Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.
—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.
—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.
La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?
Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.
—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.
Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne.
Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas cosas turbias del joven lobo que nadie cuestionaba por temor a su padre, el alfa de la manada.
—Ni te imaginas —sonrió Beth y se alejó para ir con Gia—. Odio todo esto.
—Es tu familia —burló Gia.
—También la tuya, eh.
—No, mi familia está muerta.
Beth la abrazó.
—No está muerta, Gia, debe existir una razón.
—Me regalaron y se olvidaron de mí, pero ya no importa. —Gia terminó la copa de Champagne—. Ahí vienen más a saludarte, suerte.
Beth trató de detenerla, pero Gia era escurridiza y escapó por un costado. Tomó otra copa de champagne de la bandeja de uno de los meseros y paseó por el amplio salón de paredes blancas y luces amarillas.
Gia no sólo odiaba esas reuniones por tener que ver a la manada, sino porque recordaba a la familia que no tenía. Ya casi había olvidado por completo a su madre, aunque creía que en algún momento la amó.
A veces todavía se preguntaba cómo sería dormir acurrucada en los brazos de mamá donde todo siempre estaba bien…
Gia apartó ese pensamiento de su mente y bebió más de su copa; intentó que las lágrimas en sus ojos no cayeran, no ahí.
Era una de las tantas mansiones de la familia Ashbourne. Poseían empresas trasnacionales que iban desde cruceros a videojuegos; estaban en todo. Ni siquiera era posible saber cuánto dinero tenían.
Varios la reconocieron y repudiaron con la mirada. Gia se recluyó a un rincón a beber de su champagne y a observar; era buena observando.
Y, entonces, percibió unas cosquillas sobre la piel que la hicieron levantar la mirada hacia las escaleras.
Darragh Ashbourne estaba ahí y la miraba fijamente.
Gia contuvo el aliento y sostuvo la mirada; por dentro temblaba, por fuera era un témpano de hielo.
La presencia del lobo siempre causaba eso. Su corazón se aceleraba y las imágenes de aquella pelea regresaban, luego el ardor por los latigazos; todo estaba intrínsecamente relacionado con Darragh.
Los Ashbourne se caracterizaban por tener el cabello blanco, algo rarísimo para los humanos, y los ojos de un tono grisáceo que más bien parecía plateado. Además, Darragh poseía unas facciones duras y varoniles que agregaban un tinte de fantasía irreal al cabello largo que perfilaba su rostro. Su cuerpo estaba trabajado y musculoso, todos sabían que era un experto en combate y que podría aplastar el cráneo de cualquiera con la fuerza de sus manos.
Darragh era una máquina mortal de combate.
Esa noche vestía de forma impecable con un elegante traje negro y de su brazo iba su prometida, Cornelia; una loba de la manada que no compartía lazos sanguíneos con los Ashbourne, por lo que su cabello era negro, así como sus ojos.
Entonces, Gia notó una coincidencia escalofriante.
Cornelia y ella tenían el mismo vestido.
—Mierda —musitó Gia.
Darragh leyó sus labios, esbozó una sonrisa divertida.
Gia tembló. Claro que lobo había notado esa terrible coincidencia, aunque era evidente que Cornelia llevaba el vestido original mientras que ella portaba una copia que compró por internet a unos pocos dólares.
No obstante; la prenda resaltaba más en el curvilíneo cuerpo de Gia.
Una ofensa como esa podía ser castigada con azotes; Gia no estaba dispuesta a soportar algo como eso, así que se apresuró a intentar marcharse, pero la llegada de Darragh convirtió el salón en una marea de personas que querían saludarlo o simplemente demostrarle que estaban ahí para venerarlo.
Sus dos hermanos menores bajaron un poco después; pero ellos no solían llamar tanto la atención. Era imposible que fueran los alfas, al menos que desafiaran a Darragh en combate y lograran vencerlo.
