De nuevo el juego de las miradas, con el que se decían miles de palabras sin hablar. El lenguaje tácito corporal, las pequeñas sonrisas, las manos disimuladas en el cabello o en los brazos, los movimientos leves, la mágica sensación de crear una tensión invisible en el aire que los comunicaba. A Daniel le estaba empezando a hervir la sangre y seguía sin poder dar un paso en su dirección.El rostro inexpresivo daba un mensaje, pero el fuego de sus ojos, otro. Deanna no comprendía ¿era por Beverly? ¿Sería que su temor de que él ya no la quería sería verdad? Se mordió la boca, dudando. ¿Para qué había venido entonces? Para demostrarle que el amor se le había muerto y ahora tenía otra mujer, más adecuada, a su lado.Las horas pasaban, pero no había reacción de su parte. Sintió el alma escapársele del cuerpo, le dolía. No sabía que él estaba a punto de morirse, soportando ese saco sobre su cuerpo como si fuese la mano de Leonard marcándole el punto que no podía cruzar. Que quería quitársel
- Pero… -- Pero ¿qué Crusher? –- Tú y ella… -- ¡Ay, por favor! – Le dijo lanzando los brazos hacia arriba.- ¿Piensas que si estuviésemos juntos estaría diciéndote todo esto? Sí, la amo… Pero no es esa clase de amor… Solo quiero que sea feliz y parece ser que su felicidad es contigo… -Daniel lo observó y luego miró hacia las puertas de los camerinos.- ¿Todavía vas a dudar? –- Me… ¿la estás dejando? –- ¡Nunca la dejaré! ¡No estoy con ella como piensan todos! Te lo facilitaré… Mira, puedes hacer lo que quieras, pero si esta vez la dejas ir cometerás otro error. Si la amas, su camerino es el último a la izquierda –Daniel no reaccionaba.-Una cosa más Crusher… Si haces que se baje de las tablas te romperé las piernas… Pero si vuelves a lastimarla haré que te maten ¿oíste? –Dio media vuelta y se fue. Lo hizo, por ella, por su hija. Si era lo que Deanna tanto necesitaba ¡que así sea! ¡Mierda!Se quedó petrificado. De entre todas las cosas que podría haberle dicho Reed, esas no eran
Sus brazos la aprisionaron más, podía sentir como ese escote atrevido se apretujaba sobre su pecho; sentir los pequeños movimientos de su cuerpo, la electricidad volvió a repetirse, el calor volvió a repetirse. Si pudiera la abrazaría tanto como para incorporarla en su propio ser. Sus manos se inquietaron y la recorrieron por la espalda y el cuello desnudo, bajaron más al sur hasta que pudo percibir la curva donde termina su espalda debajo de las incontables capas de tela de su vestido. Y ese movimiento le regaló un quejido más fuerte y furioso.Abandonó su saco para colgarse de lleno de su cuello, atrayéndolo más, como si Daniel no estuviese ya inmerso en su órbita. Sus manos se escurrieron por su cabello, ¡como adoraba pasarle los dedos por esos mechones salpicados de blanco! No podía detener el calor que crecía dentro de ella, lo había extrañado tanto. Cuando los labios no le alcanzaron, utilizó los dientes en pequeñas y mansas mordidas y ahora era el turno de Daniel de emitir soni
Le subió la falda y su ropa interior corrió la misma suerte que los botones. Finalmente se apiadó de Deanna y cuando volvieron a encontrarse después de tanto tiempo el placer fue exquisito. Su espalda de arqueó hasta quedar completa sobre el pecho de Daniel. La tomó de las caderas marcando un ritmo corto pero feroz.Escucharla de nuevo vocalizar su placer con esa libertad impúdica e incorrecta era mucho mejor que oírla cantar. Verla gesticular, las expresiones de su boca y sus ojos a través del espejo, lo lasciva que era, despertó su bestia interior. Enredó los dedos de una mano en su cabello recogido y tiró su cabeza hacia atrás, dejándole el cuello expuesto. Lo alcanzó con la boca hasta que encontró ese punto detrás de la oreja izquierda que la hacía gemir. Y eso mismo escuchó, gemidos cada vez más altos, más indecentes. Deanna estaba cerca, podía saberlo por los espasmos casi imperceptible que lo aprisionaban, por el ceño concentrado, por la rapidez de su respiración. Él mismo es
