Daniel pasó la mano por su cabello en desesperación. Estaba más que claro, que su respuesta no resultó la más idónea. Estaba también, dándose cuenta de lo terca que llegaba a ser cuando se lo proponía—Katherine, me gustas. Te deseo. Esa es la verdad —él le aclaró.—Eso no es suficiente para que nos involucremos en algo que no ha debido ser.—No ha debido ser… —murmuró él con acritud—. ¿De verdad crees que no ha debido ser? Porque yo no lo creo —debatió—. Katherine, no comenzamos del modo tradicional, aun así, lo que está destinado a ser será así, y punto.—Está bien, admitamos que nos gustamos, que existe esa especie de química, excusa mal inventada —murmuró entre dientes—. ¿Qué es lo que debe suceder, ahora?—Supongo que debemos encontrar el modo, ¿no?... de que lo que sea que deba pasar, pase sin salir mal en el proceso. —Daniel hizo una pausa y se acercó a ella un paso a la vez, creyendo que se movería. No lo hizo.—Mal en el proceso. Parece una broma —masculló ella—, el modo serí
Daniel le acarició la mejilla con el pulgar, hasta detenerse en su labio inferior. No podía perder la paciencia ante sus constates negativas a lo que estaban viviendo y sintiendo, él también tenía las mismas inseguridades que ella, antes había perdido en aquella trampa de amor entre Ivette y él. Sabía que podía estar siendo egoísta, porque Katherine se merecía un amor puro y sin temores ni demonios del pasado. Una parte de él se negaba a sentir amor por ella, porque sabía lo doloroso que podía resultar de no ser real y sólido. Era simple, no quería seguir en el camino de la negación.—No es atracción por proximidad, Katherine. —Hubo una pausa, que la hizo dudar—. Yo te escogí para ser mi esposa, sin entender que primero te escogió mi corazón, pero tan terco y roto como estaba, me negué. Negué el hecho de que me gustaba convivir día a día contigo, que amaba oírte reír, escuchar tu voz, lograr enervarte, molestarte. Era como si de ese modo, solo así, podía tenerte. De esa manera éramos
Todo había sido tan repentino, tan veloz, que poco tiempo dio de pensar con cabeza fría en lo que ambos decidieron emprender. Por un lado, Katherine nunca estuvo en la posición de la chica enamorada, que sería cortejada y pretendida por alguien más, bueno, a excepción de Christian, el hijo ladino y pretencioso de su padrino. En la niñez, él había sido un infame, siempre molestándola, metiéndola en cada lío y haciendo cualquier cosa para perturbarla en la escuela, que el hecho de que, de repente en la adolescencia, desarrollara una atracción perturbadora por ella, la descolocaba y hacía que lo aborreciera.En la fiesta de quince años de Katherine, a cuenta de ser el chambelán, pretendió excederse en sus pretensiones e intentó darle un beso, por bendita fortuna lo vio venir, por lo que sin dudarlo levantó su mano a tiempo para golpear con fuerza la mejilla del atrevido Christian delante de los invitados. Recordaba que la miró con rabia, tanta que pensó que la golpearía delante de la mul
La volátil de Alicia no se apareció durante el tiempo que estuvieron en el comedor. Daniel dedujo que se debía a su atrevimiento la noche anterior. Antes quizás, hubiera disfrutado con la declaración de la muchacha, no obstante, existía un factor nuevo en la ecuación, que a la fuerza despejaba todos los demás, Katherine. Él no podía seguir tolerando las faltas sin fundamento cometidas por la joven sobre su esposa, menos cuando se atrevió por fin a desvelar sus sentimientos, a aceptarlos sin oportunidad al remordimiento.—¿Por qué tan pensativa? —Daniel preguntó al notarla un tanto sumida en cualquier entresijo que su mente hubiera encontrado—. ¿En qué piensas?—En nada.—Parecías muy concentrada como para estar pensando en… la nada.—Estaba… pensando en que debo ir a Valle de la Pascua… —tomó un poco del jugo de naranja y observó que sin decir nada, Daniel demandaba el motivo—. Necesito recoger algunos de mis libros de economía, que dejé en casa de mi papá y unos apuntes, mis cuaderno
