En la suite de uno de los más lujosos hoteles de la ciudad, el cuerpo desnudo de Lu, reptaba encima del de Miguel, él la sostenía de las caderas, la observaba con las pupilas dilatadas, embelesado por su belleza. Sus firmes pechos danzaban al mismo ritmo que el bamboleo de sus caderas. La una mano de él, se posó en uno de los pezones de Luciana, lo masajeó y acarició, provocando en ella un corrientazo que le hacía arder la piel. Lu inclinó su espalda hacia adelante, buscó los labios de Miguel, lo besó con dulzura, introduciendo su lengua en la boca de él, acariciándolo. —Te amo Juan Miguel Duque —declaró con el corazón temblando, y la respiración agitada. —No más que yo, Lu —respondió él, la tomó por las mejillas, la besó con urgencia, y luego sus manos descendieron por la espalda de ella, y la tomó por las caderas, y giraron sobre el lecho. Luciana quedó bajo el cuerpo de él, su piel se estremeció desde la punta de los pies, hasta su cabello, cerró sus ojos al sentir como la l
La voz de aquel hombre fue gruesa, siniestra, tanto que todos los vellos de la piel de Paula se erizaron, no supo qué hacer, colgó la llamada y se echó a correr como una desesperada, el corazón le retumbaba con violencia, miraba hacia atrás sintiendo un escalofrío creyendo que la estaban siguiendo. Sin pensarlo más, tomó el primer taxi que apareció, y le pidió al conductor que fuera a gran velocidad, necesitaba ir por Christopher. Entonces sacó del bolso su móvil, con las manos temblorosas marcó a Juan Andrés, respiraba agitada. —¡Por favor contesta! —susurró. —No puedo hablar en este momento —dijo él, se le escuchaba ofuscado, y se oía gritos de personas alrededor. Paula arrugó el ceño, tembló. —¿Qué está pasando? —indagó. —Ven a las calles en las que vendías los jugos, y llama a mi hermana María Joaquina. —Colgó. —¡Andrés! —gritó ella, pero él ya había cortado la comunicación. —¡Dios! ¿Qué está ocurriendo?Paula enseguida llamó a la señora Duque, pues no tenía el número de su
Luego de aquel beso que fue bien correspondido por Juan Andrés, y que tanto anheló, él se acercó a saludar a su mamá. —No debiste venir, no me iban a condenar —bromeó. —Eres mi hijo, no podía dejarte solo, me da gusto que defendieras a esas personas, como dijiste debemos ayudarlos. —Sonrió y besó la mejilla de Andrés—, estoy muy orgullosa de ti. Juan Andrés se estremeció ante la caricia de su madre. —Gracias mamá. —Nada que gracias, quién me va a pagar mis honorarios —refutó María Joaquina y carcajeó—, me debes una hermanito, pero te la voy a dejar pasar, porque a esos municipales abusadores de autoridad haré que los multan y los remuevan de sus funciones —sentenció. —Te lo agradeceré, esa gente no puede seguir cometiendo abusos —rebatió Andrés apretando los puños. En ese momento llegó a la delegación Joaquín de la mano de Cris, había llevado al niño a alimentarse. —¡Papi! —gritó el pequeño, corrió a saludarlo abrazándolo a sus piernas. —¿Te peleaste con esos policías?
