Siguió caminando con sigilo y la piel se le erizo. Cerró los ojos y negó con la cabeza, su instinto la apremiaba a salir de allí, pero algo más la impulsaba a continuar, no era curiosidad, tampoco el instinto de supervivencia, claro estaba.«No puedes irte, ya estás aquí, no puedes irte», se aupó.—Señora, ¿en qué puedo servirla? —Camilo la sobresaltó cuando venía trayendo a Huracán a su lugar.—¡Oh!, Camilo —exclamó con el corazón en la boca y llevándose una mano al pecho—. ¡Qué susto me has dado!—Lo siento. —Ella negó con una sonrisa nerviosa.—¿No has visto a Alicia? —le preguntó. Respiró profundo para calmarse, aunque prevalecía aquella necesidad subrepticia de ver que todo estaba bien.—Vengo llegando de darle un paseo a Huracán, que estuvo inquieto mientras que usted no pudo montarlo.—Gracias por atenderlo —Katherine se acercó a su caballo arena y acarició su hocico y su pelaje—. Yo también te he extrañado, bonito. Ya voy a poder montarte de nuevo —acotó con emoción. La cercan
Cuando llegaron a la casa, continuó sin hablar con Katherine, en todo momento se dirigió a Anna Collins, pidió vigilancia extrema en la casa, y que ninguna de ellas saliera de allí, no sabían quién había sido o cómo fue que la muchacha quedó inconsciente. No quería más accidentes. Subieron a Alicia a la camioneta, y en compañía de una más que angustiada Marina, partieron a la ciudad. Al llegar al hospital, la muchacha comenzó a despertarse, en verdad aquel bruto la había dejado fuera del mundo con ese golpe bestial.Luego de que la revisaran y autorizaran que podía recibir visitas, los primeros en pasar fueron Marina y Daniel, su tía estaba angustiada, no paró de llorar en todo momento, y por más que él la consolara, sabía que no se tranquilizaría hasta ver con sus propios ojos a su sobrina.—Muchacha, ¡qué susto me has dado! —Marina dijo acariciando su rostro. Evitó rozar el lugar del golpe.Alicia estuvo sin decir nada por unos minutos, solo lloraba en silencio evitando mirarlos a l
Daniel hizo otra llamada y tras cinco minutos de hablar colgó.—Lamento haberte molestado con esto. No sabía a quién más acudir —Daniel le aseguró a su amigo.—Hiciste bien, debiste hacerlo tiempo antes. Al menos, esperemos que se pueda evitar un mal mayor. —Luis lo miró sereno. Como si para él eso fuera pan comido.—Pasaron muchas cosas, incidentes, situaciones que sí, creí poder controlar, no he tenido cabeza para pensar para concentrarme en las situaciones extrañas que se daban en la hacienda —admitió mientras conducía a la hacienda en compañía de su amigo—. Menos mal, te encontrabas todavía en Valle de la Pascua.—Debía atender unos asuntos —murmuró con pocas ganas de contar más—. Entonces, cuéntame, ¿qué otras cosas pasaron? —Luis pidió con su mirada criptica—. Al parecer, los problemas nos buscan.—Por mi parte, creo que solo debo despertarme, sin importar que madrugue o no, tendré un problema… —Hizo una pausa—. Creo que retirarnos no nos dio la paz anhelada, cada día nos recuer
Dante no soportó más el ver a Ileana tan callada y dispersa. En los últimos días se había convertido en otro planeta que orbitaba alrededor del Sol en completo mutismo, solo que el sol era Ivette. Estaba atenta a todo lo que se refería a su hermana y hasta dormir se le dificultaba.—¿Me dirás qué demonios te sucede, mujer? —La voz áspera de Dante arrancó a su esposa de los pensamientos perdidos.—No me pasa nada —ella negó como tantas veces antes, cuando él le preguntaba.—¿Es por Ivette, no es así? —insistió—. Hace días que tu carro está en el taller y no sales de casa si tu hermana no lo hace. No me subestimes, Ileana.—Con respecto al carro, he pensado en venderlo.—¿Cómo? No estamos necesitados de dinero, ¿por qué carajos quieres venderlo? —Dante estaba a nada de perder la paciencia.—Es que… a decir verdad, son muy pocas veces las que lo uso.—No vas a vender nada, Ileana. Es un modelo nuevo, no tienes ni seis meses con él —Dante le advirtió con su mirada dura. Ella tragó con dif
