—Ya quisieras, Mark… ¡Yo nunca he hecho ninguna de las cosas que insinúas! —bramó Gianna, alarmada por semejantes acusaciones cuando todo lo que había hecho en su vida era tratar de pasar desapercibida.
—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.
Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.
Y Mark siempre quiso algo más con ella…
—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.
La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.
—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que obedecerme!
—No eres mi superior, ¿quién te mintió? —retó ella con una sonrisa y olfateó el aire—. Apestas a peróxido, ¿te teñiste el cabello? ¿Ya tienes canas?
Mark apretó la mandíbula. El odio brotaba por sus ojos que comenzaron a tornarse ámbar.
Gia se mantuvo firme. No se sentía en desventaja frente a Mark, ninguno podía cambiar a lobo a voluntad, eso era algo que solamente la familia Ashbourne podía hacer; ahí radicaba su poder, eran los únicos en el mundo capaces de hacer eso porque descendían de los primeros hombres lobo que caminaron sobre la tierra.
—Estás pidiendo a gritos que te obligue a respetarme —siseó Mark y acortó la distancia hasta Gia—. Tu corazón late muy rápido.
Gia levanto más la mirada; no se dejó amedrentar. El corazón de Mark latía igual de rápido que el suyo porque Gia no era una loba indefensa, él lo sabía. Gianna era una guerrera formidable.
—¿Y tú qué? ¿Nervioso? —sonrió Gia.
Fue suficiente para Mark. Extendió la mano y la sujetó por el cuello; Gia tomó la muñeca del hombre con ambas manos dispuesta a romperla; sin embargo, la pelea tuvo que detenerse.
—¿Qué está pasando aquí? —bramó Darragh desde la escalinata.
La voz del futuro alfa retumbó en el jardín y Mark soltó a Gia.
Ella se sujetó el cuello y miró al lobo que acababa de llegar, su sola presencia imponía respeto como si el aire crujiera a su alrededor con la potencia de su voz y esencia.
—¿Qué pretendías hacer, Mark? —cuestionó Darragh.
—Ella me retó, sólo la estaba poniendo en su lugar y…
Gia no terminó de escuchar, sino que se apuró a salir de ahí sin importarle dejar a Darragh con la palabra en la boca.
La loba entró de nuevo a la enorme mansión, se mezcló entre las personas, recogió su abrigo en la entrada principal y salió de ahí.
«No puedo quedarme un minuto más aquí», pensó mientras se colocaba la prenda y recorría la parte delantera repleta de automóviles lujosos. Ella sabía que cualquier pequeño error podía poner en peligro su vida.
Gianna había abandonado aquella vieja casa de campo cuando cumplió la mayoría de edad; desde entonces comenzó a trabajar en lugar pequeñitos y a vivir en albergues hasta que logró rentar un cuarto.
La manada se olvidó de ella… o eso creyó.
Gianna tenía el coraje atorado en la garganta en forma de nudo. Quería llorar, mucho, dejarse caer sobre las rodillas y llorar por los padres que la regalaron como obsequio de paz. Ya casi ni los recordaba, sólo eran una imagen borrosa. Ni siquiera pudo estudiar o ser una adolescente promedio de la manada que tenían acceso a todas las comodidades que les brindaban.
Gianna fue tratada como un bufón que no merecía un poquito de respeto.
La loba salió del terreno de la mansión y se enfrentó a la larga carretera solitaria que se extendía frente a ella. Tendría que caminar en medio de la oscuridad o pedir un taxi, pero al sacar su celular descubrió que se quedó sin batería.
—Genial —suspiró y emprendió la marcha.
Estaba de tan abrumada que le iría peor a cualquier humano que intentara hacerle algo, eso era seguro.
No obstante, su solitario caminar se interrumpió cuando Darragh la llamó con esa voz autoritaria con la que todos obedecían, pero ella no lo hizo y siguió andando. Supo que estaba jugando con fuego, que debió obedecer, mas sólo quería escapar de ahí y regresar a su monótona vida como una chica promedio.
Escuchó los pasos del hombre acercándose, percibió su aroma en el aire y su instinto de supervivencia se disparó.
¿Y si la atacaba? No podría con él, de eso no le quedaba duda. Darragh la aplastaría con una mano.
—¿Te vas? —preguntó el lobo cuando la alcanzó y empezó a caminar a su lado.
—Sí…
Darragh gruñó.
—No obedeciste.
