¿Guillermo sentirá nostalgia de su hija? El dolor puede causar demasiados estragos alrededor nuestro sin darnos cuenta. ¿Podrán padre e hija recuperar el tiempo perdido? Besitos...
Antes de que Guillermo partiera, ella tenía que saber cada detalle de la repentina partida de Anna, no le gustaba tener que romper la paz justo cuando esta parecía instaurarse entre ellos. —Papá, no quiero que te vayas sin antes saber por qué Anna no está viviendo en la casa. —La joven tanteaba el terreno con mesura—. Sé que tú la contrataste y que toda vez que yo me fuera, ella no tenía más que hacer allí, sin embargo, me sorprendió que ella no se despidiera de mí. ¿Tuvieron alguna discrepancia? Guillermo respiró hondo sin inmutarse demasiado. Recordar los motivos que condujeron a la señorita Collins a renunciar, aun cuando sospechaba que su decisión habría sido tomada antes de entrar a su oficina, le causaban pena. Debía reconocer que, demasiada paciencia tuvo aquella mujer con él. En tanto, debía admitir que a él su presencia también le hacía falta, junto a ella y su hija formaban una familia estable. Anna fue la mujer constante en su vida por mucho tiempo. Tanto que la costumbre
Daniel sabía que la impetuosa de Alicia se contenía de no soltar una diatriba. Claro que era consciente de la atracción que la joven sentía por él, sin embargo, la vio crecer prácticamente ante sus ojos, no podía más que tener sentimientos fraternales hacia ella. No le atraía porque se tratase de ella, sino porque sus sentimientos mudaron en cuanto entró Katherine a su vida. Incluso a esa altura, no sabría cómo ponderar sus emociones hacia Ivette. Lo supo en el momento en que Ricardo le echó en cara que se había quedado con su exprometida.Ya no sentía ni rabia. No era igual cuando miraba a su esposa tan cerca de Eduardo. ¡Por Dios, si sentía hasta celos de la yegua que su esposa se adjudicaba como propia!—¡Ella ni siquiera es tu mujer! —Alicia pareció indignada y se cruzó de brazos.Katherine subió las cejas en sorpresa por el comentario emitido.«Pequeña arpía».Daniel, por su lado, la miró icástico.—Eso no es tu problema, Alicia —la increpó con voz firme.—No duermen juntos, no s
Daniel pasó la mano por su cabello en desesperación. Estaba más que claro, que su respuesta no resultó la más idónea. Estaba también, dándose cuenta de lo terca que llegaba a ser cuando se lo proponía—Katherine, me gustas. Te deseo. Esa es la verdad —él le aclaró.—Eso no es suficiente para que nos involucremos en algo que no ha debido ser.—No ha debido ser… —murmuró él con acritud—. ¿De verdad crees que no ha debido ser? Porque yo no lo creo —debatió—. Katherine, no comenzamos del modo tradicional, aun así, lo que está destinado a ser será así, y punto.—Está bien, admitamos que nos gustamos, que existe esa especie de química, excusa mal inventada —murmuró entre dientes—. ¿Qué es lo que debe suceder, ahora?—Supongo que debemos encontrar el modo, ¿no?... de que lo que sea que deba pasar, pase sin salir mal en el proceso. —Daniel hizo una pausa y se acercó a ella un paso a la vez, creyendo que se movería. No lo hizo.—Mal en el proceso. Parece una broma —masculló ella—, el modo serí
Daniel le acarició la mejilla con el pulgar, hasta detenerse en su labio inferior. No podía perder la paciencia ante sus constates negativas a lo que estaban viviendo y sintiendo, él también tenía las mismas inseguridades que ella, antes había perdido en aquella trampa de amor entre Ivette y él. Sabía que podía estar siendo egoísta, porque Katherine se merecía un amor puro y sin temores ni demonios del pasado. Una parte de él se negaba a sentir amor por ella, porque sabía lo doloroso que podía resultar de no ser real y sólido. Era simple, no quería seguir en el camino de la negación.—No es atracción por proximidad, Katherine. —Hubo una pausa, que la hizo dudar—. Yo te escogí para ser mi esposa, sin entender que primero te escogió mi corazón, pero tan terco y roto como estaba, me negué. Negué el hecho de que me gustaba convivir día a día contigo, que amaba oírte reír, escuchar tu voz, lograr enervarte, molestarte. Era como si de ese modo, solo así, podía tenerte. De esa manera éramos
