Mudarse a su habitación fue toda una revelación para Deanna. Ya no tenían ninguna excusa para seguir durmiendo separados. Daniel no encontraba el sentido a seguir durmiendo solo, sin sentirla a su lado, pero cuando se lo propuso se sentía tan nervioso como un adolescente.
Esa tarde estaban sentados en su oficina, escuchando música, mientras él leía. Estar así entre sus brazos, oliendo su perfume que era una mezcla de madera y sándalo, hacía que se sintiera dentro de un capullo. Los momentos de calma como ese, con su cabeza apoyada sobre su hombro, la relajaban tanto como si estuviese por entrar en un sueño profundo. - Deanna… - - ¿Mmmm? – - Crees que… ¿estas despierta? – - Ajammm – - Si, bueno… Crees que… en realidad me parece que ya es tiempo… no sé qué pensarás… - - ¿Sobre qué? – - Mudarte a mi habitación – Deanna abrió los ojos de repente, estaba esperando que se lo pidiera y si no lo hacía ella se lo propondría. Una diminuta sonrisa sLuego de sus clases Deanna pasó por el departamento de Harry y Laura, pero él no estaba. Se encontró con una Laura preocupada y algo triste; así que solamente se dedicó a escucharla. No iba a contarle lo bien que iban las cosas con Daniel si su amiga estaba en ese estado. Laura le dijo que Harry se estaba distanciando cada vez más de ella, que seguía siendo el mismo hombre dulce y considerado, pero que parecía que solo le importaban el bebé y su trabajo. “Que extraño”, pensó Deanna, siempre estuvieron tan enamorados el uno de la otra. Tal vez sería una etapa de ajuste para Harry. Llegó algo preocupada a la casa, era raro ver a Laura de esa manera. A lo mejor el embarazo estaba afectándola. Daniel la esperó un poco intranquilo, preguntándose si vio a su hermano. ¿Debería vivir con esa angustia por siempre? ¿Consternado cada vez que ellos se encontraran? - ¿Cómo te fue? – - Bien – - ¿Viste a Laura? – - Si, no la vi muy bien. Parece que a Harry le está cos
Se volteó con el cuerpo cargado de calor, todas esas caricias, todos esos besos. Él conocía como tocarla, como saborearle la piel para desatarla. Era lo que buscaba cada vez: liberarla. Porque cuando lo hacía derramaba todo lo que tenía, se entregaba por completo, era suya. Lo miró con los ojos transformados, las pupilas dilatas y la respiración agitada.Daniel iniciaba el juego, pero Deanna lo dominaba. Exudaba un halo de deseo que solo era para él, porque él lo provocaba, porque nunca había sentido esa necesidad básica y pura de amar con el cuerpo lo que el corazón le dictaba. No así, no con esa locura. Verla reaccionar era todo lo que lo lanzaba a perder los estribos; no lo había vivido con nadie más. Y por eso sus actitudes lo desconcertaban y a la vez lo halagaban, lo encendían y lo intimidaban en simultáneo. ¿Cómo no iba a perder la cordura?
El cumpleaños de Deanna no fue más que una reunión en la casa con algunos amigos y familiares. Extrañamente, Camila sufrió un terrible dolor estomacal ese mismo día. Charles llegó con un regalo, tomó algunas copas y se marchó; era una cena de jóvenes. Cuando le había dicho que eran escandalosos se refería a que la mayoría eran músicos y abarrotaron el pequeño lugar donde ella tenía su sala de música. La velada se trasformó en un escenario bohemio, entre canciones e instrumentos. Daniel se sentía sapo de otro pozo, aunque mantuvo un ánimo alegre y cordial. Pero no se separaba de ella; a excepción de Laura, Susan y Deanna misma, eran todos hombres. Hombres más jóvenes. Harry se mantenía en un rincón, callado, ensimismado. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por mantenerse en la misma habitación y no salir corriendo. ¿Cuánto tiempo iba a llevarle olvidarla? Apenas hablaba con alguien y observaba a Daniel con desagrado cuando cruzaban miradas. Solo parecía recobrar un poco de v
Volver junto a Daniel, que la esperaba intranquilo, después de todo eso fue muy difícil. Se lavó la cara varias veces, tratando de disimular lo rojo de sus ojos, no quería que la viera así y le preguntara que sucedía. Si le decía que había discutido con Harry iba a ser un problema más. Buscó algunas botellas de la cocina y regresó al salón de música. La vio entrar con una sonrisa y el corazón se le calmó. Se sentó junto a Daniel muy pegada, como necesitando sentirlo, le paso un brazo por detrás de la cintura y apoyó la cabeza en su hombro. Era su manera de decirle “abrázame” y él lo hizo. La atrajo todavía más a si, haciéndole cosquillas en las mejillas con el casimir de su suéter. - ¿Todo bien? – - Si… Solo un poco cansada… ¿Por qué siempre hueles tan bien? – - Porque me baño todos los días – Deanna rio. Lo decía en serio, estableciendo lo obvio como un hecho indiscutible. Solía tener ese tipo de réplicas, siempre fundando sus respuestas en la lógica; convi
