Vanessa inhaló ese aroma a alcohol que Ryan colocó en un algodón cerca su nariz, tosió un poco, parpadeó y abrió sus ojos con lentitud. —¿Cómo te sientes? —preguntó Ryan, la miró con los ojos llenos de angustia.—Mejor, han sido días de alta tensión —comunicó, y lo observó sintiendo su corazón estremecerse. —¡No lo puedo creer! —exclamó conmovida—, estás de nuevo junto a nosotros. —Lo abrazó. Ryan soltó un bufido. —Sería mejor que te revise un médico —propuso, suspiró, sosteniéndola en sus brazos. —No ha comido nada desde que te apresaron, es lógico que se desmayara —advirtió la abuela. Ryan enfocó su verdosa mirada en los ojos de su esposa. —Vanessa, no quiero que vayas a enfermarte, debemos ser fuertes —recomendó—, así que me encargaré de que te alimentes —advirtió. Vanessa apretó los labios. —Me están tratando como a una niña chiquita. —Frunció los labios. —Te comportas como tal —dijo la abuela, y luego soltó un bufido—, me preocupa Ralph, y sus amenazas. Ryan observó a
María Joaquina se quitó los lentes para el sol, ingresó caminando con seguridad al concesionario, averiguó en recepción por la oficina de Vanessa. De inmediato sus relucientes tacones Louis Vuitton sonaron en las baldosas del pasillo, y cuando llegó al despacho señalado tocó a la puerta. —Adelante. Vanessa prácticamente se hallaba escondida detrás de un montón de documentos, que había sobre su escritorio, su mirada se mantenía centrada entre el monitor y esos papeles. —Buenas tardes. La voz de Majo le hizo alzar la cabeza. —Buenas tardes, perdón. —Se disculpó—, estoy buscando las pruebas del fraude, como verás. Majo miró atenta todo aquel reguero de papeles, ladeó los labios, recordó sus inicios como abogada. —Te comprendo. ¿En dónde tienen al hombre? —cuestionó. —En su oficina, vamos para allá, ¿crees que lleguemos a un acuerdo? —preguntó Vanessa elevando una de sus cejas. —Sí es un hombre inteligente debe aceptar nuestra propuesta, caso contrario, es hombre muerto. Vanessa
Vanessa pegó un brinco por la sorpresa, se llevó la mano al pecho. —¡Me asustaste! —exclamó. Ryan sonrió, la abrazó, besó su mejilla. —Lo lamento, iba llegando al edificio y te vi entrar aquí, te seguí —comentó, y la observó con la mirada brillante—, pero no has contestado mi pregunta. Vanessa inhaló profundo. —Pues… no lo sé, pero tengo mis sospechas —comunicó, se mordió los labios. —¿En serio? ¿Por qué no me lo habías dicho? —cuestionó Ryan percibiendo como su corazón palpitaba con fuerza. —Porque con tantos momentos de tensión, no me había dado cuenta —explicó Vanessa.—¿Y estas pruebas son efectivas? Creo que es mejor ir a un médico —propuso Ryan, mirando atento el estante con todas las marcas de test de embarazo. —Casi nunca fallan —explicó Vanessa—, llevemos dos. —Mejor tres —dijo él. Vanessa sonrió, y enseguida hicieron la compra. —¿Cómo sigue Jordan? —preguntó ella mientras subían al elevador. —Está delicado, grave. —La voz se le quebró, y la mirada se le llenó de
Vanessa elevó su rostro, sus verdes ojos se reflejaron en los de Ryan, y él notó un brillo especial en ellos. —¡Es positivo! —indicó. Ryan parpadeó, sacudió la cabeza. —¿Positivo? Vanessa asintió, sonrió ampliamente, entonces Ryan la abrazó con delicadeza, la alzó en sus brazos. —¡Vamos a ser papás! —exclamó plenamente emocionado, dio varios giros con Vanessa en brazos—, tantos años viviendo en soledad, y ahora tendré tres hijos —comunicó sin poder creerlo. —¡Ten cuidado! —advirtió ella, mientras reía—, recuerda que estoy embarazada, seremos una gran familia —expresó conmovida—, ya no estarás solo, ahora nos tienes a nosotros —comunicó sintiendo un estremecimiento en su corazón. «¡Embarazada!», y aunque la noticia era digna de festejar, la llegada del bebé estaba ensombrecida por la acusación en contra de Ryan, y todo lo que estaba haciendo su padre, entonces él supo que ahora más que nunca debía cuidar de su esposa y de su bebé. —No podemos decírselo a nadie —advirtió Ryan—, n