Todo había sido tan repentino, tan veloz, que poco tiempo dio de pensar con cabeza fría en lo que ambos decidieron emprender. Por un lado, Katherine nunca estuvo en la posición de la chica enamorada, que sería cortejada y pretendida por alguien más, bueno, a excepción de Christian, el hijo ladino y pretencioso de su padrino. En la niñez, él había sido un infame, siempre molestándola, metiéndola en cada lío y haciendo cualquier cosa para perturbarla en la escuela, que el hecho de que, de repente en la adolescencia, desarrollara una atracción perturbadora por ella, la descolocaba y hacía que lo aborreciera.En la fiesta de quince años de Katherine, a cuenta de ser el chambelán, pretendió excederse en sus pretensiones e intentó darle un beso, por bendita fortuna lo vio venir, por lo que sin dudarlo levantó su mano a tiempo para golpear con fuerza la mejilla del atrevido Christian delante de los invitados. Recordaba que la miró con rabia, tanta que pensó que la golpearía delante de la mul
La volátil de Alicia no se apareció durante el tiempo que estuvieron en el comedor. Daniel dedujo que se debía a su atrevimiento la noche anterior. Antes quizás, hubiera disfrutado con la declaración de la muchacha, no obstante, existía un factor nuevo en la ecuación, que a la fuerza despejaba todos los demás, Katherine. Él no podía seguir tolerando las faltas sin fundamento cometidas por la joven sobre su esposa, menos cuando se atrevió por fin a desvelar sus sentimientos, a aceptarlos sin oportunidad al remordimiento.—¿Por qué tan pensativa? —Daniel preguntó al notarla un tanto sumida en cualquier entresijo que su mente hubiera encontrado—. ¿En qué piensas?—En nada.—Parecías muy concentrada como para estar pensando en… la nada.—Estaba… pensando en que debo ir a Valle de la Pascua… —tomó un poco del jugo de naranja y observó que sin decir nada, Daniel demandaba el motivo—. Necesito recoger algunos de mis libros de economía, que dejé en casa de mi papá y unos apuntes, mis cuaderno
El teléfono de la casa en la hacienda repicó incesante. Nadie contestó. Ivette no se detendría por eso, él había dicho como muchas otras veces, que no quería verla ni saber de ella. Pero ni aquellas veces, menos en ese entonces, sería definitivo.Estuvo jugando de manera arriesgada con fuego, apostando a no quemarse, apostando siempre a ganador.—¡No puede ser! —Enojada apretó el teléfono.Ella volvió a marcar un numero en su celular. »¡Maldita sea, no puede ser que no responda! Por favor, solo responde —suplicó.En la sala de su casa, Ileana observó el desespero en los gestos de su joven y testaruda hermana Ivette. Era tan hermosa como codiciosa, ese siempre fue su gran defecto, jamás pensó que al jugar terminaría perdiendo la cabeza por amor y deseando lo que ya no podía tener. Solo pudo negar con la cabeza. Pensando que, no fue buena idea el haberle dicho sobre el matrimonio repentino de Daniel. Hasta entonces, ignoraban la existencia de la joven, más que el de ser una belleza alg
—¿Tu padre te envió allí siendo tan niño?—Sí —el confirmó asintiendo—. Mi padre había enviudado entonces, y no podía lidiar con su hijo. —Soltó un respiro, dejando ver lo afectado que se encontraba.—Lo siento, no quiero que te sientas obligado a hablar de ello.—Tranquila, Ángel. —Él tomó su mano y la besó con sutileza—. Eso pasó hace mucho tiempo.—¿A qué edad murió tu madre? —Quiso saber, se estaba interesando mucho. Pero tras esa conversación se dio cuenta de que no sabía nada de la vida de Daniel—. Una vez más me disculpo, porque no sé si estoy pecando de indiscreta.—Los padres no siempre son lo que queremos —él acotó—. Mi madre murió en un accidente el día de mi cumpleaños, el dieciocho de agosto del noventa y nueve, tenía treinta y un años y es esa la razón por la que no celebro mi cumpleaños —le informó con dolor contenido.—Disculpa. No quería hacerte sentir triste. No sabía que coincidiera con tu cumpleaños —confesó apenada.—Es bueno que sepas de mi vida, al igual que yo