¿Qué les pareció la filmación del video? No están comentando ni dejando reseñas, creo que tendré que actualizar más lento, a ver si ahí participan más.
Juan Andrés se acercó hacia Miguel, observó en el rostro de su hermano profunda confusión. —¿Qué está pasando? ¿Te encuentras bien? El pecho de Miguel subía y bajaba agitado, sacó del bolsillo su móvil, y le mostró a su hermano todo lo que decían de Lu. Juan Andrés observó las imágenes, ya las conocía pertenecían al catálogo, inhaló profundo, apretó los puños, le parecía algo indignante que expusieran así a Luciana. —¿Qué es lo que te afecta? Tú sabías bien a lo que ella se dedicaba, ¿acaso pensaste que solo acompañaba a los clientes? Juan Miguel alzó su rostro, abría y cerraba sus puños, su respiración era irregular. —¡Lo sé! —gritó—, pero me duele, y no por mí, sino por ella. —La voz se le quebró—, me quiere dejar, justo ahora que empezaríamos una vida juntos, Lu terminó conmigo. —Lo lamento —respondió Andrés. —¿No has pensado en algo para detenerla? ¿Te vas a dar por vencido? Miguel enfocó su vista en su hermano, lo observó con atención. —¿Qué quieres que haga? ¿Qué l
Paula se encontraba en la terraza de la casa, observaba el paisaje. Lu luego de llorar se había quedado dormida, pero ya más tranquila, entonces su mirada se enfocó en la masculina figura de Juan Andrés, quien se erguía con majestuosidad encima de aquel caballo. El estómago de Paula se encogió al verlo galopar sobre la yegua, y de pronto el centro de su intimidad palpitó ansioso. Ella tenía los labios separados, y se imaginó de nuevo en brazos de él, la piel se le erizó. Juan Andrés ladeó aquella sonrisa seductora, observó a Paula desde el caballo, y notó como lo miraba embelesada. —¿Necesitas una cubeta? —indagó con suficiencia. Paula reaccionó de golpe, sacudió la cabeza al escucharlo. —No te creas tan importante, he visto mejores cosas que tú. —Lo señaló con la mano. Juan Andrés bufó al escucharla, bajó del caballo, y se lo entregó a uno de los peones, caminó irguiendo el mentón, y dando pisos firmes, hasta la puerta, entonces alzó su cabeza para volver a mirar a Paula.
Las pupilas de Juan Andrés se dilataron, y su virilidad se endureció y aumentó de tamaño, sus labios se separaron y la respiración se le acortó. «¿A qué está jugando?» se cuestionó, a pesar de que la sangre hirvió en sus venas, y que sus manos se movían inquietas ansiando palpar esa suave piel, y recorrer aquellas curvas. —Te queda bien —carraspeó. «¿Eso es todo?» cuestionó Paula, el rostro se le llenó de decepción. «¡No debí hacerle caso a Lu!» dijo en su mente, sintió como un nudo se le atoraba en la garganta. —No te interrumpo más —mencionó con la voz entrecortada, se inclinó y tomó la bata—. Buenas noches. —Con rapidez desapareció por el pasillo, se encerró en la habitación. —¡Eres una tonta Paula, él ha visto mejores cuerpos! —se reprochó, se metió bajo las cobijas y apretó los labios para llorar en silencio. ****Juan Andrés cerró los ojos, se mordió los labios, fue a la cocina por un vaso con agua helada, lo requería, antes de perder la cabeza, e ir a buscarla; sin embargo
En la suite de uno de los más lujosos hoteles de la ciudad, el cuerpo desnudo de Lu, reptaba encima del de Miguel, él la sostenía de las caderas, la observaba con las pupilas dilatadas, embelesado por su belleza. Sus firmes pechos danzaban al mismo ritmo que el bamboleo de sus caderas. La una mano de él, se posó en uno de los pezones de Luciana, lo masajeó y acarició, provocando en ella un corrientazo que le hacía arder la piel. Lu inclinó su espalda hacia adelante, buscó los labios de Miguel, lo besó con dulzura, introduciendo su lengua en la boca de él, acariciándolo. —Te amo Juan Miguel Duque —declaró con el corazón temblando, y la respiración agitada. —No más que yo, Lu —respondió él, la tomó por las mejillas, la besó con urgencia, y luego sus manos descendieron por la espalda de ella, y la tomó por las caderas, y giraron sobre el lecho. Luciana quedó bajo el cuerpo de él, su piel se estremeció desde la punta de los pies, hasta su cabello, cerró sus ojos al sentir como la l
