La inesperada visita de Ricardo a la hacienda logró incomodar y trajo malos presentimientos en Daniel. Resultaba inevitable que no fuera de tal modo, sobre todo, sabiendo de lo que podía ser capaz Ricardo. Algo oculto se mecía tras esa aparición. Ricardo no tendía a aparecer en la vida de sus allegados, sin que planeara algo. Al menos se enteró en ese momento y no antes de su matrimonio con Katherine. Lo cierto era que no lo agarraría desprevenido esta vez. No se dejaría llevar tan fácil por el clamor de la sangre, y los fuertes lazos que los unía. Por un momento, percibió atisbos de tristeza en la mirada de su esposa, que no supo cómo interpretar al oír las palabras de Ricardo. Katherine caminaba de regreso a la casa, algo consternada y descolocada por las ya recientes revelaciones, concedidas sin petición por el nefasto primo de Daniel. Todavía se preguntaba cómo era que alguien tan atractivo podía estar cubierto por un aura tan oscura y lúgubre. Sus intenciones no decentes predo
Al volver a la sala donde se hallaba su padre esperando por ella. Escuchó más voces y las identificó, Daniel y Eduardo también estaban con él. Regresó para pedir más bebidas a Marina y unos minutos después entraba a la sala para incorporarse. Daniel la miró y asintió leve hacia ella, como queriendo saber si estaba bien. Ella le sonrío y con un suspiro caminó hasta el muchacho. Debían fingir que todo marchaba sobre rieles, que eran un matrimonio real y no sólo un irrisorio acuerdo. Daniel se levantó la besó en la sien y la hizo sentarse a su lado. Guillermo Deveraux observó con detenimiento cómo su hija parecía más tranquila al lado de su esposo, aun cuando sabía que todo aquello del matrimonio solo fue un impulso de su rebelde hija. Aun así, siempre quiso saber si era capaz de llevar a cabo su atolondrada idea de casarse. Eso lo llevó a revivir aquella advertencia luego de la discusión sostenida el día previo a su información. *** —¿Adónde vas ahora, Katherine? —Su
Antes de que Guillermo partiera, ella tenía que saber cada detalle de la repentina partida de Anna, no le gustaba tener que romper la paz justo cuando esta parecía instaurarse entre ellos. —Papá, no quiero que te vayas sin antes saber por qué Anna no está viviendo en la casa. —La joven tanteaba el terreno con mesura—. Sé que tú la contrataste y que toda vez que yo me fuera, ella no tenía más que hacer allí, sin embargo, me sorprendió que ella no se despidiera de mí. ¿Tuvieron alguna discrepancia? Guillermo respiró hondo sin inmutarse demasiado. Recordar los motivos que condujeron a la señorita Collins a renunciar, aun cuando sospechaba que su decisión habría sido tomada antes de entrar a su oficina, le causaban pena. Debía reconocer que, demasiada paciencia tuvo aquella mujer con él. En tanto, debía admitir que a él su presencia también le hacía falta, junto a ella y su hija formaban una familia estable. Anna fue la mujer constante en su vida por mucho tiempo. Tanto que la costumbre
Daniel sabía que la impetuosa de Alicia se contenía de no soltar una diatriba. Claro que era consciente de la atracción que la joven sentía por él, sin embargo, la vio crecer prácticamente ante sus ojos, no podía más que tener sentimientos fraternales hacia ella. No le atraía porque se tratase de ella, sino porque sus sentimientos mudaron en cuanto entró Katherine a su vida. Incluso a esa altura, no sabría cómo ponderar sus emociones hacia Ivette. Lo supo en el momento en que Ricardo le echó en cara que se había quedado con su exprometida.Ya no sentía ni rabia. No era igual cuando miraba a su esposa tan cerca de Eduardo. ¡Por Dios, si sentía hasta celos de la yegua que su esposa se adjudicaba como propia!—¡Ella ni siquiera es tu mujer! —Alicia pareció indignada y se cruzó de brazos.Katherine subió las cejas en sorpresa por el comentario emitido.«Pequeña arpía».Daniel, por su lado, la miró icástico.—Eso no es tu problema, Alicia —la increpó con voz firme.—No duermen juntos, no s
