Se registraron y tuvieron que esperar un poco. Deanna iba y venía entre los folletos y la ventana y Daniel la miraba sin decir nada. Estaban allí por ella, por los dos, pero sobre todo para darle lo que necesitaba.Cuando la secretaria del especialista los llamó, a Deanna el corazón se le salió de escala. Miró a Daniel, quien le tomó la mano y juntos entraron. Le habían dicho que ese hombre era el mejor en su campo, que conseguir una cita con él era muy difícil; pero otra vez el movió lo que había que mover y obtuvo lo que su esposa precisaba.Le explicaron brevemente los inconvenientes que tenían, que los anteriores estudios y análisis eran buenos, pero que no encontraban una causa médica por la cual no pudieran quedar embarazados. El médico trató de darles ánimos, sin generar demasiadas esperanzas. A veces, simplemente nada funciona. Le pidió a Deanna que se realizará una serie nueva de exámenes, a Daniel también, aunque eran más las posibilidades de que el problema estuviese en ell
Deanna continuó cantando durante su embarazo, pero cada vez le costaba más. Cargar a dos niños que crecían dentro de ella y aun así brillar en el escenario, cautivando al público con su voz y su presencia escénica; se le estaba dificultando. Daniel la acompañaba en cada presentación, orgulloso de su esposa y emocionado por ese vientre que crecía cada día.-No puedo hacer más esto – Le dijo a Leonard mientras bajaba del escenario.Tristán e Isolda, de Wagner, era la ópera elegida por Marcus para esa temporada.-No te preocupes, hablaré con Marcus y pondremos a tu reemplazo. Ya es hora de que te dediques a descansar, nena – Le dijo preocupado.La llevaba de la mano como si fuese que ella iba a caerse o desarmarse. Para Reed era una experiencia nueva, a pesar de los embarazos de Alice, nunca participó de nada. Pero ahora veía como crecían sus nietos dentro de su hija y experimentaba todo tipo de emociones.A Deanna le daba tanta ternura ver su cara consternada, despejándole el camino con
-Jonathan solo me ignora… - Le dijo a Daniel esa mañana, llorando.-Son solo celos, Deanna – Intentaba consolarla.Pero no lo conseguía. Al principio el pequeño saltamontes había tomado la noticia de la llegada de sus hermanos nuevos con mucho entusiasmo y alegría, pero a medida que se fueron haciendo más visibles debajo de la ropa de Deanna, le creció un sentimiento de aprehensión.Esa mágica relación que siempre habían tenido de pronto se enfrío y por mucho que ella lo intentaba, parecía que el niño se alejaba más. La rutina en la que lo arropaba cuando se iba a la cama, comenzó a ser menos frecuente. Jonathan sencillamente desaparecía por las escaleras y cuando Deanna iba a buscarlo a su habitación, ya estaba dormido. O fingía estarlo.La estabilidad emocional era frágil para ella; podía pasar de un estado eufórico y feliz a uno apesadumbrado en cuestión de horas. Y cualquier pequeña cosa la detonaba. Daniel la entendía, ya lo había visto suceder en los embarazos de sus tres hijos
Él la sostenía de la mano mientras esperaban su turno para realizar el ultrasonido. Uno de sus pies no dejaba de darle pequeños golpes al piso, haciendo que la rodilla subiera y bajara.Varias parejas esperaban también, algunas mujeres solas, y los miraban con curiosidad. No dejaba de notárseles esos 15 años de diferencia; sobre todo por las canas cada vez más notables de Daniel. Y, por algún motivo, la cara de Deanna se veía más jovial, más fresca y joven.-No estés nervioso – Le dijo dándole una pequeña sonrisa.Solo la miró y le devolvió el gesto. Siempre estaba nervioso por ella y sus hijos, no podía evitarlo. Aunque todo estuviera perfecto y normal, Daniel siempre se preocupaba. Era su manera de ser.Por fin fue momento de entrar y la especialista los recibió con todo preparado.- ¿Quieren saber el sexo de sus bebés? – Les preguntó.-Si –- Muy bien… Entonces, vamos a chequear primero como están –Pasó el aparato sobre su vientre a la vez que tomaba medidas y asentía con la cabez
