No supo a ciencia cierta cuánto durmió, se despertó de sobresalto al sentir una respiración en su cuello y un brazo aferrado a su cintura.—¡Oh, Dios mío! —exclamó—. ¡Daniel! —murmuró con el corazón latiendo a mil por hora.—Kat, regresa —suplicó él—. Aún hay tiempo, la reservación para cenar es más tarde. —La haló llevándola de nuevo a su lado—. No quise despertarte, y no pude evitar recostarme a tu lado… Ahora quedémonos así un rato. ¿Sí?—Pero… si llegamos tarde perdemos la reservación —argumentó ella. Aunque la verdad es que sentirlo así le gustaba mucho, poco le importaba que tuviera hambre.—Podemos pedir para comer aquí, es más, tu podrías ser mi cena y yo la tuya.Katherine sonrió ante el comentario. Sabía que eso de la cena solo era una comparación. El hambre que sus cuerpos sentían no era con precisión por necesidad de alimentos.—No creo que sepamos bien si nos cenamos el uno al otro, aparte de que es imposible que eso ocurra y un delito, además.—Sabes que no me refiero al
El miedo, que en un principio la invadió, desapareció. Su cuerpo experimentaba placer nunca antes proporcionado. Los besos de Daniel continuaron y sus hábiles dedos seguían el estímulo en sus senos. Las contracciones en su vientre se sentían como divinas palpitaciones. Su corazón latía con una fuerza colosal, sintió la humedad manifestarse en su femineidad, el palpitar se hizo evidente en los labios de su vulva. Esas sensaciones tan vívidas, jamás las hubo experimentado, desconocía que aquello fuera de ese modo tan intenso. Una cosa era leerla en sus libros de romance y erótica, y otra lo que él le hacía sentir. Viajaba fuera del Universo.Él acarició sus muslos a medida que descendía hacia su vientre, generando deliciosos escalofríos a su cuerpo.«¡Por Dios, no podía pensar!». Y era cierto, tal parecía que su razón y la timidez habían abandonado su cuerpo, preparado para satisfacer el deseo carnal y el fuego de la pasión que ardía en sus venas.En un segundo no contaba con el short d
Magia. Así lo sentía. ¡En verdad había sucedido todo aquello! Katherine yacía aun sobre el mullido colchón, en la habitación que, a partir de entonces, conservaría el recuerdo de su inicio en la sexualidad activa. Todavía no podía creérselo, se llevó las manos a la cabeza, exhausta y extasiada por aquella experiencia sexual que el muy truhan de Daniel le otorgó sin egoísmo alguno. Su cuerpo logró experimentar un torrente de emociones que no creyó poder experimentar. Cerró los ojos, a la vez que enrojecía de vergüenza.Daniel la miró con detenimiento, apreciando su esbelto cuerpo en completa desnudez, tal como la trajera Dios al mundo. No creyó ser digno de tanta pureza en esa mujer, aun así, no pudo evitar sentirse presuntuoso, altivo y feliz, su macho emergió del fondo con orgullo del que le ofrecen algo que solo será suyo.—Eres hermosa, Ángel.—¿Se lo dices a todas después de hacerlas subir tan alto? —Ella bromeó.—Te lo digo a ti, eso es lo que importa —aclaró.Ella sonrió con reg
El restaurante al que fueron resultó ser de gastronomía italiana y lo acababan de inaugurar hacía unas dos semanas, que pareciera acogedor era un plus agregado. Tenía plena vista al mar, que con la noche y su penumbra le concedía un halo de misterio y magia, la noche parecía concordar con las emociones de anticipación en Katherine y Daniel, como preámbulo a la noche de entrega.El sitio era amplio, con luces tenues acorde al horario, las mesas de madera pulida vestidas elegantes, un largo espejo y biselado cubría una de las paredes laterales del local con su nombre: Ambrosía y el emblema que más resaltaba; Cocina creativa, era un ambiente familiar y delicioso. En la entrada se encontraba una especie de terraza al aire libre con mesas redondas, para quien fuera más informal. Al llegar fueron recibidos por el gerente, quien tras saludar a Daniel y darles la bienvenida, los condujo a una de las mesas más íntimas del lugar, donde todo parecía estar preparado con majestuosidad. Solo para e