Daniel pasó la mano por su cabello en desesperación. Estaba más que claro, que su respuesta no resultó la más idónea. Estaba también, dándose cuenta de lo terca que llegaba a ser cuando se lo proponía—Katherine, me gustas. Te deseo. Esa es la verdad —él le aclaró.—Eso no es suficiente para que nos involucremos en algo que no ha debido ser.—No ha debido ser… —murmuró él con acritud—. ¿De verdad crees que no ha debido ser? Porque yo no lo creo —debatió—. Katherine, no comenzamos del modo tradicional, aun así, lo que está destinado a ser será así, y punto.—Está bien, admitamos que nos gustamos, que existe esa especie de química, excusa mal inventada —murmuró entre dientes—. ¿Qué es lo que debe suceder, ahora?—Supongo que debemos encontrar el modo, ¿no?... de que lo que sea que deba pasar, pase sin salir mal en el proceso. —Daniel hizo una pausa y se acercó a ella un paso a la vez, creyendo que se movería. No lo hizo.—Mal en el proceso. Parece una broma —masculló ella—, el modo serí
Daniel le acarició la mejilla con el pulgar, hasta detenerse en su labio inferior. No podía perder la paciencia ante sus constates negativas a lo que estaban viviendo y sintiendo, él también tenía las mismas inseguridades que ella, antes había perdido en aquella trampa de amor entre Ivette y él. Sabía que podía estar siendo egoísta, porque Katherine se merecía un amor puro y sin temores ni demonios del pasado. Una parte de él se negaba a sentir amor por ella, porque sabía lo doloroso que podía resultar de no ser real y sólido. Era simple, no quería seguir en el camino de la negación.—No es atracción por proximidad, Katherine. —Hubo una pausa, que la hizo dudar—. Yo te escogí para ser mi esposa, sin entender que primero te escogió mi corazón, pero tan terco y roto como estaba, me negué. Negué el hecho de que me gustaba convivir día a día contigo, que amaba oírte reír, escuchar tu voz, lograr enervarte, molestarte. Era como si de ese modo, solo así, podía tenerte. De esa manera éramos
Todo había sido tan repentino, tan veloz, que poco tiempo dio de pensar con cabeza fría en lo que ambos decidieron emprender. Por un lado, Katherine nunca estuvo en la posición de la chica enamorada, que sería cortejada y pretendida por alguien más, bueno, a excepción de Christian, el hijo ladino y pretencioso de su padrino. En la niñez, él había sido un infame, siempre molestándola, metiéndola en cada lío y haciendo cualquier cosa para perturbarla en la escuela, que el hecho de que, de repente en la adolescencia, desarrollara una atracción perturbadora por ella, la descolocaba y hacía que lo aborreciera.En la fiesta de quince años de Katherine, a cuenta de ser el chambelán, pretendió excederse en sus pretensiones e intentó darle un beso, por bendita fortuna lo vio venir, por lo que sin dudarlo levantó su mano a tiempo para golpear con fuerza la mejilla del atrevido Christian delante de los invitados. Recordaba que la miró con rabia, tanta que pensó que la golpearía delante de la mul
La volátil de Alicia no se apareció durante el tiempo que estuvieron en el comedor. Daniel dedujo que se debía a su atrevimiento la noche anterior. Antes quizás, hubiera disfrutado con la declaración de la muchacha, no obstante, existía un factor nuevo en la ecuación, que a la fuerza despejaba todos los demás, Katherine. Él no podía seguir tolerando las faltas sin fundamento cometidas por la joven sobre su esposa, menos cuando se atrevió por fin a desvelar sus sentimientos, a aceptarlos sin oportunidad al remordimiento.—¿Por qué tan pensativa? —Daniel preguntó al notarla un tanto sumida en cualquier entresijo que su mente hubiera encontrado—. ¿En qué piensas?—En nada.—Parecías muy concentrada como para estar pensando en… la nada.—Estaba… pensando en que debo ir a Valle de la Pascua… —tomó un poco del jugo de naranja y observó que sin decir nada, Daniel demandaba el motivo—. Necesito recoger algunos de mis libros de economía, que dejé en casa de mi papá y unos apuntes, mis cuaderno