—No.
—Tienes que obedecerme, lo sabes.
Gia se detuvo, lo miró y tragó duro. El cuello le dolió un poco al levantar la cabeza tan rápido para mirarlo a la cara.
Darragh la hizo sentir pequeñita; sin embargo, el temor se diluyó un poco porque no encontró furia en esos ojos grises.
—Perdón.
—¿Qué pasó ahí adentro?
—Creo que lo sabe, lo mismo de siempre, señor.
Darragh frunció el entrecejo.
—¿Saber qué?
Gianna echó una mirada desdeñosa hacia la mansión.
—Lo que toda la manada ha hecho siempre conmigo.
Darragh se aclaró la garganta.
—Gianna…
—Quiero ser una loba solitaria, por favor —musitó y volvió a mirarlo a los ojos. Era una súplica—. No quiero pertenecer a ninguna manada, ¿puedo hacer eso?
—Sabes cómo se castiga a los desertores, Gianna Davies.
Ella asintió.
No quería morir.
—Entonces me conformo con no tener que verlos más.
La loba apretó los labios y continuó caminando. Darragh avanzó a su lado en silencio por unos minutos.
»Ya casi es medianoche, debería volver con su familia y celebrar, señor.
Darragh asintió.
—Regresa, es peligroso que camines sola por aquí.
—Puedo defenderme.
—Lo sé, pero…
Gianna se detuvo. Él la imitó.
La loba contempló al hombre que tenía el cabello suelto sobre los hombros y que parecía brillar bajo la luz de la luna llena. Era una criatura hermosa.
—¿Por qué no lo detuvo?
—¿Qué…?
—Los latigazos, ¿por qué no lo detuvo? Si hubiera intervenido, se habrían detenido.
—Di la orden —interrumpió Darragh y no logró sostenerle la mirada—. Mi padre la anuló, dijo que era una ofensa que me atacaras.
—Usted empezó —recordó ella—. Sólo quiso hacer lo que todos los niños hacían conmigo, lastimarme.
Darragh se mantuvo en silencio.
»No merecía esos latigazos.
—No —reconoció él—. Te debo una disculpa.
Gianna se quedó boquiabierta.
—¿Usted se está disculpando?
Él levantó la mirada.
—Tómalo o déjalo.
Gia respiró hondo. Jamás había escuchado que Darragh se disculpara, ¿a qué se debía?
La loba emprendió de nuevo la marcha sin responder, se había quedado sin palabras.
Darragh se apresuró a seguirla y tiró de su muñeca; el contacto con su piel la estremeció. Gia giró, sus ojos se conectaron por unos segundos eternos en los que creyó escuchar un arrullo más viejo que la humanidad y, al notar la expresión de Darragh, supo que él escuchó lo mismo. Sin embargo, Gia notó un movimiento en medio de las sombras, por detrás de los árboles, y su reacción natural fue apartar a Darragh de un empujón.
Una flecha rozó la oreja de la loba y la sangre brotó. Gianna cayó hacia un costado con Darragh por delante.
Frente a ellos, en el suelo, había una flecha de plata y supieron que pronto llegarían más.
—¡Corre! —gritó Gia.
Darragh pensó que esa mujer estaba loca, ¿cómo iba a escapar y dejarla ahí?
La siguiente flecha rozó la mejilla del lobo. Él no se quedaría ahí a esperar que lo atacaran desde el refugio de los árboles, sino que se precipitó hacia las sombras y corrió a una velocidad sobrehumana hasta sumergirse en la maleza.
»¡Darragh, no!
Era su oportunidad para escapar. Si Darragh quería morir, era su problema, ¿no? Sin embargo, toda su vida la aleccionaran para proteger a la familia Ashbourne. Y, además, no se perdonaría que algo le sucediera porque… ¿por qué?
No había tiempo para pensar en eso.
Gia subió su falda, desenfundó la navaja que llevaba firmemente sujeta en la pierna y corrió detrás de Darragh. Su aroma fue lo primero que la guió en medio de las sombras y el silencio abrumador de los árboles; no necesitó ni esforzarse para seguir el rastro del lobo que se encontraba escondido detrás de un árbol.
Gia se movía con gracia y sigilo; Darragh sólo supo que se acercaba por su aroma.
Los hombres lobos tenían el olfato mas desarrollado aun en su forma humana, pero jamás habían percibido así el aroma de otro.
