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Capítulo:6 Ojos hinchados

Dante ignoro su petición y la besó en el cuello con deseo. Le arrancó el vestido y la arrojó a la cama, dejándola desnuda. Besó su piel blanca y delicada, recorriendo su cuerpo con deseo. Allison cerró los ojos, esperando que todo terminase.

Después de un tiempo, Dante se acostó junto a ella. Allison se giró para evitar el contacto con él, lo que enfureció a Dante. Estaba acostumbrado a la atención de las mujeres, pero Allison era diferente. Ella intentó levantarse, pero Dante la sujetó con fuerza.

"¿Qué pasa?", exigió Dante, su voz cortando el aire como una cuchilla afilada. El cuerpo de Allison se tensó y luchó por mantener una apariencia de compostura.

"Nada", susurró, sacudiendo la cabeza en señal de negación. "Solo que..." vaciló, su mente se apresuró a encontrar palabras que ocultaran sus verdaderas intenciones. La mirada penetrante de Dante la mantuvo cautiva, y ella desvió la mirada, buscando refugio en el frío mármol del baño "Necesito ir al baño", soltó, su voz delataba una nota de desesperación. Dante la soltó de mala gana, observando su fugaz figura desaparecer en el santuario apartado.

Poco después de regresar del baño, Allison encontró a Dante durmiendo profundamente. Una oleada de alivio la invadió mientras se ponía ropa limpia, ansiosa por escapar de los confines de la habitación que parecían pesarle mucho. Cuando cruzó el umbral, una sensación de liberación recorrió sus venas y apresuró sus pasos en busca de su amiga, Rocío.

Mientras tanto, Dante se despertó de su sueño, su mente nublada por la confusión. La ausencia de Allison era inesperada e inquietante. Al descender la gran escalera, escudriñó el comedor, sus ojos fijos en la joven que estaba siendo atentamente atendida por Rocío.

"¿Por qué saliste de la habitación?", preguntó, su voz carente de emoción. El corazón de Allison dio un vuelco mientras tragaba saliva y Rocío intervino.

"Señor Parker", balbuceó "Allison me pidió que le preparara un té. Dijo que no se sentía bien. Dante entrecerró los ojos y examinó la conducta de Allison.

"¿Es cierto?". Allison lo miró a los ojos y su voz era firme a pesar de la agitación que la atormentaba.

"Sí, es cierto. Últimamente no me he sentido bien", respondió Allison con calma. Dante, un hombre conocido por su intelecto incisivo y su compromiso inquebrantable con la verdad, no estaba convencido.

"Entonces, llamaremos a un médico", declaró, su tono no admitía discusión. Para él, las mentiras eran un anatema, una forma de debilidad que despreciaba. Esperaba honestidad y transparencia de quienes lo rodeaban, y cualquier cosa menos que eso se recibía con una condena rápida e inquebrantable. Allison vaciló, un destello de desesperación cruzó sus rasgos.

"No creo que sea necesario", protestó, su voz apenas por encima de un susurro. Dante arqueó una ceja, su expresión transmitía una mezcla de diversión e incredulidad.

"No me das órdenes", afirmó con firmeza, mientras tomaba el teléfono para llamar al médico.

Allison se levantó de su asiento y sintió una oleada de vértigo. Rocío, había manipulado subrepticiamente el té de Allison, echándole un potente sedante. La visión de Allison se nubló y sintió que perdía el conocimiento. Dante, con su ojo agudo, notó su inminente colapso y la atrapó rápidamente, llevándola de vuelta al dormitorio.

Media hora después, el sonido de voces rompió el silencio de la habitación. Allison podía escuchar las preguntas preocupadas del médico y las respuestas cortantes de Dante.

"¿Qué es exactamente lo que le pasa?", preguntó Dante, con su voz cargada de impaciencia. El médico, un profesional experimentado, había examinado a Allison a fondo, pero no encontró nada extraño excepto sus ojos excesivamente hinchados y se dirigió hacia ella.

"Señorita Allison, ¿ha estado llorando últimamente?", preguntó el médico. La pregunta quedó flotando en el aire, un peso pesado imposible de evitar. La mirada penetrante de Dante se posó sobre ella, buscando silenciosamente una respuesta. Allison negó con la cabeza con vehemencia.

"no", susurró con voz temblorosa, sus ojos abriéndose lentamente.

"Dante, los ojos de la joven indican lo contrario. ¿Ha estado molesta últimamente?", insistió el doctor. Dante dudó, su mente repasaba rápidamente los acontecimientos de los últimos días. No había visto a Allison derramar lágrimas, excepto aquella noche en el club.

"Naveen, no lo sé", respondió Dante con voz tensa. "Quizás deberías preguntarle a tu paciente". La mirada de Allison se movió entre los dos hombres, un dolor sordo palpitaba en sus sienes.

