—Nos atacaron —explicó Darragh en un último intento por hacer entender a su familia que necesitaba salvar a Gianna—. Gia me defendió y está muy herida, necesito que beba esto para recuperarse y…
—Es una omega, Darragh, no puedes pretender que beba de la sangre de la eternidad, ¿sabes lo difícil que es conseguir más de ella? —interrumpió su padre—. Se agradece su acto heroico, su funeral será un homenaje a su valor, pero…
—¡No voy a dejar que muera! —gritó Darragh.
—¡Pero estás loco si piensas tirar la sangre de la eternidad de esa forma! —atacó Kilian—. Los vampiros están casi extintos y jamás volveremos a conseguir una sangre como esa, no puedes gastarla de esa forma…
—Ella me salvó.
—Era su deber —aseguró su padre—. Es lo menos que podía hacer luego de darnos tantas molestias.
—¿Molestias?
—Su manada.
—La entregaron de niña, ella no tenía idea de nada, nosotros…
—¿No recuerdas cómo te atacó cuando eran niños? —interrumpió su padre—. Tuvimos que sancionarla.
Darragh recordó a Gia amarrada y sobre sus rodillas mientras recibía los latigazos. Su rostro estaba desfigurado por el dolor y lloraba a raudales mientras los espectadores reían.
—Yo la ataqué primero —recordó Darragh—. Ella se defendió.
—Ella olvidó su lugar —corrigió Kilian—. ¿Y ahora pretendes usar la sangre con ella?
Darragh miró a ambos, ¿podría con los dos?
Quizá.
Hacía mucho tiempo que el futuro alfa sabía que podría tomar el liderato por la mala, era fuerte, más que su padre, podría derrocarlo. Y su hermano era joven e inexperto, prefería la diversión y las mujeres en lugar del entrenamiento.
Darragh podía vencer a los dos, pero no sabía si tenía tiempo suficiente para hacerlo y salvar a Gia. Él mismo estaba aterrado y sorprendido con sus pensamientos y sentimientos; prefería acabar con su padre y su hermano para mantener con vida a Gianna.
De repente, esa joven loba se había convertido en algo vital para él, ¿era por la leyenda? ¿Era su destino?
Darragh asomó los colmillos que eran discretos en su forma humana, muy diferentes a cuando era un lobo de dos metros.
Su padre apretó los puños. Él también era consciente de que no tenían ninguna oportunidad frente al mayor de sus hijos.
—Usaré la sangre, ¿de acuerdo? —dijo Darragh con voz firme—. Y si debo pasar sobre ustedes para hacerlo, lo haré.
Su padre se quedó boquiabierto, ¿era real? Su heredero estaba amenazándolo, ¿cómo era eso posible? ¿Y todo por una omega regalada?
Darragh contempló a ambos; eran fisicamente muy parecidos a él. Su padre también llevaba el cabello largo, su hermano lo usaba corto, pero los tres tenían las hebras plateadas y los ojos grisáceos.
El alfa extendió el brazo para detener a su hijo menor que no medía la fuerza real de Darragh; por el contrario, Leonard sabía que su hijo mayor podía con los dos.
—¿De cuántos te defendió? —inquirió Leonard.
—Ocho atacantes.
—¿Ella sola?
—Sí, mientras me transformaba.
El alfa hizo un asentimiento.
—Ve —ordenó—. Enviaré a algunos lobos a revisar la zona.
Darragh no dudó un segundo más, sino que salió disparado del estudio con la urna de oro entre las manos.
Los invitados seguían aglomerados en la planta baja hablando de lo que sucedió cuando lo vieron descender por las escaleras y reconocieron de inmediato la urna, no tardaron en deducir lo que haría y se preguntaron cómo era posible que fuera a usar la sangre en alguien como Gianna.
—¡Amor mío! —chilló Cornelia y se abrió paso entre la multitud para detener a Darragh, pero éste continuó andando—. ¡Espera! ¡¿Estás bien?! ¡¿Qué pasó?!
—Estoy bien —resumió él—. Quédate aquí.
Darragh no quería verla, estaba confundido. Si Gianna era su Luna tendría que apartar a Cornelia, no quedaba duda.
—¿A dónde llevas la urna?
Cornelia sabía, pero quería escucharlo de sus labios, le parecía inaudito.
Darragh no respondió, sino que tomó el camino del pasillo izquierdo, avanzó hasta el fondo y abrió la última puerta en donde percibió el aroma de la sangre de Gia.
Gia yacía inconsciente sobre la cama con tres mujeres alrededor que le limpiaban la sangre y trataban de contener una hemorragia del vientre.
—Fuera —ordenó Darragh.
Las mujeres eran otras omegas, portaban sus uniformes de empleadas domésticas y ni titubearon cuando Darragh las echó; sin embargo, Cornelia se quedó ahí, estática.