Ahí, en medio de las sombras, intercambiaron una mirada confundida.
Darragh rompió el contacto visual con Gia, lo desconcertaba, y señaló hacia un árbol al borde un claro unos metros por delante. Gia prestó atención y los vio; su corazón dio un vuelco. Se enfrentaban a varios oponentes y ellos sólo eran dos. Sin embargo, Darragh podría transformarse en lobo y eso los pondría en ventaja.
Darragh dudó. No podía sólo transformarse, era el momento más vulnerable de cualquier hombre lobo, y ahí sólo estaba Gia para defenderlo, ¿y si lo traicionaba?
—Te protegeré —susurró Gia lo más bajo que pudo.
Darragh la miró fijamente a los ojos y supo que no tenía otra opción más que confiar en aquella loba que una vez intentó asesinarlo. Tal vez terminaría lo que inició en aquella pelea años atrás o… podría cumplir su palabra y protegerlo como él mismo no pudo hacer con ella cuando sólo eran unos niños.
Darragh aceptó con un ligero asentimiento, se jugaría el todo por el todo. Mostraría su momento más vulnerable frente a una de las pocas criaturas que alguna vez había estado cerca de herirlo de gravedad y que continuaba viva para contarlo.El lobo se deshizo del saco y Gia descubrió que tenía dos pistolas sujetas sobre el pecho; le entregó ambas a la mujer.—Tienen balas de plata, ¿sabes disparar?—Sí —afirmó ella y revisó que estuvieran cargadas—. Hazlo, lobo.Gia no retrocedió, sino que se quedó cerca.Darragh inició su transformación y Gia enmudeció; no todos tenían el honor de ver algo así, ella no. Jamás había visto a un lobo de la familia Ashbourne transformarse. La escena la erizó.Darragh cayó de rodillas; su piel comenzó a moverse como si algo reptara por arriba de los músculos. Los huesos del hombre crujieron, se rompían y movían en formas inhumanas. Su cabeza se desfiguró y comenzó a alargarse hasta formar el hocico del lobo.Gia contuvo la respiración. Eso dolía, lo sabía,
—Nos atacaron —explicó Darragh en un último intento por hacer entender a su familia que necesitaba salvar a Gianna—. Gia me defendió y está muy herida, necesito que beba esto para recuperarse y…—Es una omega, Darragh, no puedes pretender que beba de la sangre de la eternidad, ¿sabes lo difícil que es conseguir más de ella? —interrumpió su padre—. Se agradece su acto heroico, su funeral será un homenaje a su valor, pero…—¡No voy a dejar que muera! —gritó Darragh.—¡Pero estás loco si piensas tirar la sangre de la eternidad de esa forma! —atacó Kilian—. Los vampiros están casi extintos y jamás volveremos a conseguir una sangre como esa, no puedes gastarla de esa forma…—Ella me salvó.—Era su deber —aseguró su padre—. Es lo menos que podía hacer luego de darnos tantas molestias.—¿Molestias? —Su manada.—La entregaron de niña, ella no tenía idea de nada, nosotros… —¿No recuerdas cómo te atacó cuando eran niños? —interrumpió su padre—. Tuvimos que sancionarla.Darragh recordó a Gia am
—Apestas a miedo —rió Mark y señaló a Gia—. Esta perra sucia no sabe respetar, Dar.El joven lobo de cabello plateado se acercó más e inspeccionó a la chica que parecía aterrorizada. —¿Estás bien? —preguntó Darragh a Gia.Gia asintió y bajó la mirada.—¡Míralo cuando te habla! —ordenó Mark y pateó en la cara a Gia.La chica chilló de dolor al tiempo en que cayó sobre el riachuelo y las chicas estallaron en más carcajadas.Darragh se acercó rápido para intentar sujetarla, pero Gia lo apartó de un manotazo y el joven lobo, al no saber cómo reaccionar frente a una ofensa que jamás había recibido, regresó el golpe en el brazo de la chica.Gianna apretó la mandíbula y lo enfrentó con la mirada; sus ojos se tornaron ámbar y sus colmillos se asomaron por la boca entreabierta.Darragh retrocedió, algo que tampoco había hecho antes, porque en esa mirada… encontró odio visceral.—Creo que… —empezó Darragh, mas no pudo continuar.Gia se abalanzó sobre él con todas las fuerzas que quedaban en su
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la m