Gia se abrió paso a empujones sin poder ver hacia donde iba, hasta que se abrió un espacio frente a ella y reparó en que quedó justo frente a la futura pareja de alfas que liderarían la manada.
Cornelia sonreía burlonamente hasta que vio a Gia con un vestido igual al suyo. Su bonito rostro se desfiguró, la señaló y gritó:
—¡¿Cómo te atreves?!
Gia enmudeció, pero no por la sorpresa, sino porque no supo qué decir. De repente, todos la miraban y parecían dispuestos a despedazarla con una simple orden.
»¡Esto es una ofensa, Darragh! ¡Por favor, haz algo! ¡Ha copiado mi vestido!
Darragh suspiró hondo, se soltó del agarre de Cornelia y avanzó dos pasos hacia Gia.
Gia apretó los puños, contuvo la respiración y clavó la mirada en los pectorales del hombre; incluso debajo del traje destacaba su musculatura.
Darragh podría abofetearla… o algo mucho peor.
«No podré contra él», pensó Gia con el corazón oprimido y haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no volver a temblar.
El lobo sujetó la manga de su traje, o eso vio Gia; entonces se atrevió a levantar la mirada y recordó lo alto que era, mucho más que ella.
Los ojos plateados del lobo la hicieron contener el aliento. No lucían despiadados como esperó encontrarlos, si no… ¿preocupados?
Gianna siempre se preguntó si Darragh se sintió mal por los latigazos.
Darragh tocó el hombro desnudo de Gia y ella tensó la mandíbula. Ni pudo mirar qué hacía en su hombro, no supo que maniobraba el tirante del vestido hasta que el lobo se alejó dos pasos y señaló la prenda.
—Gianna Davies, bienvenida —soltó él con voz ronca, entonces se giró y la gente se apartó para dejarlo pasar.
Gianna soltó el aire que contuvo; todos la miraban.
Cornelia estaba boquiabierta, pero la sorpresa fue sustituida pronto por la rabia; no obstante, corrió detrás de su prometido para no continuar frente a todas esas personas que no se explicaban qué acababa de pasar.
Tampoco Gianna comprendió qué había pasado; era la primera vez que hablaban desde aquel suceso.
Gia palpó el tirante de su vestido; Darragh había enredado su mancuernilla de luna en la prenda, así los vestidos no eran iguales.
Darragh la defendió y, además, demostró frente a todos que no permitiría que la ataquen, ni siquiera su prometida.
Gianna tragó duro y miró hacia donde estaba Darragh. Él volvió a mirarla por unos segundos, luego continuó saludando a los demás.
Definitivamente el lobo no había olvidado a la pequeña loba que se atrevió a desafiarlo sin importar que semejante acto pudo costarle la vida.
Gianna escapó del salón y se refugió en el jardín de la mansión donde su única compañía era una fuente de sirena.
Ella bebió de otro champagne e ignoró los mensajes en el celular, adivinaba que debía ser Beth tratando de saber sobre su breve encuentro con Darragh.
Pensar en el futuro líder de la manada la hizo tocar la mancuernilla que llevaba enredada en el tirante del vestido, la retiró de ahí y la observó en la palma de su mano. Tenía la forma de una luna menguante en color plata, pero sabía que no era de ese material o su piel se estaría quemando; era acero.
¿En qué estaba pensando Darragh cuando hizo semejante cosa? Frente a él la respetarían, pero ¿y cuando estuviera sola?
Quiso arrojar la mancuernilla en la fuente, pero la guardó en su bolso y apuró el champagne. Se disponía a marcharse cuando la voz de un hombre la detuvo:
—Pero si es la sucia comadreja.
Gia se detuvo y contuvo el aliento; su espalda ardió.
Ella no sólo poseía cicatrices de latigazos, sino de «juegos» en los que otros niños de la manada la obligaban a participar.
La cicatriz más profunda estaba en la espalda baja y fue hecha por el hombre que salía de las sombras en ese momento; la hirió con una navaja de plata cuando eran pequeños.
»¿Es cierto que quieres ganar el favor de las sábanas de Darragh?