Pero ella estaba determinada a resolver lo que sea que a su pequeño caballero estaba aquejándolo. Se acercó y se sentó a su lado. El niño la miraba y Deanna no podía saber si era con sorpresa o tristeza.-Tendrás dos hermanas, saltamontes… ¿Sabes? Como Emma; podrán jugar juntos en el patio y divertirse escuchando música –Pero el niño no le respondía, solo asentía con la cabeza como si nada. Daniel también se acercó, sabía que a su esposa le dolía la indiferencia de Jonathan.- ¿Qué te parece, hijo? Ambas bebés son saludables, vas a convertirte en hermano mayor –- Si, papá – Le respondió.- ¿No te pone feliz? –Miró el vientre de Deanna y luego sus ojos.-Si – Le dijo.Pero su voz era apagada, como si fuese una respuesta automática. Y Deanna no lo soportó más.-Dime que te sucede, por favor… -Le rogó – Habla conmigo, Jonathan, siempre lo haces. Si algo te molesta podemos arreglarlo… -Él negó con la cabeza y dio un salto hacia adelante, bajándose del sillón. Pasó junto a su padre y s
Para el otro abuelo, el más mundano, todo era nuevo. Él no podía tener la misma visión de Charles con respecto a los hijos y los nietos. Recién había aprendido a ser padre con Deanna, cuando ya no lo necesitaba para crecer. Y todavía estaba en el proceso. ¿Nietos? Eso sí estaba en otra dimensión.La mitad de su vida la había pasado sumergido en el resentimiento, en el odio y en el autocastigo. Reflejando el rechazo de su madre en las mujeres que lo rodeaban: su esposa y sus hijas. Cargando con la infelicidad del amor perdido y no sintiendo más que momentos pasajeros y fugaces.Y en un abrir y cerrar de ojos, tenía una familia y una relación estable que lo complementaba. Él y Susan fue algo que ni ellos mismos sospecharon o planearon; se acercaron cada vez más luego de que Deanna y Daniel se volviesen a casar; en reuniones familiares, en conversaciones triviales. Hasta que un día se dio cuenta de que no podía dejar de pensar en ella.El viejo Leonard desempolvó su verdadero encanto par
El cuarto que durante tanto tiempo ocupó Emma volvió a cumplir su función original: dos cunas habían reemplazado la pequeña cama de la niña. El entusiasmo de Daniel se había incrementado con la noticia de que dos "Deannas" venían en camino y, de vez en cuando, pasaba para mirar desde la puerta la habitación decorada con muñecos, osos y telas suaves y transparentes.Se detenía a pensar, a mirar, a soñar e imaginar. Porque los hombres también sueñan, anhelan y se ilusionan. Recordaba el primer embarazo de Emily, cuando esperaban a Ethan; ambos eran jóvenes y estaban llenos de miedos y dudas. Pero el tiempo acomodó las cosas y conoció por primera vez la satisfacción y el orgullo de ser padre.Su primer hijo había sido un niño tranquilo y curioso que miraba a su padre con asombro, quien lo esperaba por las tardes para jugar con la pelota en el parque o para que lo llevase a sus partidos de fútbol los sábados por la mañana. Pero, al igual que pasó con Charles y Susan, Naomi cambió todas su
Y no era Daniel el único de los Crusher que lidiaba con dudas e incertidumbres. Harry también estaba aprendiendo todavía; pero para él el aprendizaje era diferente: había dejado atrás una relación tóxica, sin cariño, sin amor, por otra completamente opuesta. Y a veces, solo a veces, el resentimiento de esos tiempos le hacía un nudo en la garganta.A pesar de que Amanda estaba punto de dar a luz, Harry todavía no concretaba esa otra fase de su relación: el matrimonio. Quería en verdad casarse con la futura madre de su hijo, pero tenía resabios amargos de su ultimo matrimonio que lo frenaban.-Yo lo entiendo, Deanna, no es fácil para él terminar de aceptar que las cosas cambiaron – Le decía una tarde Amanda, una tarde cálida, mientras estaban ambas sentadas aprovechando los últimos rayos de sol.-Tuvo mucha suerte de haberte encontrado, ese niño. Supongo que tiene muchas heridas abiertas todavía–-Si… pero también se convirtió en un hombre alegre y divertido. No se parece en nada al Har