William regresó a la mansión, siguiendo el rastro de la verdadera Gianna. No podía sólo desaparecer, en algún lado debía quedar algún registro de su aroma, pero el olor del perfume continuaba confundiéndolo y borrando los otros aromas.En el centro del enfrentamiento, Jana dejó escapar un grito desgarrador mientras su transformación ocurría. Su dolor capturó la atención de las hembras que la rodeaban, creando un instante de vacilación.¿Por qué le dolía tanto convertirse? La confusión les costó caro.Su distracción hizo que Aleksi pudiera atacar a un par de éstas, enzarzado en una pelea brutal de mordidas y rasguños hasta derribarlas. Su ataque dio la pauta para que los demás machos atacaran a las hembras, pero… ¡estaban atacado a sus aliados, no al enemigo!¡¿Qué demonios sucedía?!La transformación de Jana terminó, y apenas logró ponerse en pie antes de que Nerea la embistiera con toda su fuerza. La mordida de la alfa en el cuello de Jana fue certera; la sacudió como si fuera una pr
Gianna despertó en un remolino de confusión. El frío del suelo metálico de la camioneta se sentía áspero contra su mejilla mientras las vibraciones del vehículo resonaban en sus oídos.Intentó mover el cuerpo, pero estaba agotada, sus músculos parecían de plomo. Optó por quedarse inmóvil, su mente luchando por desentrañar qué había sucedido.Y entonces lo recordó.Esos ojos azules idénticos a los suyos, llenos de una intensidad aterradora.«Fue ella todo el tiempo», pensó Gianna, mientras un atisbo de energía le permitía levantar un poco la cabeza. Desde su posición, logró ver una ventanilla que daba al asiento delantero.—Está despertando —dijo una mujer al volante, con un tono de alarma.—Tendremos que volver a sedarla —respondió alguien desde el asiento del copiloto.—Cornelia dijo que con una inyección sería suficiente.—Pues evidentemente no es así, porque está…Un estruendo sacudió el techo de la camioneta. Las mujeres soltaron un grito al unísono.—¡¿Qué fue eso?! —chilló la co
Cornelia la tenía sujeta por el cuello a Nerea, sacudiéndola como si no fuera más que un muñeco de trapo. Kilian intentaba desesperadamente acercarse, pero un grupo de lobos bloqueaba su camino.Y entonces Darragh la vio. Gianna, o quien él creía que era ella, observaba la escena.El lobo negro no dudó. Corrió hacia ellos, destrozando a los enemigos con una rabia primitiva. Los lobos que lo enfrentaban sucumbían rápidamente ante sus mordidas, los huesos crujían con una facilidad aterradora. Su sola presencia sembraba el miedo; algunos retrocedían sin siquiera intentar enfrentarlo.Pero no fue lo suficientemente rápido.El último chillido de Nerea resonó en el aire como un eco interminable. Cornelia torció su cuello con un movimiento certero y dejó caer el cuerpo sin vida de la hembra alfa.Darragh rugió, una mezcla de dolor y furia que sacudió el aire a su alrededor. Sin detenerse, se lanzó contra Cornelia, derribándola con todo el peso de su cuerpo mientras Kilian corría hacia el cue
El último aullido vino de Darragh, un sonido profundo, cargado de fuerza y dolor. Su ronco llamado resonó en el aire, vibrando en el pecho de todos los presentes. Era la proclamación del nuevo alfa. La manada lo sintió y lo aceptó.André, al verse enfrentado, lanzó un ataque desesperado. La batalla volvió a encenderse con una ferocidad renovada.Darragh enfrentó a André directamente. Aunque el traidor peleaba sucio y había traído consigo refuerzos que no dudaban en atacar al nuevo alfa, Gianna estaba ahí, cubriendo su espalda.La loba respondía a cada amenaza con movimientos precisos y brutales, su agresividad superando incluso a la de los machos más fuertes. Su entrenamiento y determinación brillaban en cada enfrentamiento, haciendo retroceder a sus enemigos.A través del vínculo, Gianna y Darragh estaban sincronizados de una forma que confundía a André. Los ataques a traición eran anticipados y repelidos sin esfuerzo, como si compartieran un solo cuerpo y una sola mente. Muy tarde,