Una vez fuera del automóvil, se dio cuenta de que se encontraban en un muelle. Quedó atónita y descolocada, pensó, en un primer momento, que aquel paseo lo darían en una playa o malecón.—¿No te irás a quedar parada allí? —Daniel la besó sin ella esperarse y solo acabó dejándola queriendo más. La tomó de la mano conduciéndola hacia el muelle.—Pero… ¿A dónde me llevas? —Ella quiso saber, él solo la aferró por la cintura y la besó en la sien.—La curiosidad mató al gato —él se burló.—Ya decía yo que este me parecía un cuento extraño. Tu tan cariñoso y atento, me seduces, me llevas a comer y luego qué… me traes a un muelle ¿Para qué? —Ella lo miró inquisitiva—. ¿Estamos en una versión actualizada y adulta de Hänsel y Gretel? Con la diferencia de que no hay bruja y solo está Gretel.Daniel no pudo evitar reírse a carcajadas, a pesar de que ella aún le sostenía la mirada cómo reclamándole que no la estuviera tomando en serio.—Katherine, solo quiero que pasemos la noche en el mar y amane
Ambos permanecieron abrazados entre las sábanas de seda, sintiendo el calor de su cuerpo, piel con piel. Esa primera vez había sido perfecta y ella lo supo. Sin embargo, su cabeza seguía repitiendo aquella pequeña frase que aun siendo pequeña contenía mucho más de lo que se calcula.Decir «te amo», no es algo que se pueda decir como si nada. Tal vez, ni Daniel hubo apreciado la magnitud y la contundencia de su significado.—¿Por qué tan callada? —Su voz la trajo de sus pensamientos.—Por nada… —mintió—, creí que estabas dormido.—Miénteme que me gusta —él se burló y tomó su rostro para que ella lo mirara.Ella lo miró fingiendo no comprender a lo que se refería.—Entonces… ¿No me dirás que es eso en lo que tanto piensa mi mujer? —La besó con especial ternura en los labios.Ella inhaló y luego soltó el aire, ante la palabra «mi mujer»—Creo que ese nuevo status en tu vida, debo asumirlo sin premuras.—Ajá. Y eso es lo que te preocupa… —Su tono fue de afirmación.—No pretendo que nada d
Katherine se revolvió entre la sedosidad de las sábanas que resaltaban la silueta de su cuerpo desnudo debajo de ellas, se estiró a la vez que palpaba el lado de la cama donde debía de estar Daniel.Pero no estaba. Su rostro se contrajo en decepción y se sentó en la cama para observar mejor la habitación.No se suponía que tras una noche como la de anoche, ella debió amanecer con él abrazándola como mínimo, aquello la enfadó. Se levantó de la cama y buscó el vestido con el que llegó la noche anterior, no estaba por ningún lugar. Se dispuso a hallar la ropa interior, que por fortuna encontró sobre el pequeño banco frente a la modesta peinadora. Abrió lo que parecía ser el armario pequeño y consiguió ropa de Daniel y, para mujer un pequeño short de jean, un par de franelillas y una camisa de chifón, lentes de sol y un sombrero de ala ancha.Tampoco le resultó bueno haber encontrado ropa de mujer en el clóset de su esposo, ahora sí que, en todo el sentido de la palabra, se negaba a usar
Una hora más tarde Katherine y Daniel llegaban a su destino. El centro comercial era bastante grande, aunque de un solo nivel, el diseño estaba basado en una especie de canoa o bote volteado, con un enorme tragaluz en el centro; cada entrada lleva el nombre de una de las playas de la isla. Los pasillos amplios y la luz natural, quedaba atrapada en él. Recorrieron varias tiendas, porque Katherine quería ver todo, entraron a algunas tiendas, entre ellas a Zara en la que se fue directo al departamento de caballeros, donde había visto ropa que, de acuerdo a su pensamiento, le quedaban de un bien a su esposo. Ese cuerpo digno de pecado podía vestir con harapos e igual le quedarían como mandados a hacer.Daniel se mostró renuente a ser un maniquí para su esposa con ropa que le obligaba a probarse, pero como sería costumbre en él más tarde, accedió con algunas, aunque sin tener que pasar por el probador.Pasaron frente a una de las galerías de arte en el centro y Katherine tan impulsiva como