—No sé de qué hablas —espetó ella y se incorporó.
El hombre se acercó hasta quedar a solo dos metros de ella. Era mucho más alto, aunque no tanto como el futuro líder. Tenía cara de pocos amigos, una barba abundante, cabello castaño y ojos marrones que desprendían frialdad.
—Oh, vamos, no intentes ser una mojigata —señaló el hombre y clavó el dedo índice en el hombro desnudo de Gia—. Yo sé cómo conseguías las cosas, sucia comadreja.
Gia apretó los puños y loba tragó duro. Sus nervios latieron. Se encontraban solos en el jardín, nadie podría ayudarla si Mark trataba de hacerle algo, aunque sospechaba que ella sola podría contra él. Nunca se habían enfrentado en una pelea verdadera, pero parecía que aquello estaba por cambiar.
—Ya quisieras, Mark… ¡Yo nunca he hecho ninguna de las cosas que insinúas! —bramó Gianna, alarmada por semejantes acusaciones cuando todo lo que había hecho en su vida era tratar de pasar desapercibida.—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.Y Mark siempre quiso algo más con ella…—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que ob
Darragh aceptó con un ligero asentimiento, se jugaría el todo por el todo. Mostraría su momento más vulnerable frente a una de las pocas criaturas que alguna vez había estado cerca de herirlo de gravedad y que continuaba viva para contarlo.El lobo se deshizo del saco y Gia descubrió que tenía dos pistolas sujetas sobre el pecho; le entregó ambas a la mujer.—Tienen balas de plata, ¿sabes disparar?—Sí —afirmó ella y revisó que estuvieran cargadas—. Hazlo, lobo.Gia no retrocedió, sino que se quedó cerca.Darragh inició su transformación y Gia enmudeció; no todos tenían el honor de ver algo así, ella no. Jamás había visto a un lobo de la familia Ashbourne transformarse. La escena la erizó.Darragh cayó de rodillas; su piel comenzó a moverse como si algo reptara por arriba de los músculos. Los huesos del hombre crujieron, se rompían y movían en formas inhumanas. Su cabeza se desfiguró y comenzó a alargarse hasta formar el hocico del lobo.Gia contuvo la respiración. Eso dolía, lo sabía,
—Nos atacaron —explicó Darragh en un último intento por hacer entender a su familia que necesitaba salvar a Gianna—. Gia me defendió y está muy herida, necesito que beba esto para recuperarse y…—Es una omega, Darragh, no puedes pretender que beba de la sangre de la eternidad, ¿sabes lo difícil que es conseguir más de ella? —interrumpió su padre—. Se agradece su acto heroico, su funeral será un homenaje a su valor, pero…—¡No voy a dejar que muera! —gritó Darragh.—¡Pero estás loco si piensas tirar la sangre de la eternidad de esa forma! —atacó Kilian—. Los vampiros están casi extintos y jamás volveremos a conseguir una sangre como esa, no puedes gastarla de esa forma…—Ella me salvó.—Era su deber —aseguró su padre—. Es lo menos que podía hacer luego de darnos tantas molestias.—¿Molestias? —Su manada.—La entregaron de niña, ella no tenía idea de nada, nosotros… —¿No recuerdas cómo te atacó cuando eran niños? —interrumpió su padre—. Tuvimos que sancionarla.Darragh recordó a Gia am
