—¿Tu padre te envió allí siendo tan niño?—Sí —el confirmó asintiendo—. Mi padre había enviudado entonces, y no podía lidiar con su hijo. —Soltó un respiro, dejando ver lo afectado que se encontraba.—Lo siento, no quiero que te sientas obligado a hablar de ello.—Tranquila, Ángel. —Él tomó su mano y la besó con sutileza—. Eso pasó hace mucho tiempo.—¿A qué edad murió tu madre? —Quiso saber, se estaba interesando mucho. Pero tras esa conversación se dio cuenta de que no sabía nada de la vida de Daniel—. Una vez más me disculpo, porque no sé si estoy pecando de indiscreta.—Los padres no siempre son lo que queremos —él acotó—. Mi madre murió en un accidente el día de mi cumpleaños, el dieciocho de agosto del noventa y nueve, tenía treinta y un años y es esa la razón por la que no celebro mi cumpleaños —le informó con dolor contenido.—Disculpa. No quería hacerte sentir triste. No sabía que coincidiera con tu cumpleaños —confesó apenada.—Es bueno que sepas de mi vida, al igual que yo
Daniel se encontraba ansioso de poder llevar su plan sorpresa lo más rápido posible. Sus manos al igual que su sangre ardían por sentir a su esposa piel con piel. Sabía de la fuerza del deseo, de la lujuria y el placer del acto sexual. Sin embargo, desde que ella se metiera en su cabeza y en su corazón, no anhelaba más nada que amarla, su cuerpo y sus deseos primitivos no respondían ante cualquier cuerpo de mujer. Solo ella lo tentaba con esa intensidad que lo esclavizaba.—Mientras vas haciendo tus trámites de la universidad, iré a la agropecuaria, haré unos encargos para la hacienda y vuelvo por ti… ¿Estás de acuerdo? —Daniel se detuvo frente a la universidad para dejar a Katherine.—Está bien, quizá me tarde un poco más y me encuentre con unos compañeros, así que no estaré tan sola —respondió ella con franqueza.Daniel escrutó su rostro antes de decir algo más. —Y… ¿Habrá muchos compañeros del género masculino por los que deba estar preocupado? —preguntó con un fallido intento des
Cuarenta y cinco minutos más tarde, solo quedaban Marian y Katherine, Diego, un amigo de ambas, se había llevado a Florencia, según él, para evitar un «escenario sangriento».—Ha sido muy sabio de parte de Diego llevarse a la Florencia. ¡Dios! Te juro que, si no la golpeabas tú, lo hacía yo —Marian agregó haciendo que se disolviera la tensión.—No te preocupes, la verdad es que por muy molesta que resultara, tenía razón en algunas cosas.—A ver, Katherine. ¡Qué razón, ni qué nada! Eres una mujer bella, inteligente y muy independiente, además de testaruda. Pero posees cualidades, que quizá, tu Daniel no había encontrado en aquellos romances eventuales. Contigo se casó, con las otras no lo pensó… Bueno, sí con una, sin embargo, no se consolidó como tal —acotó.Katherine asintió. Ambas llegaron a la entrada principal de la universidad, cuando un carro se detuvo frente a ellas.—¿Las llevo? —El joven sonreía dentro del carro.—Marcelo desaparece. Ahora no estamos para tus tonterías. Si te
Todos rieron, a decir verdad, la reacción de ellos al saberla casada, era de esperarse. Solo Daniel, la nana, su padre y ella sabían en realidad que se impuso ante tan repentina decisión. Ella no conocía a Daniel, más allá de lo que el resto parecía conocer, que era un patán, soez, truhan, incitador de las féminas y que solía tener relaciones de vaivén. Aún para ella era algo irrisorio.Entre las noticias, lo molesto de dar explicaciones y la inusitada pregunta de Marian, no se había percatado de la camioneta estacionada al frente. Hizo gala de toda sobriedad, para no desvanecerse. No había pasado ni una hora de estar lejos de su presencia y, sin embargo, experimentaba la ansiedad y ese terrible hormigueo estremecedor recorriendo todo su cuerpo. Su corazón latía, tal cual estuviera en una maratón. Entonces lo miró a él, como todo observador, calmado y sereno, y por completo inexpresivo con las manos dentro de los bolsillos del pantalón. Esperó a que el emitiera algún gesto. No lo hizo
