó. Convocando a su fuerza restante, los volvió a abrir con cautela.

"Está bien, estaré aquí esperando. Y por favor pídale a Merav que programe una reunión con los socios mañana por la tarde", pidió Dante, su tono tenso. Nathaniel suspiró, escuchando la ronquera reveladora que indicaba la escapada de su amigo al club.

"Estoy en ello, no te preocupes", respondió Nathaniel y colgó. Dante se quitó la ropa con cansancio y agarró una toalla, arrastrando los pies hacia el baño, su estado de ebriedad hacía que cada paso fuera una tarea ardua.

Una hora después, Nathaniel llegó a la mansión y notó a una joven sentada en el comedor, absorta en un libro de contabilidad. La curiosidad pudo más que él y se acercó a ella con cautela.

"Disculpe, ¿cómo se llama?", preguntó. Allison levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Nathaniel. Sonrió suavemente y se puso de pie para extender su mano al hombre que estaba frente a ella.

"Mucho gusto, mi nombre es Allison Swift, señor," respondió con una amabilidad e inocencia que cautivaron a Nathaniel. Había conocido a muchas jóvenes en su vida, pero ninguna tan educada y de buen corazón como Allison.

"Allison, es un placer. Me llamo Nathaniel Rossi," respondió él, y ella asintió, encantada de conocerlo. En su mente, Nathaniel se preguntaba cómo Dante había encontrado a una chica como Allison. No sólo era hermosa, sino que sus ojos eran tan tentadores que cualquier hombre se sentiría atraído por ella.

"¿Es usted italiano?", preguntó Allison, con una timidez que a Nathaniel le pareció adorable.

"Sí, así es, pequeña. Y dime, ¿cómo es que estás aquí, en la casa del hombre más egocéntrico del mundo?", preguntó Nathaniel, haciendo referencia a Dante. Allison simplemente se encogió de hombros y evadió la pregunta. Justo entonces, Dante apareció en el salón. Al ver a Nathaniel conversando con Allison, un intenso celo se apoderó de él.

"Nathaniel, ¿qué haces hablando con ella?", Dante, fijaba su mirada en Nathaniel. No le agradaba la idea de que otros hombres se acercaran a lo que consideraba suyo, y en este caso, eso era Allison.

"Solo la vi y quise saber quién era, eso es todo, Dante. No te enfades conmigo," explicó con calma. Allison, por su parte, bajó la cabeza, intentando evitar el inquietante fulgor en los ojos de Dante.

"Allison, ¡Vete a tu habitación!", ordenó Dante, señalando la salida del lugar con un gesto autoritario. Allison se despidió cortésmente de Nathaniel y se retiró, dejando a los dos hombres solos. En ese momento, una guerra fría se desató en el interior de Dante, alimentada por los celos y la desconfianza.

Nataniel siempre ha sido de los que cuestionan todo, de los que buscan respuestas debajo de las piedras, sin importar el peligro que pueda traer consigo. Pero esta vez, su curiosidad había cruzado una línea que Dante no estaba dispuesto a permitir.

"¿De donde sacaste a esa florecita?", soltó Nataniel con incredulidad, mirando hacia donde la joven Allison desapareció. Su tono lleno de asombro y fascinación, sus ojos brillando con un interés que a Dante le pareció más que peligroso.

Dante no respondió de inmediato, su mirada se endureció y su cuerpo se tensó. No le agradaba la forma en que Nathaniel miraba a Allison, como si fuera un objeto de estudio, una pieza de un rompecabezas que no encajaba en su lugar.

"Eso no es tu problema Nathaniel y te exijo que no te acerques a ella ni siquiera para saludarla", sentenció, su tono de voz dejando claro que no estaba para juegos ni bromas. Nataniel se rió, un sonido corto y burlón que solo sirvió para aumentar la irritación de Dante.

"Dante vamos, tú no me puedes impedir hablar con esa chica, que hermosa es, ¿De donde sacaste a esa princesa?", Nathaniel preguntó de nuevo, su curiosidad insaciable. Dante golpeó la mesa con fuerza, la furia brillando en sus ojos.

"Apártate de ella Nathaniel, no quiero que me preguntes sobre ella, eso a ti no te concierne en lo absoluto". Nataniel suspiró, su actitud burlona desapareciendo por un momento.

"Está bien solo no la lastimes Dante, es solo una niña", aconsejó, su tono de voz llevando un toque de preocupación. Dante gruñó, su paciencia llegando a su límite.

"Nathaniel, lo que haga o no con Allison es asunto mío, tú solo preocúpate por trabajar y nada más". Nathaniel se burló, su risa llenando la habitación.

"Un ogro y una princesa no son de estar debajo del mismo techo y mucho menos son compatibles", murmuró, su risa aumentando ante la expresión de furia en el rostro de Dante.

"¿De qué demonios te ríes Nathaniel?", Dante exigió, su mano apretando con fuerza el borde de la mesa. Nathaniel se encogió de hombros, su risa muriendo en sus labios.

"Nada, nada... solo pensaba en lo irónico que es todo esto", respondió, su tono de voz dejando claro que no iba a soltar el tema tan fácilmente.

Mientras tanto, Allison se encontraba en la paz de su habitación, sumergida en las páginas de un libro de contabilidad que, sorprendentemente, le resultaba intrigante. El sueño se apoderó de ella y se quedó dormida en medio de su lectura. Una hora después, algo interrumpió su sueño. Sintió dos manos tocar su cuerpo y se despertó alarmada.

Miró a su alrededor, pero no vio a nadie. Se levantó, asustada y confundida, pero una voz la detuvo. Dante se encontraba en una esquina de la habitación, observándola.

"¿A dónde vas Allison?", interrogó Dante con un tono astuto. Allison bajó la mirada, no quería mentir, pero sintió que tenía que hacerlo.

"Iba a beber agua, Señor Parker", mintió ella. Dante se acercó a ella, acarició su rostro y se detuvo a observar sus ojos profundamente. Se acercó más a ella, hasta que sus cuerpos estuvieron pegados. Allison tembló ante su presencia y se apartó nerviosamente.

"¿Por qué te alejas de mí, Allison? ¿Te doy asco o miedo?", preguntó Dante, mientras escudriñaba sus pensamientos. Allison negó con la cabeza y levantó la mirada para enfrentar a Dante. Él interpretó su mirada como provocadora.

"Señor Parker, yo no sé quién es usted y qué quiere conmigo, pero me gustaría poder conocerlo mejor". Allison dijo, causando una misteriosa sonrisa en Dante.

"¿Estás segura, Allison?". Dante rodeó a la joven como un depredador acechando a su presa. Ella asintió, decidida.

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