La mujer parada frente a él que lo miraba con asombro y desconcierto era tan parecida a Deanna; el mismo cabello, ojos, hasta la postura de su cuerpo. Y la misma mirada incrédula. Tendría apenas unos 10 años más que él, aparentaba menos. La otra mujer, en cambio, tenía una enorme sonrisa en el rostro, el cabello blanco y una expresión de felicidad. Intimidado, Daniel Crusher estaba intimidado. Cuando Deanna les contó que se había casado, por qué y con quien, su madre se puso pálida, gritó, se enfadó y despotricó. Su abuela, por el contrario, no dejaba de felicitarla y hacer bullicio. -¡Será mejor que venga a dar la cara!- Le dijo su madre. -¡Si, si, tráelo, Deanna! Quiero ver a mi nuevo nieto – Estaban detrás del restaurante, que se separaba de la pequeña casa por un jardincito de hierbas aromáticas. Se sentaron a la mesa, Deanna junto a Daniel, sosteniéndole la mano debajo del mantel. Habían preparado café y algunos bocadillos, pero nadie bebía o comía. Philippa
Después de su discusión con Deanna a Harry le estaba costando todo. El trabajo lo aburría, Laura lo aburría, hasta la música comenzó a fastidiarle. No podía sacarse su mirada llorosa de la cabeza, la mueca de su boca triste. Culpa, sentía una culpa que lo torturaba. En el transcurso de esos días intentó muchas veces llamar, pero ni siquiera llegaba a marcar su número; ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo se disculparía con ella? Laura no sabía que hacer o a quién recurrir, el matrimonio que tanto quiso se estaba yendo a pique. Si esto continuaba era seguro que luego de que el bebé naciera todo terminaría. Lo único que se le ocurrió fue recurrir a Camila, tal vez ella podría hablar con su hijo y saber que le sucedía. Llegó a la casa sin avisar. Camila estaba con Arlene y Beverly poniéndose al día “socialmente”. Cuando la vio entrar con su rostro triste y una mano en el vientre se levantó de inmediato. - Laura, no te esperaba… ¿estás bien? – - Lo siento, Camila, no sabía que tenías visitas –
Otra reunión social en su ambiente, con sus protocolos y sus formas. Otra exposición de su no pertenencia a ese círculo ostentoso. Su seguridad flaqueaba ante la presión de dar una buena imagen, porque de eso se sustentaba la reputación de Daniel. Y Deanna tenía que cumplir con los requisitos para no dañarla. “Es cómo interpretar un personaje, piensa que estas en una obra” Se decía para convencerse, al final lograría acostumbrarse a su ambiente. Ojalá no tuviese que pasar por el ojo crítico de todo el mundo. Apenas un tiempo atrás eso no le importaba, le daba lo mismo, porque se suponía que todo iba a terminar. Él se lo había mencionado al principio: estar casada con Daniel Crusher implicaba mucho más. Pero ahora que las cosas habían dado un giro inesperado, esas implicaciones le pesaban. Y luego la discusión con Harry remarcándole todo por lo que no acoplaba con su hermano. ¿Desde cuándo esa duda por dar una buena impresión? Desde que se dio cuenta de que estar a su lado
Leonard Reed, cabeza de una cadena de multimedios, era el dueño de esos ojos negros.- ¿Esa es la esposa de Crusher? – Le había preguntado a su asistente ni bien entraron.- Así es. Es mucho más joven que él, no hace mucho se casaron -Conocía al detalle los chismes y rumores que llevaban meses dando vueltas, Alice, su esposa, se había encargado de informarle todo lo que oía: era una mujer más joven, bonita, universitaria y una trepadora. Pero verla en directo era una cosa muy diferente. Le resultaba extrañamente familiar y no podía saber por qué. Quizás la cruzó alguna vez en otro evento, no lo recordaba.Reed era respetado entre sus colegas por su carisma y la impulsividad que, de alguna manera, le conseguía éxitos comerciales. Pero también se conocía su otro lado, uno del que todos hablaban en voz baja. Era un infiel empedernido y tenía preferencia por las mujeres jóvenes; hasta Alice lo sabía. Como casi todo en ese mundo, nadie se daba por enterado.Justificaba su conducta para sí