DE TAL PALO TAL ASTILLA

Deanna volvió de la cocina con dos tazas en la mano, mientras preparaba el café se había desarmado un poco el complejo peinado de esa noche. La camisa le quedaba enorme y aun así de desaliñada Daniel la encontraba tan hermosa. La interceptó antes de que pudiera dejar las tazas en la mesita y la tomó por la cintura.

- ¿Por qué siempre te ves tan sexy? – Le preguntó escondiéndole la cara en el cuello.

Él siempre había tenido esas apreciaciones con ella. A veces la encontraba en algún lugar de la casa y no podía resistir la urgencia de abrazarla y besarla o decirle cosas al oído. Eran sus grandes manos rodeándola y sus palabras dulces las que hacían que Deanna lo llamara “mi poeta”. ¿Cómo no iba a derretirse toda?

Pero Daniel llevaba consigo una inseguridad producida después de ver tantas fotos y de repasar las palabras de Reed en su cabeza. Quizá si se acercaba más a ella, si la tocaba más, si la sentía más suya pudiese sacarse esa sensación. Se sentía frágil y vulnerable a pesar de que
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