Hola hola! ¿Qué querrá Hans? Ya pronto lo sabremos Espero que estén disfrutando la historia Bso Kika
—Doctor Wagner... ¿Cómo se siente?— pregunto de forma nerviosa mientras me asomo a la puerta de su habitación. Es una de las habitaciones más grandes, similar a donde yo había sido atendida innumerable cantidad de veces. Estaba bien acomodadas y sin duda las enfermeras y enfermeros lo habían atendido muy bien. Había cerca una bandeja con comida y bebida, así que suponía que tenía ya un rato despierto. Se veía cansado, y de repente había envejecido bastante de un solo golpe. Sin embargo, se podía ver en su expresión... que había algo diferente. —Lisa... pasa, pasa… por favor— dice haciendo un gesto suave con la mano. Yo me aproximo aún con cierto nerviosismo, dejando la puerta abierta. Por un momento nos quedamos en silencio, él pareciera que ve a la pared hasta que vuelva otra vez a posar su mirada de mí. —Estoy bien... solo quería hablar contigo un momento. Por favor, si quieres puedes sentarte— señala una silla. Yo la tomo casi en modo automático, cuando la realidad es que
—Doctor Wagner... quizás usted… ya debe saber que su hijo y yo... nos estamos separando...— digo y él me interrumpe inmediatamente. —Fue mi culpa... él no quería... yo lo obligué a que hiciera lo que yo creía que era lo correcto. Yo quería que él se casara con otra mujer y que tuviera un hijo... de él. Cuando, él solo quería estar contigo, cuando... él te amaba y no quería estar con otra mujer que no fueras tú— dice y yo pienso que él simplemente está divagando. Hans suspira y se queda cabizbajo. —Le dije que rechazara la adopción, que se alejara de ti... y yo no me interpondría, no me interpondría en el proceso — dice y yo no puedo creer lo que escucho. —No, no no, no... eso no puede ser él... dijo que no me amaba. Que nunca me amó... que que se arrepentía… que él desde el inicio sabía que esto... que nosotros no íbamos para ningún lado, que no íbamos a durar. Nos casamos porque ambos lo necesitábamos y... él... me confesó que si no era así no me elegiría— digo temblando sacudi
Voy en el taxi con el alma en las manos pensando en que tengo que encontrarlo. No podía creer que todo lo que había sucedido había sido simplemente mala intención de mi suegro, por incomprensión y falta de comunicación entre ambos. También estaba la promesa entre nosotros, y que él había cumplido de tal manera que ahora lo alejaba de mí. Haciendo que él perdiera preciosos instantes de nuestra nueva familia. —¿Hay alguna forma de que lleguemos antes? ¿De que vayamos más rápido? — preguntaba yo de forma acelerada, sentía que el taxi no podía ir más lento, pero el tráfico nos agobiaba y no parecíamos encontrar un espacio vacío para dónde ir. —Lo siento mucho, realmente estamos atascados— me contestaba el conductor. A mí me provocaba levantarme e ir saliendo corriendo como en las películas, correr por la calle hasta poder encontrarlo. Pero no me quedaba otra cosa que tener paciencia pensando en que lo vería a lo lejos y le diría que todo fue un error y que me espere. Casi una hora
La espera en el aeropuerto parece eterna. No sé si es que es mi impresión o si de verdad ya han pasado horas y no tenemos aviso de abordar. No tengo nada más que hacer que ver a la gente ir y venir por los pasillos. Mi celular se ha perdido, no sé si lo dejé en el departamento o qué sucedió, podía devolverme, pero… ya era muy tarde. Sin embargo, no logré ni una cosa ni la otra. Veo a las parejas enamoradas, tomándose de la mano, recostando las cabezas en los hombros del otro, hablando tranquilamente. Otros, con sus hijos dormidos en sus brazos... y pienso en ellas, en lo que me encantaría realmente estar con ellas. Me pregunto si estaré haciendo lo correcto. ¿Qué demonios voy a hacer en Alemania? Si desde el momento en que me alejo, mi mente se va a ellas, ¿cómo voy a pasar días, meses, y años... anhelándolas? Preguntándome qué será de ellas. —Disculpe señor... el vuelo finalmente se ha atrasado... aún quedan un par de horas para saber cuando será la salida...— dice una de las s
