¿Qué pasará en el juicio? ¿Qué opinan ustedes?
Con todos los problemas suscitados en días anteriores, y la precipitada boda, Ryan y Vanessa no habían tenido tiempo de rentar una casa, pues él quería construirle una, y eso llevaba tiempo; sin embargo, anhelaban dejar de compartir apartamentos. Esa noche luego de que las niñas se fueron a dormir, Caroline a su habitación, y la abuela Rose llegó y se instaló en la alcoba de huéspedes en el apartamento de Ryan, la pareja se encontraba en el roof garden, compartían el mismo camastro, mientras disfrutaba de la noche estrellada, del silencio, y de la brisa cálida que los envolvía. Ryan tenía abrazada a Vanessa, y sus manos puestas sobre su vientre. —¿En qué piensas? —preguntó ella, mientras suspiraba. —En todo lo que ha ocurrido —dijo Ryan, soltó un bufido—, mi padre anda muy campante sin dar cuentas a las autoridades de sus crímenes —gruñó mientras sus dedos recorrían el vientre de Vanessa. —Tenemos la confesión de Jack, con eso podemos hundirlo —comunicó Vanessa, elevó su rostro—,
El médico asintió. —Hasta ahora todo está muy bien, y efectivamente la señora está embarazada —comunicó. Vanessa mordió sus labios, suspiró profundo, miró a Ryan, y él a ella, ambos sonrieron. —Esto que parece una avellana es su bebé. —Señaló con el dedo al monitor. Ryan enfocó su mirada en la pantalla, miró aquel diminuto ser y sintió una emoción tan grande, la misma de cuando supo que Hope era su verdadera hija. Para Vanessa fue igual, percibió que los latidos de su corazón se aceleraban y los ojos se le cristalizaban al saber que una nueva vida crecía en su interior, producto del amor que ella y Ryan sentían. Suspiró observó a Ryan con ilusión, sabiendo que ese embarazo sería muy distinto al que tuvo con Ava, ahora ya no estaba sola, y contaba con el apoyo de la familia, y sobre todo del padre de su hijo.—¿Cuánto tiempo tengo de embarazo? —cuestionó Vanessa. —Según la fecha de tu última menstruación y lo que observo en la pantalla, tienes ocho semanas de gestación, voy a envi
Mientras Ryan se encontraba con su abogada, en la empresa la abuela Rose junto con Vanessa seguían revisando los libros contables, y comparando los resultados, entonces un mensajero apareció. —¿La señora Rose Knight? —preguntó el joven. —Soy yo —respondió la abuela con el ceño fruncido. —Tengo este sobre para usted. —¿Qué es? —preguntó Vanessa, se levantó de la silla y de inmediato agarró aquella notificación. —Es de la fiscalía —dijo el muchacho. Vanessa firmó el recibido, y se lo entregó a la abuela. Rose tomó el sobre entre sus dedos y con profunda seriedad lo abrió y leyó. —¡Qué! —exclamó arrugando aquella citación—. Mi propio hijo me ha demandado, me acusa de demencia senil —expresó con la voz temblorosa—, debo ir hasta la fiscalía para que me realicen unos exámenes. Vanessa abrió los labios, sorprendida, miró a la abuela con profundo pesar. —¿Qué piensa hacer? —cuestionó—, seguramente es por la herencia.—Claro que es por eso, mi hijo no se resigna —gruñó, pero en su mi
Aquella pregunta hizo eco en las paredes de la sala de audiencia. Salvador Arismendi sonrió con malicia. Oliver se puso de pie, miró a Ryan con expresión de asombro. —Señor Knight, ¿es consciente de las consecuencias que puede tener si a estas alturas hace ese cambio?—Lo sé señoría, asumo mi responsabilidad. —Miró a Oliver—, estás despedido. —¿Por qué? —cuestionó arrugando el ceño. Y de inmediato los finos tacones de una mujer sonaron en el entablado de la sala, la bella dama causó la atención de todos, y la mirada fría, profunda de Salvador Arismendi se posó en ella, los ojos le brillaron, y sonrió ampliamente. —Será una gran batalla. María Joaquina presentó sus credenciales ante el juez, miró por el rabillo del ojo la expresión triunfante de Arismendi, y lo ignoró. —Lo lamento Oliver, este es mi caso —dijo Majo con firmeza. Mayer se retiró sin decir más y se sentó en otra silla, alejado de las personas. Ryan pasó al estrado. —Señor Knight, ¿en dónde se encontraba usted días