—Yo creo que existe una explicación lógica que no se relaciona con la leyenda —dijo Gia con un poco de temor por el panorama que se presentaba frente a ella si la leyenda era una realidad.—Mira, la esponja de sangre eterna tiene más sentido común que tú, hermano —acusó Kilian.Gia no supo cómo reaccionar, así que calló.—Ya te dije que… —Kilian, por favor, sólo llámala Gianna, ¿sí? —interrumpió Aleksi a Darragh.—Como sea —aceptó el menor.Darragh respiró hondo y volvió a concentrarse en la loba en el rincón; no le gustó verla tan asustada y temerosa.—Sólo hay un ser que podrá decirnos qué sucede —dijo el futuro alfa—, pero debemos partir ya o no llegaremos hoy.Gianna encontró su excusa para escapar.—No puedo, tengo trabajo y…—Eso se soluciona —zanjó Darragh y abandonó la trastienda, pero regresó de inmediato cuando vio que sus hermanos no lo seguían—. Andando.Los dos lobos salieron detrás de él.Gianna permaneció un momento más en el mismo lugar. Temblaba.«Qué vergüenza», pen
En la camioneta sólo estaba el chofer. Era un omega, como Gianna, aunque nunca habían hablado. Incluso en la escala de omegas existía una jerarquía invisible y ella se encontraba al final; todos solían repelerla como la peste.Gianna abrió su bolsa de frituras y su lata de refresco al mismo tiempo en que Darragh volvió a la camioneta.—¿Comerás eso? No es saludable.Gianna ya tenía una fritura en la boca.—Si supieras lo que comía cuando era pequeña, pensarías que esto es lo más saludable que he comido en la vida.Y Darragh quiso saber. Gianna lo percibió tratando de colarse en su cabeza, pero lo expulsó sin saber muy bien cómo.—¿Qué hiciste? —inquirió él.El chofer puso en marcha la camioneta por detrás del vehículo en el que iban los hermanos de Darragh.—Creo que puedo controlar cuando entras en mi mente y cuando no —dedujo ella.Él frunció el entrecejo.—¿No quieres que sepa algo?—¿Es malo guardar secretos? —musitó Gia—. No te conozco.—Me conoces.—No, tú tampoco a mí, pero te m
—Lo he visto todo, todo, el ataque, todo, la sangre eterna… —La Oráculo recorrió a Gia con la vista—. Tienes la sangre de uno de los seres más antiguos que habitan en la tierra, Gianna Davies, y su fuerza permanecerá en ti.Gianna miró a Darragh; éste asintió. Toda su familia había bebido de esa sangre.»Ustedes son los primeros destinados, mas no serán los únicos. Vendrán más, es el inicio de una nueva época para los hombres lobo, un renacimiento y en sus manos estará preservar la paz con la humanidad. —¿Y qué debemos hacer? —quiso saber Gia.—Abrazar su destino —respondió la mujer—. Vincularse.—¿Cómo? —musitó él.La Oráculo meneó la cabeza y rió por lo bajo:—¿Me preguntan cómo deben amarse? Gianna enrojeció.Darragh sintió una presión en el pecho.—¿Y es necesario «amarnos»? —inquirió él.La Oráculo paseó la mirada entre ellos antes de responder:—El vínculo existe, lobos, de ustedes dependerá qué hacen con ello, pero… la única forma de fortalecerlo es… poseyendo al otro.Gia re
Gianna reconoció la hermosura que poseía Cornelia. Su cuerpo era delgado y esbelto, la piel era color canela y su cabello caía como una cascada de ondas negras hasta la cintura. Portaba un elegante y sobrio vestido dorado que la hacía lucir como una actriz de Hollywood.Y, sobre todo, no poseía una sola cicatriz.Gia escondió sus manos debajo de sus muslos mientras permanecía sentada en el sofá.—Tus padres me avisaron —murmuró Cornelia.Darragh se incorporó y, a grandes pasos, llegó pronto frente a su todavía prometida.—Cornelia… Debemos hablar.La realidad era que Darragh no esperó encontrarla ahí. Creyó que tendría algunos días más para saber qué decirle, aunque igual sabía que no existía forma amable de terminar con un compromiso.—Sí, así es —aceptó él.Cornelia tomó las manos de Darragh, levantó la mirada y abrió la boca, pero se vio interrumpida por un ligero movimiento de Gianna.La pelirroja capturó toda la atención de la morena.—¿Es ella…? —preguntó Cornelia.Gianna quiso