Con todos los problemas suscitados en días anteriores, y la precipitada boda, Ryan y Vanessa no habían tenido tiempo de rentar una casa, pues él quería construirle una, y eso llevaba tiempo; sin embargo, anhelaban dejar de compartir apartamentos. Esa noche luego de que las niñas se fueron a dormir, Caroline a su habitación, y la abuela Rose llegó y se instaló en la alcoba de huéspedes en el apartamento de Ryan, la pareja se encontraba en el roof garden, compartían el mismo camastro, mientras disfrutaba de la noche estrellada, del silencio, y de la brisa cálida que los envolvía. Ryan tenía abrazada a Vanessa, y sus manos puestas sobre su vientre. —¿En qué piensas? —preguntó ella, mientras suspiraba. —En todo lo que ha ocurrido —dijo Ryan, soltó un bufido—, mi padre anda muy campante sin dar cuentas a las autoridades de sus crímenes —gruñó mientras sus dedos recorrían el vientre de Vanessa. —Tenemos la confesión de Jack, con eso podemos hundirlo —comunicó Vanessa, elevó su rostro—,
El médico asintió. —Hasta ahora todo está muy bien, y efectivamente la señora está embarazada —comunicó. Vanessa mordió sus labios, suspiró profundo, miró a Ryan, y él a ella, ambos sonrieron. —Esto que parece una avellana es su bebé. —Señaló con el dedo al monitor. Ryan enfocó su mirada en la pantalla, miró aquel diminuto ser y sintió una emoción tan grande, la misma de cuando supo que Hope era su verdadera hija. Para Vanessa fue igual, percibió que los latidos de su corazón se aceleraban y los ojos se le cristalizaban al saber que una nueva vida crecía en su interior, producto del amor que ella y Ryan sentían. Suspiró observó a Ryan con ilusión, sabiendo que ese embarazo sería muy distinto al que tuvo con Ava, ahora ya no estaba sola, y contaba con el apoyo de la familia, y sobre todo del padre de su hijo.—¿Cuánto tiempo tengo de embarazo? —cuestionó Vanessa. —Según la fecha de tu última menstruación y lo que observo en la pantalla, tienes ocho semanas de gestación, voy a envi
Mientras Ryan se encontraba con su abogada, en la empresa la abuela Rose junto con Vanessa seguían revisando los libros contables, y comparando los resultados, entonces un mensajero apareció. —¿La señora Rose Knight? —preguntó el joven. —Soy yo —respondió la abuela con el ceño fruncido. —Tengo este sobre para usted. —¿Qué es? —preguntó Vanessa, se levantó de la silla y de inmediato agarró aquella notificación. —Es de la fiscalía —dijo el muchacho. Vanessa firmó el recibido, y se lo entregó a la abuela. Rose tomó el sobre entre sus dedos y con profunda seriedad lo abrió y leyó. —¡Qué! —exclamó arrugando aquella citación—. Mi propio hijo me ha demandado, me acusa de demencia senil —expresó con la voz temblorosa—, debo ir hasta la fiscalía para que me realicen unos exámenes. Vanessa abrió los labios, sorprendida, miró a la abuela con profundo pesar. —¿Qué piensa hacer? —cuestionó—, seguramente es por la herencia.—Claro que es por eso, mi hijo no se resigna —gruñó, pero en su mi
Aquella pregunta hizo eco en las paredes de la sala de audiencia. Salvador Arismendi sonrió con malicia. Oliver se puso de pie, miró a Ryan con expresión de asombro. —Señor Knight, ¿es consciente de las consecuencias que puede tener si a estas alturas hace ese cambio?—Lo sé señoría, asumo mi responsabilidad. —Miró a Oliver—, estás despedido. —¿Por qué? —cuestionó arrugando el ceño. Y de inmediato los finos tacones de una mujer sonaron en el entablado de la sala, la bella dama causó la atención de todos, y la mirada fría, profunda de Salvador Arismendi se posó en ella, los ojos le brillaron, y sonrió ampliamente. —Será una gran batalla. María Joaquina presentó sus credenciales ante el juez, miró por el rabillo del ojo la expresión triunfante de Arismendi, y lo ignoró. —Lo lamento Oliver, este es mi caso —dijo Majo con firmeza. Mayer se retiró sin decir más y se sentó en otra silla, alejado de las personas. Ryan pasó al estrado. —Señor Knight, ¿en dónde se encontraba usted días