Vanessa percibió un extraño estremecimiento cuando la mirada de aquel hombre se posó en ella, observó a Ryan con el ceño fruncido. El rostro de Ryan se llenó de seriedad, tampoco le agradó la forma en que el juez miró a su esposa. —Juez Evans. —La voz de María Joaquina interrumpió aquel incómodo silencio. Colocó encima del escritorio los folders con los documentos—, son las pruebas, y la declaración firmada de Jack Spencer, en la cual declara todos los ilícitos, con la respectiva documentación. El juez se acomodó los lentes, y revisó los documentos por encima, pues eran demasiados informes. —Señor Knight —expresó con su voz aguda—, tendré que mandar a intervenir su empresa para verificar si esta información es verídica. —Lo sé, señoría, estamos dispuestos a colaborar con las autoridades. —Bien —dijo el juez se aclaró la garganta—. Daré la orden hoy mismo, con discreción volvió a mirar a Vanessa, y la duda se instauró en su cerebro, martillando su corazón. —Perfecto —contestó Maj
En el apartamento de Vanessa, todo era alegría, música, algarabía. Las niñas se divertían danzando con sus padres, y hasta la abuela Rose se unió al baile, junto con Caroline. —Pensé que ya te habías oxidado —bromeó Rose con Caroline. La abuela soltó un bufido. —Ya vez que te equivocas, querida, yo era muy buena en el baile, me fascinaba hacerlo —mencionó orgullosa—, y veo que tú no te quedas atrás —comentó y la observó con atención. —¿No has pensado en enamorarte otra vez?Caroline abrió sus ojos con amplitud, y se hizo la señal de la cruz. —No, claro que no, así estoy muy bien, soy libre, voy y vengo, manejo mi vida sin darle explicaciones a nadie, o me vas a decir que no te agrada esa sensación de tener el control de tu existencia. —La miró a los ojos. Rose se aclaró la garganta.—Pues sí es gratificante, pero la soledad tampoco es buena, y tú aún estás joven, siempre es bueno tener un compañero, aunque sea para charlar. —Suspiró profundo—, cuando murió mi esposo me dediqué de
María Joaquina palideció al escuchar aquella amenaza, la piel se le erizó. —Vámonos —imploró a su novio, lo tomó del brazo y lo sacó de aquel bar, las piernas le temblaban como gelatina. —¿Cómo se te ocurre hacer eso? —vociferó Sebastián respirando agitado, observando a Majo con profunda seriedad, mantenía los dientes apretados, los músculos tensos. —¿Te gusta ese imbécil?Majo sintió una punzada en el pecho, los cuestionamientos de Sebastián eran como dagas que se incrustaban en su corazón, y lo peor que ella había propiciado eso, al aceptar bailar de esa forma con Salvador. —Lo lamento, no sé qué pasó por mi cabeza, ese hombre… es un demonio, me retó, y yo no quise parecer débil —murmuró agitando sus manos—, sé que no es excusa que hice mal. —Irguió la barbilla, observó a su novio a los ojos—, ese infeliz no me interesa, menos me gusta, solo quería demostrarle que triunfé, perdóname. Sebastián relajó su postura, conocía bien a Majo, era una mujer sincera, y también sabía de los a
Caroline cerró sus ojos, se recargó en el umbral de la puerta. —Lo siento, te confundí con otra persona —musitó sollozando, miró al joven—, me alegra que estés mejor. —¿Qué tienes? —cuestionó Jordan la miró con atención, Caroline temblaba, y sollozaba sin poder contenerse, y él imaginó que algo muy grave debió haberle pasado, ella era una mujer alegre, divertida. —Nada —balbuceó. Entonces él con delicadeza la abrazó, Caroline se aferró al pecho de él. —Con cuidado —advirtió él, frunció los labios, la herida estaba reciente. —Lo siento —contestó Caroline, se recargó con suavidad, volvió a llorar, desahogándose. ****Ralph Knight se encontraba acostado en la dura cama de la celda donde lo tenían recluido, el frío calaba sus huesos, y ninguna de sus amantes había tenido la delicadeza de llevarle una cobija, una almohada o algo de comer, de pronto escuchó pasos, y un guardia se acercó. —Tienes visitas. —¿Quién? —contestó se paró de golpe. —Una mujer —fue lo único que dijo el guar