Tenía que deshacerse de los miedos antes de que se arruinara lo que aún no comenzaba. ¿Pero entonces, a qué se debía ese miedo arropando su interior? ¿Por qué sentía el aire comprimido en sus pulmones? ¿Y aquel vacío como presagio, azotando su corazón? Si todo aquello tenía que ver con estar enamorada. Entonces de nada sirvió leer tantos libros que hablaban del amor, los obstáculos que yacían en el camino de este y como era superado por sus personajes, porque en la vida real, todo resultaba más intenso y el tiempo pasaba con lentitud, se vivía el amor de un modo intenso y con zozobras. No todo puede ser perfección. —Llegaremos a buena hora a Barcelona, allá almorzaremos en lo que esperamos el vuelo —anunció él con una sonrisa relajada. —¿Barcelona? ¿Avión? —Una asombrada Katherine preguntó. —No le tendrás miedo a los aviones, también, ¿o sí? El tono burlón que empleó, no le pareció tan gracioso a Katherine quien contraatacó diciendo: —¡Qué gracioso! Fíjate, no sabía que lo hacía
Lograron llegar con tiempo de sobra a Barcelona, como vaticinó Daniel. Tras haber almorzado, se dirigieron a un estacionamiento privado para dejar la camioneta durante el fin de semana. Katherine había mencionado que, si tenía asegurado el carro por si se daba cualquier percance. Él la tranquilizó al decirle que todo estaba en orden.El viaje en avión hacia la Isla de Margarita tardaría escasos quince minutos.Pronto la brisa marítima les daba una calurosa bienvenida. Katherine fue consciente de que, gracias a la escueta información de Daniel, no empacó ropa debida. Los jeans, suéteres y camisas poco podían hacer en aquel ambiente. Sabía que iba a sudar tanto, que lo que más querría sería estar en franelillas y pantalones cortos.Daniel percibió la diatriba que ella se planteaba y que reflejada en su rostro.—¿Sucede algo? —inquirió acercándose hasta acariciar sus facciones.—¿No crees que debiste decirme, adónde me traerías? —acusó enfurruñada.—Entonces no hubiera sido una sorpresa,
No supo a ciencia cierta cuánto durmió, se despertó de sobresalto al sentir una respiración en su cuello y un brazo aferrado a su cintura.—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. ¡Daniel! —murmuró con el corazón latiendo a mil por hora.—Kat, regresa —suplicó él—. Aún hay tiempo, la reservación para cenar es más tarde. —La haló llevándola de nuevo a su lado—. No quise despertarte, y no pude evitar recostarme a tu lado… Ahora quedémonos así un rato. ¿Sí?—Pero… si llegamos tarde perdemos la reservación —argumentó ella. Aunque la verdad es que sentirlo así le gustaba mucho, poco le importaba que tuviera hambre.—Podemos pedir para comer aquí, es más, tu podrías ser mi cena y yo la tuya.Katherine sonrió ante el comentario. Sabía que eso de la cena solo era una comparación. El hambre que sus cuerpos sentían no era con precisión por necesidad de alimentos.—No creo que sepamos bien si nos cenamos el uno al otro, aparte de que es imposible que eso ocurra y un delito, además.—Sabes que no me refiero al
El miedo, que en un principio la invadió, desapareció. Su cuerpo experimentaba placer nunca antes proporcionado. Los besos de Daniel continuaron y sus hábiles dedos seguían el estímulo en sus senos. Las contracciones en su vientre se sentían como divinas palpitaciones. Su corazón latía con una fuerza colosal, sintió la humedad manifestarse en su femineidad, el palpitar se hizo evidente en los labios de su vulva. Esas sensaciones tan vívidas, jamás las hubo experimentado, desconocía que aquello fuera de ese modo tan intenso. Una cosa era leerla en sus libros de romance y erótica, y otra lo que él le hacía sentir. Viajaba fuera del Universo.Él acarició sus muslos a medida que descendía hacia su vientre, generando deliciosos escalofríos a su cuerpo.«¡Por Dios, no podía pensar!». Y era cierto, tal parecía que su razón y la timidez habían abandonado su cuerpo, preparado para satisfacer el deseo carnal y el fuego de la pasión que ardía en sus venas.En un segundo no contaba con el short d