La voz de aquel hombre fue gruesa, siniestra, tanto que todos los vellos de la piel de Paula se erizaron, no supo qué hacer, colgó la llamada y se echó a correr como una desesperada, el corazón le retumbaba con violencia, miraba hacia atrás sintiendo un escalofrío creyendo que la estaban siguiendo. Sin pensarlo más, tomó el primer taxi que apareció, y le pidió al conductor que fuera a gran velocidad, necesitaba ir por Christopher. Entonces sacó del bolso su móvil, con las manos temblorosas marcó a Juan Andrés, respiraba agitada. —¡Por favor contesta! —susurró. —No puedo hablar en este momento —dijo él, se le escuchaba ofuscado, y se oía gritos de personas alrededor. Paula arrugó el ceño, tembló. —¿Qué está pasando? —indagó. —Ven a las calles en las que vendías los jugos, y llama a mi hermana María Joaquina. —Colgó. —¡Andrés! —gritó ella, pero él ya había cortado la comunicación. —¡Dios! ¿Qué está ocurriendo?Paula enseguida llamó a la señora Duque, pues no tenía el número de su
Luego de aquel beso que fue bien correspondido por Juan Andrés, y que tanto anheló, él se acercó a saludar a su mamá. —No debiste venir, no me iban a condenar —bromeó. —Eres mi hijo, no podía dejarte solo, me da gusto que defendieras a esas personas, como dijiste debemos ayudarlos. —Sonrió y besó la mejilla de Andrés—, estoy muy orgullosa de ti. Juan Andrés se estremeció ante la caricia de su madre. —Gracias mamá. —Nada que gracias, quién me va a pagar mis honorarios —refutó María Joaquina y carcajeó—, me debes una hermanito, pero te la voy a dejar pasar, porque a esos municipales abusadores de autoridad haré que los multan y los remuevan de sus funciones —sentenció. —Te lo agradeceré, esa gente no puede seguir cometiendo abusos —rebatió Andrés apretando los puños. En ese momento llegó a la delegación Joaquín de la mano de Cris, había llevado al niño a alimentarse. —¡Papi! —gritó el pequeño, corrió a saludarlo abrazándolo a sus piernas. —¿Te peleaste con esos policías?
—¿Lo apruebas? —indagó el director a Juan Andrés. —A mí me parece perfecto —contestó, y miró a Paula. —¿Qué opinas tú? —Yo no tengo palabras, es maravilloso —respondió ella y suspiró. —Y salgo yo ahí —intervino Christopher, y pegó un brinco de emoción. Todos rieron al ver al niño. Luego de despedirse del director, volvieron al auto, Paula exhaló un suspiro. —¿Qué hacías vendiendo jugos en la calle? —cuestionó. Juan Andrés giró para verla, antes de encender el auto. —Te dije que quería conocer tu mundo —mencionó. Paula ladeó los labios, lo observó con ternura. —Gracias por hacerlo, pero ya te habrás dado cuenta de que no ha sido nada fácil. Las personas como don Fulgencio, como yo, nos sacrificamos mucho para conseguir el pan —expresó con orgullo. —Lo sé —contestó—, y por eso te admiro. Paula se mordió el labio inferior, sintió su corazón acelerarse. —También te admiro —susurró. Juan Andrés sintió su pulso acelerarse al escucharla, encendió el vehículo y emprend
Juan Andrés la sostuvo en sus brazos, ella estaba pálida, de inmediato la colocó en un sofá. —¿Qué le pasa a mi mamá? —indagó con los ojos llenos de lágrimas Cris. —Nada, tranquilo, más bien cuídala, mientras voy por alcohol. El pequeño asintió, con su pequeña manita agarró la de su madre. —Despierta mami —suplicó el niño, empezó a sollozar. Juan Andrés volvió con rapidez, pasó un algodón por la nariz de Paula, ella empezó a toser; sin embargo, aún se sentía mareada, entreabrió los ojos, veía borroso. —¿Cómo te sientes? —cuestionó Andrés con la voz agitada. —Mejor —respondió ella. Cuando él la tocó, ella se soltó de su agarre. Juan Andrés sintió un pinchazo en su corazón ante el rechazo de ella, inhaló profundo. —¿Deseas algo? —indagó. —Un poco de agua —respondió ella. Juan Andrés fue a la cocina por un vaso, mientras ella se tocaba la frente, empezaba a sentir el cuerpo caliente, las emociones que había vivido esa noche, eran muchas. —¿Estás bien mami? —indagó con su tier