Cuando me levanto por un momento, me pregunto en dónde estoy. Veo mi mesa, mis cosas, a lo lejos mi ropa. Estoy en la casa de mi abuela, de mi infancia, mi hogar. Al lado hay un espacio vacío de unas sábanas revueltas, y más allá la cuna de Olivia. Oliver había insistido en que debida ser movida acá, lo cual tiene toda la lógica del mundo. Mi Oliver. Había vuelto. Cuando yo había regresado del aeropuerto... me había sentido derrotada. Yo, ilusamente, había pensado que iba a tener uno de esos reencuentros de película. Yo lo vería en el medio de muchísima gente y lo reconocería, por supuesto. Su cabello muy rubio, él alto, precioso, destacando entre los meros hombres comunes. Pero, en cambio, él había venido hasta aquí, justo en el momento exacto, cuando yo más lo necesitaba. Como siempre. Él se había quedado con la pequeña en sus brazos, observándola con detenimiento como si ella fuera a desaparecer de un momento a otro. Él observaba la cicatriz de la operación, revisaba cada pe
Después de todo lo que había pasado, aún no podía creer que estaba aquí. Yo había sido un hombre con una idea muy fija y estructurada de que era lo que quería con mi vida. Y de repente me encontraba viviendo una vida muy diferente. Lisa y yo nos habíamos tomado un par de días para organizarnos y acoplarnos en la nueva vida y rutina familiar. Ya me había comunicado con el Hospital en Alemania y había comentado mi cambio de decisión debido a motivos personales. Por supuesto que tenía que encontrar a alguien que me reemplazara lo antes posible, pero ya tendría tiempo para dedicarme a eso. En cambio, yo... pasaba las últimas horas acurrucando a una niña pequeña en mis brazos, dándole de comer, y la mayoría de las veces... simplemente viéndola, ahí en la cuna. Es como si fuese un pequeño y sorpresivo regalo que nos había caído de repente, cosa que así era. Me deleitaba en los pequeños momentos en que Olivia me veía, hacía suaves sonidos, en tocar su cabello, en como ya parecía reconoce
—¡Doctor Wagner, qué maravilla verlo para acá! Nos contenta tanto tenerlo de vuelta— me comenta una de las enfermeras al verme llegar. —Muchas gracias— digo yo con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Y qué niña más encantadora! ¿Es su hija doctor?— me pregunta mientras se acerca a ver a mi pequeña que está contenta en mis brazos. Tengo una pequeña mochila con sus cosas mientras voy de camino a la guardería que está en el hospital. —Así es... le presento a la pequeña Olivia— digo y creo que nunca había estado tan orgulloso en toda mi vida. Literalmente el pecho se me infla solo de presentarla, y de que todos la ven con adoración. Mi hija se queda viendo, intrigada todo alrededor, con sus ojos adorables y curiosos. Cuando llegó a la guardería sucede exactamente lo mismo, todos están encantados con ella y debo decir que me cuesta terriblemente dejarla. Pero sé que es uno de los lugares más seguros del hospital, sin contar que Lisa y yo podemos venir en cualquier momento a visitarla, l
Había pasado sin duda alguna… las semanas más felices de mi vida. Todo había sido diferente desde que Oliver había aparecido, hace ya tiempo en la puerta del hospital, en esa reunión en la que prácticamente ni me saludó. Han sucedido tantas cosas desde ese momento, ya casi no lo reconozco, pero tampoco me reconozco a mí misma, ni a mi vida. Yo estaba por casarme con otro hombre, tenía un trabajo, una amiga soltera y solo me preocupaba por el tema de la adopción. Ahora estaba casada y feliz con mi bello doctor alemán. James estaba comprometido y aun sin casarse con Perla, la había embarazado de nuevo y yo no quería verlo ni en pintura. Yo no solo tenía un trabajo en el hospital Brown, sino también en el instituto Pascal. Mara estaba felizmente casada y tenía a mi pequeña Olivia. Si me hubiesen dicho que esto iba a suceder tiempo atrás... jamás lo hubiese creído, pero tengo fe de que la vida te da sorpresas que no esperabas y esas son las mejores. Afortunadamente, ya mi esposo no te