No es odio
El Sol ya hacía gala con su calor característico, para esa época parecía lanzar llamas ardientes sobre esa parte del país, claro que existían sitios más calientes que ese, sin embargo, ni se detuvo a quejarse de lo abrasador que este resultaba. La brisa agitó sus cabellos encegueciéndola, los retiró con arrojo.

Contemplaba que el bipolar no era él sino ella por la forma en la que la hacía sentirse. Ese matrimonio era una montaña rusa de emociones.

—Lo odio, lo odio…. Lo odio. Es un cretino y descarado —masculló camino a las caballerizas—. ¡Ay sí! No me di cuenta de ella —mal imitó la voz de Daniel.

»Lo odio cada día más… No, no lo odio, me odio a mí misma por ser tan sentimental y dejarme llevar por sus tantos trastornos de personalidad. ¡Argh! Lo odio —terminó diciendo, cuando se tropezó sin querer con un hombre alto que vestía chaqueta de cuero y sombrero negro.

Pidió disculpas, pero él aludido la ignoró y ni siquiera la miró a los ojos.

—¡Oiga! ¿Qué no le han enseñado modales?
Emma Richardson

A Katherine le gusta el fuego y jugar con él. Veremos qué sucede cuando las cosas ardan de verdad. Saludos y besitos desde Venezuela.

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