—¿Lo apruebas? —indagó el director a Juan Andrés. —A mí me parece perfecto —contestó, y miró a Paula. —¿Qué opinas tú? —Yo no tengo palabras, es maravilloso —respondió ella y suspiró. —Y salgo yo ahí —intervino Christopher, y pegó un brinco de emoción. Todos rieron al ver al niño. Luego de despedirse del director, volvieron al auto, Paula exhaló un suspiro. —¿Qué hacías vendiendo jugos en la calle? —cuestionó. Juan Andrés giró para verla, antes de encender el auto. —Te dije que quería conocer tu mundo —mencionó. Paula ladeó los labios, lo observó con ternura. —Gracias por hacerlo, pero ya te habrás dado cuenta de que no ha sido nada fácil. Las personas como don Fulgencio, como yo, nos sacrificamos mucho para conseguir el pan —expresó con orgullo. —Lo sé —contestó—, y por eso te admiro. Paula se mordió el labio inferior, sintió su corazón acelerarse. —También te admiro —susurró. Juan Andrés sintió su pulso acelerarse al escucharla, encendió el vehículo y emprend
Juan Andrés la sostuvo en sus brazos, ella estaba pálida, de inmediato la colocó en un sofá. —¿Qué le pasa a mi mamá? —indagó con los ojos llenos de lágrimas Cris. —Nada, tranquilo, más bien cuídala, mientras voy por alcohol. El pequeño asintió, con su pequeña manita agarró la de su madre. —Despierta mami —suplicó el niño, empezó a sollozar. Juan Andrés volvió con rapidez, pasó un algodón por la nariz de Paula, ella empezó a toser; sin embargo, aún se sentía mareada, entreabrió los ojos, veía borroso. —¿Cómo te sientes? —cuestionó Andrés con la voz agitada. —Mejor —respondió ella. Cuando él la tocó, ella se soltó de su agarre. Juan Andrés sintió un pinchazo en su corazón ante el rechazo de ella, inhaló profundo. —¿Deseas algo? —indagó. —Un poco de agua —respondió ella. Juan Andrés fue a la cocina por un vaso, mientras ella se tocaba la frente, empezaba a sentir el cuerpo caliente, las emociones que había vivido esa noche, eran muchas. —¿Estás bien mami? —indagó con su tier
Juan Andrés subió a la camioneta de Malu, saludó con su cuñado Abel, y también con su hermano Miguel y Luciana, se sentó junto a su hermano. Paula hizo lo mismo y se acomodó al lado de Lu. Inesita se llevó a Cris a la hacienda, iba a pasar el fin de semana con sus abuelos, el niño aceptó feliz, ya era un Duque, y todos lo trataban como un miembro más de la familia. En el camino se notaba la tensión entre Paula y Juan Andrés. Malú para aligerar ese momento tan incómodo conectó a través de BT su playlist al reproductor del vehículo. Malú como era costumbre en ella empezó a cantar la melodía. Abel sonrió y le acarició la mano. —Me encanta este tema —dijo Lu, y miró a Miguel, suspiró y se reflejó en sus ojos. —A mí también —contestó él, la tomó de la mano y con el pulgar le acarició el dorso. «Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era. Y entregaría mi voz a cambio de una vida entera…»Juan Andrés escuchó esa parte de la melodía le llegó hasta el alma. «¿De qué me sirvió ser mejor s
Malú y Abel miraban la interacción de las parejas, sin comprender nada. —¿Crees que debo intervenir? —averiguó Malu a su esposo. —Pues… sabes bien que en temas de pareja es mejor no meterse; sin embargo, no sé si ellos continúen el viaje, no los podemos obligar, la situación está tensa. —Tienes razón, vamos a esperar unos minutos —resopló preocupada—. Me gustaría saber qué está pasando. —Cariño, no seas impaciente, esperemos a que nos cuenten —recomendó Abel, besó los labios de Malú. En eso sonó el móvil de ella, era su hermana Mafer. —¿Por qué tardan? Nosotros ya estamos en las montañas, el sitio está muy bonito. —Tenemos problemas —respondió Malú. —¿Qué pasó? ¿Quieres que mande a Eduardo y Sebas con la camioneta?—No tranquila, más bien el inconveniente son Paula y Juan Andrés, parece que tuvieron una pelea de casados, y tú sabes lo que es eso. —Eso si es un grave problema, ¿habrán discutido como cuando mandamos a Abel y Eduardo al sillón? —indagó. —Más bien como cuando nos
Y luego de unos minutos, los llamaron a salir al jardín. La madre de Sebastián, quien era terapista, les dio la bienvenida a cada uno, les pidió sentarse en el pasto, hacer un círculo, luego de varias dinámicas para relajarlos, habló. —Les voy a entregar un papel en blanco a cada uno, y van a anotar qué es lo que más les disgusta de sus parejas. Cada uno fue escribiendo en la hoja. Entonces le fue preguntando a cada uno,y les pidió que leyeran en voz alta. Eduardo mencionó: —El desorden de Mafer. María Fernanda rodó los ojos, resopló. —Ese es mi orden —comentó. —Un desastre total —añadió Malú. —A ver veamos de qué no más se queja Abel de ti. Entonces le tocó el turno a él. —Malú es muy exagerada con el orden, la limpieza, la perfección. —Ya vez —recalcó Mafer. Malú sonrió. —No puedo ser diferente. —Encogió sus hombros. Enseguida le tocó el turno a Miguel. —Me enfada que Lu cuando tenemos un problema quiera escapar de mi lado. Luciana apretó sus labios,