El teléfono de la casa en la hacienda repicó incesante. Nadie contestó. Ivette no se detendría por eso, él había dicho como muchas otras veces, que no quería verla ni saber de ella. Pero ni aquellas veces, menos en ese entonces, sería definitivo.Estuvo jugando de manera arriesgada con fuego, apostando a no quemarse, apostando siempre a ganador.—¡No puede ser! —Enojada apretó el teléfono.Ella volvió a marcar un numero en su celular. »¡Maldita sea, no puede ser que no responda! Por favor, solo responde —suplicó.En la sala de su casa, Ileana observó el desespero en los gestos de su joven y testaruda hermana Ivette. Era tan hermosa como codiciosa, ese siempre fue su gran defecto, jamás pensó que al jugar terminaría perdiendo la cabeza por amor y deseando lo que ya no podía tener. Solo pudo negar con la cabeza. Pensando que, no fue buena idea el haberle dicho sobre el matrimonio repentino de Daniel. Hasta entonces, ignoraban la existencia de la joven, más que el de ser una belleza alg
—¿Tu padre te envió allí siendo tan niño?—Sí —el confirmó asintiendo—. Mi padre había enviudado entonces, y no podía lidiar con su hijo. —Soltó un respiro, dejando ver lo afectado que se encontraba.—Lo siento, no quiero que te sientas obligado a hablar de ello.—Tranquila, Ángel. —Él tomó su mano y la besó con sutileza—. Eso pasó hace mucho tiempo.—¿A qué edad murió tu madre? —Quiso saber, se estaba interesando mucho. Pero tras esa conversación se dio cuenta de que no sabía nada de la vida de Daniel—. Una vez más me disculpo, porque no sé si estoy pecando de indiscreta.—Los padres no siempre son lo que queremos —él acotó—. Mi madre murió en un accidente el día de mi cumpleaños, el dieciocho de agosto del noventa y nueve, tenía treinta y un años y es esa la razón por la que no celebro mi cumpleaños —le informó con dolor contenido.—Disculpa. No quería hacerte sentir triste. No sabía que coincidiera con tu cumpleaños —confesó apenada.—Es bueno que sepas de mi vida, al igual que yo
Daniel se encontraba ansioso de poder llevar su plan sorpresa lo más rápido posible. Sus manos al igual que su sangre ardían por sentir a su esposa piel con piel. Sabía de la fuerza del deseo, de la lujuria y el placer del acto sexual. Sin embargo, desde que ella se metiera en su cabeza y en su corazón, no anhelaba más nada que amarla, su cuerpo y sus deseos primitivos no respondían ante cualquier cuerpo de mujer. Solo ella lo tentaba con esa intensidad que lo esclavizaba.—Mientras vas haciendo tus trámites de la universidad, iré a la agropecuaria, haré unos encargos para la hacienda y vuelvo por ti… ¿Estás de acuerdo? —Daniel se detuvo frente a la universidad para dejar a Katherine.—Está bien, quizá me tarde un poco más y me encuentre con unos compañeros, así que no estaré tan sola —respondió ella con franqueza.Daniel escrutó su rostro antes de decir algo más. —Y… ¿Habrá muchos compañeros del género masculino por los que deba estar preocupado? —preguntó con un fallido intento des
Cuarenta y cinco minutos más tarde, solo quedaban Marian y Katherine, Diego, un amigo de ambas, se había llevado a Florencia, según él, para evitar un «escenario sangriento».—Ha sido muy sabio de parte de Diego llevarse a la Florencia. ¡Dios! Te juro que, si no la golpeabas tú, lo hacía yo —Marian agregó haciendo que se disolviera la tensión.—No te preocupes, la verdad es que por muy molesta que resultara, tenía razón en algunas cosas.—A ver, Katherine. ¡Qué razón, ni qué nada! Eres una mujer bella, inteligente y muy independiente, además de testaruda. Pero posees cualidades, que quizá, tu Daniel no había encontrado en aquellos romances eventuales. Contigo se casó, con las otras no lo pensó… Bueno, sí con una, sin embargo, no se consolidó como tal —acotó.Katherine asintió. Ambas llegaron a la entrada principal de la universidad, cuando un carro se detuvo frente a ellas.—¿Las llevo? —El joven sonreía dentro del carro.—Marcelo desaparece. Ahora no estamos para tus tonterías. Si te