—Apestas a miedo —rió Mark y señaló a Gia—. Esta perra sucia no sabe respetar, Dar.El joven lobo de cabello plateado se acercó más e inspeccionó a la chica que parecía aterrorizada. —¿Estás bien? —preguntó Darragh a Gia.Gia asintió y bajó la mirada.—¡Míralo cuando te habla! —ordenó Mark y pateó en la cara a Gia.La chica chilló de dolor al tiempo en que cayó sobre el riachuelo y las chicas estallaron en más carcajadas.Darragh se acercó rápido para intentar sujetarla, pero Gia lo apartó de un manotazo y el joven lobo, al no saber cómo reaccionar frente a una ofensa que jamás había recibido, regresó el golpe en el brazo de la chica.Gianna apretó la mandíbula y lo enfrentó con la mirada; sus ojos se tornaron ámbar y sus colmillos se asomaron por la boca entreabierta.Darragh retrocedió, algo que tampoco había hecho antes, porque en esa mirada… encontró odio visceral.—Creo que… —empezó Darragh, mas no pudo continuar.Gia se abalanzó sobre él con todas las fuerzas que quedaban en su
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la m
—Yo creo que existe una explicación lógica que no se relaciona con la leyenda —dijo Gia con un poco de temor por el panorama que se presentaba frente a ella si la leyenda era una realidad.—Mira, la esponja de sangre eterna tiene más sentido común que tú, hermano —acusó Kilian.Gia no supo cómo reaccionar, así que calló.—Ya te dije que… —Kilian, por favor, sólo llámala Gianna, ¿sí? —interrumpió Aleksi a Darragh.—Como sea —aceptó el menor.Darragh respiró hondo y volvió a concentrarse en la loba en el rincón; no le gustó verla tan asustada y temerosa.—Sólo hay un ser que podrá decirnos qué sucede —dijo el futuro alfa—, pero debemos partir ya o no llegaremos hoy.Gianna encontró su excusa para escapar.—No puedo, tengo trabajo y…—Eso se soluciona —zanjó Darragh y abandonó la trastienda, pero regresó de inmediato cuando vio que sus hermanos no lo seguían—. Andando.Los dos lobos salieron detrás de él.Gianna permaneció un momento más en el mismo lugar. Temblaba.«Qué vergüenza», pen
En la camioneta sólo estaba el chofer. Era un omega, como Gianna, aunque nunca habían hablado. Incluso en la escala de omegas existía una jerarquía invisible y ella se encontraba al final; todos solían repelerla como la peste.Gianna abrió su bolsa de frituras y su lata de refresco al mismo tiempo en que Darragh volvió a la camioneta.—¿Comerás eso? No es saludable.Gianna ya tenía una fritura en la boca.—Si supieras lo que comía cuando era pequeña, pensarías que esto es lo más saludable que he comido en la vida.Y Darragh quiso saber. Gianna lo percibió tratando de colarse en su cabeza, pero lo expulsó sin saber muy bien cómo.—¿Qué hiciste? —inquirió él.El chofer puso en marcha la camioneta por detrás del vehículo en el que iban los hermanos de Darragh.—Creo que puedo controlar cuando entras en mi mente y cuando no —dedujo ella.Él frunció el entrecejo.—¿No quieres que sepa algo?—¿Es malo guardar secretos? —musitó Gia—. No te conozco.—Me conoces.—No, tú tampoco a mí, pero te m
—Lo he visto todo, todo, el ataque, todo, la sangre eterna… —La Oráculo recorrió a Gia con la vista—. Tienes la sangre de uno de los seres más antiguos que habitan en la tierra, Gianna Davies, y su fuerza permanecerá en ti.Gianna miró a Darragh; éste asintió. Toda su familia había bebido de esa sangre.»Ustedes son los primeros destinados, mas no serán los únicos. Vendrán más, es el inicio de una nueva época para los hombres lobo, un renacimiento y en sus manos estará preservar la paz con la humanidad. —¿Y qué debemos hacer? —quiso saber Gia.—Abrazar su destino —respondió la mujer—. Vincularse.—¿Cómo? —musitó él.La Oráculo meneó la cabeza y rió por lo bajo:—¿Me preguntan cómo deben amarse? Gianna enrojeció.Darragh sintió una presión en el pecho.—¿Y es necesario «amarnos»? —inquirió él.La Oráculo paseó la mirada entre ellos antes de responder:—El vínculo existe, lobos, de ustedes dependerá qué hacen con ello, pero… la única forma de fortalecerlo es… poseyendo al otro.Gia re