—No pretenderás darle de la sangre a esta basura, ¿o sí?
—No es una basura y te prohibido expresarte así de ella —dijo él y avanzó hacia la cama; Gia tenía el rostro arañado y había perdido parte del labio con un rasguño—. Sal de aquí, Cornelia.
—Tu abuelo consiguió esa sangre, es una leyenda, Darragh, y sabes que jamás volveremos a conseguir algo así.
—Lo sé.
—¿Y la usarás en ésta…?
—En Gianna —interrumpió él y clavó la mirada plateada en su prometida—. Ahora vete.
—Pero…
—¡Vete! —bramó el lobo.
Cornelia retrocedió, dudó unos segundos, pero finalmente se marchó.
Darragh no perdió más el tiempo. Abrió la tapa, que incluía un gotero, y lo llenó con la sangre que contenía la urna.
La sangre de los vampiros era mágica, podía curar cualquier herida o enfermedad; a lo largo de los años la habían usado en batallas donde estuvieron a punto de perder a un lobo importante, pero jamás a un insignificante omega. Quedaba muy poca, apenas unas gotas, y usaría tres de éstas en Gia, quizá hasta cuatro, porque ella lo merecía.
Gianna tenía que vivir. Darragh la necesitaba, no sabía cómo o por qué, pero ya no concebía un mundo sin ella en éste.
—Bebe, Gia —susurró él y entreabrió los labios de la mujer donde vertió las cuatro gotas de sangre—. Vive, Gia.
Gia se movió un poco.
Y Darragh aguardó sin apartar la mirada del rostro maltrecho de la mujer que arriesgó su vida por él.
El lobo jamás imaginó que esa leyenda tan «cursi» podría ser real. Era una historia que había pasado de generación en generación, incluso había llegado a la ficción y existían miles de películas con el tema; pero… parecía real.
Darragh escuchó a Gianna en su cabeza, la sintió tan cerca… y aquello jamás había sucedido. Nadie estaba seguro de qué se debería sentir, pero Darragh estaba seguro de que jamás había hablado mentalmente con alguien más ni experimentado todo lo que vivió esos segundos antes de que fueran atacados.
Pero… si era verdad, ¿cuál sería la tragedia que se cerniría sobre ellos?
Ahí, en esa habitación, Darragh no quiso pensar en nada malo, sólo en que la mujer que yacía en la cama se salvaría.
El lobo se inclinó sobre Gia, recargó su frente en ella y escuchó con todos sus sentidos.
Escuchó… y ahí estaba, ese misterioso canto más antiguo que la humanidad, más real que cualquier cosa que hubiera presenciado antes.
Gia soñaba.
No, recordaba.
Por sus venas recorría la sangre ancestral que encerraba más preguntas que respuestas o al menos ningún ser viviente había podido contestarlas; los vampiros no contaban como criaturas vivas, no propiamente dicho.
En medio de esas imágenes era consciente de la sangre que la estaba curando, pero no podía abrir los ojos; estaba atrapada en sus sueños con escenas que prefería olvidar. Desfilaban rápido frente a ella, como si se tratara de un álbum que alguien más manejaba y, de pronto, se detuvo en la imagen del joven Darragh cuando tenía trece años; Gia lo recordaba muy bien, demasiado bien.
Gia miró sus manos, ¿estaba despierta? No, se recordó, estaba atrapada en sus recuerdos mientras esa sangre cumplía su cometido.
Y sus manos eran pequeñas, llenas de cortes y golpes; maltrechas, el resultado de horas entrenando a solas en medio del bosque a escondidas de los demás. Nadie podía saber que se preparaba para una guerra imaginaria, porque Gia temía que un día la manada la mataría, al menos quería defenderse.
Esos eran los miedos de una niña de doce años.
Gia se arrodilló frente al riachuelo y enjuagó las manos sucias. Entonces contempló su reflejo, su rostro aniñado, sucio y también maltrecho le regresó la mirada triste.
Gianna fue una niña triste y sola.
Una piedra la golpeó en la cabeza. Ella se quejó y miró sobre el hombro; estaba tan agotada que no escuchó a los chicos acercándose en medio de la maleza.
—Eh, muerta de hambre, ¿qué haces? —gritó Mark.
Dos chicas estaban con él, rieron. Una tomó una piedra y se la arrojó a Gia quien apenas pudo esquivarla por unos centímetros.
—Nada —musitó Gia cabizbaja.
—¡Mírame a la cara cuando te hablo! —bramó Mark y avanzó con paso decidido hacia ella, pero se detuvo unos metros antes—. Perra insolente.
Y el chico le arrojó otra piedra de forma imprevista que pegó de lleno en la frente de la chica.