Daniel no habló con Katherine, dedujo que por la tensión que hubo en la sala con la llegada de Luis. Sabía que su esposa no era la fan número uno y ni siquiera la dos de su amigo, pero era el único en quien confiaba el plan que iba a llevar a cabo. Ya se lo había dicho, que, si a alguien le confiaba su vida, ese era Luis.Pasó más de una hora desde que Daniel volviera con su amigo de supervisar los alrededores e impartir órdenes solo a los hombres de confianza. Ambos acordaron que resultaría mejor que Luis conociera al personal que se quedaba en la hacienda, él era experto en estudiar perfiles, con lo que le sería de mucha ayuda.Lo único que tenían en desventaja eran a aquellos empleados eventuales dentro de la hacienda que se retiraban después de cada jornada.Algunos empleados, incluido Pedro, que por un extraño motivo permanecía en la hacienda, quisieron saber acerca de lo ocurrido con Alicia, en su momento sintió deseos de matarlo a golpes. Ha de haber pensado que la muchacha esta
Katherine subió a su habitación mucho más atribulada que antes, en determinado momento sopesó que habría sido mejor el no enterarse de nada, pero pensándolo mejor, no lo perdonaría si la mantenía en la ignorancia. Ahora se sentía presa de ese cazador.Lo que más la alarmó, y a su esposo igual, fue todo el tiempo que llevaban conviviendo con el enemigo bajo su propio techo No pudo evitar sentirse torturada todo ese tiempo, los nervios la invadieron como ola dantesca, amenazando con toda su estabilidad emocional. Llevaba encerrada en su cuarto toda la tarde, luego de despedir a Anna, ya que Daniel pensaba más conveniente que ella se fuera como lo habían previsto. Katherine accedió, no quería que Anna supiera y le dijese a su padre. No soportaría tanto estrés y la vida de su amada nana estaría a salvo. Además, si su papá intervenía, ella no le haría caso, su preocupación, su mente, su alma y su corazón estaban con su esposo, a él pertenecía por completo. ¿Cómo podría irse después de sabe
Era febrero y ya el calor comenzaba a hacerse notar en la ciudad, aun así, nada tenía que ver el mes con el clima o lo que se iba a suscitar en ese momento con el mes. Las cosas muchas veces o en su mayoría suceden como no te las esperas, esa parecía ser una de las tantas leyes del universo que ese día se cumpliría. —No. No estoy segura, y tampoco pienso dar marcha atrás —Katherine dijo negada a reconocer que tomó una decisión por rebeldía. Ana Collins guardó silencio con la mirada puesta en la única persona que quería, como si fuera su hija. Recordó que la mujer que ayudaba a vestir y arreglar para su matrimonio, había llegado a esa enorme casa con apenas dos meses de nacida, aquellos grandes ojos grises cual plata sólida y espesas pestañas, piel pálida y mejillas sonrosadas. En aquel entonces, supo que de ella dependía en parte, la felicidad de esa pequeña niña con cabellos de camomila, cuyo destino estuvo regido por la apatía alguien que resultaba ser carne de su carne y sangre d
Después de los dieciséis años, la joven se ganó el apodo de: la rebelde e irreverente, Katherine Deveraux. Todos compadecían al padre por tan atolondrada hija, que lo tenía siempre con el alma en un hilo. Dos veces se escapó de casa, por desgracia para ella y por fortuna para Anna Collins, su padre logró dar con su paradero en ambas ocasiones. La última vez terminó localizándola, trabajando en una zapatería en otra ciudad a cinco horas de donde vivían.Guillermo amenazó con demandar al empleador por violar la ley y darle trabajo a un menor de edad sin permiso de su padre. Aquello la hizo avergonzarse a morir, a Dios gracias, no volvería a ver a su jefe ni compañeros. Esa vez hasta sus amigos salieron crucificados, su padre les prohibió de forma tajante volver a verse, sobre todo porque ellos siempre acababan avalando cada travesura de su hija.A pesar de eso, ella siempre le veía lo bueno a todo, aunque no tuviera pies ni cabeza, eso era con exactitud lo que hacía cuando pensaba que de