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Capítulo 5. Los Ángeles.

Capítulo 5.

Los Ángeles.

Al llegar al aeropuerto, el chófer deja a Gildris en la entrada del lugar y se marcha sin más. Ella, un poco nerviosa, camina a la recepción del aeropuerto para verificar su boleto de avión. Al pasar a la taquilla, la mujer que la atiende no hace preguntas, no trae equipaje que verificar y el boleto es de clase alta; simplemente lo verifica y le entrega el comprobante sin mucho protocolo.

— Pase a la sala A, por favor, espere que pronto será llamada.

—Muchas gracias. —Responde Gildris inquieta, caminando a la sala indicada.

Está un poco perdida, se siente nerviosa, tanto que no puede notar cómo la miran los hombres al pasar. Luce espectacular, su belleza resalta, lleva el cabello recogido en un moño alto, su cabello cuelga liso y perfectamente peinado, lentes de sol que ocultan su maquillaje perfecto y joyería que deslumbra a quien la ve, al igual que ese espectacular vestido color negro que le llega a las rodillas y es cubierto ligeramente por su abrigo del igual color, dejando ver sus piernas perfectas en unos tacones Gucci que tienen un enorme valor en el mercado. Toda ella irradia belleza, elegancia, brilla por sí sola, hasta que escucha la bocina.

—Pasajeros del vuelo 325, con destino a Los Ángeles, por favor, aborden por la puerta B. —Muchas personas se levantan y un hombre guapo y elegante se aproxima a ella, notando su boleto.

—Es clase alta, ese embarque es la puerta A, yo también voy ahí, la guiaré —indica el hombre muy amable.

—Muchas gracias —responde ella con dulzura.

Al llegar a la sala del avión, Gildris está sorprendida al ver lo elegante de todo, es la primera vez que sube a un avión, no le dan miedo estos aparatos, ella disfruta del servicio y la comodidad que le dan siguiendo las indicaciones hasta el despegue. Un largo viaje de 6 horas y 23 minutos, desde el aeropuerto de Minesota a Los Ángeles. Un recorrido que la tiene muy nerviosa y ansiosa, va estudiando toda la información que Brittney le dio.

Su esposo Bastián Lauder es el hijo mayor de la familia Lauder, el heredero y líder de las empresas fundadoras Lauder, maneja una herencia multimillonaria de más 350.000 millones, así como es acreedor de su propio imperio, Lauder company, encargado en empresas de marcas reconocidas, de tecnología de vanguardia. Es dueño de hoteles de lujo a nivel mundial, banco, aerolíneas, su familia son parte de los líderes y algunos son políticos. Le gusta practicar el boxeo, la esgrima, el golf, el tenis y montar a caballo. Es un hombre imponente, de carácter difícil, muy inteligente, alérgico a los mariscos y las fresas, también al diclofenaco. Tiene dos hermanas menores Ámbar Lauder de 12 años y Priscila Lauder de 16 años, su padre Leo Lauder, su madre Abi Asher y su abuela la cabeza de la familia, Emmy Lanx. Un gran historial sostiene Gildris en sus manos, intentando memorizar.

Con eso termina la descripción de Bastián, enfocándose en sus amistades más cercanas, los empleados y detalles mínimos que ella debe saber. Al terminar de leer, hay algunas fotos de todos; pareciera que las tomaron estando distraídos porque no salen muy claras, sobre todo su esposo, quien tiene lentes de sol y su rostro poco apreciable.

Un poco nerviosa, Gildris juguetea con el anillo de matrimonio que le queda un poco ajustado en su dedo anular; ella se preocupa pensando en que, sin duda, su marido la va a descubrir, un error y todo se vendrá abajo, las descripciones de él lo hacen poco manipulable, y eso es preocupante.

Mientras que Gildris empieza a sentir dudas nuevamente, Brittney toma el avión a Dubái desde Minesota, un vuelo de varios traslados, rumbo a sus vacaciones deseadas, lejos de la vida perfecta a la que está acostumbrada.

— Señores pasajeros, por favor, abrochen su cinturón; en unos minutos estaremos aterrizando en el aeropuerto internacional de Los Ángeles.

Gildris mira su reloj; son las 6 pm cuando llegan a Los Ángeles. Ella sale del avión, dirigiéndose a la salida, donde nota un cártel con el nombre de Brittaney Cooper. Reconociendo al hombre con barba que ha venido a recogerla, Gildris se dirige hacia él, sabiendo que es el chófer personal de Brittaney.

—¡Bienvenida a Los Ángeles, señorita Gildris! —Gildris lo mira nerviosa. —No se preocupe, sé quién es usted; yo la ayudaré en su estadía aquí. Mi nombre es Raúl Bala, y estoy a sus servicios.

—Muchas gracias, señor Raúl.

—No, señor, no, solo Raúl, no sea tan formal conmigo, por favor, sígame, la llevaré al auto; debemos darnos prisa, el señor en cualquier momento se reunirá para la cena, y usted debe estar presente.