Gia se encorvó, una gota de sangre chorreó por su rostro hasta el suelo. Su cara dolía, su corazón también. A veces sólo quería que todo se terminara rápido, que alguien acabara con su vida y por fin pudiera descansar.
Mark y las chicas rieron a carcajadas.
—¿Qué hacen? —preguntó otro chico.
Gia levantó un poco la mirada, era Darragh.
El miedo de la joven loba aumentó y su corazón se aceleró.
Gianna sabía que la presencia de Darragh podría cambiarlo todo, para bien o para mal, pero también conocía la amistad que compartía Mark con el hijo del alfa de la manada.
¿Y si Darragh la atacaba? ¿Debería defenderse o permitir que la lastimara como todos los demás? La joven loba se sentía tan cansada de todo que supo lo que haría, aunque también que eso podría costarle la vida sin importar si vencía a Darragh.
—Apestas a miedo —rió Mark y señaló a Gia—. Esta perra sucia no sabe respetar, Dar.El joven lobo de cabello plateado se acercó más e inspeccionó a la chica que parecía aterrorizada. —¿Estás bien? —preguntó Darragh a Gia.Gia asintió y bajó la mirada.—¡Míralo cuando te habla! —ordenó Mark y pateó en la cara a Gia.La chica chilló de dolor al tiempo en que cayó sobre el riachuelo y las chicas estallaron en más carcajadas.Darragh se acercó rápido para intentar sujetarla, pero Gia lo apartó de un manotazo y el joven lobo, al no saber cómo reaccionar frente a una ofensa que jamás había recibido, regresó el golpe en el brazo de la chica.Gianna apretó la mandíbula y lo enfrentó con la mirada; sus ojos se tornaron ámbar y sus colmillos se asomaron por la boca entreabierta.Darragh retrocedió, algo que tampoco había hecho antes, porque en esa mirada… encontró odio visceral.—Creo que… —empezó Darragh, mas no pudo continuar.Gia se abalanzó sobre él con todas las fuerzas que quedaban en su
Gianna contempló su espalda desnuda frente al espejo; apenas podía verla sobre el hombro y le encantaba. Ya no recordaba cómo lucía sin todas esas horribles cicatrices, pero ahí frente a ella estaba la piel tersa y saludable.Todo gracias a Darragh.«Pero también él lo causó», se recordó. La imagen del enorme lobo blanco regresó a su mente, no podía sacarla de ahí, era impresionante. Ella no solía convivir con la manada cuando era luna llena; no lograba identificar si había otros lobos tan grandes como Darragh, sospechó que no. Y quería volver a verlo.El recuerdo agitaba su corazón, estremecía sus sentidos y no comprendía por qué, ¿o sí? Ella igual conocía la leyenda, todos lo hacían, ¡pero no tenía sentido!¿Cómo podría ser la Luna de Darragh? Cornelia no lo permitiría, nadie lo haría. Su celular recibió otro mensaje de Beth; su mejor amiga necesitaba saber por ella misma qué había sucedido, pero Gia la estaba evitando. Sólo esperaba que no fuer a verla, aunque probablemente la m
—Yo creo que existe una explicación lógica que no se relaciona con la leyenda —dijo Gia con un poco de temor por el panorama que se presentaba frente a ella si la leyenda era una realidad.—Mira, la esponja de sangre eterna tiene más sentido común que tú, hermano —acusó Kilian.Gia no supo cómo reaccionar, así que calló.—Ya te dije que… —Kilian, por favor, sólo llámala Gianna, ¿sí? —interrumpió Aleksi a Darragh.—Como sea —aceptó el menor.Darragh respiró hondo y volvió a concentrarse en la loba en el rincón; no le gustó verla tan asustada y temerosa.—Sólo hay un ser que podrá decirnos qué sucede —dijo el futuro alfa—, pero debemos partir ya o no llegaremos hoy.Gianna encontró su excusa para escapar.—No puedo, tengo trabajo y…—Eso se soluciona —zanjó Darragh y abandonó la trastienda, pero regresó de inmediato cuando vio que sus hermanos no lo seguían—. Andando.Los dos lobos salieron detrás de él.Gianna permaneció un momento más en el mismo lugar. Temblaba.«Qué vergüenza», pen
En la camioneta sólo estaba el chofer. Era un omega, como Gianna, aunque nunca habían hablado. Incluso en la escala de omegas existía una jerarquía invisible y ella se encontraba al final; todos solían repelerla como la peste.Gianna abrió su bolsa de frituras y su lata de refresco al mismo tiempo en que Darragh volvió a la camioneta.—¿Comerás eso? No es saludable.Gianna ya tenía una fritura en la boca.—Si supieras lo que comía cuando era pequeña, pensarías que esto es lo más saludable que he comido en la vida.Y Darragh quiso saber. Gianna lo percibió tratando de colarse en su cabeza, pero lo expulsó sin saber muy bien cómo.—¿Qué hiciste? —inquirió él.El chofer puso en marcha la camioneta por detrás del vehículo en el que iban los hermanos de Darragh.—Creo que puedo controlar cuando entras en mi mente y cuando no —dedujo ella.Él frunció el entrecejo.—¿No quieres que sepa algo?—¿Es malo guardar secretos? —musitó Gia—. No te conozco.—Me conoces.—No, tú tampoco a mí, pero te m