Deanna volvió de la cocina con dos tazas en la mano, mientras preparaba el café se había desarmado un poco el complejo peinado de esa noche. La camisa le quedaba enorme y aun así de desaliñada Daniel la encontraba tan hermosa. La interceptó antes de que pudiera dejar las tazas en la mesita y la tomó por la cintura.- ¿Por qué siempre te ves tan sexy? – Le preguntó escondiéndole la cara en el cuello.Él siempre había tenido esas apreciaciones con ella. A veces la encontraba en algún lugar de la casa y no podía resistir la urgencia de abrazarla y besarla o decirle cosas al oído. Eran sus grandes manos rodeándola y sus palabras dulces las que hacían que Deanna lo llamara “mi poeta”. ¿Cómo no iba a derretirse toda?Pero Daniel llevaba consigo una inseguridad producida después de ver tantas fotos y de repasar las palabras de Reed en su cabeza. Quizá si se acercaba más a ella, si la tocaba más, si la sentía más suya pudiese sacarse esa sensación. Se sentía frágil y vulnerable a pesar de que
La escuchó sin entender lo que le decía. Cómo Leonard la había seguido hasta la casa de Philippa, su ataque de pánico, los detalles de la relación con su madre. Y luego le habló de la soledad en la que vivía, de las excusas que daba para dar rienda suelta a sus apetitos, de porque lo hacía realmente. Había sido un hombre triste, acorralado por el odio y el resentimiento. Pero ahora era diferente; ahora se comportaba como un padre para ella.- ¿De verdad creíste que podría mirar a un hombre como él? –- No sabía que pensar… Tampoco lo negaste –- No, no lo negué. Estaba tan enojada y quería despojarme de todo lo que habíamos tenido así que preferí que creyeras eso. Sé cómo eres y sabía que iba a dolerte. Yo estaba tan dolida que esperaba que sintieras un poco lo mismo –- Me he estado torturando todo este tiempo imaginándote con él, créeme que me dolió –- Que bueno… -- Eres mala… Pero pensándolo un poco, tienen similitudes ustedes dos –- ¡¿Verdad que sí?! – Le dijo emocionada.- ¿De
Los primeros efectos los sintió Beverly.Leonard la había subido al taxi y ella se alejó unas cuantas calles, pero luego le había pedido al conductor que regresara y se quedara a algunos metros del estacionamiento, esperando.Había visto a Reed y Marcus irse, cruzando la calle tomados del brazo como dos borrachos. Ella sabía de alguna manera que Daniel permanecía ahí dentro y Leonard se había ido sin Deanna. Y allí estaban, tomados de las manos otra vez, caminando hacia su auto, subiéndose y yéndose juntos.Esa misma noche, más temprano, en su desesperación porque él no la apartara le había prometido que sería la última vez, que luego se iría de su vida y de la empresa. Nada había salido como esperaba; sola, parada en medio de toda esa gente sin Daniel y sin la Diva a la vista. Sabía bien lo que le esperaba, lo había estado viviendo por años: las risas ocultas, los comentarios susurrados.Por alguna razón hizo que el taxi la dejara en su oficina. A esa hora de la noche solo había pers
Los había despertado la insistencia de mensajes que entraban sin cesar en el teléfono de Deanna, ya eran alrededor de las 9. Estaba tan cómoda durmiendo sobre él que se fastidió con el sonido persistente, no quería moverse. Finalmente, estiró la mano y alcanzó el aparto. Una hilera interminable de notificaciones: Leonard, Leonard, Leonard, Leonard. - Hola Deanna ¿estás despierta?- Debes seguir durmiendo.- ¿Qué ocurrió anoche con el imbécil?- ¿Por qué no respondes?- ¡Si te hizo algo lo voy a matar! - No me digas que estás ahí con él.- Llámame - En serio- Llámame o llamaré a la policía.- ¿Qué sucede? – Le preguntó Daniel apenas despierto.- Es Leonard, quiere llamar a la policía… Mejor lo llamaré o enviará 200 mensajes más… -- Mmmm… -Se estiró un poco antes de levantarse y sintió un poco de frío al abandonar el calor de la cama. Lo llamó mientras buscaba algo para ponerse.- ¿Leonard! –- ¡Bueno, bueno, al fin te acuerdas que tienes padre!... ¿Estás bien? –- Si, está todo b