La noche de la ópera ya no era como es los viejos tiempos en los que resultaba una ocasión para la ostentación y la reunión de los miembros respetados de la sociedad. Cualquiera que pudiese pagar el costo de la entrada podía acceder al mundo mágico que ofrecía el teatro; pero solo por esta vez todos los espectadores serían ostentosos miembros respetados de la sociedad. Solo por esta vez.De eso se había encargado Leonard; de que el debut en la ciudad natal de Deanna se hiciera a la antigua. Había enviado invitaciones a quienes consideraba tenían alguna influencia social, a los personajes de moda, a las autoridades políticas; todo para que la vieran cantar. Estaba orgulloso y lo quería compartir con todos aquellos que alguna vez habían susurrado por lo bajo mientras la miraban.Esa noche se pararían a aplaudirla y la felicitarían en la fiesta posterior. Porque él había planificado con Marcus que, al finalizar el inicio de la temporada, el Ambassador se convirtiera en una fiesta. Todo p
La música comenzó; la obertura sonó con poder y la melodía era tan divertida que el pequeño Jonathan no pudo evitar mover sus pies al compás. Estaba lleno de expectativa, era la primera vez que iba a verla en directo sobre el escenario. Era la primera vez para todos ellos. El telón se levantó y la obra comenzó.Como Daniel le había explicado a Naomi, tenía diálogos que por suerte se habían decidido dar en su propio idioma. La parte lírica si estaba en alemán, pero al menos podrían comprender de que iba la historia. Y entonces ella salió… Hermosa, brillante, poderosa; con un vestido de época blanco, la sonrisa en los labios y la potencia en la garganta. Las primeras notas dejaron a todos en tensión y a medida que fue desarrollándose el primer acto los ánimos se habían contagiado de la música y de las interpretaciones alegres. No solo cantaba bien, también actuaba con entusiasmo.Daniel no podía apartarle la vista, maravillado. Que increíble era esa jovencita de cabello revoltoso con la
De nuevo el juego de las miradas, con el que se decían miles de palabras sin hablar. El lenguaje tácito corporal, las pequeñas sonrisas, las manos disimuladas en el cabello o en los brazos, los movimientos leves, la mágica sensación de crear una tensión invisible en el aire que los comunicaba. A Daniel le estaba empezando a hervir la sangre y seguía sin poder dar un paso en su dirección.El rostro inexpresivo daba un mensaje, pero el fuego de sus ojos, otro. Deanna no comprendía ¿era por Beverly? ¿Sería que su temor de que él ya no la quería sería verdad? Se mordió la boca, dudando. ¿Para qué había venido entonces? Para demostrarle que el amor se le había muerto y ahora tenía otra mujer, más adecuada, a su lado.Las horas pasaban, pero no había reacción de su parte. Sintió el alma escapársele del cuerpo, le dolía. No sabía que él estaba a punto de morirse, soportando ese saco sobre su cuerpo como si fuese la mano de Leonard marcándole el punto que no podía cruzar. Que quería quitársel
- Pero… -- Pero ¿qué Crusher? –- Tú y ella… -- ¡Ay, por favor! – Le dijo lanzando los brazos hacia arriba.- ¿Piensas que si estuviésemos juntos estaría diciéndote todo esto? Sí, la amo… Pero no es esa clase de amor… Solo quiero que sea feliz y parece ser que su felicidad es contigo… -Daniel lo observó y luego miró hacia las puertas de los camerinos.- ¿Todavía vas a dudar? –- Me… ¿la estás dejando? –- ¡Nunca la dejaré! ¡No estoy con ella como piensan todos! Te lo facilitaré… Mira, puedes hacer lo que quieras, pero si esta vez la dejas ir cometerás otro error. Si la amas, su camerino es el último a la izquierda –Daniel no reaccionaba.-Una cosa más Crusher… Si haces que se baje de las tablas te romperé las piernas… Pero si vuelves a lastimarla haré que te maten ¿oíste? –Dio media vuelta y se fue. Lo hizo, por ella, por su hija. Si era lo que Deanna tanto necesitaba ¡que así sea! ¡Mierda!Se quedó petrificado. De entre todas las cosas que podría haberle dicho Reed, esas no eran