—Lo he visto todo, todo, el ataque, todo, la sangre eterna… —La Oráculo recorrió a Gia con la vista—. Tienes la sangre de uno de los seres más antiguos que habitan en la tierra, Gianna Davies, y su fuerza permanecerá en ti.Gianna miró a Darragh; éste asintió. Toda su familia había bebido de esa sangre.»Ustedes son los primeros destinados, mas no serán los únicos. Vendrán más, es el inicio de una nueva época para los hombres lobo, un renacimiento y en sus manos estará preservar la paz con la humanidad. —¿Y qué debemos hacer? —quiso saber Gia.—Abrazar su destino —respondió la mujer—. Vincularse.—¿Cómo? —musitó él.La Oráculo meneó la cabeza y rió por lo bajo:—¿Me preguntan cómo deben amarse? Gianna enrojeció.Darragh sintió una presión en el pecho.—¿Y es necesario «amarnos»? —inquirió él.La Oráculo paseó la mirada entre ellos antes de responder:—El vínculo existe, lobos, de ustedes dependerá qué hacen con ello, pero… la única forma de fortalecerlo es… poseyendo al otro.Gia re
Gianna reconoció la hermosura que poseía Cornelia. Su cuerpo era delgado y esbelto, la piel era color canela y su cabello caía como una cascada de ondas negras hasta la cintura. Portaba un elegante y sobrio vestido dorado que la hacía lucir como una actriz de Hollywood.Y, sobre todo, no poseía una sola cicatriz.Gia escondió sus manos debajo de sus muslos mientras permanecía sentada en el sofá.—Tus padres me avisaron —murmuró Cornelia.Darragh se incorporó y, a grandes pasos, llegó pronto frente a su todavía prometida.—Cornelia… Debemos hablar.La realidad era que Darragh no esperó encontrarla ahí. Creyó que tendría algunos días más para saber qué decirle, aunque igual sabía que no existía forma amable de terminar con un compromiso.—Sí, así es —aceptó él.Cornelia tomó las manos de Darragh, levantó la mirada y abrió la boca, pero se vio interrumpida por un ligero movimiento de Gianna.La pelirroja capturó toda la atención de la morena.—¿Es ella…? —preguntó Cornelia.Gianna quiso
Gianna abrió los ojos y se topó con las cortinas del techo de su cama; nunca creyó que dormiría en una de esas camas que parecían de princesa. Pese a que estaba abrumada por todo lo que sucedía, se durmió cuando su cabeza tocó la almohada. Entre sueños recordaba que la empleada doméstica le preguntó si quería cenar, pero se sintió tan agotada que ni respondió y siguió durmiendo.Además, ir a cenar significaría convivir con sus «suegros» y era algo para lo que todavía no estaba lista; no después de aquella incómoda conversaciónEl anochecer prevalecía y la lluvia continuaba golpeando las ventanas de la mansión. Gianna se asomó y un relámpago iluminó el jardín.Un enorme lobo blanco estaba sentado a mitad del jardín sin inmutarse con la lluvia que lo cubría. Era extraño. No era que los lobos odiaran el agua o algo similar, pero ese lobo parecía agradecer la lluvia fría que lo estaba cubriendo.¿Sería Darragh?Quiso buscarlo con la mente, pero sólo encontró silencio. Estaban lejos, su
Gianna se sintió examinada por Cornelia y no supo cómo reaccionar. Ella había conseguido su cuerpo ejercitado por sus extenuantes horarios de entrenamiento. Cornelia a base de pilates, un entrenador personal para el gimnasio y una estricta dieta con un nutriólogo profesional. —Buenas noches —murmuró Gianna.La pelirroja no tenía motivos para repeler a Cornelia. La loba morena pertenecía a la parte de la manada que simplemente preferían fingir que ella no existía.Sin embargo, Cornelia no respondió el saludo, sino que preguntó:—¿Y Darragh? Lo escuché aquí.—Se acaba de marchar…Y el ruido de la puerta principal anunció que era posible que el futuro alfa acabara de abandonar la mansión sin importar la lluvia.Cornelia volvió a examinar a Gianna y dijo:—No creas que no sé lo que pretendes.Gia suspiró, ya se imaginaba que la ex prometida no tomaría muy felizmente que perdería su posición como futura hembra alfa. Ignoraba por qué pareció tan comprensiva con Darragh, pero ahí, frente a