Gildris camina siguiendo al hombre hasta el auto. En cuanto sube en él, de inmediato se ponen en marcha a la casa, un largo recorrido del aeropuerto a una colina en Bel-Air, donde se adentran a una enorme mansión de portones eléctricos que deslumbra su vista a esta hora de la noche, es el paraíso mismo; están en shock mirando el extenso jardín, la seguridad, el personal, todo es increíble, el lugar es precioso y ella no sabe cómo reaccionar al entrar a la enorme mansión.

—¡Bienvenida, mi señora! —dice una mujer que de inmediato ella reconoce como Amparo.

— Buenas noches, Amparo. — Responde cordial, sorprendiendo a la mujer mayor que la ayuda a quitar el abrigo.

— El señor está con el doctor en su habitación; el doctor la está esperando. Ya la cena está lista, solo esperamos instrucciones para servirle, mi señora.

—Muchas gracias, Amparo, puedes retirarte.

—Sí señora.

La mujer se aleja, mirándola a lo lejos; está sorprendida por tanta amabilidad.

—¿Dónde está la habitación? —pregunta a Raúl.

—Subiendo las escaleras, la primera habitación; la suya es la siguiente. En el estado del señor, han decidido dormir en habitaciones separadas, lo que le va a facilitar la convivencia. Apresúrese, estoy seguro de que el doctor quiere darle algunas indicaciones, ya que el señor despidió a la enfermera; eso lo tiene irritado.

—Entiendo, gracias, Raúl.

Ella se aleja un poco nerviosa, lo piensa unos segundos antes de pisar el escalón; ya está aquí, ha llegado muy lejos para retroceder ahora, su mente se llena de pensamientos, todo esto lo hace por su madre, eso la llena de valor para continuar hasta los pisos superiores, siendo notada rápidamente por el doctor.

—Señora Lauder, ¡bienvenida! La estaba esperando. —Afirma el hombre mayor que detiene sus pasos.

—Disculpe la demora, buenas noches, yo… —Al entrar al lugar, Gildris se queda en shock al ver en persona a su cuñado, es mucho más atractivo que en la foto y está sin camisa, él tiene un collarín, un yeso en un brazo, uno en la pierna izquierda y una pequeña manilla en su mano izquierda; tiene varios hematomas en su cuerpo que lo hacen ver lamentable, sin duda ese accidente de auto lo ha dejado en muy mal estado, está vivo de milagro. —¿Es grave? —pregunta ella desviando la mirada del hombre que la mira con indiferencia.

—Lo es, el señor ha despedido nuevamente a otra enfermera; no podemos seguir arriesgando su estado, la herida de su hombre debe curarse con frecuencia o podría infectarse. —Ella voltea a ver a su cuñado nuevamente, sintiendo un nudo en su garganta.

—¿Por qué la ha despedido? ¿Qué hizo mal?— le pregunta directamente intentando entenderlo.

—No me siento cómodo, puedo hacerlo por mi cuenta. —Afirma con frialdad.

—No puede, señor, apenas puede moverse con la silla de ruedas, está teniendo fiebre; usted debe ser tratado, o si desea, vuelva a la clínica, yo personalmente lo atenderé.

—No me gustan los hospitales, Agustín, lo sabes.

—Lo entiendo, señor, pero alguien debe cuidar de usted, no puede seguir exponiéndose a que su situación se complique.

—Yo lo haré… —dice Gildris sonando segura—. Si a mi esposo lo incomoda la presencia de extraños, entonces yo lo cuidaré, seguiré las instrucciones que usted me indique.

Todos la ven en silencio, pues hace una semana atrás, ella había renunciado a esa posibilidad, afirmando que no sabría cómo cuidar de él, pero ahora, ella los deja sin palabras, al ofrecerse voluntariamente hacer el trabajo.

—No es necesario, le diré a mi madre que venga a ayudarme —responde Bastián, indiferente a la mujer que tiene frente a él, gesto que Gildris nota, sin duda él y Brittaney tienen problemas, lo que la pone en evidencia si su madre viene y la está evaluando en todo momento, la descubrirán.

—No, no es necesario, yo soy tu esposa, ¿por qué tendrías que llamar a tu madre? Creo que yo puedo hacerlo, por favor, permíteme intentarlo. —Suena sincera por primera vez en mucho tiempo.

El doctor interviene.

—Creo que es lo mejor, además sería bueno para él, usted lo conoce más, sin duda no hay mejor elección. —Responde Agustín. —Permítame y le enseñó cómo hacerlo, dejaré también toda una guía para usted; debe seguirlo al pie de la letra.— Bastián la mira analítico al ver que ella se mueve hacia Agustín como si realmente estuviera interesada por ayudarlo.

—Lo haré, no se preocupe, cuidare de él, si lo hago mal, entonces retomaremos la idea de que venga mi su madre.

— Bien, deje que lo haga ella, si insiste, entonces hágale una guía, veremos qué pasa.

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