"¿Qué me está pasando? ¡Me duele mucho la cabeza!", gritó, agarrándose la cabeza con fuerza. El doctor se inclinó más cerca, su expresión era una mezcla de preocupación y confusión.

"Necesito preguntarle directamente, señorita Allison. ¿Ha estado llorando?". La pregunta la atravesó como una daga afilada, cortando su fachada cuidadosamente construida. Dante la observó atentamente, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras esperaba su respuesta.

En ese momento, el mundo de Allison se desmoronó a su alrededor. Sabía la verdad, la había sabido desde siempre. Pero el dolor era demasiado crudo, las heridas demasiado profundas para exponerlas al escrutinio de los demás. Con labios temblorosos, sacudió la cabeza una vez más.

"No, doctor", susurró, su voz apenas un murmullo. El doctor, percibiendo la resistencia en su voz, examinó sus ojos de nuevo.

"Pero sus ojos me dicen lo contrario". Allison respiró profundamente, dividida entre revelar la verdad y mantener su fachada estoica. Era íntimamente consciente de la razón detrás de sus ojos hinchados, pero se aferraba con fuerza a su sufrimiento, negándose a reconocerlo.

"Debe ser algo más ", insistió ella, con la voz ligeramente temblorosa. Dante, que había estado al tanto de sus evasivas, lo sabía mejor. Su negación arrojaba una sombra de duda sobre su propia credibilidad. Decidido a desentrañar la verdad, juró exponer su engaño.

"Muy bien, Allison", intervino el doctor "Te insto a que reconsideres tu respuesta. Si bien las lágrimas ocasionales son beneficiosas, el llanto excesivo puede cansar la vista". Con esas palabras. El doctor se despidió, dejando a Dante y Allison solos. La mirada de Dante se posó sobre Allison con una intensidad gélida. Su expresión transmitía un mensaje claro: tenía todas las razones para dudar de su sinceridad.

"Si descubro que me estás mintiendo, ten la seguridad de que enfrentarás las consecuencias", advirtió, con voz fría e implacable "Aborrezco el engaño, especialmente cuando está dirigido a mí", dicho esto, salió furioso de la habitación, la puerta se cerró de golpe con un golpe ensordecedor que dejó las manos de Allison temblando. Abrumada por las emociones, Allison se desplomó en la cama, con un torrente de lágrimas corriendo por su rostro.

"¡Mamá, papá!", gritó angustiada "¿Por qué me dejaron? ¿Por qué no pude ir contigo a Roma? No estaría atrapada en esta pesadilla de vida", miró hacia el techo, con los ojos perdidos en un mar de tristeza. Dante, impulsado por una sospecha implacable, buscó refugio con Rocío.

"¿Allison ha estado llorando últimamente? ", preguntó, con una voz que tenía un tono innegable. Rocío, sintiendo el peligro inminente, sacudió la cabeza con vehemencia.

"No, señor Parker, ella solo se queda en su habitación o lee libros. ¿Por qué estaría llorando?", respondió, con palabras cargadas de preocupación.

Dante, desestimó la pregunta, castigándose a sí mismo por albergar pensamientos tan absurdos. Sin embargo, su mente seguía trabajando a toda velocidad, atormentada por una persistente sensación de inquietud. A la mañana siguiente, Allison salió de su habitación, con un aspecto más sereno que el día anterior. Decidida a afrontar su futuro incierto con un espíritu resuelto, se aventuró al comedor, sólo para retirarse abruptamente al ver a Nathaniel y a Dante, sentados a la mesa del desayuno.

"¿Has oído algo?", preguntó Nathaniel, recorriendo con la mirada la habitación.

"¿De qué demonios hablas?", replicó Dante, con la voz cargada de fastidio. Mientras los dos hombres se enzarzaban en un debate silencioso, Allison miró con cautela por una esquina del comedor, con el corazón latiendo con fuerza en el pecho. Al darse cuenta de que habían detectado su presencia, hizo acopio de fuerza interior caminó con un aire de compostura, como si nada extraño hubiera sucedido. Nathaniel la saludó primero, con un destello de calidez en los ojos que a Dante le pareció desagradable.

"Buenos días, Allison", dijo. Allison respondió con un gesto de la cabeza, ignorando la arrogancia de Dante. Rocío la saludó con una sonrisa preocupada y le sirvió el desayuno a Allison "Deberías ser más como, Allison", le aconsejó Nathaniel con una sonrisa amable.

"¿Puedes callarte?", susurró Dante entre dientes.

Mientras Dante se sumergía en las noticias de la mañana, Allison consumió su desayuno con la gracia y el refinamiento que se habían convertido en su marca registrada. Su comportamiento modesto y su elegancia discreta cautivaron a Nathaniel, quien no pudo evitar admirar su resistencia.

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