Sus brazos la aprisionaron más, podía sentir como ese escote atrevido se apretujaba sobre su pecho; sentir los pequeños movimientos de su cuerpo, la electricidad volvió a repetirse, el calor volvió a repetirse. Si pudiera la abrazaría tanto como para incorporarla en su propio ser. Sus manos se inquietaron y la recorrieron por la espalda y el cuello desnudo, bajaron más al sur hasta que pudo percibir la curva donde termina su espalda debajo de las incontables capas de tela de su vestido. Y ese movimiento le regaló un quejido más fuerte y furioso.Abandonó su saco para colgarse de lleno de su cuello, atrayéndolo más, como si Daniel no estuviese ya inmerso en su órbita. Sus manos se escurrieron por su cabello, ¡como adoraba pasarle los dedos por esos mechones salpicados de blanco! No podía detener el calor que crecía dentro de ella, lo había extrañado tanto. Cuando los labios no le alcanzaron, utilizó los dientes en pequeñas y mansas mordidas y ahora era el turno de Daniel de emitir soni
Le subió la falda y su ropa interior corrió la misma suerte que los botones. Finalmente se apiadó de Deanna y cuando volvieron a encontrarse después de tanto tiempo el placer fue exquisito. Su espalda de arqueó hasta quedar completa sobre el pecho de Daniel. La tomó de las caderas marcando un ritmo corto pero feroz.Escucharla de nuevo vocalizar su placer con esa libertad impúdica e incorrecta era mucho mejor que oírla cantar. Verla gesticular, las expresiones de su boca y sus ojos a través del espejo, lo lasciva que era, despertó su bestia interior. Enredó los dedos de una mano en su cabello recogido y tiró su cabeza hacia atrás, dejándole el cuello expuesto. Lo alcanzó con la boca hasta que encontró ese punto detrás de la oreja izquierda que la hacía gemir. Y eso mismo escuchó, gemidos cada vez más altos, más indecentes. Deanna estaba cerca, podía saberlo por los espasmos casi imperceptible que lo aprisionaban, por el ceño concentrado, por la rapidez de su respiración. Él mismo es
Deanna volvió de la cocina con dos tazas en la mano, mientras preparaba el café se había desarmado un poco el complejo peinado de esa noche. La camisa le quedaba enorme y aun así de desaliñada Daniel la encontraba tan hermosa. La interceptó antes de que pudiera dejar las tazas en la mesita y la tomó por la cintura.- ¿Por qué siempre te ves tan sexy? – Le preguntó escondiéndole la cara en el cuello.Él siempre había tenido esas apreciaciones con ella. A veces la encontraba en algún lugar de la casa y no podía resistir la urgencia de abrazarla y besarla o decirle cosas al oído. Eran sus grandes manos rodeándola y sus palabras dulces las que hacían que Deanna lo llamara “mi poeta”. ¿Cómo no iba a derretirse toda?Pero Daniel llevaba consigo una inseguridad producida después de ver tantas fotos y de repasar las palabras de Reed en su cabeza. Quizá si se acercaba más a ella, si la tocaba más, si la sentía más suya pudiese sacarse esa sensación. Se sentía frágil y vulnerable a pesar de que
La escuchó sin entender lo que le decía. Cómo Leonard la había seguido hasta la casa de Philippa, su ataque de pánico, los detalles de la relación con su madre. Y luego le habló de la soledad en la que vivía, de las excusas que daba para dar rienda suelta a sus apetitos, de porque lo hacía realmente. Había sido un hombre triste, acorralado por el odio y el resentimiento. Pero ahora era diferente; ahora se comportaba como un padre para ella.- ¿De verdad creíste que podría mirar a un hombre como él? –- No sabía que pensar… Tampoco lo negaste –- No, no lo negué. Estaba tan enojada y quería despojarme de todo lo que habíamos tenido así que preferí que creyeras eso. Sé cómo eres y sabía que iba a dolerte. Yo estaba tan dolida que esperaba que sintieras un poco lo mismo –- Me he estado torturando todo este tiempo imaginándote con él, créeme que me dolió –- Que bueno… -- Eres mala… Pero pensándolo un poco, tienen similitudes ustedes dos –- ¡¿Verdad que sí?! – Le dijo emocionada.- ¿De