Gianna no quería ir a esa fiesta, detestaba la simple idea de ver a los lobos de aquella manada que tanto daño le causaron desde que era una niña, pero, sobretodo, no deseaba ver a Darragh Ashbourne por nada del mundo.Que la Diosa Luna la protegiera de ver esos ojos plateados que parecían atravesarte el alma. La joven loba había logrado labrarse un humilde camino lejos de la manada de «La luna susurrante», la más antigua y poderosa del mundo, y no pensaba arrojarlo por la borda. Era como si ellos se hubieran olvidado de su existencia y no quería que eso cambiara. Gianna era feliz con su modesto trabajo en la cafetería que estaba debajo de su humilde departamento en Queens, Nueva York, ¿por qué arriesgar todo eso?Los recuerdos de aquellos tormentos continuaban adheridos en su memoria, así como en su piel; todavía poseía cicatrices de aquellas injusticias por las que tuvo que atravesar.«Darragh Ashbourne», pensó y su corazón se aceleró, pero no por la emoción, sino por la incertidum
Beth extendió los brazos para saludar a una de las chicas de la fiesta; esta chica respondió con efusividad a la rubia, pero dirigió una mirada despectiva a Gianna.—¿Qué hace «esa» aquí? —susurró la chica a Beth.—Darragh la invitó —contestó Beth con autosuficiencia.La mujer soltó un respingo y repasó con la mirada a Gianna, ¿cómo era posible que esa insignificante consiguiera una invitación personal del futuro líder de la manada?Gianna fingió no escuchar, estaba acostumbrada a los comentarios despectivos y que cuando se encontraba con la manada debía bajar la cabeza y aceptarlo; era su sitio. Si se atrevía a responderle podría terminar mal, muy mal; ya le había sucedido. Gia sabía pelear, pero ella sola contra diez o más lobos sería una masacre de la que no saldría viva.—Me asombra su buen corazón —agregó la joven—. Siempre pensando en los más necesitados.Gia escondió su sonrisa sarcástica con una copa de champagne. Darragh era un hijo de puta, ella lo sabía; Gia sabía muchas co
—Ya quisieras, Mark… ¡Yo nunca he hecho ninguna de las cosas que insinúas! —bramó Gianna, alarmada por semejantes acusaciones cuando todo lo que había hecho en su vida era tratar de pasar desapercibida.—¿Olvidas que yo te conozco mejor que todos? —gruñó él—. Fuiste el estorbo de mi familia, nos obligaron a cuidarte cuando tu manada te regaló y creciste en nuestro hogar.Era verdad. Gia creció en una casa de campo con la familia de Mark, aunque ellos sólo iban de forma esporádica. La loba pasaba más tiempo con los empleados del lugar que con ellos.Y Mark siempre quiso algo más con ella…—Los obligaron por ser de un nivel tan inferior —acusó Gia—. Eso no es mi culpa.La loba apartó la mano de Mark y se dispuso a marcharse, pero el lobo tiró de su brazo por la fuerza y la arrojó hacia la fuente. Ella trastabilló y logró recuperar el equilibrio antes de caer en el agua.—¡Recuerda tu posición, sucia comadreja! —gritó Mark—. ¡No puedes faltarme al respeto! ¡Soy tu superior y tienes que ob
Darragh aceptó con un ligero asentimiento, se jugaría el todo por el todo. Mostraría su momento más vulnerable frente a una de las pocas criaturas que alguna vez había estado cerca de herirlo de gravedad y que continuaba viva para contarlo.El lobo se deshizo del saco y Gia descubrió que tenía dos pistolas sujetas sobre el pecho; le entregó ambas a la mujer.—Tienen balas de plata, ¿sabes disparar?—Sí —afirmó ella y revisó que estuvieran cargadas—. Hazlo, lobo.Gia no retrocedió, sino que se quedó cerca.Darragh inició su transformación y Gia enmudeció; no todos tenían el honor de ver algo así, ella no. Jamás había visto a un lobo de la familia Ashbourne transformarse. La escena la erizó.Darragh cayó de rodillas; su piel comenzó a moverse como si algo reptara por arriba de los músculos. Los huesos del hombre crujieron, se rompían y movían en formas inhumanas. Su cabeza se desfiguró y comenzó a alargarse hasta formar el hocico del lobo.Gia contuvo la respiración. Eso dolía, lo sabía,